martes, marzo 30, 2010
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Besos,
Mrs. Jones
lunes, marzo 29, 2010
La Oficina - Capitulo 14: Avec toi, je suis enfin a la maison
Capitulo 14: Avec toi, je suis enfin a la maison
El sonido de los motores del avión giró alrededor nuestro, la vibración constante junto con la relajante oscuridad de la cabina de primera clase se conjugaban para facilitar que mi cuerpo agotado descansara. No funciono. Quisiera mi cuerpo o no, no había forma de que mi mente pudiera relajarse. Unas tras otras, las imágenes oscilaban en mi cabeza como escenas de una película. Cada momento que pase con ella, no importa cuán inconsecuente me haya parecido en ese entonces, ahora estaba grabado a fuego en mi cerebro y se proyectaba detrás de mis parpados cerrados.
Los vi pasar en una acometida borrosa. Cuando la había visto por primera vez, sonriendo y riéndose, y volví a sentir el enorme impacto de saber que mi vida nunca más volvería a ser igual. Recordé la primera vez que me permití tocarla, mi mano arrastrándose hacia arriba de su muslo en esa sala de conferencias en penumbras, aprendiendo la insondable compleción de estar dentro de su cuerpo. Me reí de todas las veces que me mentí a mí mismo, pensando que si la tenía una vez podría pasar de ella para aprender luego, a partir del momento en que estuvimos juntos, que nunca tendría suficiente de ella. Mi pecho se apretó y me inundo la misma emoción que sentí esa noche en la piscina cuando recordé el momento exacto en que yo supe que ya no podía vivir sin ella.
martes, marzo 23, 2010
La oficina - Capitulo 13: Je Suis a Tois
Capitulo 13: Je sui a toi
Empujé suavemente el borde de la piscina con mis pies, y mi cuerpo se deslizo por la parte baja surcando el agua débilmente iluminada. Nadé más enérgicamente, empujando mi cuerpo al límite, con la esperanza de que el dolor en mis músculos extenuados por el ejercicio sería suficiente para distraerme del dolor constante que sentía en mi pecho. Necesitaba esto. Necesitaba el esfuerzo físico para dormir sin soñar nada esta noche. Necesitaba saber que volvería a mi cuarto tan agotada que tampoco notaria que estaba sola, que le había abierto mi corazón y finalmente le había confesado mis sentimientos, sólo para que él los desechara.
Repetí el proceso en el otro lado, hundiéndome en lo más profundo de la piscina, esperando ahogar cada pedacito del dolor que sentía por su rechazo. Todo había sido perfecto, y yo todavía luchaba por aceptar que él básicamente, me había dejado. No sabía qué le había sucedido. Un minuto éramos felices, tan felices como podíamos ser dada la situación en la que nos encontrábamos, y al siguiente… él se había ido.
Cuando dejamos nuestra reunión, los ojos que me miraban no eran los suaves y amables a los que yo me había acostumbrado esta semana. Se veían fríos y distantes cuando él me dijo los planes que tenia para más tarde. Había hecho mi mejor esfuerzo para ocultar mi sorpresa y mi dolor, pero en mi interior había una batalla. ¿Qué había cambiado? ¿Qué había hecho mal? Esta chica dolida e insegura no era la mujer que yo me enorgullecía de ser. Supe entonces, mientras que él se negaba a enfrentar mi mirada, que esto se había terminado.
Emergiendo a la superficie, me acosté de espaldas y dejé que el agua caliente sostuviera mi peso. Floté en el agua intentado poner en blanco mi mente por un momento mientras que observaba las estrellas en el cielo nocturno sobre mí. Era hermosa esta terraza, y me encontré deseando de nuevo haber podido compartirla con él.
Por primera vez desde esta mañana, pensé de nuevo en lo que había sucedido y en cómo me había sentido al despertar en sus brazos.
Unos segundos después de despertarme, había sentido como me inundaba el pánico otra vez; salte fuera de la cama, necesitando un poco de espacio antes de enfrentarme con él. Mientras me deslizaba en mi bata y me dirigía al balcón me regañé una vez más por no ser lo bastante valiente como para hablar con él. ¿Tenía miedo de escuchar lo que él tuviera para decir? O quizás de lo que yo pudiera decirle. Quizás tenía miedo de aceptar mis propios sentimientos. Sabía que una vez que abriera esa puerta y finalmente lo reconociera, no habría forma de volver atrás.
Unos segundos después de despertarme, había sentido como me inundaba el pánico otra vez; salte fuera de la cama, necesitando un poco de espacio antes de enfrentarme con él. Mientras me deslizaba en mi bata y me dirigía al balcón me regañé una vez más por no ser lo bastante valiente como para hablar con él. ¿Tenía miedo de escuchar lo que él tuviera para decir? O quizás de lo que yo pudiera decirle. Quizás tenía miedo de aceptar mis propios sentimientos. Sabía que una vez que abriera esa puerta y finalmente lo reconociera, no habría forma de volver atrás.
Me había sorprendido al sentir sus brazos alrededor de mí, pero no me había sorprendido lo correcto que se sentía estar en ellos. Todo con él se sentía correcto, y eso hacía que la realidad de nuestra situación fuera mucho más dura de aceptar. Yo sabía desde el comienzo que él era totalmente inalcanzable para mí, y en aquel momento no me importaba. Nunca quise más de él. Ahora si quería.
“No estabas allí,” susurró mientras depositaba besos a lo largo de mi cuello.
“Lo sé,” Contesté, preguntándome si la culpa que sentía por ser tan cobarde me traicionaba en el sonido de mi voz. No había forma de que pudiera decirle porqué. Porqué cada mañana de esta semana me había arrastrado fuera de la cama, asustada de enfrentarlo, asustada de lo que pudiera ver cuando lo mirara acostado a un lado de mí. Me sentí agradecida de que no preguntara, y me derretí con sus caricias. Sus manos cabían perfectamente a lo largo de mi cuerpo, y no pude evitar el pequeño gemido que se me escapó cuando sus pulgares rozaron mis pezones.
Dejé que mis ojos se cerraran mientras grababa en mi memoria lo que posiblemente sería la vez última que estaría con el de esta manera.
“Eres tan hermosa,” me había dicho. Yo había escuchado esas palabras antes, pero nunca había sabido realmente lo poderosas que podían ser. Él me hacía sentir hermosa. Nunca había sido tan abierta físicamente con otra persona antes, dejándolo explorar cada parte de mi cuerpo. Él me miraba siempre con asombro y fascinación, y nunca permitía que me sintiera avergonzada o tímida. Esperaba que él supiera cuánto significaba eso para mí.
Pasando mis manos perezosamente por la superficie del agua, recordé cuando estuve con él bajo la lluvia, disfrutando solo con la sensación de estar juntos. Pensé en cómo sus manos se habían movido a lo largo de mi cuerpo, deslizándose dentro de mi bata y acariciando mi piel desnuda. Me incliné nuevamente contra él, sintiéndolo duro y caliente contra mí. Su necesidad de mí parecía ser casi tan insaciable como mi necesidad de él. Sabía que no había tiempo. No podíamos seguir posponiendo nuestras responsabilidades para satisfacer esta pasión cada vez más grande entre nosotros. Así y todo, de nuevo me encontré incapaz de decirle que no.
Él me había tirado juguetonamente sobre la cama, tomándose apenas unos segundos para abrir mi bata antes de empujarse dentro de mí. Había sido suave y juguetón, tan diferente de cómo lo hacíamos generalmente. Él había besado mis ojos, mi nariz, y mis mejillas sin dejar una sola parte de mi cuerpo sin tocar. Me había susurrado cosas que yo no entendía, pero sin embargo las comprendía como si conociera cada palabra. Me juré a mi misma en aquel preciso momento que un día aprendería francés. Y al final, cuando acabamos juntos, yo supe que sin importar dónde buscara, nunca encontraría esto otra vez.
Decidiendo que era hora de hacerle frente a realidad, me moví al borde de la piscina y salí de ella, inmediatamente agradecida por los grandes calentadores que rodeaban la terraza. Sobresaltada por el sonido de una garganta aclarándose detrás de mí, me voltee; shockeada de encontrarlo allí. Él quería hablar, explicarme que había sucedido, que era todo un malentendido. Él sentía la misma culpa y el mismo temor que yo.
Incluso cuando las yemas de sus dedos pasaron a lo largo de mi mejilla y su mano se envolvió en mi pelo, yo seguía intentando refrenarme. No podía terminar de encontrar las palabras para decirle que yo no podía hacer esto. Intenté luchar contra la agitación que sentía en mi estomago mientras que él me tocaba y con el dolor en mi corazón cuando él me dijo que me deseaba.
“Yo sé lo que quiero,” me dijo. “Te quiero a ti, pero no sé cómo hacerlo bien. Tenerte y hacer las cosas bien. Dime cómo, Bella.” Lo miré, viendo mis propias esperanzas y miedos reflejados en sus ojos. Yo también quería eso. Lo quería más de lo que había querido ninguna otra cosa antes, y cuando él me miro a los ojos y me dijo que yo lo tenía, me desarme.
Me puse en puntas de pie, y mis labios se encontraron con los suyos en un beso profundo, y necesario. No fue suficiente y en mi necesidad desesperada de confirmación, yo había tomado el mando. Mis manos vagaron por su cuerpo, frustrándose rápidamente por la falta de piel que mis yemas anhelaban sentir. Tironee de su ropa y arranque sus botones en mi apuro por librarnos de las barreras entre nuestros cuerpos. Jadee cuando sentí sus manos calientes tomar mis pechos y me perdí aún más cuando lo escuche susurrar contra mi piel húmeda.
Nuestra ropa fue rápidamente arrancada, empujada y olvidada a lo largo del suave piso de madera. Lo necesitaba ahora y lo empuje hacia atrás, montando sus caderas a horcajadas mientras que él se hundía en el colchón. Mi boca se movió sobre cada pulgada de su cuerpo, necesitando grabar a fuego permanentemente el sabor y la sensación de él contra mis labios en mi cerebro. Levanté mi cuerpo sobre él, y ambos gemimos cuando lo recibí dentro de mí. Mis caderas oscilaron contra él mientras que él se elevaba hasta encontrarme, nuestros cuerpos se movían como uno. Me perdí en nuestra conexión, sintiéndolo en cada fibra de mi ser. Una ola de emoción comenzó a construirse en mi mientras la perfección del momento amenazaba con hacerme acabar. Lo sentí moverse repentinamente, sus brazos abrazaron mi cintura, y su cara se enterró contra mi pecho. Cada sentimiento y temor de los que yo había intentado esconderme brotaron a la superficie, y no pude detener las lágrimas que se comenzaron a formar detrás de mis ojos cerrados. Susurré su nombre y envolví mi cuerpo alrededor de él, necesitando sentirlo más cerca.
