Traducciones: One-Shots

Modelo de Arte - By dollegirl


BPOV

Modelo nudista. Debo haber perdido la cabeza.
Estaba escasa de dinero. Trabajaba media jornada en una librería del campus; pero tomé una clase extra este semestre, y ese fue un duro golpe a mi horario laboral. Estaba desesperada.

Mi amigo Gerard me dio la idea de modelar desnuda para la clase de arte. Mi reacción inmediata fue un firme "Por mil demonios, no."
Pero él insistió en que no era nada malo. “Seguro, tú estarás desnuda y todos ellos estarán mirándote, pero los artistas son absolutamente respetuosos. Nadie hará comentarios groseros ni se reirá.” Al menos eso fue lo que él dijo.



Posando sólo por dos horas podría ganar más dinero que el que me pagaban por una semana de trabajo en la librería. Tendría garantizados un par de trabajos hasta el final del semestre. Sólo me tomaría cuatro horas a la semana. Y mi dignidad.

Al menos no habría caños de striptease ni pezoneras.

Gerard dijo que todo saldría bien. Y yo le creí. Además me dijo que él iba a estar conmigo. Los modelos generalmente posaban solos, pero ser una de las estrellas del departamento de arte le daba algunos "privilegios".

Posaríamos juntos.

Yo. Gerard. Desnudos. Juntos. Frente a un montón de gente. Eso no me movió ni un pelo.

Quizás fuera por el hecho de que él es gay. Su hombría no es una amenaza para mí. Me prometió que si hubiera allí alguna señal de excitación sería únicamente debido a Frank. Ellos estaban saliendo, y él estaba en esa clase.

Esta noche es mi primera vez. Hay una gran posibilidad de que también sea la última. Estaba nerviosa como el demonio. Pero me enfoque en el dinero.

Alice y Rose me llevaron al spa durante el fin de semana. Allí me arrancaron todos los vellos del cuerpo, desde el cuello hacia abajo. Ahora cada ligera brisa la sentía como una ráfaga. Tenía frío.

Marqué el número de Gerard para confirmar el número de salón dentro del edificio de arte. Ya lo tenía memorizado de antes, en realidad. Sólo necesitaba una excusa para asegurarme de que el bastardo iba a venir. Era uno de mis mejores amigos, pero también era un chanta.

Me atendió el correo de voz. Casi cuelgo. Beep.

"Hey, Gerard. Soy Bella. Voy de camino. Sólo quería asegurarme de que estoy yendo al lugar correcto. Nos encontraremos allí, ¿verdad? Bueno, llámame en cuanto escuches mi mensaje. Adiós." Y si me plantas, voy a patear tu pequeño trasero de hadita. Cerré el celular de un golpe.

Dejé salir un largo suspiro. Era ahora o nunca. Me acerqué a la cocina para tomar mis llaves de la mesada. Las instrucciones para modelos nudistas estaban ahí justo junto a ellas. Debía llegar 30 minutos antes. Habría un cuarto donde podría quitarme la ropa y ponerme una bata. Y que una vez que todos los estudiantes estuvieran listos para comenzar la clase, alguien vendría a buscarme.

La bata volaría. Estaría desnuda. Sin un solo vello en el cuerpo y muy desnuda.

Iba a sonrojarme. Gay o no, la idea de que Gerard estuviera ahí conmigo ya no me resultaba tan reconfortante como antes.

Iba a estar desnuda. Frente a muchas personas.

Tomé las llaves del auto y mi bolso que estaba junto a la puerta. Estaba lloviendo.

¡Sorpresa!

Iba a estar mojada y desnuda. Lindo.

A mitad de camino hacia la escuela encendí la calefacción. Mi cuerpo se relajó con el calor. Mi ropa todavía estaba húmeda, y mi pelo comenzaba a frizarse. Me pasé la mano varias veces por el cabello tratando de mantenerlo en su lugar. Lo último que quería era que mi pelo predominara más en el lienzo que yo misma.

Mientras me acercaba a la escuela, me di cuenta de que la lluvia había amainado bastante.
Quizás aun hubiera esperanza.

Estacione el auto y lo apagué, notando rápidamente que el auto de Gerard no estaba aquí. Tampoco el de Frank.

Es ahora o nunca, Bella. Respira. Puedes hacer esto.

Tome mi bolso y salí del auto. Me lo colgué al hombro y comencé a caminar lentamente hacia el edificio, pero entonces se me cayeron las llaves. Me había agachado a recogerlas, justo cuando un monstruoso Jeep pasó a mi lado, pisando un charco y salpicándome. Me empapó.

No más esperanza.

Ahora olía cemento y a agua estancada.

Mierda. Al menos ya no tenía frizz.

Me limpié el barro de los ojos y sacudí mi cabello. Empecé a caminar de nuevo hacia el edificio, haciendo un esfuerzo por ignorar el sonido de chapoteo que venía con cada uno de mis pasos. Me parecía que el estacionamiento no acababa nunca. El hecho de estar empapada de pies a cabeza y lo desastrosa que asumía seria mi apariencia sólo estaba magnificando lo que se suponía era una pequeña distancia.

A mí me pareció eterna.

Para cuando llegué a la puerta de entrada había comenzado a llover otra vez. Entré y me tomé un momento para mirar alrededor antes de continuar mi camino. El lugar era amplio y abierto, tanto, que cuando cerré la puerta a mis espaldas el ruido hizo eco en el pasillo. La iluminación era tenue. Y no había alfombras ni nada que absorbiera el sonido. Genial. Ideal para mis zapatillas mojadas. Rodé los ojos y empecé a cruzar el largo pasillo.

Plaf. Mierda. Plaf. Mierda.

Camine más despacio cuando entré al pasillo de las aulas. Las puertas estaban más separadas entre sí de lo habitual. Yo sabía que los estudios de arte eran generalmente grandes, pero nunca había visto uno de ellos. Pero lo que tenía frente a mis ojos sólo me decía que ahí había más espacio para más gente. Más gente que me vería desnuda. Ya estaba cuestionando seriamente mi cordura por haber accedido a hacer esto. Debo estar muy desesperada.

Continué por el pasillo tratando de imaginar alguna otra forma de hacer dinero rápido. Donar plasma estaba descartado. Eso requiere agujas. Y una vez que te sacan el plasma, te vuelven a meter la sangre. No, gracias. Si la tomas, quédatela.

¿Tal vez bailarina de club nocturno? Tengo buenas tetas. Y buen cuerpo. Pero desafortunadamente eso
también requiere coordinación. Bella en un club de striptease no estaría nada bien. De hecho, sería peligroso.
Alguien podría perder un ojo.

Aquí todo lo que tendría que hacer sería dejar caer la bata y sentarme ahí. Con Gerard. Que todavía no había asomado su maldita cara de marica. Entonces caí en la cuenta. Y la verdad me golpeó como una tonelada de ladrillos.

Estaba sola. El no iba a venir. El muy bastardo me engañó. Debí habérmelo imaginado, era muy extraño que pidieran a dos modelos para posar juntos. Nunca había oído algo de eso. Pero él había sido muy convincente.

Mi corazón se aceleró. Empecé a respirar erráticamente, casi hiperventilando. Estaba teniendo un ataque de pánico.

Estaba dando vuelta a la esquina, lista para salir huyendo, cuando choqué con otro cuerpo.
Me tropecé hacia atrás y finalmente caí sentada. Mi visión se sacudió por un momento y no pude enfocar nada.

"¡Oh Dios mío, lo siento mucho! ¿Estás bien?" Levanté la vista y vi a un hombre muy alto y de cabello desordenado mirándome con los ojos muy abiertos. Me tendió la mano para ayudarme a ponerme de pie. La tomé, y al alzarme él me tomó por ambos brazos, quedando frente a frente. Sus ojos eran verdes. Muy verdes. Pero de un tipo de verde que yo nunca había visto antes.

Apuesto a que ni siquiera Crayola tiene un nombre para ese color.

"¿Estás bien?" preguntó de nuevo, despacio. Yo no podía hablar. Su aliento era cálido y suave, su voz era dulce como la miel, sus ojos intensos. No podía apartar la mirada. Se me estaba poniendo difícil formular una frase coherente, todo lo que pude hacer fue asentir.

Él sonrió.
Y era una sonrisa torcida. Una sonrisa perfecta. Mi ritmo cardíaco se aceleró notablemente. El tipo era hermoso.

