domingo, marzo 21, 2010

La Oficina - Capitulo 12: Noches de Seattle



Noches de Seattle
Tu es faite pour moi.  “Tú fuiste hecha para mí.”
Je suis à toi.    Yo soy tuyo

Con un alegre suspiro, presioné mi cara contra la almohada. Olía tan jodidamente bien. Era un olor que yo conocía, un olor que amaba. Como a naranjas y a las flores blancas que crecían fuera de mi ventana en París.
Solía ser un olor que me torturaba; Antes intentaba bloquearlo, alejarme de el. Ahora, lo tragaba codicioso, lo buscaba a mí alrededor, y lo memorizaba. Lo dejé invadirme y me hizo sonreír. Era Bella.
Me estire, buscando sus suaves curvas y su piel cálida, pero no encontré nada más que las sabanas enredadas. Levante mi cabeza, y abrí un ojo y intrigado con el lugar vacío a mi lado. ¿Dónde estaba ella?



Apoye las manos debajo de mi estómago, y rodé echando un vistazo alrededor del cuarto. Su cuarto. Esta era la segunda vez que me despertaba aquí, y era la segunda vez que lo hacia solo. Me incorporé y sonreí con la escena delante de mí. Las cortinas volando por la brisa ligera y la ropa rasgada, desparramada casualmente a través del piso y los muebles. Obviamente habíamos estado apurados.
Había abierto los ojos, ayer por la mañana, confundido. Confundido sobre donde estaba, cómo había llegado allí, y por qué estaba desnudo. Las sabanas olían como ella y eso había alimentado el sueño que había tenido. Cuando el sonido de la ducha me termino de despertar, me tomo apenas un minuto comprender que no había sido un sueño.
Cuando ella me recogió en el aeropuerto, nunca me habría imaginado cómo terminaría la noche. Había sido la noche más increíble que había pasado nunca con una mujer, al menos, hasta ayer por la noche.
Cada vez era mejor que la anterior. Estar con ella era la cosa más fácil del mundo. No necesitaba pensar; mi cuerpo asumía el control y nos amoldábamos  juntos como si nos hubieran creado para movernos de ese modo. Nunca había sido así para mí antes, nunca.  
Tu es faite pour moi.   Tú fuiste hecha para mí.”
Sintiendo el familiar impulso de encontrarla, me levante y tome mis bóxers de la silla al lado de la cama. No había traído ropa adicional conmigo, eligiendo mantener los bolsos en mi propio cuarto. Traerlos aquí requeriría cierta clase de análisis previo o la admisión de lo que estaba sucediendo, algo que todavía no habíamos hecho. Sabía que necesitábamos hablar de esto, incluso se lo había dicho, pero cada vez que la oportunidad se presentaba, no lograba hacerlo. ¿Si yo mismo no sabía lo que sentía, cómo podría explicárselo a ella?
Me dirigí en silencio hacia las puertas francesas que estaban abiertas, y me detuve frente a la vista delante de mí. Bella se encontraba en el balcón privado, mirando hacia la ciudad abajo, aparentemente perdida en sus pensamientos. Ella se veía absolutamente hermosa. Comenzaba a llover, y el cielo estaba cubierto por una neblina ligera. 

Las minúsculas gotas que se habían posado en su pelo oscuro, absorbían rayos de sol errantes que se colaban a través de las nubes. Mis ojos viajaron hambrientos bajo su cuerpo, observando la forma en que el satén rosado pálido de su bata se agitaba alrededor de sus largas piernas en la brisa.
                                                                     