“Oh Dios, Bella. Te necesito.” Sus palabras fueron simples, pero tocaron un lugar enterrado adentro de mí. Su mano se movió para acunar mi cara y gemí mientras que él me besaba los labios. Comencé a sentir que mi cuerpo se apretaba buscando algo que parecía estar fuera de mi alcance. Sus movimientos se aceleraron y rogué que él me dijera lo que yo necesitaba oír.
"Je suis à toi," murmuró contra mi oído repetidamente. Las palabras eran extrañas para mí pero la emoción detrás de ellas no lo era. Ellas derribaron la última pared, y en ese momento supe que no podría vivir sin él. El había cambiado mi visión del mundo y de mi misma, y yo sabía que nunca vería nada de la misma manera otra vez. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas cuando la intensidad de la conexión física y emocional me devoro. El sonido de su voz aterrada me trajo nuevamente mientras que él tiraba de mí, acunándome contra su cuerpo caliente.
Presionando mi cara contra su pecho, cerré los ojos, amando la forma en que se sentían sus dedos entrelazados con los míos. Él susurró palabras suaves contra mi pelo y en ese momento, perdida en el abrazo cálido de este hombre complejo y hermoso, el mundo me pareció perfecto.
“Ven abajo conmigo,” me dijo suavemente. Asentí, todavía mirando sus ojos cuando él tomo una respiración profunda. Pasaron varios minutos antes de que él hiciera un movimiento, incorporándose lentamente y tirando de mí con él. Desenredamos nuestros miembros, y sus ojos vagaron por el piso de la terraza en busca de nuestra ropa.
Nos vestimos rápidamente y yo mire hacia atrás mientras que él tiraba de mi mano hacia los elevadores. Estaba renuente a dejar este lugar perfecto y todo que había experimentado aquí. Pasamos a través de la elaborada puerta de hierro y entramos en el hotel, y juro que sentí el peso del mundo real clavarse en mí repentinamente. Sus dedos todavía estaban entrelazados con los míos, y me apretó contra él cuando las puertas del elevador se cerraron detrás de nosotros.
Le besé el cuello suavemente, y animada por el suave gemido que emanó de su garganta, me puse en puntas de pie y rosé mis labios contra los suyos. Su mano libre fue a mi pelo, inclinando mi cabeza mientras que él profundizaba nuestro beso. Yo era apenas consciente de que el elevador alcanzaba nuestro piso cuando él me abrazo apretándome contra su pecho, sus labios nunca dejaron los míos. En un movimiento no característico, él continuó besándome mientras que caminábamos por el pasillo. Nos topamos con la pared y él sonrió contra mis labios mientras que tomaba mi llave electrónica de mi mano y luchaba para conseguir abrirla. Tropezamos en el cuarto, rompiendo nuestro beso solamente por el tiempo que a él le tomo colocar el cartel de no molestar fuera de la puerta.
*~*~*~*~*
Cuando abri los ojos, me lleno inmediatamente una sensación de que algo no andaba bien. Recorrí con mi mano a lo largo de las sabanas en un intento de asegurarme que él estaba allí, sólo para encontrar su lugar vacío al lado de mí. El cuarto estaba oscuro y me estire para tomar mi teléfono en la mesa de noche para ver la hora, 2:43 a.m. Me incorporé y froté mis ojos, intentando centrarme en el cuarto alrededor de mí y me sentí aliviada cuando vi un haz de luz que se filtraba hacia fuera debajo de la puerta del cuarto de baño.
Cálmate, Bella. El solo está en el baño.
Me acosté contra las almohadas, y tiré de la sabana hasta mi barbilla, intentando sacudir la sensación inquietante con la que me había despertado. Me había superado el miedo inexplicable de que él se había ido en algún momento durante la noche. A pesar de todo lo que había sucedido en la piscina, no podía sacudir este miedo de que él comenzara a alejarse otra vez de mi, y no tenía idea de cómo podría manejarlo si él lo hiciera.
Eche un vistazo a la hora otra vez, y gemí. Dentro de cuatro horas y ocho minutos estaríamos en un avión de camino a casa. Casa. Una palabra que solía llenarme de una sensación de comodidad y seguridad, ahora hacía que mi estómago se apretara de pánico y ansiedad. La vuelta a casa significaba volver a una vida que podría perfectamente romper la conexión que habíamos compartido toda la semana. Mi estómago se revolvió como hacia siempre que ese pensamiento cruzaba mi mente. Podía intentar apartarlo, para lo que sirviera, pero eso no cambiaria el hecho de que mañana a esta hora estaría en Chicago, en mi propia cama. Sola.
Rodé de lado y apreté la almohada contra mi cuerpo, buscando comodidad. Su almohada. Mis ojos se cerraron por voluntad propia y me pregunte brevemente si podría llevármela sin que lo notaran. Casi me reí de lo ridículo de esa idea y mire hacia la puerta del cuarto de baño, intentando concentrarme en cualquier ruido que pudiera oír viniendo desde dentro. No escuche ninguno.
Continué yaciendo allí, tomando su almohada mientras que mis ojos comenzaron a ponerse más pesados. Quise esperarlo. Sabía que era tonto, pero necesitaba el reaseguro de su cuerpo cálido junto al mío y la sensación de sus fuertes brazos envueltos alrededor de mí. Suspiré y sonreí levemente imaginando que el me estaba abrazando, y que me susurraba que todo esto era real y que nada cambiaría por la mañana. Después de un rato, mis ojos se cerraron y me deslicé nuevamente dentro de un sueño inquieto.
Un tiempo después, me desperté otra vez, encontrando que todavía estaba sola. Rodé de lado rápidamente y mire la hora, las 3:14 a.m. ¿Qué? Hurgue torpemente en la oscuridad, y me puse la primera cosa que encontré y caminé al cuarto de baño.
“¿Edward?” Ninguna respuesta. Golpeé suavemente. “¿Edward?” Un gemido y un movimiento de arrastre suave sonaron del otro lado de la puerta.
“Solo vete.” Su voz era ronca y resonó entre las paredes del cuarto de baño.
“¿Edward, estas bien?”
“Estoy un poco descompuesto. Estaré bien, vuelve a acostarte.”
“¿Te puedo alcanzar algo?” Pregunté.
“Estoy bien. Por favor, solo vuelve a la cama.”
“Pero”
“Bella,” él gimió, obviamente molesto por mis preguntas.
Okay. Me voltee, insegura sobre qué hacer, y combatiendo una inquietante sensación de intranquilidad. ¿Él alguna vez se enfermaba? En un año, nunca lo había visto más que con la nariz congestionada. Era obvio que él no me quería merodeando tras la puerta, pero no había forma de que yo pudiera volver a dormirme. Caminando de nuevo a la cama, enderecé las mantas y me dirigí hacia la sala de estar de la habitación. Tome una botella de agua del mini bar y me senté en el sofá.
Si él estaba enfermo, quiero decir realmente enfermo, no había forma de que pudiéramos tomar nuestro vuelo en un par de horas. Sabía que era incorrecto y me sentí horrible por siquiera pensarlo, pero no podía evitar la sensación de felicidad que me inundo repentinamente. No teníamos que irnos. No todavía al menos.
Sintiéndome más tranquila, aunque levemente culpable, encendí la TV y comencé a cambiar los canales. Infomercial. Película Mala. “Nick at Nite”. Ahh, “El mundo según Wayne”. Me senté nuevamente en el sofá, doble las piernas debajo de mí y me preparé para esperar. A mitad de la película, oí correr el agua en el cuarto de baño. Me incorporé y me quede escuchando pues era el primer sonido que había oído adentro durante una hora. La puerta del cuarto de baño se abrió y volé del sofá, asiendo otra botella de agua antes de entrar en el dormitorio.
“¿Te sientes mejor?” Pregunte preocupada.
“Sí, mucho mejor. Creo que ahora solo necesito dormir,” me contestó mientras se subía nuevamente a la cama, enterrando su cara en la almohada.
“¿Qué… que te paso?” Coloqué la botella de agua en la mesa de noche y me senté en el borde de la cama a su lado.
“Fue solo mi estómago. Creo que fue el sushi.” Sus ojos estaban cerrados e incluso con la débil luz que venía del otro cuarto, podía notar que él se veía destruido. Él se apartó de mí levemente pero no hice caso de eso, y coloque una mano en su pelo y la otra en su mejilla. Su pelo estaba empapado y su cara pálida y húmeda, y a pesar de su reacción inicial, él se inclinó sobre mi mano.
“¿Por qué no me despertaste?” Pregunte suavemente, acomodando algunos mechones húmedos lejos de su frente.
“Porque lo último que quería era tenerte a ti allí viéndome vomitar,” contestó él casi gruñón, y yo rodé mis ojos, ofreciéndole la botella de agua.
“Habría podido hacer algo. Tú no tienes que ser un súper-hombre,” lo embrome, aliviada cuando él rodó sus ojos hacia mí.
“No quise despertarte.” Él me miro por un momento antes de mirar hacia abajo. “Tenemos un vuelo dentro de un par de horas y tú necesitas dormir.”
“No,” insistí, sacudiendo mi cabeza y tirando de la manta para cubrirlo mas con ella. “No vamos a ningún sitio. Tu solo trata de descansar un poco y yo me ocupare de todo lo demás.” Me sorprendió que él no discutiera y que asintiera renuente con su cabeza.
“Bueno, gracias por no ser testarudo.” Él masculló algo bajo su respiración y rodó de lado, durmiéndose casi inmediatamente.
Tome mi Blackberry y la llave de su cuarto del aparador, y estaba a punto de salir al vestíbulo cuando noté lo que traía puesto: su camisa de anoche. Solamente su camisa. No podía ir a su cuarto y buscar su maletín vestida de este modo.
Hurgue dentro en mi maleta hasta que encontré un par de shorts de un pijama y me los puse. Con suerte nadie estaría en el pasillo a esta hora. Mire arriba y abajo del gran vestíbulo antes de salir del cuarto e hice una línea recta hasta su puerta. Dios, ¿por qué me sentía como si estuviera cometiendo un crimen? Abrí rápidamente su habitación, tome su maletín, artículos de tocador, y una muda de ropa limpia. Me dirigí otra vez hacia mi cuarto e hice mentalmente una lista de todas las cosas que necesitaría hacer. Esto era en lo que yo me destacaba, estar a cargo y hacer planes. Con suerte ésta sería la distracción que yo necesitaba hoy para mantener mi mente ocupada.