"Estoy bien, gracias," pude decir finalmente. Pude sentir el calor inundando mis mejillas. Él soltó mis brazos y se enderezó un poco, su sonrisa nunca vaciló sobre sus labios.

"Me alegro. Evidentemente no estaba prestando atención por dónde caminaba. De todas maneras, ¿cómo es posible que con todas las veces que he cruzado este pasillo no haya tenido el placer de conocerte antes...?" Inclinó la cabeza a un lado y otra vez extendió su mano. Una vez más la tomé.
Su mano grande envolvió la mía, pequeña en comparación. Su apretón fue firme, pero gentil. Lo sentí como una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo y me hizo poner la piel de gallina. Ahora que lo miraba más de cerca, notaba que su cabello salvaje e indócil no era un producto de mi imaginación. Al igual que sus ojos, su pelo era de un tono único, un color que nunca antes había visto. Una maraña de sedoso pelo cobrizo apuntando en todas direcciones. Cabello sexy.

"Bella, mi nombre es Bella," dije. Sabía que mis mejillas se estaban poniendo rosadas de pura vergüenza. Él inclinó la cabeza hacia un lado otra vez, y su sonrisa se hizo más amplia.

"Encantado de conocerte, Bella. Yo... discúlpame." Frunció el ceño mientras soltaba mi mano y la metía en su bolsillo para sacar su teléfono móvil. Lo abrió y me hizo un gesto para que le diera un minuto, dándose la vuelta y empezando a caminar en la dirección por la que yo había venido. Suspiré con frustración y eché una mirada a mi reloj.

Veinte minutos. Mierda.

El magnífico extraño parecía absorto en su conversación. Me debatí entre quedarme ahí esperando a que acabara o irme. Todavía olía a agua de charco y sentía la urgente necesidad de un minuto humano antes de mi gran momento.
Él parecía estar discutiendo con alguien, todo el tiempo echando rápidas miradas en mi dirección. En algún momento se llevó los dedos índice y pulgar al puente de la nariz y apretó los párpados, murmurando "bien, ahí estaré" antes de cerrar el móvil. Lo guardó de nuevo en su bolsillo y luego se giró hacia mí.

"Perdón por la interrupción, Bella, y perdón otra vez por la caída. Estoy encantado de haberte conocido, pero tengo que irme. ¿Tal vez nos veamos por ahí otra vez?" Parecía apurado, apartándose un paso hacia atrás con cada palabra.

"Uh, seguro. Te veré por ahí." Brillante, Bella. Jodidamente brillante.

Él me hizo un guiño y luego dio vuelta a la esquina sin darme tiempo a decir otra palabra. Ni siquiera me había dicho su nombre.
Bien... De todas maneras era demasiado lindo. Demasiado guapo para “Bella la hedionda”. Levanté un brazo y me olisqueé. Ew. No hay duda, huyó por el olor.

Retomé mi camino hacia el estudio. Titubeé un poco antes de abrir la puerta, dándome una oportunidad de huir antes de mostrarle a la comunidad artística mis atributos.

Al final me encogí de hombros y abrí la puerta.
El cuarto estaba vacío a excepción de un tipo que parecía estar acomodando unos caballetes. Hice una cuenta rápida. Había diecisiete caballetes. Diecisiete extraños viéndome desnuda. Ya no tenía dudas acerca del futuro de Gerard. Iba a morir.

Me encaminé hacia el hombre de los caballetes y me quedé de pie a unos pasos. No pareció darse cuenta de mi presencia hasta que me aclaré la garganta.

"Oh, hola. ¿Te puedo ayudar en algo?" Parecía levemente indignado de que hubiera interrumpido su importantísimo trabajo. Era bajito y calvo. Te llamaré Hombre Pequeñito.

"Hola. Estoy aquí por, eh, ¿la modelo para la clase?" No podía siquiera mirarlo a los ojos. Dirigí mi mirada hacia cualquier otra parte que no fuera su cara. Esto era humillante.

"¡Oh! Tú debes ser Bella. ¡Gerard me habló de ti! Bien, déjame tomar tu cartera..." Estiró una mano para tomarla, pero yo la aferré contra mi pecho. Mantente lejos de mí, hombrecito. Su brazo cayó y dio un paso hacia atrás.

"No hace falta, estoy bien. Hablando de Gerard, ¿sabes dónde está? Se suponía que nos íbamos a encontrar aquí..." pregunté. Todavía no podía mirarlo a los ojos.

"Uh, no. Él no está aquí. ¿No te lo dijo?" Sacudí la cabeza. "Huh, bueno, Gerard me dijo que iba a llamarte. Es raro que no lo haya hecho..." Esa última parte, me di cuenta, era una especie de conversación consigo mismo.

Moví la mano delante de su rostro.

"Bueno, él no me llamó, pero obviamente sí te llamó a ti. ¿Dónde demonios está?" Nuestros ojos finalmente se encontraron. Me pareció que se veía un poquito aterrado. Y yo estaba un poco enojada.
Continué mirándolo, entrecerrando un poco los ojos. "Entonces... ¿me vas a decir dónde está?"

"Él... uh, bueno, llamó y dijo que no iba a venir porque, eh, tiene dolor de garganta o algo de eso."

"Dolor de garganta. Correcto." Seh, yo sé perfectamente bien por qué le duele la garganta. Tomé un profundo respiro y exhalé despacio tratando de calmarme. "Bueno, evidentemente la clase está a punto de empezar. ¿Podrías mostrarme dónde puedo cambiarme?" pregunté en voz baja. Mi voz era casi un susurro.
Hombre Pequeñito asintió y me hizo un gesto para que lo siguiera. Nos dirigimos hacia el otro lado del cuarto y nos detuvimos frente a una puerta que a primera vista estaba oculta. No me habría dado cuenta de que era una puerta si no la hubiera visto de cerca.

Cuando él la abrió y encendió la luz, me di cuenta de que aquello no era una habitación sino un pasillo. Él entró y me señaló algo.

"El cambiador de mujeres es la última puerta a la izquierda. Es básicamente un mini vestuario. Hay un armario ahí para que puedas poner tu ropa y la bata está colgada detrás de la puerta. Oh, y también hay una ducha."
Alcé una ceja interrogativamente.

"Um, la ducha se instaló hace unos pocos meses. Algunos de los modelos decían que necesitan darse un baño después de posar. Se quejaban de salir de aquí con olor a pintura... ridículo. El hecho es que dijeron que si no les poníamos una ducha, no vendrían. Así que el departamento de arte puso el dinero para tener a los nudistas contentos." Su tono estaba repleto de indignación y sarcasmo.

"Hmm... nudistas. Sí, sería bastante trágico si no hubiera más nudistas para los necesitados artistas. Que dios te bendiga por darle a los nudistas un mínimo incentivo para quitarse la ropa y posar durante horas sin una sola queja." Repliqué a su tono indignado con mi propio sarcasmo e incliné la cabeza un poco, como diciendo ¿algo más?

El tipo se sonrojó un poco y agachó la cabeza murmurando una disculpa patética. No le presté atención y pasé junto a él para meterme en el vestidor.

"Recuerda, la clase comienza en quince minutos," me gritó. Levanté la mano para hacerle saber que había oído, pero no me volví. Llegué al final del pasillo y me fijé en que la puerta de la derecha era la del vestidor de hombres. Maldito Gerard. Será mejor que estés teniendo muy buen sexo, no te permitiré dejarme sola en esto por menos que eso.

Me giré hacia la izquierda y me dirigí hacia la puerta del cuarto de mujeres. Era un pequeño pero confortable cuarto con unos pocos muebles. Estaba tenuemente iluminado y había un fuerte aroma a lavanda y jazmín. En la esquina había una silla vieja y desgastada. El departamento de arte estaba lleno de artistas adeptos al amor libre, todos parecían tener la necesidad de expresarse ese amor en cualquier forma y cualquier lugar. En definitiva, todos ellos eran muy sexuales, no podía ni comenzar a imaginarme de cuántos actos había sido testigo esa vieja silla.

Nota mental: por ningún motivo te sientes ahí.

En la otra esquina de la habitación había otra puerta, cuando la abrí descubrí el baño. Y sí, ahí había una ducha. Miré mi reloj otra vez y me di cuenta de que tenía el tiempo justo para darme una rápida ducha antes de salir. Nunca me tomaba mucho tiempo asearme. Y teniendo en cuenta que no había necesidad de volver a vestirme, sería incluso más rápido.

