CPE (Contado Por Edward)
Sería una pérdida de tiempo y palabras describir mi estado de ánimo mientras que Bella yacía a mi lado. Diez mil palabras para describir la ansiedad, agonía, miedo, duda, amor, lujuria, hambre. Nadie necesita leer eso. Fueron tres días de agonía para mí, y para Bella sin ninguna duda.
Bella se había retraído en su mente, gritando solamente cuando dejaba de escuchar mi voz. Había sucedido dos veces; una vez cuando me tomé un momento para mirarla, dejando que mi voz se perdiera mientras miraba fijamente su cara, extrañando su sonrisa. Había llamado a Carlisle cuando ella había gritado la primera vez, y cuando entendí que ella se calmaba con el sonido de mi voz, yo continué, determinado a hablarle hasta que ella volviera a mí. La otra fue después de que ella hablo, después de que ella intento decir algo. Me había shockeado tanto sus palabras que me quedé momentáneamente sin habla. Ella gritó antes de que yo retomara mi ritmo de charla, entonces ella se retrajo otra vez.
Hablarle a Bella mientras que ella estaba inconsciente en la cama era una situación habitual para mí; me calmó también. Solamente que esta vez sucedía que el amor de mi vida no dormía pacíficamente sino que acababa de morir en mis brazos para despertar como un vampiro, como el vampiro que yo había creado.
Cuando la vi comenzar a moverse, mi mundo entero se enfocó, intentando anticipar lo que ella diría, lo que ella necesitaría. Susurré su nombre y su cabeza giró hacia mí como un azote, sus ojos buscaron por un momento hasta estabilizarse en mi cara. Su cara se suavizó: el alivio, el amor, la necesidad, y la calma se lavaron sobre sus rasgos. Quise saltar sobre ella, saltar en la cama de alegría pero necesitaba mantenerme calmo para ella. Estudié su cara y entonces nuestros ojos se encontraron; por un largo momento, me perdí en su cálida mirada, familiar.
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“¡Oh mi dios, Bella… tus ojos!” Dije, mirando fijamente sus ojos luminosos, brillando sobre su alegría de ver mi cara al lado de ella.
“¿Qué quieres decir?” Me preguntó suavemente, llevando sus dedos a sus pómulos. Su rubor nunca apareció. Su voz era suave; angelical, pero ronca. Bella se había vuelto tan insoportablemente hermosa que yo no podía parar de mirarla fijamente. Ella claramente estaba destinada a convertirse en vampiro y yo casi había frustrado los planes del destino resistiéndome a ello.
Ella se veía indescriptible verdaderamente, su belleza me dejó mudo. Su piel era luminiscente y lisa; sus labios eran profundamente carmesí; de un tono que las mujeres tardan años en encontrar dentro de un lápiz labial, verdaderamente florido, aún rellenos, más rellenos, incluso, y más deliciosos que cualquier labio que yo hubiera visto jamás. Su pelo caía en cascada bajo sus hombros hasta la mitad de su espalda, con ondas color castaño profundo, denso y brillante. Y sus ojos eran… marrones. Había un fino anillo de color Borgoña al borde del iris, pero era solamente visible en la luz. Mi boca se tornó en una gran sonrisa. “No son… rojos.”