Sería fantástico que alguien leyera esta pequeña historia y la encontrara interesante. (Si eso sucede, por favor háganmelo saber!).
Quisiera agradecer la invaluable ayuda de mi amiga Heidi, (mi ¨Alice¨ personal) (¡Si, así de genial es!), que me colabora, me estimula, me corrige y me inspira, de no ser por ella, hubiera seguido dando vueltas detrás de una Beta… Gracias a mi amiga Mirtha que no para de hablar, pero que por ósmosis, escucha lo que digo y me sugiere y se enoja cuando hago algo con estos personajes que no le cierra, ¡y por eso la adoro! Okay, es ahora o nunca, ¡Allá vamos!.
La canción que da titulo a este primer capitulo es ¨One day I'll Fly Away¨de la BSO de la película Moulin Rouge.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y a nadie más…, yo solo los uso para que cuenten algunas de mis experiencias personales y otras prestadas. Moulin Rouge tampoco me pertenece, pero me encanta y le viene como anillo al dedo a esta historia.
Siempre en Otoño
Capítulo 1: One Day I'll Fly Away
I follow the night
Can't stand the light
When will I begin to live again
Septiembre 4, 2009
Siempre había pensado demasiado en cómo iba a ser mi vida, y aunque, Dios sabe que en los últimos meses me habían sobrado los motivos, es la única época que puedo recordar en la que un silencio de radio invadió mi mente.
Y entonces, tome una oportunidad que se presento de la nada, sin detenerme ni un segundo a considerar si realmente me convenía. Últimamente suelo hacer estas cosas para ver si se me quita lo predecible. Aunque debo confesar que el deseo de escapar de la encrucijada donde me encontraba había sido más fuerte que cualquier otra cosa.
Había llegado a New York esa mañana de viernes, y después de dejar mi equipaje en el hotel y ducharme, recogí mi cabello en una cola de caballo bien alta, me decidí por usar unos jeans negros y un sweater del mismo color y al salir, tome mi bolso y me cerciore de tener mi celular y las llaves del coche. Agradecí haber sido lo suficientemente prudente de tomar el trench gris que compre durante mi última presentación en Roma y una bufanda al tono ya que al salir para el teatro caía una llovizna típica de otoño.
Conteniendo la respiración, me baje del auto en el estacionamiento. En mis años de experiencia como actriz nunca había sentido estos nervios inexplicables. Conocía bien la trama de la obra, era un musical excepcional, y la historia era una de mis preferidas. Sin embargo, algo en mi interior me decía que esta experiencia no sería del todo satisfactoria.
Contemplé fijamente la oscuridad de la sala. Apenas camine unos pasos dentro cuando el olor a cuero y resina me embargo completamente. Este aroma se había vuelto muy familiar para mí en los pasados años. Yo, que había abandonado una prometedora carrera como actriz de Hollywood, me había enamorado del teatro. Era muy diferente al cine, tenía una cuota de romanticismo que debo confesar se ajustaba mejor a mi personalidad. Durante años actué en prestigiosas obras de teatro y musicales en toda Europa, y ya casi nadie me recordaba por mis películas, lo que a veces me ocasionaba un sabor agridulce...
Pero esa había sido mi decisión, y en vista del reconocimiento que ahora tenía, no había nada de qué arrepentirse.
Cerca del escenario pude vislumbrar unas siluetas familiares. Me dirigí hacia ellas a prisa. Me deslice por el pasillo central observando las butacas vacías. Imaginaba toda la sala llena aplaudiendo el día del estreno. Esto no era vanidad de mi parte, solo exceso de imaginación. Sabía que nadie me esperaba tan temprano y me sonreí ante la perspectiva de sorprender a mis amigos.
Un murmullo de voces me invadió. A medida que me acercaba, logre fijar la vista y desde esta distancia adivinaba la presencia de Jasper y Alice, junto a un par de personas más. Seguramente se trataría de los productores de la obra, o quizás el coreógrafo o el director musical… sería bueno conocerlo hoy, aunque ellos no me esperaban hasta el lunes próximo, en el que me habían convocado para hacer algunas pruebas de voz. Seguí caminando despreocupada en dirección a ellos, hasta que mi vista se ajusto a la escasa luz de la sala semi desierta y entonces… lo vi.
Nada. Absolutamente nada podría haberme preparado para la sorpresa que me ocasiono verlo. La expresión `como balde de agua helada’ sería perfectamente adecuada para ese momento.
Allí, apoyado sobre el respaldo de una de las butacas, con ambas manos dentro de los bolsillos y charlando animadamente con el resto de los presentes, se encontraba el.