Cuando ella inclinó su cabeza levemente, vi que parecía preocupada y me pregunte en que estaría pensando. ¿Lamentaría lo que había sucedido? Me había puesto a considerar repetidamente las diferentes formas en que esto podría haberse dado hasta que me vi forzado a sacarlo de mi mente. No quería centrarme en nada de eso ahora. Teníamos tan poco tiempo para estar juntos de esta manera. Nos iríamos a casa mañana, y eventualmente esta pequeña burbuja de intimidad que habíamos creado estallaría. No quise perder un solo momento de este tiempo pensando en lo que vendría.
Sacudí la cabeza para despejar mis pensamientos, y caminé hacia fuera. Si ella me oyó, no reaccionó. El aire era pesado y húmedo, el olor del pavimento mojado se levanto hasta encontrarme. La brisa era fresca, pero para nada desagradable contra mi piel desnuda. Camine hasta quedar detrás de ella, y la sobresalté levemente cuando resbalé mis brazos alrededor de su cintura. No dijo nada y se inclinó detrás contra mi pecho y yo enterré mi cara en su pelo, poniendo besos suaves a lo largo de su nuca.
“No estabas allí,” susurre suavemente contra su oído.
“Lo sé.” Fue lo único que dijo, y no pregunte más. Su cabeza se inclinó a un lado, y mis labios se movieron a lo largo de su hombro, y debajo del cuello de su bata. Mi mano se deslizó hacia arriba de sus costillas y acaricie su pecho ligeramente, rozando su pezón endurecido con mi pulgar. Ella se sentía tibia y perfecta en mi palma y mí deje que mi pulgar se moviera hacia adelante y hacia atrás, abriendo su bata un poco más con cada paso.
“Eres muy  hermosa,” dije mientras que mi mano se deslizaba por debajo de la tela de satén. Su cabeza cayó a su hombro y un suspiro suave se escapó de sus labios cuando la traje más cerca de mí.
“Tu me haces sentir hermosa,” dijo ella suavemente. Sus palabras fueron simples, pero el significado detrás de ellas calmó mi exploración de su piel por un momento. ¿Cuál era la sensación que esas palabras evocaban en mí? ¿Sorpresa? ¿Orgullo? No estaba seguro, pero una calidez se extendió a través de mi piel y yo sabía que quería ser el único que la hiciera sentir así.
Los minutos pasaron mientras nos quedamos juntos, ocultos del mundo. Mis manos y boca exploraron su cuerpo mientras que ella se movía hacia atrás contra mí. Nunca había disfrutado tanto de esta parte de estar con una mujer antes. Tanto como sabíamos el desenfreno frenético con que nuestros cuerpos se unían, los últimos dos días también habíamos aprendido a ir despacio. Habíamos explorado cada pulgada del otro, retrasándonos por horas en la ducha, permaneciendo despiertos y aprendiendo  cada noche qué le gustaba al otro. Nunca había dormido tan poco en toda mi vida, y nunca me había sentido tan vivo.
Sabía exactamente dónde le gustaba a ella que la tocara, cuándo tenía que pedir permiso y cuando ella deseaba que solo la tomara. Sabía cada punto que la hacía jadear, sabía que ella pensaba que mi tatuaje era la cosa más sexy que había visto nunca, y que si le hablaba en francés ella acababa de inmediato.
Ella había descubierto dónde besarme para volverme loco, cómo me gustaba que me acariciara suavemente y que necesitaba oírla decir mi nombre cuando ella acababa. Ninguna mujer había estado tan ávida de satisfacerme antes, y nadie siquiera se había acercado a hacerlo de la forma que lo hacia ella.
La necesidad de tomarla crecía y la di vuelta lentamente para que quedara frente a mí. Gemí cuando sus pechos desnudos se presionaron contra mi pecho a través de su bata abierta, y subí mi mano hasta el cordel que sujetaba su pelo levemente húmedo. Acercándola a mí, acaricie su boca lentamente con la mía, deleitándome en la suavidad y el calor de sus labios contra los míos. No profundicé el beso, disfrutando de la forma en que ella suspiraba entre mis labios levemente divididos y me dejaba guiarla. Mis ojos nunca dejaron los suyos mientras compartimos este momento y sentí como corría la electricidad entre nosotros, quemándonos donde nuestros cuerpos se tocaban. Mi mano resbaló hacia abajo, deslizándose a lo largo del material sedoso hasta la curva de su cola, y la apreté completamente contra mí. 