Tomé mi bolso y saqué mis productos de higiene. Alice me regaló en la última navidad un bolsito con pequeñas botellas de varios jabones de bonito aroma y distintas lociones, e insistió con que la llevara a todas partes. Solía decir que uno nunca sabe cuándo puede surgir una emergencia higiénica. Bendita sea.
Me quité la ropa y me metí bajo el agua. Me debatí por un momento entre lavarme el cabello o no, pero me imaginé que dado que había estado lloviendo nadie se preguntaría por qué mi cabello estaba mojado. Prefería oler a fresas antes que a asfalto.
Cuando terminé con mi rápido ritual de higiene y me sequé noté que todavía tenía cinco minutos de sobra. Me pasé la toalla por el cabello, secándolo lo mejor que pude y sacudiéndolo un poco para dejármelo suelto sobre los hombros. Me puse un poco de loción y luego tomé la bata de detrás de la puerta. Tenía un símbolo que indicaba que era una bata de hotel. Qué bien. ¿Ponen el dinero para una ducha, pero tienen que robarse las batas?

Me encogí de hombros y me la puse. Antes de abrir la puerta y salir hacia mi castigo respiré profundamente varias veces para armarme de valor.

Ya estás aquí, Bella. Puedes hacerlo. Tranquila. Mantente calmada y segura. Y jodidamente desnuda.

Salí de la habitación y crucé el pasillo a paso extremadamente lento. Después de lo que pareció una eternidad llegué a mi destino. Abrí la puerta y asomé la cabeza para ver que ahí había mucha más gente de la que había imaginado que vendría. Había un montón de movimiento, estudiantes quitándose los abrigos y las carteras, sacando sus pinturas de los casilleros, acomodando sus lienzos.

Hombre Pequeñito me vio y caminó hacia mí. Me tomó por el brazo y me arrastró fuera de la puerta. Se giró hacia mí y me habló en voz baja:

"No seas tímida y no te preocupes. Todos van a ser muy respetuosos. Están aquí por amor al arte y para pasar de año." Continuó parloteando en voz baja por unos momentos más, pero no pude evitar dejar de oírle. Continué mirando el cuarto, mis pulsaciones acelerándose más y más en la medida en que se llenaba.

Hubiera sido una buena idea emborracharme antes de venir. Una atrevida, borracha y desnuda Bella hubiera sido mucho mejor para tratar con estos niños. O tal vez podría haberme fumado un porro. Seguramente alguno de los estudiantes tenía uno. Gerard no iba a ningún lado sin su hierba. Podría robarme uno y fumármelo a hurtadillas. Nadie me miraría raro por eso.

"...además, no será tan malo para ti viendo que en realidad no estarás sola." ¿Huh?

"Espera, espera. Pensé que Gerard no iba a venir," dije, buscándolo por todo el cuarto.

"Y no vendrá. Tuvimos que llamar a un reemplazo de último minuto, así que vas a estar trabajando con él."

Mi mandíbula cayó por la conmoción. ¿Su reemplazo? ¿Pueden hacer eso? Antes de que pudiera decir algo en protesta, Hombre Pequeñito me estaba arrastrando al centro del cuarto donde ya había otro tipo envuelto en una bata. Estaba agachado, como si estuviera estirándose o algo así. Aunque estaba cubierto de una esponjosa tela blanca, su trasero parecía algo más que simplemente "lindo". Mis ojos fueron bajando por su cuerpo y descubrí unas piernas de músculos muy trabajados. Si el resto de ese cuerpo pertenecía a alguien tan lindo como lo que tenía ahora a la vista, caería de rodillas y me pondría a gritar.

Por favor que sea lindo. Por favor que sea lindo. Por favor, que sea lindo.

En realidad sería mejor que no fuera lindo. Demasiada belleza podría hacer que mis partes femeninas entren en acción. Podría culpar al clima si mis pezones se ponían duros. Pero es más difícil culpar al clima por la excitación allí abajo.

Y como si la vida se hubiera vuelto a cámara lenta, lo vi levantarse pulgada a pulgada. Glorioso.

No, no puede ser. ¿Es posible? Cabello sexy. Ojos de Crayola. ¡Mier-da!

Hubiera reconocido ese cabello en cualquier parte. Era único. No habría forma de repetir ese tono en cualquier otro cabello, por mucho que uno lo intente.

Comenzó a girarse hacia mí en el mismísimo instante en que yo estaba siendo conducida hacia él. Sus ojos de Crayola se encontraron con los míos.

¿Tenía que sonreír? Esa maldita sonrisa torcida perfecta.

Algo se siente húmedo aquí.

Mierda.

De ninguna manera voy a hacer esto. No. Lo. Haré.

Él es mi criptonita.

La clave para hacer a Bella caer.

Alzó una ceja y extendió un brazo hacia mí de la misma forma que lo había hecho antes. Y una vez más tomé su mano, el simple calor de su roce enviando temblores a todo mi cuerpo.
Él me arrastró más cerca y se inclinó para susurrarme al oído.

"Hola otra vez, Bella. Al menos esta vez no te golpeé el trasero, ¿huh?"

Oh, no. Sí que me golpeaste el trasero. Sólo que no tan literalmente.

Lo único que pude hacer fue sonrojarme y sonreír en respuesta. Él se alejó un poco hacia atrás, pero nuestros rostros seguían estando muy cerca. En ese momento olvidé todo. Dónde estaba y lo que estaba a punto de hacer. No podía prestar atención a los ruidos a nuestro alrededor. Era como si no hubiera nadie más que nosotros en ese cuarto. Naturalmente, mi instinto estaba tentándome a inclinarme hasta que nuestras frentes estuvieran presionadas juntas. Mi mano gritaba para alzarse hasta su mejilla y acariciarla, para frotar su suave piel de bebé con mi pulgar.

Pero se lo negué.

No conocía de nada a este Adán. Iba a posar desnuda junto a él, eso estaba claro. Ese es otro tema. Pero ¿acariciar su mejilla de una manera tan... íntima?

No. No podía hacer eso. Él me iba a ver las tetas y yo ni siquiera sabía su nombre.

Momento.

No sé su nombre.

¡Santísimo cabello sexy! No sé su nombre. Bueno, ya que estoy aquí para mostrarles mis tetas a los malditos pintores emo, al menos podría darle un nombre al Hombre Crayón.

Abrí la boca para preguntárselo en el mismo momento en que Hombre Pequeñito decidió tomar la palabra frente a los estudiantes. Cabrón.

"A ver todos, su atención por favor. Espero que estén listos para empezar ya." Hizo un gesto hacia nosotros.

"Ellos son nuestros modelos de hoy. Como ustedes saben, normalmente tenemos un solo modelo, femenino o masculino... pero se ha sugerido tomar posiciones en pareja para una mirada más intima al alma humana." Sí claro, una mirada más íntima al alma humana. Lo único que quieren es un show de exhibicionismo.

"Modelos, si son tan amables de quitarse las batas podremos comenzar. Y, clase, por favor recuerden ser respetuosos. Cualquiera que actúe irrespetuosamente será expulsado de la clase y recibirá una F." Hombre Pequeñito se acercó hacia nosotros y nos hizo un gesto con la cabeza. "Ya podemos comenzar."

Comencé a quitarme la bata y por el rabillo del ojo percibí que mi compañero hacía lo mismo. Cerré los ojos y removí la bata de mi cuerpo resbalándomela desde los hombros y hasta que cayó directamente en el suelo. Escuché un jadeo. Abrí muy grandes los ojos y la sentí la sangre fluir hasta mis mejillas.

Mi compañero de pose tenía la boca abierta y los ojos abiertos como platos. Qué mono.
Estaba de pie, erguido frente a mí, completamente erecto. En más de un sentido, erecto. Tuve una repentina necesidad de saludarlo.

Y darle una lamida.

Como sea.