Entonces entré en mi cuarto, coloqué su maletín en la mesa y llevé su ropa conmigo hacia el dormitorio. El sonido de su respiración profunda me recibió y no pude resistirme al impulso de recorrer con mis dedos su cabello y depositar un beso en su frente. Él se sacudió levemente y yo me tire rápidamente hacia atrás, no queriendo despertarlo. Deje su ropa en el cuarto de baño, tomé lo que necesitaba y comencé a trabajar.
Cambiar nuestro vuelo resulto ser más difícil de lo que me había imaginado originalmente. Entre una reunión que no podía cambiarse con tan corto aviso y una tonelada de vuelos reservados, nuestra única opción era volar esta noche. Reserve el vuelo y rogué que él estuviera en lo cierto y solo hubiera sido algo que comió y le cayó mal. Para las 8:30, había cambiado la hora de todo lo que se podía cambiar, había hablado con el hotel sobre nuestros cuartos e incluso hice una llamada a Esme para descubrir algunas de las cosas preferidas de Edward cuando estaba enfermo. Tal como lo sospechaba, la última vez que ella recordaba haber podido mimarlo con sopa de pollo con tallarines y paletas, él todavía usaba aparatos de ortodoncia. Le había encantado oír de mí, y tuve que tragarme la culpa que sentí cuando ella me preguntó si él se estaba comportando. Le aseguré que todo estaba muy bien y que él sufría solamente de un malestar estomacal. Le dije que estaríamos en casa mañana por la mañana y que sin falta haría que él la llamara luego.
Lo oí el moverse un par de veces más cuando él iba de la habitación al cuarto de baño, pero durante las siguientes horas, sus viajes se hicieron menos frecuentes. Comprobé su estado a menudo, cerciorándome de que él no estuviera demasiado caliente o que no tuviera frío y que bebiera suficientes líquidos, pero fuera de eso, le di el espacio que él necesitaba. Él parecía especialmente agradecido por eso. Yo quería reconfortarlo y pasar hasta el último minuto que pudiera a su lado, pero también entendía su necesidad de no verse débil frente a mí.
Con la lista de artículos que había conseguido de Esme en mano, caminé dentro del dormitorio a oscuras para cambiarme y para comprobar que él estuviera bien una última vez antes de irse. Me sorprendió encontrarlo sentado al borde de la cama con los ojos fijos en el piso. Él parecía estar perdido profundamente en sus pensamientos, pero cuando yo entre levantó su mirada para buscar la mía y la esquina de su boca se levanto levemente en una sonrisa. Cruzando el cuarto, me paré con mis pies justo delante de los suyos. Lentamente, él se estiro y apoyo su mano vacilante en mi cintura. Nos quedamos en silencio mientras que sus pulgares dibujaban pequeños círculos a lo largo de mi abdomen y su otra mano se movió hacia mi cadera. Tiró lentamente de mí para acercarme más, sus ojos estaban enfocados atentamente en los dibujos que él hacia sobre mi camisa.
“Me gusta cómo te ves con mi camisa,” dijo reservado. Los bordes de su sonrisa se elevaron un poco más, algo que cualquier persona que no hubiera estudiado cada uno de sus gestos habría pasado por alto.
“Gracias,” Susurré. “También a mí me gusta.” La tranquilidad del cuarto se envolvió alrededor nuestro, el único ruido era el sonido de sus dedos acariciándome sobre la tela y nuestra respiración suave. Él miro hacia arriba finalmente, y me dolió el pecho de ver cuán cansado parecía. Acaricie ligeramente el pelo de su frente, amando la forma en que los suaves mechones de su cabello se deslizaban a través de las yemas de mis dedos.
“Gracias, Bella.” Sus palabras eran sinceras y gentiles, y las acepté sin cuestionar, permitiéndonos disfrutar de este pequeño momento juntos. Sus manos parecían temblar levemente mientras que él las deslizaba hacia mi espalda baja antes de envolver sus brazos totalmente alrededor de mí. Caminé entre sus piernas, y mis brazos lo cercaron cuando él reclinó su mejilla contra mi estómago. Suspiró profundamente y me incliné, besando su pelo. No quisiera irme nunca.
“Te lo mereces.” Conteste suavemente apoyando mi mejilla contra su cabeza, amando la forma en que él apretó más su abrazo. “¿Te sientes mejor?”
“Mucho,” contestó él.
“Te ves tan cansado,” susurré mientras comenzaba a acariciar el cabello de su nuca con mis dedos. Su cuerpo pareció relajarse más contra mí y sonreí al descubrir que estaba aprendiendo la forma de reconfortarlo.
“Lo estoy,” afirmó con un cabeceo y un suspiro.
Renuente, me alejé y puse mis manos en su cara. “Necesito correr hasta la tienda, así que quiero que duermas un poco más.” Podía ver que él estaba a punto de protestar y sacudí mi cabeza. “¿Por favor? Ya me he encargado de todo. Lo único que tienes que hacer es acostarte. ¿Te puedo alcanzar algo antes de irme?”
“No, solo voy a dormir… o a vomitar. Luego te digo.”
“Bueno, gracias por compartir,” me rei, aún poco dispuesta a moverme de su lado.
“¿Prometes ponerte mi camisa otra vez cuando vuelvas a casa?” Sus dedos jugaron con la parte baja de la camisa, tocando donde habría estado cada uno de los botones que faltaban. Mi estómago se agitó con el uso de la palabra ‘casa’.
“Bueno… si eso te hace sentir mejor,” Contesté sugestivamente con un pequeño encogimiento.
“Lo hará.” Él sonrió abiertamente hacia mí y mi agitación se intensificó. Dios, esa sonrisa siempre me desarma. Con las piernas tambaleantes, tiré lejos de él para ir a cambiarme, consciente del hecho de que él miraba cada uno de mis movimientos.
Recolectando mi ropa, me deslicé en el cuarto de baño y me vestí rápidamente con un par de pantalones de jogging, una remera y la chaqueta que hacia juego. Tiré mi pelo hacia arriba y opté por usar anteojos en lugar de mis lentes contactos. Cuando volví al dormitorio, puse su camisa a los pies de la cama y lo miré mientras que me calzaba las zapatillas deportivas. Él parecía haberse quedado dormido otra vez, y luché conmigo misma para no volver sobre mis pasos y darle un besito de despedida. Quizás el salir un poco fuera una buena idea. Coloqué su teléfono celular cerca de la cama, cerciorándome de que estuviera en la función de vibrar, y con una última mirada, caminé en silencio fuera del cuarto.
No me tomo demasiado tiempo encontrar una tienda y comprar todo lo que necesitaba. En el plazo de veinte minutos estaba de vuelta en el hotel. El sonido de mi teléfono celular que sonaba dentro de mi bolso me asustó y me apresure a atenderlo, pensando inmediatamente en que Edward me necesitaba. Eché un vistazo al identificador de llamadas y me sorprendido un poco ver que era Carlisle quien llamaba. Tragué saliva mientras me preparaba para hablarle.
“¡Bella!” Su voz exuberante sonaba a través del teléfono y me dividí entre la alegría de escucharlo y la preocupación de que él se diera cuenta de todo a través de mi voz.
“Hola, Carlisle,” Contesté, intentando sonar alegre.
“Escuche que mi hijo se está sintiendo un poco descompuesto hoy”. Yo no pude evitar sonreír ante el amor subyacente y el tono paternal de su voz.
“Sí, pero no te preocupes por nada, yo estoy cuidando de él. Edward ahora está durmiendo, yo salí a comprar algunas de las cosas que Esme sugirió.” Las palabras estaban fuera de mi boca antes de que yo siquiera pudiera pensar en lo que decía.
“¿Bella? ¿Acabas de llamarlo Edward?” Mierda. Me quede en silencio por un momento, regañándome por ser una terrible mentirosa.
“Sí, a decir verdad, lo hice.”
“Estoy tan orgulloso de ustedes dos, Bella. Sabía que el verse forzados a pasar más tiempo juntos sería una cosa positiva. ¿Acaso no te lo dije? Si ustedes dejaban de pelear por cinco minutos, se darían cuento de cuan parecidos son realmente.” Dios. ¿Podía esto ponerse peor?
“Es cierto, tu lo dijiste, Carlisle. Y tenías razón. Nosotros nos hemos llevado muy bien esta semana,” Contesté, rogando que mi voz no me traicionara.
“Bueno. Esperemos que esto continúe así. Tu cuídate mucho y dile a Edward que hablare con el pronto.”
“Lo hare Carlisle,” Dije reservada.
“Adiós, Bella.” Colgué el teléfono mientras le dejaba el auto al valet del hotel, sintiéndome peor de lo que hubiera esperado. Una mentira más.
Haciendo mi mejor esfuerzo para poner una expresión alegre en mi cara, entré en la habitación, contenta de escuchar la TV encendida en el dormitorio.
“Hola,” Dije, incapaz de ocultar mi sonrisa cuando lo vi sentado contra el respaldo de la cama.
“Hey,” contestó el. Y yo no pude evitar inclinarme para depositar un pequeño beso en su cabeza antes de apoyar mi bolso en la cama y quitarme la chaqueta. Él olía maravillosamente, y el aroma de su jabón y champú llenaba el cuarto.
“Te ves mejor.”Él se había duchado y ahora usaba la parte inferior del pijama que yo le había traído.
“Me siento mejor.”Dijo elevando su brazo, y yo no pude evitar reírme mientras él me entregaba su camisa. “¿Recuerdas?”
“¿Cómo podría olvidarme? Toma, come algo mientras me cambio,” Dije mientras que vaciaba mi bolso delante de él. Mire hacia arriba para encontrarlo mirándome fijamente. “¿Qué? ¿Olvidé algo?”
“¿Cómo supiste que traerme?” Pregunto, mirando los artículos delante de él con una expresión confusa.
“Hablé con tu mamá esta mañana. Francamente, ella estaba sorprendida de oír que el super-hombre estaba enfermo. A propósito, ella menciono que tu no la has llamado en dos semanas.” Comencé a sentirme incómoda bajo su escrutinio. “¿Acaso hice mal?”
“Es solo que yo no puedo creer que tu llamaste a mi mamá,” contestó reservado. “Te lo agradezco.”
“No fue nada.” Le conteste, encogiéndome de hombros y tomé la camisa de él, un poco incomoda por su mirada. Caminé dentro del cuarto de baño y me cambié, poniéndome su camisa nuevamente y me prepare mentalmente para intentar tener una conversación real con él. Volví al cuarto, y vi que él había abierto el jugo y que comía uno de los helados. Estaba indecisa sobre donde sentarme cuando él dio unas palmaditas a un lado de la cama. Me senté, apoyando mi cabeza contra el respaldo, y tomé el helado que él me ofrecía.