Su respiración se corto cuando  ella sintió mi miembro endurecido presionándose contra ella, solamente dos capas delgadas de tela nos separaban.
“Necesito sentirte,” susurré en su boca. “Déjame.”
“Tenemos una reunión a la que acudir,” protestó ella suavemente, y yo sabía que ella tenía razón. “no podemos faltar hoy.” Hice un puchero contra sus labios, embromándola.
“Por favor.” Nunca había sido así antes, nunca había intentado hacer a un lado mis responsabilidades para apaciguar mis deseos. Era un hecho que me asustaba, pero como a tantos otros pensamientos esta semana, lo hice a un lado. “Créeme, esto no tardará mucho.” Mi boca  bajó a su cuello y sonreí cuando ella se rió, sintiendo la vibración contra mis labios. El orgullo se hinchó dentro de mí cuando comprendí que era yo quien había provocado ese hermoso sonido de ella.
“Bueno si lo pones de esa manera” yo corte sus palabras con mi boca abrazándola fuerte por la cintura, y nos deslice dentro del cuarto. Soltó una carcajada cuando la lancé en la cama y unos segundos después estaba inmerso profundamente dentro de ella. Íbamos a llegar tarde otra vez.

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Golpeaba mi lápiz contra el anotador en blanco delante de mí, no podía quitar mis ojos de la mujer que se sentaba del otro lado de la mesa.
Habíamos estado sentados en este seminario sobre anticipación de los cambios del mercado por dos horas y yo no había oído una sola palabra. Normalmente, este era un tema que me interesaba mucho y no habría tenido problemas en mantenerme concentrado. Mi anotador  y mi cabeza estarían llenos de ideas emocionantes y de nuevos conceptos que no podría esperar para explorar.
Hoy, y todos los días si íbamos al caso, lo único que mantenía mi interés era Bella. Bella. Todavía me parecía extraño pensar su nombre y más aún decirlo. Todavía teníamos que llamarnos por nuestros apellidos fuera de su habitación, un hecho que yo sabía que no pasaba inadvertido para ninguno de nosotros. Ese cuarto se había convertido casi en un santuario, el único lugar donde en verdad nos permitíamos ser nosotros mismos juntos. Ayer por la mañana, había visto como crecía la distancia entre nosotros mientras que nos vestíamos y no pude dejar que sucediera. Sin siquiera pensarlo, la atraje contra mí, y le dije las primeras palabras que pasaron por mi cabeza.
“No quiero salir por esa puerta y perder lo que encontramos en este cuarto.” No sabía cuan ciertas eran esas palabras hasta que las dije en voz alta. Dentro de estas paredes, podíamos estar juntos. Ninguna palabra que se decía era en tono de enojo, nadie intentaba tener la última palabra, y el mundo exterior parecía desaparecer. No quería perder eso.
Me había dado permiso a mi mismo para vivir esto, pensando que sería fácil mantenerlo separado de mi. Pero unos minutos después de despertarme supe que eso no iba a suceder. Por mucho que  intenté negarlo, me sentía cada vez más atado a ella con cada minuto que pasábamos juntos. Había seguido a la espera del momento en que me sintiera menos atraído por ella, sabiendo que tarde o temprano ella diría o haría algo que finalmente haría que mi cuerpo escuchara razones; nunca sucedió.
Mire otra vez hacia el orador, intentando sin éxito redirigir mis pensamientos hacia algo productivo.
Vi por el rabillo de mis ojos como ella se movía en su asiento y por instinto, me di vuelta para mirarla otra vez. Nuestros ojos se encontraron a través de la mesa y todos los sonidos de la sala se mezclaron, flotando alrededor de mí pero sin penetrar en mi mente. Sin pensarlo, mi cuerpo se inclino hacia ella levemente y ella hizo lo mismo. Continuamos mirándonos fijamente a través de la mesa el uno al otro, y el magnetismo que yo sentía hacia ella usualmente se dibujo frente a mí.
                                      