Nuestras miradas se encontraron. Por muy fuerte que fuera la urgencia de permitirme mirar hacia abajo, una y otra vez, la atracción que sentí al mirarlo a los ojos era más satisfactoria.
Hombre Pequeñito se acercó y comenzó a darme indicaciones para la pose como si yo fuese de arcilla. Pon tu brazo aquí, tuerce tu pecho un poco, baja la barbilla, tu pie debería estar aquí. Ahora estaba sentada en el frío suelo... abierta y lista para él.
Hombre Pequeñito tomó a Cabello Sexy y le hizo sentarse en el suelo conmigo. Después de mucho reacomodamiento de extremidades, nuestros cuerpos estaban estrechamente entrelazados.
Estábamos sentados directamente enfrente del otro, mis rodillas levantadas y mis pies plantados en el suelo a cada lado de sus caderas. Sus piernas estaban enroscadas debajo de las mías y envueltas alrededor de mi espalda. Nuestros brazos estaban puestos alrededor del otro en un abrazo de amantes. Nuestros rostros estaban en el cuello del otro.

Oh Dios Mío, huele maravillosamente.

Mi nuevo aroma favorito. Me incliné un poquitito más cerca sólo para olerlo mejor y guardarme el aroma en la memoria. Traté de ser discreta cuando inhalé por la nariz, pero no pasó desapercibido para él.

"¿Acabas de olfatearme?" Preguntó en una voz baja, apenas audible, pero con un toque de humor. No contesté. Sólo me ruboricé. Otra vez.

"Puedo sentir el calor de tus mejillas. No hay necesidad de que te avergüences. Tú también hueles bien. Casi... comestible." Su aliento me calentaba la piel, su voz era tan baja que creaba la sensación de que nada podría competir contra él.

La posición era... cómoda, segura y sensual. Ningún hombre me había sostenido de esa manera. Nada que hubiera sentido antes en ninguna experiencia previa podría compararse con lo que mi cuerpo estaba sintiendo en ese momento.

Mi cuerpo estaba respondiendo a la situación, recibiéndolo con familiaridad, como si se tratara de un viejo amigo.

Tan hundida estaba en el momento que me costó comprender que su pene estaba a una pulgada de mi parte favorita del cuerpo. Todo lo que tenía que hacer era moverme unos centímetros, y estaría sentada sobre su regazo. La emoción de la idea corrió a través de mis venas y envió un delicioso escalofrío a mi columna vertebral.

Su agarre sobre mí se apretó. "¿Tienes frío?" Preguntó, su voz aterciopelada sonaba preocupada.

"No," exhalé. Fue su turno de estremecerse. ¿Su pene acaba de retorcerse contra mi pierna?

"Esto está muy silencioso, ¿podemos poner algo de música?" Gritó uno de los estúpidos emo. La burbuja en la que me había metido se pinchó, y fui consciente otra vez de dónde estaba.

Desnuda.

Abrazada a un hombre extraño, pero sexy.

Y con un montón de gente mirando.

Un momento después comenzó a sonar una suave música clásica. El volumen no estaba muy alto, pero ya no se podía oír el rasgueo de los pinceles sobre los lienzos. No reconocí la melodía, pero la encontré muy tranquilizadora. Mi cuerpo entero se relajó.

"Es hermosa, ¿verdad?" Dijo en un susurro mi compañero. El tono de su voz era ronco otra vez, y las vibraciones hicieron eco por todo mi cuerpo. Asentí despacio en respuesta.

Él volvió a susurrar. "Y sin embargo, no es tan hermosa como tú." Hundí la cabeza un poco más en su cuello e inhalé profundamente de nuevo.

"Tú tampoco estás nada mal. Aunque se siente un poco raro estar sosteniendo a un hombre guapísimo y desnudo sin siquiera saber su nombre," susurré. ¿Puedo morderte?

Él dejó escapar una silenciosa risita y apretó su agarre a mí alrededor. Las yemas de sus dedos rozaron mi espalda con la suavidad de una pluma, provocando en mi cuerpo un erótico hormigueo. La relajación que había experimentado momentos antes desapareció por completo. Mi cuerpo respondió de otras maneras.

Estaba caliente.

Frustrada.

Y jodidamente húmeda.

La sensación entre mis piernas no era controlable, estaba pasando un mal momento. Estaba agradecida de que el olor a pinturas y aceites en el aire del salón enmascarara el aroma de mi traicionero cuerpo.
Mi compañero inhaló fuertemente y retuvo el aire en sus pulmones. Cuando finalmente lo dejó salir en un largo suspiro, pude advertir que al final se convertía en un suave jadeo.

Y luego se estremeció.

Joder.

Giró la cabeza lo suficiente como para poner sus labios en contacto con mi oreja.

"Por cierto, soy Edward," dijo directamente sobre mi zona erógena. Y sentí un ligero mordisquito.
Le devolví el favor girando mi cabeza hacia él, "Edward," susurré. Y me centré en su emoción al escuchar su nombre de mis labios. "¿Habías hecho esto antes? Quiero decir… esto." Esperaba que él comprendiera el tono de mi voz e interpretara lo que yo estaba preguntándole. Porque por todos los demonios, no había ninguna manera directa de preguntar algo como eso.

Él sacudió la cabeza un poco y susurró. "He posado antes, pero nunca así…. Nunca."

Me sentí sonreír mientras me inclinaba un poquito más cerca. "Bueno, gusto en conocerte, Edward" Mi lengua rozó un punto justo debajo de su oreja.

Su agarre se hizo más fuerte aún, acercándome mucho más esta vez.

Mucho más cerca de su… cabeza. Esa cabeza.

Mi agarre alrededor de él también se vio modificado. Mis brazos se aferraron a él con más fuerza, mi rostro completamente hundido en su cuello.

Sus manos estaban apoyadas en mi espalda, sosteniéndome apretadamente. Tan fuerte que casi podía sentir por separado cada dedo presionando mi piel.

Él me empujó un poquito más cerca y nuestros pechos casi se tocaban. Casi.
Inclinó la cabeza una vez más, lejos de mi oído. Exhaló su aliento caliente sobre mi piel y el resto de mi cuerpo se tensó y se sintió demasiado frío en comparación.
Cada respiro parecía más intencionalmente dirigido a una parte en particular de mi cuerpo que el anterior.

Mi cuello.

Mi clavícula.

Mis senos.

La mejor parte fue cuando sopló gentilmente el centro de mi pecho y el aire corrió por mi estómago y pasó por mi ombligo hasta finalmente llegar hasta el punto justo entre mis piernas, entre los muslos. El contraste entre frío y caliente era desesperante. El deseo de fricción crecía a cada segundo.

Necesitaba moverme. Tenía el trasero entumecido. Pero en realidad tenía miedo de moverme. Un movimiento en falso y él estaría… dentro. No es que me fuera a quejar por eso, y tenía el presentimiento de que él tampoco se quejaría; pero debía recordar que había otras personas mirando.

Lo último que quería era compartir un orgasmo con otras 17 personas.
Me mordí el labio tratando de concentrarme y levanté la cabeza para poder ver a Edward a la cara. Quería verlo. Copiando mis movimientos, su rostro también se alzó. Sus ojos se habían ensombrecido, opacados por la lujuria. Podía perderme en esos ojos. No quería perder ese contacto. Sentía como si una parte de mí fuera a romperse si dejaba de mirarlo.

Mi respiración se hizo errática y pesada. De un momento a otro iba a soltar un jadeo, lo sabía. Su respiración también era pesada y profunda. Nuestros pechos se movían juntos, hinchándose y deshinchándose en un ritmo perfecto. Con cada inhalación su pecho rozaba mis pezones, provocando que se endurecieran más.
Y mis pezones duros no tenían nada que ver con la Madre Naturaleza, ni con ráfagas de aire frío.

Todo era por Edward.

Fruncí un poco la frente para transmitir que estaba sintiéndome incómoda. Él me hizo un guiño en respuesta. Una de sus manos se quedó quieta donde estaba mientras la otra se deslizaba hacia abajo por mi espalda, sin dejar de sostenerme, hasta llegar a mi trasero. Por el rabillo del ojo vi que estaba tratando de levantarme. Mi cuerpo reaccionó en seguida, elevándose apenas unos centímetros del suelo. Sentí cómo él también se movía, deslizándose aún más cerca si es que eso era posible.
Un segundo después mi peso estaba otra vez sobre el suelo y de nuevo fui consciente del lugar exacto donde estaba su miembro, rozando mi entrada y agitándose como si quisiera meterse y empezar la fiesta.
Perdí el aliento. Hundí las uñas en su piel tan fuerte que debo haber dejado una marca. Sus brazos afianzaron su agarre sobre mí y me sostuvieron con más fuerza.

"Respira, Bella," susurró con voz ronca.

"Edward," respiré.