“Bueno, ya me he ocupado de la mayor parte de las cosas pendientes. Tenemos un vuelo esta noche a las once si tú te sientes lo suficientemente bien para tomarlo y cambie la hora todo lo demás menos de la reunión para firmar los papeles mañana por la noche en Jem Co.” Él asintió lentamente y parecía pensativo. “¿Qué estamos mirando?”
“‘Clerks’, ahora están en una pausa publicitaria,” contestó, todavía sin mirándome.
“Genial. Esa es una de mis películas preferidas,” Dije mientras me acomodaba entre las almohadas nuevamente.
“Lo sé. Tú la citabas el día que te conocí.”
“En realidad, estaba citando ‘Clerks 2’.”Aclaré, y después me quede en silencio. “Espera, ¿tú te acuerdas de eso?”Me di vuelta hacia él, sorprendida de que él recordara cualquier cosa de nuestra horrible primera reunión.
“Por supuesto que me acuerdo de eso.”Su cabeza estaba inclinada hacia abajo y el arrepentimiento era claro en su voz.
“Pero…” Me quede en silencio, incapaz siquiera de formar las palabras que quería decir.
“Lo sé,” dijo mientras me miraba, dolor y remordimiento evidentes en sus rasgos. “He sido un bastardo contigo, Bella.”
Estirándose, él tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos. Su mirada estaba trabada en nuestras manos unidas, su pulgar se movía en pequeños círculos a través de mi piel. “Yo… cuando pienso en cómo solía…" Se quedo callado, aparentemente incapaz de acabar su discurso. Continué mirándolo, movida más allá de sus palabras por su admisión. Esto era… totalmente inesperado.
“Ambos lo hicimos, Edward. Está bien. Fue tanto tu culpa como la mía.” Él entonces me miraba, y la intensidad de sus ojos envió un temblor a través de mí. “Verdad.” Él asintió y se dio vuelta de nuevo hacia la TV. Sabía que había mucho más que nosotros necesitábamos decir, pero no pude evitar el sentirme levemente orgullosa de lo que, en mi opinión, era una admisión enorme. Caímos en un silencio cómodo a medida que continuábamos mirando la película. Reímos en las mismas escenas y cambiamos lentamente la posición de nuestros cuerpos hasta que nuestros brazos estaban presionados uno contra el otro. En determinado momento, mi cabeza cayó sobre su hombro y yo cerré los ojos, después de algunos minutos él apoyo la suya sobre la mía. Por la esquina de mi ojo eché un vistazo al reloj en la pared y suspire internamente mientras calculaba mentalmente las horas que me quedaban con él.
Mi estómago gruñó, y me di cuenta que hoy no había comido nada. “¿te parece que podrías comer algo más que helados?”Pregunte mientras me movía renuentemente lejos de él, para tomar el menú del servicio de habitación del aparador.
“Probablemente podría comer algo ligero,” contestó. “Han pasado varias horas, así que ya debería estar bien.” Miramos las opciones y yo hice el pedido, una ensalada de pollo para mí y sopa de pollo para él. Comenzamos otra película mientras esperábamos, resulto una decisión fácil pedir ‘Shaun of the Dead’ del menú de pantalla. Para cuando un golpe en la puerta señalo que nuestro almuerzo había llegado, me sorprendió notar que nuestros cuerpos habían gravitado nuevamente uno hacia el otro, y ahora mis pies desnudos se encontraban entrelazados con los suyos debajo de las sabanas.
Comimos en un silencio amigable y continuamos mirando la película. A la mitad de esta me oí la voz de Edward, “¿Bella? ¿Cuál es tu película preferida?”Me di vuelta hacia él, sorprendida por la pregunta.
“Bueno,” Comencé. “Tiendo a preferir las comedias”. Del estilo de Clerks, Tommy Boy, Shaun of the Dead, Hot Fuzz, Clue. Pero si tuviera que elegir mi película preferida de todos los tiempos sería probablemente Rear Window.”
“¿Por Jimmy Stewart o Grace Kelly?”Sonreí, algo sorprendida de que él la conociera.
“Ambos, pero probablemente más por Grace Kelly.”
“Me lo imaginaba. Tú tienes un estilo similar al de Grace Kelly.” Su mano subió y estiro un mechón de cabello que se había escapado de mi colita. Yo nunca había sido del tipo de chica que se ruborizara, pero baje la mirada y sentí como el calor inundaba mis mejillas. “A excepción de tu boca sucia, claro está…”agregó. Levante la vista mirándolo con fingido enojo en mi cara.
“Muy gracioso, idiota.” Dije mientras golpeaba su brazo. Él se rió entre dientes, obviamente muy satisfecho de sí mismo. “Sabes, si tu cerraras de vez en cuando la tuya estarías muy cerca de ser jodidamente perfecto. Te diré que incluso he considerado llevar un rollo de cinta en mi bolso.” Eche una galletita dentro de mi boca masticándola ruidosamente y él me miro por un momento antes de romper en la carcajada más sexy que yo hubiera oído nunca antes. Sí, ése sin dudas, se convertiría rápidamente en mi sonido preferido.
“Oh, no lo sé. Creo que a ti te gustan algunas de las cosas que salen de mi boca. ¿Cierto, ma petite chèrie?” Él se inclinó hacia mí y recorrió el largo de mi cuello con su nariz. Dios, que bastardo adulador.
“No estás jugando limpio,” Suspiré, sintiéndolo reír suavemente contra mi piel.
“Lo dices como si eso fuera algo malo.” Ahora se había dado vuelta totalmente hacia mí, con sus piernas enredadas en las mías y su mano apoyada sobre mi muslo desnudo. Mi respiración se agitó levemente cuando sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja. “Ok, ok,” dijo aun riéndose, mientras se alejaba un poco de mi, reclinando su cabeza en la almohada. “¿Color preferido?”
“No tan rápido, tu aun no me has dicho tu película preferida.” Ahora yacíamos de lado uno frente al otro, y noté que el color había vuelto a su rostro, felizmente.
“Oh, ¿estamos tomando turnos ahora?” Se rió, y su sonrisa se amplió en sus facciones.
“A menos que pienses en algo más para hacer.” Él levantó sus cejas hacia mí y yo hice mi mejor esfuerzo para no hacer caso de eso.
“Bueno, para ser honesto, me gustan todas las películas que tu nombraste.” Lo mire shockeada.
“¿En serio?”
“¿Por qué te sorprende?”Él movió el brazo que tenía escondido debajo de la almohada y sus dedos comenzaron a jugar distraídamente con los mechones de mi cabello.
“No lo sé, yo asumí que sería alguna película artística.” Él rió otra vez y yo sonreí ampliamente ante ese sonido.
“Disfruto también de las películas artísticas,” comentó. “Pero me encantan las viejas comedias también. Okay, mi turno, ¿color preferido?”
“Probablemente el rosado.”
“Bueno esa es una respuesta perfectamente aceptable y típica de una chica.” Me embromó, mientras nuestra película quedaba totalmente olvidada.
Lo mire, levantando una ceja ante su comentario. “¿Color preferido?” Su mirada se movió detrás de mí mientras él pensaba.
“Hmmm….yo creo que iré con…cualquiera que sea el color de tu ropa interior que este en mi bolsillo al final de la noche. Ese sería mi color favorito.”
“Oh por Dios,” Gemí, sin siquiera intentar ocultar lo ridícula que me parecía esa respuesta.
“¿Qué? Ése es mi color favorito.” Él podía ver que yo todavía esperaba. “Está bien, azul,” acepto finalmente.
“Bueno, esa es un respuesta perfectamente aceptable para un chico,” Lo Embromé en respuesta. Él se rió otra vez y me sorprendió lo fácil que estaba resultando esto, nosotros dos solo charlando. “¿Edward?” Dije, intentando sonar indiferente. “¿Dónde están?” no pude esconder el interés en mi voz mientras le preguntaba.
“En un lugar seguro.”
“¿Puedo verlas?”
“No.”
“¿Por qué?” Pregunte, achicando mis ojos desconfiada hacia él.
“Porque tu intentaras llevártelas.”
“¿Para qué las querría devuelta? Están todas rotas.” Él hizo muecas hacia mí pero no me respondió.
“¿Por qué las guardas de todos modos?” Él me estudio por un momento, obviamente considerando su respuesta. Finalmente, se levantó sobre su codo y acerco su cara a la mía. Acaricio mi mejilla con el reverso de sus dedos muy suavemente antes de apoyar sus labios sobre los míos en el más suave de los besos.
Retirándose, él miro fijamente mis ojos, “Por la misma razón que a ti te gusta que lo haga.” Mi pulso se acelero inmediatamente y yo despeje mi garganta.
“¿Te puedo preguntar algo?” Él asintió y continué. “Dime sobre tu tatuaje” Mi dedo resbaló bajo su pecho desnudo hasta el borde de su tatuaje que se colaba hacia fuera sobre sus pijamas. Sonreí cuando él tembló levemente.
“No es realmente una historia muy interesante. Yo tenía veintiún años y acababa de mudarme a París. De hecho fue la primera semana en que llegué. Amaba estar allí. Me habían ofrecido una oportunidad asombrosa, viví en una ciudad hermosa, y era todo que había esperado que fuera. Pero pronto me encontré dudando de mi decisión. Extrañaba a mi familia y me preguntaba si habría hecho la elección correcta separándome de ellos y mudándome al otro lado del mundo solo para probar que podía triunfar por mi cuenta. Caminaba calle abajo un día, sintiéndome confundido y realmente pensando en volver a casa y de pronto llegue a este pequeño café llamado ‘Le Cafe du Coeur’. Me senté y sonaba de fondo una canción de Edith Piaf, llamada ‘Je Ne Regrette Rien’. Tuve una reacción tan visceral al escuchar la letra; No podría describírtelo…solo puedo decirte que conecto conmigo. Supe en ese preciso momento que significaba algo, esa era la forma en que necesitaba vivir mi vida; haciendo que cada decisión cuente y que cuando mirara atrás, sabría que todo había sucedido por una razón. “Je Ne Regrette Rien, significa ‘No Me Arrepiento de Nada’.”
“Creo que es una historia hermosa.” Dije, totalmente embelesada con la imagen de un Edward joven, solo y dudando de su decisión de dejar a su familia para valerse por si mismo. Él asintió. “¿Y es eso verdad?¿Así es como vives tu vida?.”