Un teléfono celular sonó en alguna parte detrás de mí rompiendo mi trance, y me hizo retirar la mirada. Rápidamente me acomode en mi silla, y realmente me sacudió ver que me había inclinado en verdad hacia ella. Despeje mi garganta y mire alrededor y quede paralizado cuando note un par de ojos desconocidos mirándome fijamente.
El extraño no tenía idea de quiénes éramos, o que Bella trabajaba para mí; él simplemente hecho un vistazo hacia nosotros y rápidamente alejo la mirada. En ese momento, cada onza de miedo y culpabilidad que había estado suprimiendo en las últimas semanas me golpearon. Me abrumo repentinamente la decepción sobre mi comportamiento. Arriesgaba mi carrera, mi reputación, la  compañía de mi familia, y todo porque no podía controlarme estando cerca de ella. Sin volver a mirar en su dirección, di vuelta mi silla hacia adelante, ahora prestando atención al orador completamente. Necesitaba alejarme un poco y ganar cierta perspectiva, por el bien de ambos.
La conferencia continuó y yo podía sentir su mirada, sin duda preguntándose por el cambio repentino en mi comportamiento. Pero no podía explicarle mi epifanía en el medio de una reunión de modo que me forcé a mirar fijamente al frente. Alrededor de una hora después, nos liberaron por el resto del día y nos paramos, caminado a través de la concurrencia y fuera del gran auditorio. El aire entre nosotros era tenso mientras caminábamos hacia el brillante hall del centro de convenciones.
No podía pasar la noche con ella otra vez y por más que mataba pensarlo, necesitaba poner cierta distancia entre nosotros. La lleve hacia un lado del hall, y acababa de abrir mi boca para hablar cuando un grupo de mujeres se acercó a ella.
“¡Bella!” Una atractiva mujer como de su edad la tomo del brazo, tirando de ella en un abrazo emocionado.
 “¡Por fin te encuentro! Vamos a salir todas juntas esta noche y quisiéramos que vinieras.” Miré mientras que la indecisión cruzó su cara y entendí su dilema; ella pensaba que pasaríamos esta noche de la forma en que habíamos pasado cada noche hasta ahora. ¿Y por qué no habría de pensarlo? Yo había sentido todo lo que le había dicho, pero aquí afuera en la luz brillante del mundo real ya no sabía si eso era posible. Solo pensar en lo que estaba a punto de hacer me revolvió el estomago.
“Srta. Swan.” Sus ojos volaron hacia los míos, abiertos de par en par esperanzados, y me tomó toda la fuerza que tenía continuar hablando.