La intensidad del momento, enredada en los brazos de otra persona, tan cerca y tan lejos a un mismo tiempo de abandonarnos a nuestros instintos más primitivos, era muy frustrante. Fui consciente del sudor de su espalda, de su olor y de todos los sitios donde nuestras pieles se tocaban. Su cuerpo estaba invadiendo todos mis sentidos.

El calor que irradiaban nuestros cuerpos podría haberme hecho entrar en combustión. El palpitante dolor entre mis piernas era jodidamente agonizante. Ardía de pura anticipación; mi cuerpo era tan consciente como yo misma de que el objeto de su deseo estaba a unos pocos milímetros de distancia.

Lo único que tenía que hacer era moverme un poquitito más cerca.
Hundí la cabeza en su cuello otra vez.

"Edward," su nombre se escapó de mis labios como una súplica.

"Bella," replicó en el mismo tono.

Vale, eso era todo. Hubo algo en la forma en que dijo mi nombre… Tomé la decisión. ¿Y qué si había una clase entera de estudiantes observando?

Tómame. Por favor.

Sin pensarlo más me aferré a sus hombros con más fuerza para usarlo de ancla y moverme más cerca. El dejó escapar un profundo y bajo gruñido.

Sabía lo que estaba haciendo.

Y lo deseaba tanto como yo.

A la mierda con los demás…

"¿Bella? ¿Edward?" Hombre Pequeñito va a morir. "Los estudiantes ya están listos para continuar, así que les vamos a pedir que cambien de posición."

Levanté la cabeza del hombro de Edward y me giré para mirarlo a la cara.

Su rostro era intenso y sus ojos ardían de lujuria y deseo. Tenía la boca ligeramente abierta y respiraba pesadamente.

Yo me ruboricé.

Y sentí aumentar el calor entre mis piernas.

Estaba a punto de tener una sobrecarga sensorial y lo sabía. Era demasiado para mí.

¿Quién hubiera imaginado que mi temor de posar desnuda se convertiría en un juego de seducción?

Nos soltamos a regañadientes, ayudándonos el uno al otro a ponernos de pie y sin perder el contacto visual.
Hombre Pequeñito se aclaró la garganta. Mis ojos lo buscaron por el salón con una mirada furiosa.

"Bella, ¿podrías por favor ponerte aquí…?" Caminé hacia él. "Bueno, dime una cosa. ¿Eres flexible?"

"¿Perdone? ¿Flexible?"

"Sí, flexible. Por ejemplo, ¿podrías estirarte y tocarte los tobillos?"

"Creo que sí. Lo intentaré." Le había dado la espalda a Edward. Separé las piernas y empecé a inclinarme hacia adelante lentamente, paseando los dedos por mis piernas hasta que alcancé mis tobillos. Los rodeé con mis manos. Incliné un poco la cabeza para mirar a Edward a través de mis piernas y le hice un pequeño guiño.

Él se estremeció.

Diablos, sí que soy buena.

"Ahora, Edward, por favor ven por aquí. Quiero que te quedes de pie justo detrás de Bella y la sostengas de las caderas."

Pude sentir el calor de su cuerpo detrás de mí. Primero vi sus pies acercándose y luego sentí su erección presionándome el trasero. Sus manos se apoyaron en mis caderas, sus dedos se aferraron fuertemente a mi piel. Me balanceé un poco y él se presionó aún más contra mí. Tuve que morderme el labio para contener un gemido.

"Sí, justo así. No será por mucho tiempo. Bella, tal vez quieras levantar un poco la cabeza, para no cansarte." Hice lo que me indicó y dejé que mis ojos vagaran por toda el aula. Sólo había un puñado de alumnos ahora.

"¿A dónde se fueron todos?" Pregunté.

"Los alumnos están obligados a quedarse sólo durante la primera hora. Después de la primera posición, los estudiantes son libres de hacer lo que quieran. Pueden irse si así lo desean; y como el clima parece estar empeorando, muchos optaron por volver a casa. En este edificio casi siempre se corta la energía cuando llueve mucho. Es un lío reunir todos los materiales cuando eso sucede, porque ni siquiera tenemos luces de emergencia…"

Justo en esa parte se escuchó un fuerte trueno afuera. Y las luces se apagaron.

Que mala suerte.

Hubo un instante de quejidos y maldiciones. Podía escuchar claramente los movimientos a mi alrededor, objetos siendo arrastrados y gente poniéndose sus chaquetas.

"Gente, mantengan la calma por favor. Recojan lo que puedan y dejen aquí el resto. Pueden venir a buscarlo mañana. Modelos, por favor tomen sus batas y vuelvan a cambiarse. Creo que lo dejamos aquí por esta noche." Hombre Pequeñito iba corriendo de un lado a otro a oscuras, indicando a la gente que se fuera y ladrándoles indicaciones a los alumnos como si fueran sordos.

Me levanté tan lentamente como me había inclinado, pero Edward nunca me soltó. De hecho sus manos serpentearon por mis caderas y se estrecharon en mi cintura de manera protectora. Me apretó contra su cuerpo y me besó en el cuello.

Prácticamente me desvanecí sobre él y suspiré.

"Vamos, te acompañaré hasta el vestidor," murmuró en mi cabello.

Torcí el cuerpo para quedar frente a él, frente a frente. Esta vez no le negué a mis dedos la urgencia de tocar su mejilla. Mi vista estaba todavía acostumbrándose a la oscuridad y no podía verlo, pero podía sentir el deseo manando de él en ondas.

Hubo un relámpago y por un breve instante pude mirarlo a la cara. Sus ojos habían adquirido un tono aún más intenso, si es que era posible. Con las luces apagadas se habían vuelto oscuros, hambrientos.

Desenredó un brazo de mi cintura, pero me mantuvo apretada contra su cuerpo con el otro. Me guió lentamente a la otra habitación, caminando hacia atrás a donde estaban todas mis pertenencias. Mis ropas.

Mi maldita ropa.

Nunca me había sentido tan bien con mi propio cuerpo como en ese momento. Me había olvidado de todos los otros fácilmente estando con Edward. Su presencia era intoxicante, despachó todas mis inseguridades y mis miedos. El deseo era evidente, no había lugar a dudas. Era muy surrealista, pero genial. Mi cuerpo quería más. No parecía haberse olvidado de lo cerca que habíamos estado hacía tan sólo unos minutos.

Llegamos a la puerta, y Edward la abrió para mí y me metió dentro. Me soltó la mano y yo perdí todo contacto con él de inmediato. El pasillo era muy estrecho, no había suficiente lugar para que camináramos uno junto al otro. Di un paso adelante para seguir caminando.

Pero sus manos me detuvieron cuando se posaron sobre mis hombros. Repitió el mismo movimiento que había hecho antes y apretó mi cuerpo gentilmente contra el suyo.

Toda su longitud endurecida se presionó contra mí con fervor. Estiró una de sus manos y ahuecó en ella uno de mis pechos, rozando mi pezón con el pulgar. Sentí cómo se me debilitaban las rodillas y dejé escapar un pequeño gemido.

"¿Sientes eso?"

Uhm, sip.

"S-sí…" fue todo lo que pude responder. Se me había olvidado cómo juntar las palabras para formular una frase coherente. Pero no tenía ningún deseo de hablar. Lo único que quería hacer era sentir. Quería ponerme en acción.

Quería que él me tomara ahí mismo.

Y como si me hubiera leído los pensamientos, él me giró para quedar enfrentados y colocó ambas manos a los lados de mi rostro antes de estrellar su boca contra la mía. Era delicioso. Su lengua masajeaba la mía y me resultó tan aterciopelada como su voz. Nuestras manos estaban ahora por todas partes, tocándonos, explorándonos.

De pronto me empujó contra la pared. Mis piernas se enrollaron instintivamente alrededor de sus caderas. Sentir su dureza en mi vientre me llevó a moverme hacia arriba y hacia abajo con anhelo. Su boca abandonó la mía para dirigirse a mi garganta. Fue dejando un rastro de besos húmedos en mi cuello, haciendo un tortuoso camino hacia abajo hasta que alcanzó mi pecho y apretó mi pezón entre los dientes.

"Oh sí, joder," exclamé sin aliento.

Él continuó saboreando, acariciándolo con la lengua entre mordidas. Sus manos me aferraron por el trasero, apretándolo y sosteniéndome. En algún momento rompió el contacto con mis pechos para volver inmediatamente a mi boca, recorriéndola una y otra vez con la lengua.