“Si. No me arrepiento de nada de lo que sucedió en mi vida, ninguna de las decisiones que tome.” Entonces puso su mano en mi cara. “No me arrepiento de nada de lo que ha sucedido entre nosotros. Quiero que tú sepas eso.” Sus dedos resbalaron suavemente a través de mi hombro y bajo mi brazo. Él tomó mi mano en las suyas, colocando su palma contra la mía. Seguí su mirada hacia nuestras manos y observe mientras que él entrelazaba lentamente nuestros dedos. “Je Ne Regrette Rien. No me arrepiento de esto, Bella.” Él trajo nuestras manos unidas a su boca y puso un beso suave en el reverso de mi mano. ¿Cómo diablos podía el hacer que algo tan casto como un beso en mi mano resultara tan intimo? No pude evitar el suave gemido que se me escapó y él se rió reservado, dejando otro beso suave y persistente allí.
“Amo tener ese efecto sobre ti.” Me había puesto un poco incoherente para ese momento y simplemente asentí. “Bella, ¿has estado alguna vez en París?”
“No,” Contesté, sacudiendo mi cabeza.
“¿Crees que alguna vez querrías ir?”
“Seguro. Si aparece la oportunidad alguna vez, me encantaría ir.” Él asintió, pero no dijo nada mas sobre el tema. Continuamos hablando por horas, deteniéndonos eventualmente para ordenar la cena e incluso para mirar otra película. En cierto punto, me quede dormida y desperté con el sonido de la alarma de mi teléfono. Estirándome, lo tome y lo apague, notando cómo se había sumido el cuarto en la oscuridad. Lo mire dormir a mi lado y comprendí con una sensación de hundimiento en mi pecho que nuestro tiempo se había acabado. No podía creer que en esas pocas horas que pasamos hablando, yo no había ni una sola vez en que íbamos a volver a casa. Ahora sin embargo, podía sentir como el pánico comenzaba a arraigarse. Me deslice de la cama caminando hacia el cuarto de baño y salpiqué un poco de agua fría en mi cara. No había forma de ocultarse de la realidad, ahora era inevitable. Encendí algunas luces, y volví lentamente a la cama para despertarlo. Él se revolvió y sus ojos se abrieron. Parecía confuso al principio mientras me miraba, pero supe el momento en que la comprensión amaneció en él.
“¿Ya es hora?” pregunto, y yo solo asentí en confirmación. Él se incorporó e hizo pivotar sus piernas fuera de la cama, pasando sus manos a través de su pelo.
“Voy a ducharme y a alistarme.” Mi voz sonó hueca y sin vida, resultando extraña hasta a mis propios oídos. La sensación en el aire era pesada y asfixiante.
“Yo iré a mi cuarto y hare lo mismo.” Volteándome, entré al cuarto de baño, y cerré la puerta detrás de mí. Cerrando los ojos, recliné la frente contra la madera fresca, y escuche mientras que él se movía alrededor para conseguir vestirse y eventualmente paso por el cuarto de baño de camino hacia la salida. Sentí sus pasos a través de la alfombra y note que se quedo parado del otro lado de la puerta. Algo la rozo del lado de afuera, y no pude evitar imaginar que era su mano apoyándose en la puerta que nos separaba. Lo oí suspirar y alejarse, seguido pronto por el sonido de la puerta cuando él la cerró detrás de sí.
El silencio alrededor de mí era ensordecedor y supe que estaba sola ahora. No pude detener el sollozo que se desgarró a través de mi garganta mientras que me hundía de rodillas sobre el piso del cuarto de baño. Los sollozos incesantes atormentaron mi cuerpo y lagrimas calientes fluyeron libremente bajo mis mejillas cuando entendí que el hombre que amaba acababa de irse. Intente recordarme a mi misma que él era un mujeriego y que no era nada bueno para mí, que él era inalcanzable y que nunca podría ser mío, pero nada de eso me importaba. En algún momento, le había dado mi corazón y ahora sabía que nunca lo recuperaría.
No sé por cuánto tiempo me quede sentada allí, pero las lágrimas pararon eventualmente, y yo emergí de la bruma el tiempo suficiente para notar que todavía me encontraba sentada en el piso de mármol frío con los brazos envueltos firmemente alrededor de mí. Estaba agradecida del entumecimiento que me embargaba cuando me puse de pie y abrí la ducha. Me moví con los movimientos de conseguir listos, apenas conscientes de mis alrededores. Hice todo lo que debía para alistarme en medio de un trance, mientras que recolectaba todas mis cosas y las ponía en mi maleta. Cuando hube empacado todo me senté al borde de la cama y mire el equipaje que se encontraba en la esquina del cuarto. Se burlo de mí, representando todo lo que dejaría atrás. Su presencia parecía crecer en la calma del cuarto, mofándose de mi.
Todavía felizmente entumecida por la pena, imágenes vedadas pasaron por mi mente. Entre ellas, vi su sonrisa en el aeropuerto. Oí su voz cuando él me dijo que me deseaba. Vi cuan hermoso era él cuando cubría mi cuerpo con el suyo. Lo vi reír cuando él me embromaba juguetón. Un recuerdo se destacaba sobre el resto, algo tan trivial que a cualquier persona le parecería sin sentido. Cerrando los ojos, dejé que la imagen de un cuarto a oscuras llenara el vacio detrás de mis parpados cerrados. Dejé que el sonido de él diciendo mi nombre me embargara, recordando cómo me había sentido al oírlo susurrarlo contra mi piel mientras que él me abrazaba en esta misma cama.
Un golpe sonó contra la puerta y me puse de pie, alisando mi falda antes de atender. Tome una respiración profunda, y la abrí para encontrarlo parado en el vestíbulo. Él se veía perfecto como de costumbre en un magnífico traje oscuro. Su pelo estaba despeinado como siempre, y la leve sombra que delineaba su mandíbula demostraba que él había decidido renunciar a afeitarse. Sus ojos se resolvieron sobre los míos y se angostaron brevemente mientras él estudió mi aspecto, si él notó que algo andaba mal, fue lo suficientemente atento de no sacarlo a colación. Me moví a un lado para que él pudiera entrar, y su cuerpo se rozo contra el mío mientras que él pasaba. Sin pensarlo, lo empujé duramente contra la pared y torcí su corbata alrededor de mi mano, tirándolo para abajo más cerca de mí. Mis labios se posaron en los suyos rudamente y él se congeló, sorprendido de mi acción repentina. Mi mano libre se arrastro sobre su pecho y tome con fuerza el pelo en su nuca.
Su cuerpo comenzó lentamente a relajarse contra mí, y cuando su lengua se asomo fuera para encontrar la mía, gemí en su boca. En el fondo de mi mente, sabía que lo estaba manipulando. Esto era un intento desesperado de mantenerlo aquí conmigo. Incluso entonces, con la vergüenza de lo que estaba haciendo quemándome las entrañas, no fui capaz de detenerme. Oscilé mis caderas contra él y sentí una acometida de emoción pasar a través de mí cuando su miembro endurecido de presionó contra mi estómago. Mis manos se movieron entre nosotros hacia su cinturón, tirándolo más cerca de donde lo necesitaba.
“Bebé,” gimió el sin aliento, alejando su boca de la mía. “Bebé, nosotros no tenemos tiempo para esto.”
“Me importa un carajo. Te deseo ahora.” El maldijo bajo su respiración y enredó sus manos más en mi pelo, su boca se volvió ruda sobre la mía. “Oh Dios, Edward. Te necesito.” Envolví una de mis piernas alrededor de él, el tacón de mi zapato se clavo en su pantorrilla. Una mano resbaló bajo mi cuello y tomó mi seno fuertemente, haciéndome jadear mientras que me movía contra él. Tropezamos dentro de la pequeña entrada y sentí mi espalda apretada contra la pared fría. Apoyando mi mano sobre la suya, enlace nuestros dedos y los hice resbalar hacia abajo de mi cuerpo sobre mi muslo. “Dime que me deseas.” Empujé nuestros dedos más arriba por mi muslo y debajo de mi falda.
Alejando sus labios de los míos, él miro hacia abajo a nuestras manos unidas que se apoyaban sobre mi muslo. Soltando nuestros dedos él envolvió su mano más firmemente alrededor de mi pierna y la levantó, enganchándola más arriba en su cadera. “Tú no tienes idea de cuánto te deseo, bebe.” Él empujó contra mí mientras que sus dedos jugaban con las correas de mi portaligas. Usando la mano que todavía estaba envuelta en mi pelo, él movió mi cabeza de lado, dejando mi cuello expuesto a sus besos hambrientos.
“Cógeme, Edward. Por favor.” Lo sentí gemir en voz alta contra mi cuello, y jadeé cuando sentí que sus dientes mordisqueaban mi piel sensible. Sus dedos que todavía estaban extendidos en mi muslo se movieron más arriba hasta mi bombacha. Yo no pude acallar mi gemido cuando lo sentí envolver el delicado elástico alrededor de su puño. “Solo una más vez. Por favor.”
Su cuerpo se aquieto, y yo me hice repentinamente consciente del latido salvaje de mi corazón contra su pecho. Él retiro su cabeza de mi cuello, y sus ojos buscaron mi cara.
“¿Qué?” Susurré sin aliento. “No te detengas.” Me incliné hacia adelante y coloqué mis labios contra los suyos, sólo para ver como él se alejaba.
“Bella, detente,” dijo suavemente. Sentí como su apretón se aflojaba en mi bombacha antes de deslizar su mano abajo de mi pierna y eventualmente quitarla del todo. “Bebé, ¿qué estás haciendo?”
Mire hacia abajo, no queriendo mirar más sus ojos hermosos.
“Yo …no sé de qué estás hablando?.” Mis palabras sonaron a mentira, incluso para mí.
Lo sentí poner sus manos a ambos lado de mi cara, y él busco mis ojos hasta encontrar mi mirada con la suya. “Escúchame, Bella. Yo quiero más de ti que esto. Y cuando nos subamos a ese avión, todo lo que tenemos aquí vendrá con nosotros. Te lo prometo.” Mis ojos buscaron su cara y no vieron nada más que sinceridad allí.
“¿Me crees, Bella? Je suis à toi. Yo. Soy. Tuyo.” Quise creerle, más que cualquier otra cosa.
“Si.” Él reclino su frente contra la mía y yo cerré los ojos.
“Lo prometo, Bella.”
“Y yo soy tuya.” Él sonrió la sonrisa más hermosa que yo le haya visto nunca y puso sus labios cálidos suavemente sobre los míos. Mi corazón me gritaba que le dijera que lo amaba, pero mi cabeza no me lo permitió. ¿Era esto todo lo que yo podría tener con él? Mientras pensaba en eso, me di cuenta de que si esto era todo lo que él podía darme, yo lo tomaría alegremente.
Él se separó de mí y enderezó mi vestido antes de arreglar su ropa.