“Tengo una reunión durante la cena esta noche, así que la veré por la mañana para dirigirnos al aeropuerto. Usted debería salir y divertirse con sus amigas.” Su cara cayó casi inmediatamente y un dolor desconocido me apretó el pecho. Yo no quería ser el que provocara esa expresión en su cara. Quería hacerla reír otra vez, para ver su sonrisa.
“Oh… ok. Por supuesto, Sr. Cullen. Lo veré mañana entonces.” Nuestras miradas se sostuvieron por un momento y aunque ella se veía fresca y tranquila, yo podía ver el dolor en sus ojos. Cada parte de mí gritaba por abrazarla, y quitar el dolor de esos ojos. Pero no podía.
El grupo de mujeres alrededor de ella chilló de entusiasmo y comenzaron inmediatamente a hacer planes para llevarla al hotel y esperar mientras que ella se vistiera. Asentí con la cabeza y me di vuelta rápidamente. Tenía que alejarme de allí.
El corto viaje al hotel  fue silencioso y solitario, la única compañía eran mis pensamientos embarullados. No podía creer que un día que había comenzado tan perfectamente hubiera terminado de esta manera. Sabía que el mundo real eventualmente reaparecería, y no podría evitarlo por siempre. Solo que no había imaginado que me afectaría tanto cuando sucediera.
Cuando llegue al hotel, me dirigí a través del gran pasillo al elevador, perdido en mis pensamientos. La había cagado, de más maneras de las que podía contar; con el trabajo, mis responsabilidades y con Bella. La había lastimado. No podía creer cuánto me molestaba comprender eso.
“¡Sr. Cullen! ¡Detenga el elevador!” Me voltee para ver al grupo del centro de convenciones que caminaba rápidamente hacia mí con Bella en el centro. Retrocedí y mantuve abierta la puerta e indiqué que entraran delante de mí.
“Señoritas,” dije cortésmente, entrando solamente después que todas estaban dentro. Mis ojos encontraron los suyos a través del elevador brevemente antes de que ella retirara la vista.
“Bella, ¿qué empacaste?” Le preguntó una atractiva morocha en el grupo. “Hay una disco increíble en el centro a la que iremos después de la cena, y sé que tu trajiste algo sexy.”
“Um, no me siento realmente como para ir a bailar, Melisa,” dijo ella a la chica y no escapó a mi atención que ella evitaba mis ojos.
“¡Qué! ¡Bella, siempre vamos! Es una tradición…” numerosas protestas sonaron desde el grupo.
“Si, yo sé. Pero estoy muy cansada. No me siento como para ir a bailar esta noche.” La morocha la miro extrañada y podía ver como la incomodidad crecía en Bella bajo su escrutinio.
“¿Cómo puedes estar cansada? Has vuelto a tu cuarto temprano cada noche. No te he visto ni una sola vez fuera de los talleres toda la semana. ¿Qué demonios has estado haciendo?” Había intentando seguir mirando el piso discretamente, pero no pude evitar echarle un vistazo a ella.
Nuestros ojos se encontraron a través del elevador y yo sabía que sus pensamientos eran similares a los míos. Me imagine cada momento de no dormir, de tenerla en mis brazos y de tocar cada pulgada de su piel. Incluso con la pared invisible que había puesto entre nosotros, yo todavía podía leerla.
El elevador sonó, ahorrándole la respuesta y todas se dirigieron hacia fuera. Bella no busco mi mirada otra vez. Vi como se dirigían por el pasillo, y un torrente de diversas conversaciones femeninas sobre los planes de la noche las rodeaba. Froté mi pecho cuando el dolor desconocido volvió y mire como desaparecían detrás de la puerta.
Entrando en mi propio cuarto, pase mis manos a través de mi pelo y mire alrededor, maldiciendo cuando mi cama perfectamente hecha me hizo burla. No había estado durmiendo en ella, sino que había estado desordenando las mantas para que pareciera que había sido usada. Apenas una mentira más para agregar a la lista.
Sacudí la cabeza, lancé mis llaves y carpeta en el aparador y me dirigí hacia la ducha. Cuando estaba  bajo  el agua caliente, recordé inmediatamente que ésta era la primera vez que usaba mi baño. Incapaz y poco dispuesto de oponerme, pensé de nuevo en las duchas que habíamos compartido. Nunca había hablado en francés para otra mujer además de Rachel, y nunca había tenido esa clase de respuesta de ella. Le había dicho muchas cosas a Bella, sabiendo ella no entendía una palabra de francés, pero amaba su reacción. Le había dicho cosas guarras, le había dicho cosas tiernas, pero siempre nos había dejado temblando a ambos.
Me vestí rápidamente y me dirigí hacia la puerta cuando recordé que necesitaba hacer una llamada. Bella había mencionado que nuestro hotel era conocido por su asombrosa piscina en la terraza y estaba decepcionada cuando escucho que estaba cerrada. Mi mente había saltado inmediatamente a una imagen de nosotros dos juntos en el agua caliente, y me había ofrecido rápidamente a arreglar que ella pudiera utilizarla.
Fruncí el ceño comprendiendo que ahora eso no sucedería, pero yo podía por lo menos cerciorarme de que ella la disfrutara. Me tomó solamente una llamada rápida y un poquito de persuasión monetaria para que el encargado accediera a darle acceso sin restricción. Después de algunos minutos, las cosas fueron arregladas y él prometió enviar la llave de la puerta de acceso a su cuarto.