"Te deseo," gimió entre besos.

"Entonces tómame," repliqué en un gruñido.

Y lo hizo.

Se posicionó en mi entrada igual que como lo había hecho antes, sólo que esta vez no se detuvo ahí. Se empujó brutalmente dentro de mí sin decir una sola palabra más. Los dos soltamos un jadeo de placer al mismo tiempo. No pude detener los gimoteos y suspiros que salieron de mi boca con cada estocada. Él se movió dentro y fuera de mí, cada vez más profundo. Sentía el extremo de su miembro golpeando un punto sensible cada vez que se hundía en mí, más adentro y más fuerte de lo que hubiera podido imaginar. Quería gritar.

La puerta de la sala de arte se entreabrió y los destellos de los rayos iluminaron nuestros cuerpos. Edward tenía la cabeza inclinada hacia atrás y las venas de su cuello estaban tensas.
De inmediato se apoderó de mí un estremecimiento extrañamente familiar que comenzó a fluir lentamente por todo mi cuerpo desde la parte baja de mi estómago. Edward continuó penetrándome una y otra vez sin aminorar el ritmo, sino todo lo contrario. Cada vez más rápido y más adentro. Y yo ya no podía soportarlo.

Le mordí el hombro. Muy fuerte.

Él gruñó y se impulsó otra vez, más profundo, más fuerte.

Estaba a punto de venirse, y eso me empujó al borde. Mantuve mi boca pegada a su hombro tratando de contener el grito que amenazaba con escapar de mis labios, pero fue inútil. Mis fuertes gemidos hicieron eco en todo el corredor mientras todo mi cuerpo se estremecía contra el suyo. Fue el orgasmo más largo que tuve en mi vida. No quería que terminase, así que continué moviéndome sobre él.

"Mierda… Bella… uh, carajo…"

Aceleró el ritmo. Estaba al límite.

Enterré las uñas en su espalda y me aplasté aún más contra él, alargando mi propio placer y de paso también el suyo.

"Mierdaaaaaa, bebe… ah…"

Inclinó la cabeza a un lado con un último gemido y lo sentí pulsar dentro de mí, invadiéndome, llenándome.

Me sentía completa.

El. Mejor. Sexo. Del. Mundo.

Jodidamente espectacular.

Sus embestidas se ralentizaron. Lo hizo una vez más. Dos veces, tres. Y se detuvo.

Presionó firmemente sus labios sobre los míos con una sonrisa. Después recargó su frente en la mía y rió entre dientes.

"Sabes, casi no contesto mi teléfono antes," suspiró. "Me enfermo que me interrumpiera mientras hablaba contigo. Realmente quise volver mis pasos por ese pasillo para pedirte tu número."

"Entonces… ¿quieres mi número?" Bromeé.

"Definitivamente."
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Estilo Vestibular  By Feathermmmm











Caminé hacia el Bank of América en la esquina de la 2da av. y 4ta. Caminaba apresuradamente,  lidiando con el frío aire de esta noche de octubre en Nueva York. Mis zapatos Jimmy Choo hacían clic sobre el hormigón, mientras yo esquivaba personas en mi camino a casa.



 Estaba cansada esta noche, mi trabajo en el New Yorker  era salvajemente exitoso y satisfactorio, pero absorbía tanto de mi tiempo que yo apenas podía disfrutar el estar viviendo en la ciudad en la que había ansiado vivir, desde que podía recordar. Escribía sobre Nueva York, pero no llegaba a vivirlo. Nada apasionante me ocurría nunca.



Mis mejores amigas Alice y Rosalie a menudo bromeaban después de que todas nos mudamos aquí terminada la Universidad 4 años atrás, diciéndome: "Puedes sacar a la chica de Forks, pero no puedes sacar Forks de dentro de la chica,". A menudo yo contestaba que si alguien no sabe que Forks es en realidad una pequeña ciudad en Washington, puede pensar al escuchar eso que yo estaba ocultando tenedores dentro de mi cuerpo.



 Las dos me estaban esperando en el departamento de Alice. Se suponía que nosotras saldríamos a un nuevo club, llamado la Choza Indecente. ¿El nombre dejaba mucho a la imaginación, verdad?



 Yo me apure a volver a casa después de un largo día de trabajo, seguido de una cena con mi jefe. El estaba preocupado porque a pesar de que mi trabajo siempre era preciso y entregado a tiempo, últimamente le faltaba un algo, chispa, excitación. Odie tener que decirle que eso era porque Yo estaba aburrida como un hongo.



Nada apasionante me ocurría, tipo… nunca. Y yo en verdad odio usar la palabra tipo...



 Mi teléfono celular sonó, y cuando la imagen de Clooney apareció en mi pantalla, yo supe que sólo podía ser una persona.



 "Hola Alice," suspire, excitándome un poco, como me pasaba siempre que veía la imagen de Clooney.



“¿Dónde diablos estas? ¡Nos estamos muriendo por ir a la Choza Indecente!" se quejo, y casi pude verla saltando de arriba abajo como una niñita caprichosa. Ella apenas medía un metro de altura. Bueno, media un poco más que eso.



 "Yo sólo tengo que pasar por un ATM (cajero automático), y enseguida estaré  allí. Máximo 10 minutos."



 "OK, pero date prisa. Rosalie ya se tomo 4 shots de tequila, y está empezando a manosearme,” se rió.



 Sonreí al escuchar a Rosalie gritando de fondo, informándome que de hecho, era cierto.



 "Sí, me apuro. Y nada de manoseos hasta que yo llegue,” me reí y con un clic apague mi teléfono apagado. Mientras cruzaba la última calle antes de llegar al Banco, me asuste al escuchar el fuerte estruendo de un trueno. El cielo había lucido feroz toda la tarde, y cuando gruesas gotas de lluvia comenzaron a golpear mi cabeza, cruce la calle volando y pase mi tarjeta del cajero automático justo a tiempo para ponerme a salvo dentro antes de que se viniera el cielo abajo.



 Me voltee, a mirar la tormenta que azotaba la calle, cubriendo repentinamente Manhattan, mientras sacudía mi impermeable para quitarle las gotas de lluvia.



 "Ffiiu," suspire mientras me sacudía.



 "Realmente se vino con todo," escuche desde detrás de mí, y pegue un salto. Porque no sabía que hubiera alguien más en el vestíbulo conmigo.



 Me voltee para ver quien estaba allí conmigo, y vi un desorden de pelo castaño-rojizo y unos sólidos ojos verdes. Su desorden me desordeno a mi cuando me di cuenta de quién era.



 Edward Cullen.



 El capitán del equipo de natación Edward Cullen. Rey del baile de graduación Edward Cullen. El chico de pueblo que triunfa en la gran ciudad en la banca de inversiones Edward Cullen. Quien permanecerá perfecto para siempre Edward Cullen.



 Quien siempre hizo que Bella Swan se tocara a solas Edward Cullen.



 Me tilde un poco, en realidad tuve que dar un paso atrás de lo sorprendida que estaba. Sabía que él vivía aquí, lo había leído en los boletines de noticias de ex alumnos de la secundaria de Forks, pero nunca pensé que en una ciudad de 7 millones de habitantes,  me cruzaría jamás con él.



 Cubierta de agua.



 Maldición. El todavía se veía como el hombre más hermoso que yo hubiera visto jamás, incluyendo a Clooney.



 Su cabello se veía igual, ¿cómo lograba que se viera tan bien? Todavía se veía alto y musculoso, y aunque su rostro se había redondeado un poco, todavía parecía que había sido cincelada en pura perfección. Me sonrió, y un flash de algo paso a través de sus ojos... ¿reconocimiento? No me quedo claro.



 Parecía que él estaba esperando una respuesta de mi parte... ¿dónde estaba yo?



 Él había dicho algo, espera, el había dicho algo…



¡La lluvia!, ¡la lluvia!



 "Sí, sí, realmente me vine, quiero decir, se vino…abajo," balbucee, y mis palabras delataron mis pecaminosos pensamientos.



  la reacción que siempre me había provocado Edward Cullen. Cosquillitas.



 Él frunció un poco la cara ante mi elección de palabras, y cuando un rayo cayó en la calle, salté. Por causa del rayo o por la proximidad de Edward, todavía no sé…



 El se volteo alejándose un poco de mí, para tomar el dinero que había sacado del cajero.