Mi respiración se acelero demasiado, podía sentir como el corazón me palpitaba dentro del pecho, un sudor frío me mojaba la frente y de pronto no podía llenar mis pulmones con aire suficiente. Posiblemente para el observador habría sido solo un traspié, ya que mis manos se aferraron a una de las butacas del teatro y todo mi cuerpo comenzó a temblar.
Frente a mis ojos comenzaron a desfilar imágenes olvidadas a la fuerza con años y años de práctica, como quien ha sufrido un accidente y puede ver su vida en pequeñas partes. Solo que esta vez no vi la luz blanca al final del túnel, sino dos destellantes esmeraldas. Estaba mirando los ojos que había intentando olvidar todos estos años, el rostro del único hombre que había amado y el único ser del planeta que deseaba evitar...
Edward Masen estaba frente a mí.
Yo misma había abierto las puertas de mi infierno personal al entrar al teatro. Una agonía familiar se hizo presente en mi pecho y recordé los meses de soledad recluida en el fin del mundo. Tiempo que había soportado valientemente con el único fin de darme la oportunidad de empezar de nuevo, dejando atrás el fracaso más grande de mi corta vida. Poniéndome a resguardo de tanto dolor; Aunque eso haya significado dejar atrás todo lo que me importaba. Mi familia, mis amigos, mi carrera. Durante siete años me había mantenido alejada de todo lo que pudiera recordarme a él.
La sala entera desapareció, dejándolo solo a él. No podía creer que estuviera aquí, parado a pocos metros de mí. Se veía igual y totalmente distinto, pero devastadoramente hermoso como siempre. Los años solamente habían contribuido a reforzar sus rasgos, que ya habían perdido el rastro de tardía adolescencia. Todo aquello que siempre me había parecido bello en el, hoy se había vuelto irresistiblemente sexy.
No tuve tiempo de detenerme, ni de girar sobre mis talones para salir por donde entre. No era su imagen sonriéndome despreocupado desde una revista, ni su voz hablándome a través de los diálogos de su última película. Este era realmente el…
Sentía la sangre subiendo enloquecida hacia mis mejillas, y un ruido ensordecedor me bloqueaba los oídos. Mis dedos comenzaron a retirar la bufanda que, súbitamente, parecía estar demasiado apretada, como si el hecho de removerla permitiera que entrara más aire a mis pulmones. Mi otra mano buceaba frenéticamente dentro del bolso en busca de mi celular, de pronto sentí que lo necesitaba, ¡Cálmate!, no es una varita mágica que te desaparecerá en el aire…
El momento más temido de mi vida se presentaba delante de mí, y no había nada que yo pudiera hacer ahora para evitarlo.
¿Cómo diablos me metí en esto?, pensé.
Tendría que enfrentarlo. Y a pesar de que llevaba años practicando mi máscara de frío desdén, el furioso rubor que ahora cubría mis mejillas, sin dudas la volvería menos efectiva…
Sus ojos me encontraron primero, y su verde reflejo me cautivo como siempre. Trate de no mirarlo, pero me fue imposible, ellos tenían ese extraño poder sobre mi aun hoy, después de tanto tiempo.
Mi mente me ordenaba que hablara, que rompiera el silencio en el que me había sumido, pero no lograba articular palabra, estaba totalmente deslumbrada por su mirada. Nos miramos el uno al otro por lo que me pareció una eternidad y un segundo.
“¡Bella!”, grito la voz salvadora de Alice. “¿Cuando llegaste?, ¿Y cómo es que no me avisaste?, ¡podría haberte recogido en el aeropuerto!,” exclamó con tono herido, saltando de una butaca e interceptándome en el pasillo, a escasos metros de donde se encontraban los otros del grupo sentados frente a él.
Nos envolvimos en un fuerte abrazo. Había olvidado lo mucho que la extrañaba. Sus balbuceos ininterrumpidos me distrajeron lo suficiente como para que mi mente se reiniciara, y logre despegar mis ojos de aquellos que me mantenían prisionera.
Sabía que debía decir algo, lo que fuera, pero no podía pensar en nada. Mi mente estaba shock, y los recuerdos me arrastraban al pasado con inusitada velocidad.
“¡Alice!. Alto. Respira,” le susurré, sujetándola aun entre mis brazos. “No era necesario que me recogieran, alquile un auto, está en el estacionamiento del teatro.” Le dije, al tiempo que la tomaba de los hombros para poder contemplar sus ojos que me miraban emocionados. El cálido sentimiento que me embargaba en cada una de las pocas oportunidades en las que nos habíamos vuelto a ver durante estos años, brotó en mi corazón.
“Y además, quería sorprenderlos…aunque fui yo la sorprendida”, agregue en un murmullo.