Mi reunión era en un popular restaurante de sushi cerca del hotel y cuando ofrecí mis llaves al valet del estacionamiento, me preparé mentalmente para ocuparme de los negocios. Si iba a aguantar la tortura auto-impuesta de estar lejos de ella, maldición, entonces me cercioraría de que valiera la pena.
Me las arregle para poner una cara creíble,  hablando cuando era necesario, e impresionando a mis colegas con los arriesgados planes de Cullen Inc., incluso me encontré con  un compañero de estudios de la Universidad de New York  que asistía a la conferencia y que estaba planeando mudarse a Chicago. Pero a pesar de todas estas cosas que sucedían alrededor de mí, no podía sacármela de la cabeza. Todo lo que podía pensar era donde estaría ella y que estaría haciendo.
Camine dentro de mi cuarto a oscuras al final de la noche, me quité la chaqueta y encendí la pequeña lámpara cerca de la cama antes de sentarme. El cuarto estaba silencioso y solitario, y eso amplificaba el dolor de mi pecho.
Comprobé mi teléfono y vi que tenía dos llamadas perdidas de mi hermano. Genial. Normalmente, le habría hablado ya a mi padre y hermano varias veces esta semana, emocionado contándoles las últimas tendencias y los clientes potenciales que me había encontrado. Hasta ahora, no había hablado con ellos ni una vez. Había tenido miedo de que ellos vieran directamente a través de mí, y con un suspiro pesado, comprendí que probablemente tendrían razón.
Eran más de las once y me pregunte si ella todavía estaría con sus amigas. Si habría decidido ir a bailar después de todo. ¿Estaría bailando con alguien? ¿Riendo y divirtiéndose? ¿Estaría en su cuarto? Quizás ella estaba allí pensando en mí de la misma forma que yo pensaba en ella.
Me decidí a preparar mi maleta cuando un pequeño sobre al lado de la puerta me llamo la atención. Intrigado, me acerque para tomarlo. Una llave de acceso. El hotel debía haber enviado una a mi cuarto también. Una imagen de la piscina que ella había descrito tan emocionada apareció en mi cabeza. ¿Podría ser que ella estuviera allí nadando? Antes de darme tiempo para cambiar de idea, estaba fuera de la puerta y en el elevador; presionando el botón que me llevaría a la terraza.
El elevador se abrió y yo pase un cartel grande que indicaba que la piscina estaba cerrada. Camine rápidamente a través del elegante piso veteado y puse mi llave en la ranura de la puerta de hierro labrado que llevaba al área al aire libre.
En el momento en que se abrió, me abrumaron los sonidos y los olores de la noche de Seattle. El área delante de mí era increíble. La azotea entera había sido transformada en un elegante patio. Los pisos estaban hechos en teca; varios árboles habían sido plantados en canteros llenos de flores delimitando el espacio, sus ramas se sacudían en la brisa ligera. Grandes gazebos blancos se extendían a lo largo de los bordes de la azotea y la única iluminación venia de varias filas de fogones de piedra, iluminando el lugar con su cálido y oscilante resplandor.

Caminé lentamente hacia la gran piscina y regocije ante la vista de la perfecta mujer que nadaba en el azul luminiscente del agua. Me sentí un poco culpable por mirarla sin que ella lo supiera y decidí tomar asiento en uno de los grandes colchones debajo de los gazebos. Necesitaba hablar con ella, y sabía que no podía esperar.
El aire era un poco frio, pero los grandes calentadores situados a lo largo del patio mantenían bastante bien la temperatura. Desde donde me senté, la vi alcanzar el lado opuesto de la piscina, golpeando suavemente el borde con los pies para continuar nadando. Mis ojos se repartían entre la belleza de la mujer que nadaba en la suave luz de la piscina, y las luces centelleantes de la ciudad alrededor de nosotros.
Me recosté hacia atrás en el camastro, cerrando los ojos, dejando que los sonidos y la calma de la atmósfera me tranquilizaran. Suave música fluía desde altavoces ocultos, y si escuchaba con atención podría oír el sonido del tráfico abajo. Una brisa cálida sopló a través de mi cara, moviendo mi pelo y me encontré pensando en cuan perfecto seria este lugar para pasar una tarde con ella. Ese pensamiento no me sorprendió para nada.
Escuche el sonido del agua y me incorporé, mi respiración se corto cuando ella salió de la piscina. El agua se escurría por su cuerpo, su piel mojada brillaba tenuemente en la luz oscilante del fuego. Mi cuerpo parecía propulsado hacia adelante y me levanté rápidamente, tomando una gruesa toalla blanca de una pila cerca del gazebo.
Ella usaba un bikini minúsculo blanco y rojo que mostraba cada pulgada de su tonificado cuerpo y yo trague con dificultad mientras me le acercaba. Obviamente la había visto en mucho menos, pero la forma en que el bikini enmarcaba sus suaves curvas me hizo luchar para recordar el motivo real de mi presencia aquí.
Despeje mi garganta para alertarla de mi presencia, y me encontré con una expresión melancólica. Ella parecía sorprendida de verme, pero no había ninguna emoción intensa visible. Mi pecho se apretó otra vez con el breve recuerdo de su risa despreocupada de esta mañana en contraste con la mirada de desapego que ella tenía ahora.
Le ofrecí la toalla y vi como la miraba, esperando un momento antes de estirarse y tomarla.
“Gracias,” dijo, mirando mis ojos otra vez.
“Necesito hablar contigo,” comencé, mientras un extraño sentimiento de terror me llenaba.    ¿Qué si era demasiado tarde? ¿Qué si ella se hubiera cansado de mi indecisión?
“¿En serio? ¿Sobre qué?” Su voz era plana y tenía un dejo de malestar mientras caminó alejándose de mí hacia los gazebos. Ella asió una botella de agua que tenía en la mesa y tomo un largo sorbo de la bebida. Me di vuelta para seguirla, todavía descifrando  que era lo que quería decirle.
                                                         