“¿Estás lista?” Asentí y sentí el roce de las yemas de sus dedos contra mi palma antes de que su mano se envolviera alrededor de la mía. “El botones está subiendo para buscar nuestro equipaje,” me dijo, indicando detrás de nosotros. Asentí otra vez mientras que él nos condujo hacia la puerta. Tomé una respiración profunda y me alisté para todo lo que nos aguardaba. Él apretó mi mano en reaseguro mientras que abría la puerta. Varias voces llegaron a nuestros oídos desde el pasillo y antes de caminar hacia afuera, él trajo nuestras manos unidas a su boca y las besó suavemente. “Je Suis à Toi,” me dijo una vez más, y yo entendí.
Lo seguí hacia fuera del cuarto y sentí como su mano soltaba la mía.
domingo, marzo 21, 2010
La Oficina - Capitulo 12: Noches de Seattle
Noches de Seattle
Tu es faite pour moi. “Tú fuiste hecha para mí.”
Je suis à toi. “Yo soy tuyo”
Con un alegre suspiro, presioné mi cara contra la almohada. Olía tan jodidamente bien. Era un olor que yo conocía, un olor que amaba. Como a naranjas y a las flores blancas que crecían fuera de mi ventana en París.
Solía ser un olor que me torturaba; Antes intentaba bloquearlo, alejarme de el. Ahora, lo tragaba codicioso, lo buscaba a mí alrededor, y lo memorizaba. Lo dejé invadirme y me hizo sonreír. Era Bella.
Me estire, buscando sus suaves curvas y su piel cálida, pero no encontré nada más que las sabanas enredadas. Levante mi cabeza, y abrí un ojo y intrigado con el lugar vacío a mi lado. ¿Dónde estaba ella?
sábado, marzo 20, 2010
La Oficina - Capítulo 11: Je Ne Regrette Rien
Je Ne Regrette Rien
Lista de frases en francés:
"Je ne regrette rien"—No me arrepiento de nada. (Tatuaje)
"Tu es faite pour moi" – Tú fuiste hecha para mí.
"Tu es faite pour moi" – Tú fuiste hecha para mí.
La consciencia se agitó al borde de mi mente aun adormilada, e intenté alejarla. No quería despertarme. Estaba calentita, cómoda y contenta. Dios, ésta es la mejor cama de hotel en la que me toco dormir.
Vagas visiones de mi sueño pasaron detrás de mis parpados cerrados mientras me acurrucaba en la manta más cálida, y la que mejor olía de todas en las que había dormido nunca. Algo se acurruco contra mí.
Algo caliente se presiono contra mí, y mis ojos se abrieron de golpe para ver una cabeza con cabellos desordenados y familiares cerca de mi cara. Cientos de imágenes destellaron en mi mente en ese segundo, cuando la noche de ayer se hizo realidad estrellándose contra mi cerebro embarullado. Mierda carajo. Todo fue real.
Mi ritmo cardíaco se acelero cuando levanté la cabeza levemente para ver al hermoso hombre envuelto alrededor de mí. Su cabeza apoyada en mi pecho, su boca perfecta estaba apenas abierta, haciendo que su cálido aliento se aventara sobre mis pechos desnudos. Su largo cuerpo yacía estirado a lo largo del mío, nuestras piernas se enredaban juntas y sus fuertes brazos se envolvían firmemente alrededor de mi torso.
Él se quedo.
La intimidad de nuestra posición me golpeó con tanta fuerza que en verdad me quede sin aliento. La catarata de emociones me abrumó, haciendo que mi estómago se diera vuelta y mi pecho doliera. Él no solo se había quedado, él se había aferrado a mí.
Nunca en toda mi vida había sentido algo tan fuerte, y luché para recuperar la respiración y no ceder al pánico que empezaba a sentir. Estaba completamente consciente de cada pulgada de nuestros cuerpos tocándose. Sentía como su respiración caliente flotaba sobre mi piel y el fuerte latido de su corazón contra mi pecho. Mis dedos quemaban por tocar toda su piel. Mis labios dolían por el deseo de presionarse contra su pelo. Era demasiado. Él era demasiado.
Algo cambió anoche y no estaba segura de si yo estaba lista para lidiar con eso. No sabía que significaba este cambio, pero estaba allí. En cada movimiento, cada rose, cada palabra y cada beso; habíamos sido uno. Temblé con ese pensamiento. Ningún hombre nunca me había hecho sentir de esa manera, como si mi cuerpo hubiera sido hecho para ensamblar con el suyo.
Había estado con otros hombres, pero no había experimentado nada como esto. Sentía como si una fuerza de la naturaleza me arrastrara, dejándome totalmente incapaz de cambiar el curso. Era aterrorizante, y sin embargo se sentía de alguna forma correcto; y no estaba segura de si podía seguir luchando contra esto.
Cerré fuerte los ojos, e intenté calmar la sensación de pánico que me envolvía. No lamenté lo que había sucedido. Había sido intenso y hermoso, pero necesitaba algunos minutos a solas antes de poder enfrentarlo.
Puse una mano en su pelo y la otra junto a la suya detrás de mi cabeza, logré rodarlo fuera de mí levemente. Él comenzó a moverse y me congelé, sosteniéndolo cerca y en silencio queriendo que se volviera a dormir. Él murmuro mi nombre antes de que su respiración se relajara otra vez, y yo logre escurrirme por debajo de él. Sonreí a pesar de mí. ¿Él estaría soñando conmigo? ¿Sabría el que todavía estaba aquí?
Lo miré dormir por un momento, el pánico disminuyo un poco, y me colgué de nuevo mirándolo y pensando cuan hermoso era. Durmiendo, sus rasgos eran tranquilos y pacíficos, y tan diferentes de cualquier expresión que él usaba cuando estaba conmigo. Su pelo era un lío, sin duda como consecuencia de mis manos que lo acariciaron toda la noche. Un suave mechón había caído a través de su frente, y mis dedos desearon acomodarlo hacia atrás. El pelo largo, los pómulos perfectos, los labios rellenos, y esa mandíbula sin rasurar, formaban la cara más magnífica que había visto nunca en un hombre.
Su cuerpo era magro y muscular con un caminito de bello que recorría su pecho y se sumergía debajo de la sábana blanca enredada en sus estrechas caderas. Contra mi voluntad, mi cuerpo respondió inmediatamente al hombre delante de mí. Necesitaba alejarme.
Me escurrí de la cama en silencio, y me dirigí a la seguridad del baño. Un camino de ropa mojada, desechada y tirada en desorden sobre la alfombra perfectamente blanca, formaba una línea que llevaba del cuarto de baño a la cama. Caminando sobre ellas, continué hasta que sentí el piso de mármol frio debajo de mis pies.
Cerré la puerta lo más suavemente que pude, y prendí de golpe la luz, mirando fijamente mi reflejo desnudo en el espejo. Guau. Recién cogida. Así era definitivamente cómo me veía.
Me incline hacia adelante, examinando las marcas rojas apenas visibles que se dispersaban a lo largo de mi cuello, hombros, pechos y estómago. Echando un vistazo hacia abajo, pasé mis dedos por la parte interna de mis muslos. Sip, allí también. Mis pezones se endurecieron cuando recordé la sensación de su cara sin afeitar raspando toda mi piel.
Mi pelo era un lío salvaje y enredado, y mordí mi labio mientras que recordaba sus manos enterradas en él. La manera en que él me había tirado del pelo primero para besarme, y después para empujarme sobre su miembro… Esto no está ayudando.
Era hora de pensar. ¿Qué era lo que quería? Honestamente, no tenía ninguna idea. ¿Podían volver las cosas a la forma en que eran antes? Absolutamente no. Solo había estado lejos de él por unos minutos, y ya podía sentir el tirón del otro lado de la puerta. Aterrorizada y todo como estaba, igual quería volver con él.
Otra mirada en el espejo me recordó que había algunas cosas que yo necesitaba atender primero. Tome mi champú y acondicionador de mi bolso de noche, abrí la puerta de la ducha y me detuve, mi corazón subió a mi garganta. Oh mierda. Tirado en una pila mojada y costosa, en la esquina de la ducha estaba mi vestido. “¡Maldición!”
Me agache para tomarlo y lo sostuve delante de mí. Aunque ciertamente no me había quejado cuando él lo rasgó de mí anoche, ahora no podía evitar maldecir recordando lo que había pagado por él. O por el resto de las cosas que él había arruinado si vamos al caso.
Considere seriamente comenzar una lista.
Poniéndolo sobre la mesada, me detuve brevemente, recordando la cuenta que él había abierto en La Perla para mí. Considere brevemente usarla para darle una lección, quizás hiciera un tour de compras lujurioso, pero deseche rápidamente ese pensamiento. No quería ni tan siquiera imaginar las implicaciones de hacer eso.
Lo maldije internamente mientras colgaba mi vestido en el gancho para toallas para que se secara y me di vuelta para comenzar a ducharme.
Deje correr el agua a través de mis manos, recordando cómo había comenzado lo de ayer a la noche. Los celos no eran un sentimiento al que yo estuviera acostumbrada. Así y todo esta había sido la segunda vez que esas sensaciones me habían empujado a hacer algo impetuoso.
Por lo menos finalmente habíamos sido talmente honestos el uno con el otro. Por primera vez desde que esto había comenzado, yo sentía como que tenía una idea más clara de quién era el. En el calor del momento, había revelado cosas que debí haber mantenido en privado, pero me sentía bien habiéndolas dicho finalmente en voz alta.
La sorpresa más grande había sido su reacción. Me había sentido asustada y vulnerable, incapaz de manejar las emociones que se arremolinaban dentro de mí. Sin embargo él me había calmado, diciéndome lo que yo necesitaba oír. Él me deseaba. Solamente a mí. Tan confusa como me dejaron sus palabras, también me hicieron sentir reconfortada.
¿Pero cómo seguiríamos desde aquí? Una sensación de inquietud se coló en mi estómago mientras que consideraba mis opciones. Aunque que podía admitir que comenzaba a verlo bajo otra luz, eso no cambiaba quién era él, o peor aún, quien había sido. Había momentos en que yo creía ver las sombras de otro Edward Cullen, pero desaparecían rápidamente.
Fruncí el ceño, más confundida que nunca y aún lejos de tener una respuesta, y caminé debajo de la ducha caliente. Cerré los ojos, suspirando, sintiendo como un poquito de mi tensión se deslizaba de mi cuerpo. Mi mente, sin embargo, no era tan fácil de calmar. No importaba lo que hiciera, no podía ver que esto fuera a funcionar. No podíamos volver atrás, pero no podía ver como esto podría avanzar tampoco. El sexo era… indescriptible. Mejor que cualquier cosa que yo hubiera podido incluso imaginar. Pero tan fuerte como era nuestra conexión física, ¿podría yo vivir solo con eso?