“¿Me puedes decir qué hace Edward aquí?”, le pregunte apretando los dientes, e intentando, sin éxito, convencer a mis labios de que sonrieran.
“Fue el productor, el lo trajo… nos dijo que sería una sorpresa…” acentuó su frase haciendo comillas con los dedos“. Y te aseguro que lo fue…” Los ojos de Alice iban desde mi cara hacia donde se encontraba Edward.
“Acaban de llegar, y yo sé tanto como tu…, ven a saludar, luego hablaremos más tranquilas…,” balbuceo entre dientes, sin sacarse la sonrisa de la boca.
La mire desencajada, e inspire profundamente, aceptando que esta era una de esas situaciones de las que uno no puede escapar. Tratando de detener el vértigo que me invadía, solté mi cabello y acomode las correas de mi bolso sobre el hombro.
“Bella, te juro que yo no lo sabía…” “¡Diablos! yo ni sabía que él estaba interesado en hacer musicales…” murmuro por lo bajo.
“Está bien Alice, tranquila, yo se que tu no me harías algo así. Ven, vamos a saludar…”.
Sus pequeñas manos me acarrearon hacia adelante, mientras que mis pies intentaban despegarse del suelo para caminar.
Al acercarnos, Jasper me envolvió en un abrazo cariñoso. También me emocionaba volverlo a ver. No eran necesarias palabras de cortesía entre nosotros.
“Bells. Te he extrañado.” Dijo, aun sosteniéndome en su abrazo. “Gracias por venir hasta aquí tan pronto.” Me hablo sonriendo, pero note la tensión en sus ojos. Entonces, giro su cuerpo y me empujo suavemente hacia adelante.
“Isabella Swan, te presento a nuestro productor James Mayer y a su asistente, Victoria Brown.” A medida que Jasper los nombraba yo iba estrechando sus manos con firmeza. Ambos me miraban sonrientes.
“Señorita Swan” dijo el productor, “Soy un ferviente admirador de su trabajo, la vi en Londres el año pasado y permítame decirle que me enamore de su Esmeralda en ‘El Jorobado’.¨ Mientras él hablaba, me concentre en sus palabras, tratando de evitar la mirada de Edward.
“Ah, encantada señor Mayer, me alegro de que haya visto la obra. Ella es mi preferida también...¨ Le dije sonriendo, aunque quizás lo haya hecho más de la cuenta, ya que él seguía tomado de mi mano y el contacto ya se estaba tornando invasivo.
“Por favor, llámame James, y es un verdadero placer conocerte finalmente, Bella.”
Murmure unas palabras amables mientras liberaba mi mano, ya sin poder evitar que mi mirada lo buscara. Edward se incorporo despacio y me miro largamente en silencio. Un haz de luz que escapaba de un reflector le iluminaba la cara y pude verlo con absoluto detalle.
“¡Edward!” Lo salude con una soltura y una calma que me sorprendió a mí misma. Mi brazo salió disparado hacia adelante empuñando mi mano hacia él. “Años sin vernos. Te ves bien.” Y eso fue lo mejor que pude decir sin revelar mi ansiedad o mis nervios.
Note las curiosas miradas de los presentes, y no pude evitar ponerme rígida mientras él me observaba con gran interés. “Bella” susurró, con su voz aterciopelada y haciendo una pequeña reverencia con su cabeza, tomo mi mano en un saludo casual. Se veía perfectamente compuesto y nada sorprendido por el encuentro, aunque leí en su rostro algunas otras emociones que me dejaron dudando. Sus ojos me inspeccionaban sin prisa, y su sonrisa apareció en todo su esplendor.
Y entonces, todo el dolor y la angustia volvieron con fuerza renovada, pero la parte de mí, que era absolutamente parcial a su sonrisa torcida y a sus resplandecientes ojos se mantuvo, de algún modo, ajena al ataque, apabullada probablemente, haciendo comparaciones dentro de mi mente, con el recuerdo que yo guardaba de esos mismos atributos.
“Jazz, voy a mostrarle los camarines a Bella, y luego la llevare a casa. Sin dudas debes estar agotada.” Sentencio Alice, sin dejar de mirarme y sin más preámbulos, tomo mi brazo y me llevo como a una niña, escaleras arriba del escenario.
Solo se detuvo cuando estuvimos entre bambalinas, y entonces me indico en silencio hacia una puerta que conducía a los camarines.
Tome una inspiración profunda y me introduje por la puerta entreabierta. Varios camarines se ubicaban a lo largo de un oscuro pasillo. Alice se dirigió al primero y tras encender la luz, se sentó frente al espejo ofreciéndome una silla a su lado, todavía callada. Se quedo allí, mirándome con una expresión que no pude descifrar. Luego de unos minutos, ya recuperada del torbellino inicial, decidí romper el silencio.