“Sobre lo de hoy. Sobre esto.”
“Tu no me debes nada.” Su voz era reservada pero sonó más fuerte en mis oídos que si ella me hubiera gritado. ¿Cómo podía pensar eso? ¿Ella realmente pensaba que no me importaba? Mire como el dolor cruzaba a través de su cara y vi inmediatamente todas las equivocaciones que había cometido. Debí haber sido honesto, debí explicarle lo que me pasaba. En cambio me cerré a ella otra vez. Después de todas las cosas que nosotros pasamos esta semana, me había ido sin una razón, dejándola pensar lo peor. El pánico se esparció sobre mí cuando la vi envolver la toalla alrededor de su cuerpo y voltearse para irse… No podía dejarla ir.
“Por supuesto que te debo,” dije, agarrando su antebrazo suavemente. “¿Cómo es que no sabes eso?” Sus ojos buscaron los míos, y vi miedo allí. ¿Era posible que ella sintiera esto también? ¿Que ella estuviera tan asustada de perderme como  yo lo estaba de perderla a ella?
“Debí habértelo dicho… vi que alguien nos miraba… y yo solo,” pase la mano a través de mi pelo y me di la vuelta, mirando hacia la piscina. No tenía ni idea de cómo decirle esto sin lastimarla.
“Oh.” Su voz era queda y me di vuelta para verla. Su cabeza estaba baja, y una mirada de resignada comprensión se dibujaba en su cara.
“Él ni siquiera nos miraba, realmente. Yo solo levante la vista y sentí…”
“Como si estuvieras haciendo algo malo,” ella acabó por mí. Levanto la vista para mirarme finalmente y en ese momento realmente la vi. Vi por primera vez lo que tenía que estar provocándole esto a ella. No podía creer que pedazo de imbécil había sido yo. En todo el tiempo que nosotros habíamos estado juntos, yo no había considerado siquiera una vez cómo ella había estado lidiando con esto.
Acercándome a ella, puse mi mano en su barbilla, inclinando su cara para que me mirara. “Bella, lo siento.” Ella cerró los ojos brevemente, y desee tanto poder saber lo que estaba pensando.
Deslice las puntas de mis dedos a lo largo de su mentón,  llevé mi mano a su pelo mojado y tiré de ella hacia mí. Su cuerpo se inclinó sobre el mío y suprimí un gemido cuando sentí sus pezones  duros rozando mi pecho. Mi mano libre se movió a su cuello y se deslizo a través de su hombro y abajo por su brazo, mis dedos recolectaban gotas de agua por su piel.
“No sé si puedo hacer esto. Tu…” Su voz se arrastro apagándose mientras sus ojos se cerraban y aunque sus palabras dijeron una cosa, ella se inclinó más cerca de mí. ¿Ella se refería a esta noche? ¿O a lo nuestro? Un dolor creció dentro de mí con solo pensar que ella le pusiera fin a esto.
“Yo sé lo que quiero,” dije, mirando en sus ojos. “Te quiero a ti, pero no sé cómo hacerlo bien. Tenerte a ti y hacer las cosas bien. Dime cómo, Bella.” Sus ojos buscaron los míos y le rogué que entendiera.
“No sé cómo,” susurro ella. Nuestras caras se movieron más cerca, sus labios rozaban los míos, pero sin tocarme. “Pero también quiero eso.” Las palabras fueron dichas tan suavemente, que yo más que oírlas las sentí.