Solo pensar nuevamente en lo que había pasado anoche causo que mi estómago se agitara. Las cosas que dijimos, las cosas que hicimos. Aunque nuestras cabezas todavía no lograban entender lo que pasaba entre nosotros, nuestros cuerpos lo sabían.
Desde el primer beso yo supe que estaba perdida. La sensación de sus labios en los míos, sus manos en mi piel, era todo lo que él había necesitado para reducir mi voluntad a polvo. Saber que él se había sentido tan impotente como yo, que él no había podido irse tampoco, basto para deshacerme.
Su beso había sido rudo y frenético, cada caricia reflejaba mi propia desesperación. Él nunca se refrenó, siempre me trato como a su igual, sabiendo de alguna manera que eso era lo que yo necesitaba.
Entonces algo durante la noche, cambió entre nosotros. Las líneas fueron cruzadas y las paredes derribadas, y no podrían ser restauradas nunca. Él no era el jefe imbécil al que me había acostumbrado. Algo cambio y pude ver al hombre que su padre respetaba, el hombre que yo había esperado conocer diez meses atrás. La misma pasión que parecía quemarnos siempre que estábamos juntos nos consumió, pero allí había algo más también.
Ya no estaban más el Señor Cullen y la Srta. Swan. Éramos solo Edward y Bella, y yo no podía creer lo correcto y verdadero que esto se sentía. Nunca me había sentido físicamente más cerca de otra persona en mi vida. Él había sido tierno y gentil, y habíamos bromeado y habíamos disfrutado de estar juntos por primera vez. Él me había dejado con la sensación de haber sido… venerada.
Sin notarlo, mi mano había subido a mi pecho, donde mis dedos comenzaron a acariciar mi pezón suavemente. Gimiendo en voz baja, recordé los sonidos que él había hecho al acabar, las cosas que él susurró en mi oído, y la fuerza con que él había empujado dentro y fuera de mí.
Cerré los ojos, sintiendo el agua caliente de la ducha sobre mi piel mientras que mi mano resbalaba bajo mi estómago hacia mi piel afiebrada. Ya estaba lubricada y mordí mi labio, y gemí levemente mientras que mi dedo acariciaba la piel sensible.
Jadeé cuando un par fuertes brazos me envolvieron y una mano grande cubrió las mías. “¿Qué tal si me dejas ayudarte con eso?”Susurró ronco en mi oído. Un suspiro ruidoso dejó mis labios y me incliné hacia atrás, dejando que mi cabeza se apoyara contra su pecho.
“¿En que estabas pensando exactamente aquí dentro?” Puso un pequeño beso contra mi pelo mojado y utilizó su nariz para inclinar mi cabeza levemente hacia un lado, dándole acceso a mi cuello.
“En ti,” dije, y mi voz sonó como un susurro. “Anoche.”
“Mmmmm.” Su suave gemido vibró contra mi piel cuando él comenzó a mover las manos lentamente, nuestros dedos unidos estimulaban mi clítoris. “Yo pensaba en eso también. ¿Puedes sentir lo que me haces?” Él se dobló levemente y su erección se deslizó entre mis piernas. “¿Yo te hago esto a ti, Bella?” Él deslizó nuestras manos más bajo y acaricio mi entrada, sintiendo la humedad allí.
“Oh Dios, Edward,” suspiré levemente. No sabía qué se sentía mejor, nuestras manos en mi piel o el sonido de su voz sedosa diciendo mi nombre.
“Mierda, yo amo escucharte decir mi nombre.” Sus caderas comenzaron a moverse, haciendo que su miembro resbalara hacia adelante y hacia atrás contra mí. “Dios, Bella.”
Gemí cuando él colocó nuestras manos, haciendo que cada uno de nosotros deslizara un dedo dentro de mí. “¿Sientes eso? ¿Cuan caliente y mojada estas?” Él nos empujó más lejos en mi interior y el momento era tan intenso que me sacudí levemente. Su brazo libre me sujetó debajo de mis pechos, sosteniéndome contra él mientras que su pulgar acariciaba mi pezón. “¿Se siente bien eso, bebé? Carajo, como amo estar dentro de ti.”
Él nos introdujo más profundamente y comenzó a bombear hacia dentro y hacia afuera. “Mmm… sí, mierda Edward… oh… se siente tan bien.” Mi voz era débil y sin aliento por el placer abrumador. Las cosas que este hombre me hacia me dejaban lujuriosa y desinhibida. Parecía que nunca conseguiría saciarme.
Nuestros cuerpos mojados resbalaban fácilmente uno contra el otro, y lancé mi cabeza detrás contra su hombro, gimiendo en voz alta mientras que mi clímax se acercaba. Lleve mi brazo libre hacia su pelo, gire la cabeza y lo acerque a mí para un beso profundo. Él gimió en mi boca y supe que él estaba gozando de esto tanto como yo. “¿Quieres acabar, Bella?”
“Mierda, sí,” ya estaba desesperada, la tensión se estaba edificado en mi interior y necesitaba más. Gemí por la pérdida de contacto cuando él llevo nuestros dedos aun entrelazados hasta sus labios, y los deslizo lentamente dentro de su boca. Era la cosa más sensual que había visto nunca, y no pude evitar el sonido de deseo que se me escapó.
“Podría probarte todos los días por el resto de mi vida y nunca conseguiría cansarme de ti. ¿Sabías eso, Bella?” Intenté formar un pensamiento coherente, pero toda coherencia parecía haberme abandonado.
Él colocó sus dedos en mi boca y los paso a través de mis labios. Chasqueé mi lengua hacia afuera y sus ojos se oscurecieron. “Eres una chica muy traviesa.” Dándome vuelta para hacerle frente, él me empujó duramente contra la fría pared de mármol y colocó mis brazos sobre mi cabeza. “No te muevas,” dijo severo.
Comenzó a poner besos abajo de mi cuello y a través de mis hombros, su barba áspera raspaba contra mi piel. Trabajando abajo a mis pechos, inhalé agudamente cuando él sostuvo ambos en sus palmas, levantándolos suavemente mientras me miraba a los ojos. Sus pulgares acariciaron mis pezones, y mis ojos se cerraron de placer. Sentí su respiración caliente sobre mi pezón cuando él habló, haciéndolo endurecer aún más. “Dime que no quieres que pare.” Él lo tomó en su boca y mordí mi labio fuerte para no gritar. “No seas obstinada, Bella,” susurró contra mi piel mientras se trasladó al otro pecho. “Dime que no quieres que pare, y no lo hare.”
Él comenzó a succionar, tomando más de mí en su boca, y no pude refrenarme más. “No pares,” susurre.
“¿Qué dijiste?” Sus labios bajaron entre mis pechos y continuaron haciendo un caminito hacia mi ombligo.
“Dije que no pares.” Estaba frenética, mi cuerpo dolía necesitando acabar. Él me había llevado al borde solo para frenarme luego. Lo necesitaba, ahora, y haría cualquier cosa, diría cualquier cosa que él me pidiera.
“¿Quién te hace esto a ti, Bella?”
“Tu. Solamente tú, Edward.”
Levantándose, él me besó lentamente y susurró en mi boca, “Solamente yo.”
Su mano se deslizó bajo mi cuerpo y subió mi pierna, levantándome contra él. Mire hacia abajo a nuestros cuerpos, y no pude evitar el quejido cuando vi su miembro, duro y expectante, anidando entre nosotros. Mis ojos recorrieron su cuerpo.
Él era tan perfecto.
Separe mis manos de la pared, y dejé que mis dedos se deslizaran a través de su pecho y bajo sus abdominales. Él se estremeció levemente mientras que yo acariciaba sus músculos endurecidos de camino a sus caderas, donde me congelé. ¿Era eso un tatuaje?
“¿Qué…?” Me detuve, atontada. Apenas podía formar las palabras. Alejándolo levemente, mire hacia arriba para encontrar sus ojos brevemente antes de volverlos al tatuaje. Justo debajo del hueso de su cadera había un círculo con elegante escritura en francés. ¿Cómo mierda no lo había visto antes? Pensé brevemente en todas las veces que habíamos estado juntos. Nos habíamos apresurado siempre, o habíamos estado a oscuras, o en un estado de semi desnudes. Él debe haber notado mi expresión desconcertada.
“Es un tatuaje,” dijo divertido.
“Sé que es un tatuaje, pero” estaba pasando un momento de dificultad tratando de hablar en este punto. “¿Cómo… qué… qué quiere decir?” No podía creer que él tenía un tatuaje. El Señor seriedad tenía un jodido tatuaje y era la cosa más sexy que yo había visto jamás. Otro pedazo del hombre que yo pensé que conocía desapareció.
“Je ne regrette rien.”
Mis ojos volaron a él, una ola de lujuria pura se esparció a través de cada pulgada de mi cuerpo. “¿Qué significa?”
Él sonrió ampliamente. “Je ne regrette rien.” Él pronuncio cada palabra lentamente, acentuando cada sílaba. Mi cabeza bajó, mis ojos se cerraban mientras que las palabras pasaban sobre mí. Ésa tuvo que ser la cosa más cojidamente sensual que había oído nunca. Entre eso y el tatuaje, iba a sufrir una combustión espontánea.
“Mierda. Dilo otra vez,” lloriqueé.
Él se movió más cerca, su respiración caliente en mi oído y lo susurró otra vez. “Je ne regrette rien. ¿Te gusta eso, Bella?” Se movió apretándose más contra mí, tirando mi pierna más arriba de su cadera.
Asentí con la cabeza. “Dime algo más.” Mis pechos se levantaban con cada respiración elaborada, mis sensibilizados pezones rozaban contra el fino vello que cubría su pecho.
Doblo levemente sus rodillas, y sus manos agarraron mi culo y me levantaron, permitiendo que envuelva mis piernas alrededor suyo. Él me detuvo firmemente, presionándome mas contra la pared, su voz sonó grave y profunda en mi oído, “Tu es faite pour moi.” No pude esperar más.
“Cógeme, Edward.” Él no vaciló, y en un fuerte empuje se enterró dentro de mí. Grité, y el sonido hizo eco en el mármol.
“Bella, Bella,” su voz sonaba tensa y llena deseo cuando él comenzó a empujar en mí. “Tu es faite pour moi.” Besándome el pelo él continuó murmurando suavemente esas palabras, repetidamente en mi oído.
Sus movimientos eran gráciles y poderosos, cada uno me hacía subir y después resbalar hacia abajo de la pulida pared. Jadeé en su boca cuando las sensaciones amenazaban con sobrepasarme.