 ¡Di algo, di algo! ¡Es Edward por Dios santo!



 Yo estaba repasando mentalmente mi colección de frases ingeniosas cuando las luces parpadearon y se apagaron, se prendieron, y se apagaron de nuevo. Entonces los dos miramos hacia arriba, viéndolas apagarse definitivamente. Toda la calle quedo a oscuras. Toda la zona del East Village se quedo a oscuras.



 Apagón general.



Todo negro.



 Alarmada, fui a probar las puertas, sin suerte. Bloqueadas automáticamente.



 ¿Me están cargando?



Miré a Edward, quien se paró a mi lado y probó abrir la puerta también.



 "Mierda, está bloqueada," dijo, y su voz era aún como césped y miel mezclados entre sí.



 "Sip, parece que sí," le dije, no confiando en mis ojos para mirarlo nuevamente.



 El fue a la puerta interior que conducía al Banco, pero siendo tan tarde, también se hallaba bloqueada.



 "¿Deberíamos llamar a alguien?" Pregunté, enroscando nerviosamente en el dedo un mechón de mi cabello.



"Supongo, aunque no sé a quién. ¿Esperamos?" preguntó, sonriéndome una vez más, mientras yo me derretía toda por dentro.



 "Supongo," respondí, sacándome el impermeable. Estaba todavía vestida de oficina y me puse muy contenta de haber elegido usar algo lindo hoy. Alice trabajaba como compradora para  la casa Barney y sus prendas de muestra siempre terminaban en mi armario, por las cuales estaba eternamente agradecida. Llevaba puesto un vestido tejido colorado de Michael  Kors y unos zapatos negros altísimos de Jimmy Choo, y yo sabía que me veía muy bien.



 Cuando estábamos en la secundaria, yo no me veía tan bien. Nos movíamos en círculos  totalmente diferentes. Yo pertenecía al grupo encargado de hacer el anuario, el era del Consejo Estudiantil. Yo estaba en el Club de teatro, el en el equipo de tenis. El tenía 2 años más que yo, y yo me sabía su horario de clases hacia atrás y adelante, y me topaba con él ocasionalmente. Realmente me topaba con él. Él siempre sonreía y se movía, dándome esa mirada de "nenita tonta" que hacía que mis muslos temblaran. Yo era tímida y olvidable entonces, y él era completamente inolvidable. Y ahora yo estaba atrapada con él y deseando que este apagón durara 37 días...



 Algo emocionante iba a sucederme.



Saqué mi teléfono de mi bolso y le mande un texto a Alice para dejarle saber donde estaba.



 ¡Estoy atrapada en un cajero automático con Edward Cullen!



Rose y ella sabían exactamente quién era, porque yo les había estado hablando sin parar de él desde que las conocí durante nuestro primer año en la Universidad de Washington.



 Vete a la mierda... ¿estás  bromeando?



 Sonreí, atrapando su mirada mientras él se apoyaba contra la pared opuesta. Él devolvió mi sonrisa.



 No, no estoy bromeando,... ¿Se les corto la luz?



 Él me miró más cuidadosamente, y yo me ruborice bajo su mirada.



 Sí, toda la ciudad está sin luz. ¿Cómo vas a salir?



 Él me miró de nuevo y comenzó a decirme algo.



 A quién le importa, voy a hacer algo excitante...



 Cerré mi teléfono.



No tenía idea de dónde provenía de esta oleada de confianza, pero se vio reforzada por el hecho de que estaba segura de que sus ojos se posaron en mi culo cuando me agache para guardar el teléfono en mi bolso.



 Era como si el universo me estuviera diciendo:



 Bella, te damos a Edward Cullen, un apagón y una tormenta. Consíguete algo de acción...



 ¿Quién soy yo para discutir con el universo?



Tomé una respiración profunda y canalice mi Catherine Zeta-Jones interior.



 "Siento como si te conociera, y te juro que no es un levante," me dijo sonriendo, mirándome caminar hacia su lado del pequeño vestíbulo.



 "Tú me conoces. Puede que no me recuerdes, pero yo me acuerdo que ti," dije en voz baja, encantada de que sus ojos se agrandaran.



 "¡Yo sabía! ¿De dónde te conozco? ¿Perteneces al Club de Pelota Paleta de Nueva York?"



 "No", dije, empujando mi pelo lejos de mi cara.



 "Hmm, ¿fuiste a la Universidad de Boston?"



 "Nuh, nuh," le dije, acercándome más a él.



 Gracias universo por la inspiración que me estás dando. Y por dejar que finalmente me crezcan un par de ovarios.



 Me sentí aun más poderosa cuando vi que sus ojos bajaban hasta mis pechos, y me aseguré de que obtuviera una buena vista de ellos colocando mis manos sobre mis caderas, y ladeando mi cabeza.



 "¿Entonces de dónde te conozco, Chica misteriosa...?" preguntó, mientras sus ojos brillaban en la oscuridad. La luz de emergencia era suave y sutil, pero suficiente para permitirme ver sus ojos. Y la maravilla que era Edward Cullen.



 ¿Quién hubiera pensado que las luces de emergencia podrían lograr este ambiente sexy?



El me miro mientras el universo se hacía cargo y me paraba frente a él, colocando mis manos en la pared a ambos lados de su cara. Él se sorprendió por lo repentino de mis movimientos, pero no hizo ningún movimiento para desalentarme.



 "Forks," murmure, a centímetros de su oído.



 "¿Forks?” Dijo, “¿Eres de Forks?"



 "Sí," respondí, moviéndome hacia él. Mierda, él olía tan bien como lo recordaba, ¿cómo es posible? Las pocas veces que había estado tan cerca de él en aquel entonces, su aroma me había hecho marear. Jabón, especias y algo como pastel de manzanas.



Por lo general, tenía que excusarme de la mesa durante el postre en acción de gracias.



"¿Cuál es tu nombre Chica Misteriosa?" me preguntó, mientras yo tomaba sus manos en la mías y las colocaba en mis caderas. Él sonrió ampliamente sintiendo mis curvas, y me tomo firmemente, atrayéndome más cerca.



 "Nop, es suficiente con que yo sepa el tuyo. Edward," gemí cuando lo sentí arrastrar sus labios contra mi cuello.



"Así que… ¿deseas juguetear conmigo en un apagón y no decirme tu nombre?" preguntó, mientras su lengua recorría el costado de mi cuello y yo me aferraba de su cabello. Se sentía como siempre pensé que lo haría, divino.

Me tire hacia atrás lo suficiente como para mirarlo y con años y años de frustración sexual y deseo en mis ojos le dije, "Sí, eso es exactamente lo que va a suceder, excepto que vamos a hacer más que juguetear. Y mejor que la espera haya valido la pena, señor Cullen."



 Sus ojos se agrandaron con la mención de su apellido y ante mi oferta, y yo tironee su cabello, trayendo sus labios a los míos. Había esperado este momento durante años. Sus labios eran suaves, lisos y dulces. Y ellos se moldeaban a los míos perfectamente.



 El beso se profundizó y empuje mi lengua dentro de su boca.



 ¡Estaba empujando mi lengua en la boca del Jodido Edward Cullen!



Estaba haciendo realidad rápidamente cada sueño, cada fantasía que había tenido desde los 14 años, y aunque hubiera deseado que fuera en mejores circunstancias y en un ambiente un poco más romántico, ahora me importaba realmente muy poco.



 Me aleje para empezar a desanudar su corbata, arrastrando mis uñas en el nudo y deslizándola alrededor de su cuello. Sonreí satisfecha mientras sus manos comenzaron a tironear mi vestido. Mientras yo desabrochaba los botones de su camisa, el pregunto mi nombre una vez más.



 "¿Estás segura de que no quieres decirme tu nombre Chica Misteriosa?"



 "¿Estás seguro de que me puedes hacer gritar lo suficientemente fuerte como para que la gente de afuera me escuche?" Lo provoque, dejando que mis uñas rasparan hacia abajo de su pecho en mi camino hacia sus pantalones y a la jodida hermosura que seguramente habría debajo.



 Sus ojos se entrecerraron y el arqueo una ceja.



 "Te van a escuchar desde el Soho si así es cómo quieres hacer esto," susurró, llevando sus manos hasta mis pechos, y acariciando mis pezones entre sus dedos, poniéndolos tan duros que se filtraban incluso a través de mi vestido y mi sostén.