“Alice, ¿Qué te sucede?” pregunte preocupada por su súbito mutismo. Sus ojos se veían empañados, y su mirada se había perdido en la nebulosa de sus pensamientos.
“¿Alice?” Mi voz sonó algo aguda pero determinada, no había chance de que le mostrara ni tan siquiera a mi mejor amiga la extensión del impacto que los últimos minutos habían tenido sobre mi espíritu.
“¿Cómo lo hiciste?” disparo, mirándome a través del espejo.
Fue una pregunta simple, pero conllevaba tanto significado, que el peso de mi respuesta me hizo reconsiderar mis palabras.
“Yo…no se de que hablas...” Dije, moviendo la cabeza lentamente de un lado a otro y comenzando a recoger mi cabello en una cola de caballo nuevamente.
La regla cardinal de cualquier mentiroso es la negación. Y yo era una experta negadora de la realidad, mi realidad, por sobre todo…
“Está bien Bella, estuvo muy bien…, ahora en verdad quiero saber ¿cómo diablos lo hiciste?” Pregunto otra vez, con una mirada incrédula en sus ojos, realmente no entendía como me había mantenido tan impasible y desapegada, en un momento tan increíblemente incomodo como el anterior.
Fácil, pensé, mientras me ponía de pie y caminaba por la habitación lentamente, como si la inspeccionara. Simplemente te pasas siete años ensayándolo, y luego te sale casi tan creíble como si en verdad no sintieras nada cuando te encuentras frente a tu primer y único amor. Frente al hombre que alguna vez destrozo tu corazón y te hizo sentir pena de ti misma.
“De verdad no entiendo a que te refieres,” le conteste, pasando mis manos por el respaldo de un sillón de estilo que estaba en medio del camarín, “pero si te refieres a Edward…”, la mire intensamente, tratando de transmitir convicción a mis palabras. “Alice, jure por Dios que, aunque tuviera que morderme, morir sola o entrar a un convento, jamás volvería a permitir que un hombre tuviera poder sobre mis emociones, y eso incluye al hombre que provoco el juramento también” sentencie, mientras me sentaba cruzando las piernas en el sillón.
“Bella querida, se perfectamente que estas mintiendo, tu corazón corría el Gran Prix en esa sala…” dijo lentamente, colocando una de sus pequeñas manos en su cintura, “o quizás debería decir el Kentucky Derby, ya que al parecer has decidido canalizar a Scarlett O’Hara” continuo con un suspiro. “Mira, cuando decidas darte cuenta de que soy yo a quien le estás hablando…,” dijo, señalando su cara con ambos dedos índice, en claro gesto de ofensa. “Cuando recuerdes que puedes mentirme todo lo que quieras, pero no hacer que yo te crea…, entonces, nos tomaremos unos tragos y finalmente me contaras la verdad.” Termino su frase como si le estuviera hablando a una niña caprichosa.
Se produjo un silencio entre ambas, lo que me impulsó a ponerme de pie, incomoda, y entonces camine por la habitación hasta encontrarme frente a una puerta pintada del mismo tono de las paredes, que por algún motivo, no había visto antes. Al comprobar que se trataba del cuarto de baño, la cerré rápido y resumí la exploración, tratando de darle a mi cara un aire de despreocupación que no tenía nada que ver con el torbellino que se desataba en mi interior. Alice solo me observaba atenta, pero pude notar el momento exacto en que decidió dejar la charla para otra oportunidad.
“Ven al estacionamiento y nos vamos a casa Bells. Le avisare a Jasper que me voy contigo…” dijo, con una sonrisa confiada en su cara, que solo logro ponerme sobre aviso de sus intenciones. Alice podía parecer despistada a veces, pero… ¡Maldición!, había olvidado lo bien que ella me conocía.
“Ahh, lo siento Alice, ya tengo una reserva de hotel que no perderé por nada del mundo.” Le espete decidida mientras tomaba mi bolso de una pequeña mesa a un lado de la puerta. “Atormente tanto a Ángela con este viaje que, con tal de verme partir, me consiguió turnos en todos los tratamientos de spa que había disponibles en el hotel, de modo que a ambas nos beneficiaria que yo tomara mi habitación en el Gramercy Park”. Su sonrisa se amplió notablemente, y yo supe que había ganado esta batalla antes de comenzarla.
Gracias Angie. Pensé, mientras seguía a mi amiga hacia el brillante Volvo de alquiler que había dejado estacionado en el teatro. Sin falta mañana, le enviaría una canasta de frutas a mi asistente en Londres. Se la había ganado en buena ley.
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