“Oh, maldición, Bella…no puedo…… por favor, no durare mucho mas.” Oír su voz tan desesperada y fuera de control solamente intensificó mi necesidad de él. Todo parecía desaparecer, el sonido de la ducha, el frio del mármol contra mi espalda. La única cosa que existía en este momento era este hombre hermoso y las cosas increíbles que él me hacía sentir.
Poniendo mi cabeza en su hombro, cerré los ojos, centrándome en la deliciosa sensación que comenzaba a dispersarse a través de mi cuerpo. Estaba muy cerca, vacilando justo al borde. Bajando entre nosotros, mis dedos encontraron mi clítoris y yo comencé a frotarlo lentamente.
Inclinando su cabeza, él miro mi mano y maldijo. “Oh carajo,” su voz era desesperada, su respiración salía en profundos jadeos. “Sigue tocándote, bebé. Oh Bella, justo así. Déjame verte.” Sus palabras eran todo lo que necesitaba, y con un suave roce de mis dedos, sentí mi orgasmo lanzarse.
Acabe fuertemente, contrayéndome alrededor de él, y mis uñas se clavaron en su espalda. Él gritó en voz alta, su cuerpo me apretó más cuando el acabo dentro de mí. Mi cuerpo entero se sacudió, temblores minúsculos continuaban incluso cuando se apago mi clímax. Me aferré a él mientras se calmaba, su cuerpo seguía hundido contra el mío. Él besó mi hombro y cuello antes de poner un solo beso en mis labios. Nuestros ojos se encontraron brevemente, y entonces él me dejó deslizar bajo su cuerpo.
Agarrando la pared de la ducha como soporte, él se inclino, intentando controlar su respiración. “Jesucristo,” exhaló en una respiración pesada.
Asentí. No podía estar más de acuerdo. Nos quedamos uno frente al otro, el agua de la ducha caía como una cascada entre nosotros, no podía alejar la mirada. Podía sentir como se desvanecía cada pensamiento que tuve antes sobre nosotros, que la próxima vez sería menos potente, que nuestra conexión se rompería de alguna manera. No podía haber estado más equivocada. Nunca disminuiría y nunca desaparecería. Siempre sería más fuerte y mejor que la anterior. Mientras lo miraba, entendí que cuando esto terminara, realmente me lastimaría.
El miedo se anido en mi corazón y el pánico que había sentido antes retorno, trayendo un silencio incómodo con él. “Probablemente deberíamos comenzar a prepararnos,” dije precipitadamente, intentando aliviar la tensión.
“Claro.” Él pareció confuso por un momento antes de hablar. “No tengo nada de ropa aquí. Ni siquiera sé dónde está mi cuarto.” Luché contra el rubor mientras recordaba cuan rápidamente había sucedido todo anoche.
“Correcto, um… yo solo… usare tu llave y te buscare algo de ropa.” Intenté evitar su mirada, la situación se volvía cada vez más incomoda a medida que pasaban los segundos.
“Ok. Te dejare terminar aquí adentro.” Él continuó mirándome por un momento antes de mover su cabeza y caminar fuera de la ducha. Intenté no mirarlo mientras él tomaba una toalla del estante y la envolvía alrededor de su cintura, pero por supuesto, fallé.
Tan pronto como él cerró la puerta, caí contra la pared de la ducha. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¡Contrólate de una vez, Bella! Bueno, solo necesitaba poner algunos de los límites anteriores otra vez en su lugar. Lo primero sería dejar de llamarlo Edward. Mi estómago se agitó levemente cuando pensé en su nombre y comprendí que esto podría ser más difícil de lo que pensaba. Cuerpo traidor de mierda.
Termine de ducharme rápidamente y envolví una toalla alrededor de mi, deseando haber tenido la sensatez de traer un poco de ropa dentro del baño. Con una respiración profunda abrí la puerta y caminé hacia fuera.
Él estaba sentado en la cama, y sus ojos se levantaron para encontrar los míos cuando entré en el cuarto.
“Solo tengo que…” Me quede en silencio, señalando hacia mi maleta. Él asintió con la cabeza pero no dijo nada. Yo generalmente no era tímida ni pudorosa sobre mi cuerpo. Pero aquí parada vestida solo con una toalla, sabiendo que él me miraba, me embargo una sensación no característica de incomodidad.
Tome algunas cosas, y pase al lado de él, sin detenerme hasta que estuve detrás de la puerta del cuarto de baño. Me vestí más aprisa de lo que creía posible, decidiendo que sujetaría mi pelo en una cola y acabaría de arreglármelo después. Tome las llaves de arriba de la mesada, y volví al dormitorio.
Él no se había movido. Seguía sentado en el borde de la cama con sus codos reclinados sobre sus muslos, él parecía perdido en sus pensamientos. ¿Qué estaría pensando? Toda la mañana había sido un manojo de nervios, mis emociones pasaban violentamente de un extremo al otro; pero él parecía tan… calmado. Tan seguro. ¿Pero de que estaría tan seguro? ¿Qué habría decidido?
“¿Hay algo en particular que quieras que te traiga?”
Levanto la cabeza, y parecía un poco sorprendido, como si no se le hubiera ocurrido pensar en eso. ¿Podía esto ponerse más incomodo? “Um… tengo que dar un discurso hoy ¿verdad?” Asentí, aliviada de comprender que no tendría que estar al lado de él todo el día. “Lo que tu elijas estará bien.”
“Seguro… volveré enseguida.” Gire rápidamente sobre mis talones, y salí corriendo fuera del cuarto, parando para respirar solo después de que había cerrado la puerta detrás de mí. Estaba totalmente jodida.
Solamente me tomo un segundo localizar su cuarto; estaba en el mismo piso y apenas a unas puertas de distancia del mío. Sus maletas estaban ya allí, y me detuve brevemente a pensar que yo tendría que revisar todo su equipaje.
Levante la más grande y la coloque sobre la cama, abriéndola. Su olor me golpeó y casi me caigo hacia atrás. Tome una de sus camisas y la sostuve contra mi cara, inhalando ese olor delicioso que me volvía loca. No, no había nada espeluznante sobre esto. Me calme con ese pensamiento y comencé a buscar entre todos los artículos cuidadosamente doblados.
Todo lo de él era aseado y organizado, y me hizo pensar en cómo sería su casa. Nunca había pensado mucho en eso, pero me pregunte repentinamente si la vería alguna vez, si vería su cama. Me detuve brevemente a pensar que realmente quería hacerlo. ¿Él me querría allí?
Comprendí que me estaba atrasando y continué buscando a través de su ropa hasta que finalmente me decidí por un hermoso traje de Dior color gris oscuro, corbata negra de seda, camisa blanca de vestir, calcetines y zapatos.
Ordene todo otra vez en la maleta, tome su ropa y me dirigí hacia mi cuarto. No podía sofocar una risa nerviosa mientras caminaba por el pasillo y sacudí la cabeza ante lo absurdo de la situación. Por suerte, había logrado componerme un poco cuando alcancé mi puerta. Puse mi llave en la ranura para tarjetas, y había caminado dos pasos adentro cuando me quede congelada.
Él se encontraba parado delante de la ventana abierta, el cuarto estaba inundado por la luz del sol de la mañana. Cada hermosa línea de su figura torneada era acentuada perfectamente por las sombras a través de su cuerpo. La toalla colgaba indecente baja en sus caderas, y allí empujando hacia fuera apenas sobre ella, estaba el tatuaje.
“¿Ves algo que te guste?” Preste atención renuentemente de nuevo a su cara cuando escuche el sonido divertido de su voz. Vergonzosamente, me habían pescado básicamente, babeándome. Balbuceé mientras que intentaba encontrar una respuesta inteligente.
“Yo, uh…” Mis ojos se posaron abajo sobre su cadera mientras que intenté despejar mi cabeza. Esto no iba nada bien.
“Dije, ¿ves algo que te guste?” Él cruzó el cuarto, parándose justo delante de mí, con una tonta sonrisa satisfecha en su engreída y hermosa cara.
“¿Qué? Um, no,” mentí, rápidamente intentando inventar algo. “Solo estaba, pensando en algo.”
“Y ¿en qué, exactamente, estabas pensando?” Levanto su mano y acomodó un mechón de mi pelo todavía húmedo detrás de mi oreja. Solo ese simple contacto hizo que mi estómago saltara.
“Que tenemos un horario que cumplir.”
Él se movió un paso más cerca. “¿Por qué será que no te creo?”
“¿Porque eres un egocéntrico?” Me mofe, sosteniéndole la mirada. Él elevo una ceja y me miró por un momento antes de tomar su ropa de mis manos.
“¿Seré eso?” No pase por alto el tono de ironía de su voz. El puso la ropa sobre la cama y me miro. Antes de que pudiera moverme, retiro la toalla de sus caderas y la arrojo sobre la cama. Madre de Dios. Si hubiera un espécimen más fino de hombre en esta tierra, yo pagaría mucho dinero para verlo.
Tomo su camisa, haciéndola resbalar por sus brazos y se detuvo, mirándome. “¿Acaso no dijiste que tenemos un horario que cumplir?” Preguntó, mirándome chistoso. “A menos que, por supuesto, estés viendo algo que te guste.”
Hijo de… angosté mis ojos, y me di vuelta rápidamente, volviendo al cuarto de baño para acabar de prepararme para el día.
Mientras me secaba el pelo, no pude alejar la inquietante sensación de que él quería decirme algo. ¿Qué me diría? ¿Qué me encontraría cuando abriera la puerta? Un dolor desconocido comenzó a construirse en mi pecho y no entendía porque. ¿Me preocupaba que él quisiera irse o que quisiera quedarse?
Maquillaje y pelo estaban listos, y yo sabía que era hora de hacerle frente a la música. Camine hacia el dormitorio, y lo vi vestido y esperando. Él se encontraba de espaldas a mí, mirando hacia fuera de la ventana. Cuando me oyó se dio vuelta, con una expresión pensativa en su cara.
Sin apartar la mirada de mis ojos, él se movió hacia mí, mi corazón latía violentamente dentro de mi pecho. Él puso sus manos cálidas en mi cara y me miro, con una emoción en sus ojos que nunca había visto antes.
“No quiero caminar fuera de esa puerta, y perder lo que encontramos en este cuarto.”
Sus simples palabras me estremecieron. Él no se estaba declarando, no estaba haciendo promesas, pero él dijo todo lo que yo misma estaba sintiendo y no decía.
Intenté hablar, pero sabía que no había ninguna palabra que pudiera expresar los pensamientos y las sensaciones que corrían a través de mí. Deje escapar una respiración tambaleante, lleve mis manos a su pecho y asentí.
Sonriendo suavemente, él asintió. “Podemos hablar más tarde. ¿Estas lista?”
“Sí.” Dije reservada. Incapaz de no devolver su sonrisa.
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