 "Así es cómo lo quiero, llámame simplemente Gritona Misteriosa," me reí, totalmente fuera de mis cabales  en ese momento, pero lista para agradecerle al universo de la forma que pudiera.



 Se detuvo una vez y me alejó por un segundo, y, a continuación, guiñándome un ojo y respirando profundamente, me puso contra la pared, empujándome con su cuerpo estrechamente.



 "Oh Dios," fue lo único que pude decir cuando sentí su miembro presionado contra mí, sabiendo que él iba a hacerme gritar fuerte y claro.



 Con un rápido movimiento, el vestido salió sobre mi cabeza, y me quede solo con mi ropa interior, color champán con algo de animal print. Gracias a Dios, hoy me vestí sexy.



Él me observo por un momento, lujuria, iluminando sus facciones.



 Cayó de rodillas, y antes de que yo supiera lo que estaba sucediendo, Edward Cullen tenía su boca en mi bikini, sus dedos apartaron la tela a un lado y el arranco la prenda de mi cuerpo abruptamente. Mi aliento voló fuera de mí en una gran exhalación.



 Mis ojos rodaron hacia atrás, cuando lo oí gemir contra mi sexo, y su lengua se hundió en mí sin pensárselo dos veces. Él aparto mis muslos y con la experiencia de un hombre que sabía exactamente lo que estaba haciendo, poso una mano debajo de mi pierna izquierda, enlazando  mi rodilla y descansando mi pie, aún en tacones, sobre su hombro.



 Me miró y yo apenas podía creer la expresión de su rostro cuando puso sus labios en mi sexo, y la sonrisa traviesa que apareció en su cara mientras lo hacia... Entonces aparto su boca el tiempo suficiente para decir, "Pierde el sostén Chica Misteriosa, necesito verte toda," y, a continuación, volvió su atención a mis labios inflamados.



 Él me lamió como un gato, y yo gemí al sentirlo. Su lengua dibujo un círculo en mi clítoris, encontrándolo duro y pulsante para él. Gimió una vez más y la forma en que sus labios vibraron me hizo doblar los dedos de los pies y aflojar mis rodillas.



 Él presionó a sus manos a mis caderas, ayudándome a mantenerme erguida cuando mis piernas amenazaban con fallarme.



 "Mierda, eso es muy bueno. Eso es perfecto," jadeé sintiendo que comenzaba a acabar. Me sacudí y comencé a tensarme y su lengua y labios me llevaron al borde.



"Mmm, la Chica Misteriosa está acabando..." dijo sonriendo mientras yo gritaba su nombre, tomándome firmemente de sus hombros al alcanzar mi orgasmo.



 Mire fijamente hacia abajo, con los ojos casi cruzados y entrecerrados. Su cabello era un desorden  a causa de mis manos, y sus labios se curvaban en una sonrisa sexy, mientras sus ojos ardían de deseo. Rápidamente desabroche mi sostén y acaricie mis pechos para él. Su boca se abrió un poco, y él me miro, bajando luego la mirada a mis pezones, que estaban tan erectos que podían cortar vidrio.



 "Tu, dentro de mí, ahora." Jadee.



 Él asintió y se puso de pie. Me tomé un momento para quitarle la camisa que había colgado desabrochada todo este tiempo de sus hombros.



 "¿Cómo me quieres?" preguntó.



 ¡Edward Cullen me estaba preguntando cómo lo quería!



"Te quiero a ti, el cómo es solo semántica,"



 Él se desabrocho el pantalón y yo lo tome en mis manos. Era enorme, suave y estaba hermosamente duro. Él jadeo cuando lo apreté.



 Tomó un condón de su bolsillo, abrió el paquete con sus dientes y yo lo coloque sobre su miembro.



 "Bueno, entonces, esto es por la semántica,” dijo en voz baja, mientras el cielo se venía abajo en el exterior.



 Me levanto rápidamente, arrojó mis piernas alrededor de su cintura y se presiono contra mí por lo que me pareció una eternidad.



 Yo luche para mantener mis ojos abiertos, para verlo entrar en mí, y la forma en que él se veía mientras me sentía alrededor suyo quedaría grabada a fuego en mi cerebro el resto de mi vida. La boca abierta, los ojos cerrados, su ceño formando una línea sobre su frente y ese malditamente hermoso cabello todo alborotado.



 Una vez que me penetro, ambos nos congelamos, dejando que su tamaño me llenara. Mientras nuestros alientos se mezclaban entre nosotros, y el parpadeo de los rayos iluminaba nuestros rostros y los truenos vociferaban, Edward Cullen comenzó a moverse dentro de mí.



Su ritmo era lento y metódico, me exploraba y me hacia tensar a su alrededor.



 "Mierda, te sientes increíble," gimió contra mi hombro.



 "Necesito que tú… me cojas… más rápido... por favor." Gemí. Ante mi insistencia, el incrementó sus movimientos, empujando más profundo en mi y haciéndome gritar por la intensidad de lo que me hacía sentir.



 Nos movimos juntos, el mundo exterior desaparecía, mientras nos perdíamos a nosotros mismos en este momento ridículamente erótico que estábamos compartiendo. Sabía que él estaba tan cerca de acabar, como lo estaba yo.



Mi orgasmo me partió en dos, y lo sentí tensar y pulsar dentro de mí cuando acabamos al mismo tiempo, algo que nunca me había sucedido antes. Era de esperarse que Edward Cullen tuviera un timing perfecto.



 Descansó su cuerpo sudoroso sobre mí, me mantuvo contra la pared empujándome con su cuerpo mientras nuestra respiración volvía a la normalidad.



Pase mis manos por su cabello, regocijándome en el hecho de que lo tenía donde lo había querido  desde antes de lo que podía recordar.



 Comenzamos a volver a la realidad, acomodamos nuestra ropa, alisamos nuestros cabellos, e intercambiamos sonrisas tímidas.



 "No sé lo que harás durante el próximo apagón, pero estaré aquí esperando que siempre te detengas a sacar dinero en el mismo cajero automático que yo," me dijo riendo, mientras las luces comenzaban a parpadear nuevamente.



 Me reí con él, estirando mi vestido y tome mi bolso del piso.

"Voy a hacer mi mejor esfuerzo para encontrarte de nuevo, lo prometo," respondí, oyendo como las puertas se destrababan.



 "¿Todavía no me dirás tu nombre Chica Misteriosa?" preguntó, agarrando mi mano cuando yo comenzaba a caminar hacia ellas.



 "Nuh nuh," sonreí, mi piel hormigueaba bajo su tacto. Me acerque para un último beso, y pude sentir que mi cuerpo comenzaba a responder de nuevo a él. Camine entonces hacia las puertas automáticas que se abrían. Cuando pise el pavimento le escuché decir, "Supongo entonces que sólo te llamare Bella", dijo, y su voz sonó llena de placer.



Me di la vuelta, y mi mandíbula cayó en algún lugar cerca de mis rodillas que aún se sacudían.



 Vi a Edward Cullen, corbata desanudada, camisa fuera del pantalón y casi totalmente  desabrochada, cabellos ardientes y la sonrisa mas satisfecha del siglo en su linda, preciosa cara.



 Y, a continuación, el pajero me hizo un guiño.



Entonces volví a entrar al vestíbulo del cajero automático.





                       ****************************************************





"Jasper, ¡Ven aquí!"



 "¿Qué quieres Emmett?, te dije que tengo que mear, mi próstata me está matando,"



 Los dos viejos y gruñones guardias de seguridad de la Oficina de prevención de pérdidas del Bank of América charlaban normalmente mientras se disponían a hacer su rutinario chequeo de las cámaras de seguridad después de hora.



 "Espera hasta que veas el video de las cámaras del ATM de la sucursal del East Village, esos dos estuvieron bastante ocupados durante el apagón," bramo sonriente Emmett desde su silla.



 "Oh maldición, déjame buscar las palomitas," rió Jasper, mientras sus zapatos ortopédicos lo llevaban de vuelta a la Oficina para ver la última sexcapada capturada en video.



 “¿Acaso la gente nunca aprenderá que siempre hay cámaras encendidas?”



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CHICHIS: 
Lo prometido es deuda ...aquí les dejo esta historia de un solo capitulo para que tengan algo en que pensar durante el fin de semana.


Besos Culposos











                                                                  Mrs. Jones
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