Mi mano se movió hacia la parte baja de su espalda, sintiendo la forma en que se curvaba suavemente y la manera en que su piel respondía a mi tacto. Sus labios se rozaron contra los míos y sonreí sintiendo cómo mi necesidad de ella crecía. La ansiedad de estar con ella era casi tan increíble como la realidad. Amaba que ella pudiera provocarme, hacerme poner tan loco de deseo que estaría dispuesto a rogarle si ella lo deseara.
Me incliné para cerrar la distancia entre nuestras bocas y ella se alejo levemente, mirándome a los ojos.
“Tu sabes que hay cámaras aquí arriba, ¿no es cierto?”
“No esta noche,” susurré. Ella suspiró profundamente y presionó sus labios contra los míos. Gemí por la chispa que recorrió mi cuerpo cuando nuestras bocas finalmente se encontraron. Separándose levemente, ella recorrió con su lengua mi labio inferior. Me incliné, mordisqueándola suavemente antes de cubrir su boca con la mía. En un instante mi cuerpo estaba en llamas.
Mis manos se enredaron en su pelo y me recompenso cuando sus manos acariciaron mi cuerpo, y envolvió sus dedos con los míos. Me acerco con fuerza hacia ella y no pude evitar la forma en que mi cuerpo se movió contra el suyo. Su piel estaba húmeda y mojada contra mi ropa, los minúsculos retazos  de tela se presionaban contra mí.
“Te quiero,” gimió ella cuando nos separamos. La intensidad y el significado de esa declaración enviaron una ola de lujuria sobre mí. Verla perderse en su deseo por mí era algo de lo que yo  sabía que nunca me cansaría.

“Me tienes.” Inclinándose hacia atrás, ella buscó mis ojos brevemente; todavía jugando con un mechón de mi pelo entre sus dedos. El oscilar de las flamas alrededor nuestro brilló en sus ojos, echando sobre su piel un resplandor cálido, ambarino. “Tu me tienes, Bella.”
Levantándose en puntas de pie para alcanzarme, ella presionó su boca fuerte contra la mía. Me incliné en su beso, dejándola tomar lo que ella quería. La dejé guiar y fijar el ritmo, perdiéndome en la sensación de cederle el control.
Sus manos bajaron por mi pecho hasta mi cintura, sacando mi camisa fuera de mis pantalones. Me excite aún más pensando en que podría tenerla aquí afuera. Quise ver su cuerpo desnudo en el claro de luna; Quise sentir la brisa fresca a través de nuestra piel. Ella desabrocho los botones uno por uno, hasta que finalmente se puso impaciente y arranco los tres últimos. Los botones cayeron y se desparramaron en el piso de madera y yo sonreí contra sus labios, amando que ella pudiera perderse en su deseo por mí también.
Ella deslizó sus manos dentro mi camisa abierta y me estremecí cuando su bikini mojada entró en contacto con mi piel desnuda. Deslice mis manos por su espalda, tiré del fino bretel rojo que sostenía la parte superior de su bikini. Mis dedos pasaron por debajo de la tela y resbalaron hacia arriba, sosteniendo sus pechos en mi mano. La piel debajo de su bikini estaba fría y la acaricie suavemente, amando la forma en que sus pezones reaccionaban contra mi palma.
“Eres absolutamente perfecta,” le dije entre besos.
“Tanto como tu.” No pude evitar sonreír con sus palabras. Se me ocurrió que nunca había sentido tan diversas emociones durante el sexo antes. Nunca me había sentido tan conectado con una persona estando desnudo, sintiéndome abierto a permitir que cada emoción saliera a la superficie.
Sus labios dejaron los míos y ella besó desde mi mentón hasta mi oído, haciendo rodar mis ojos dentro de mi cabeza y que un gemido salvaje se escapara de mi pecho. Mis dedos se movieron al bretel alrededor de su cuello y lo soltaron rápidamente, dejándolo caer de su cuerpo. Alejándome levemente, miré como mis manos acunaban sus hermosos pechos en mis palmas, levantándolos y sintiendo su peso. Giré sus pezones entre mis dedos y mire la forma en que respondieron, endureciéndose más bajo mi tacto. Los ojos de ella se cerraron y su cabeza cayó de lado, mientras toqué y exploré su piel suave.
Trayéndola hacia mi boca, me perdí en la sensación de su piel caliente contra mis labios y la sensación de sus pezones firmes contra mi lengua. Sus manos tomaron mi pelo, dirigiéndome a donde ella me quería más.
Sentí que mi camisa se deslizaba de mis hombros y me detuve brevemente, permitiendo que cayera al piso. Poniendo sus manos a los lados de mi cara, ella tiró mi boca contra la suya, y su lengua se deslizo rápidamente dentro. Ella me empujo hacia atrás, deteniéndose solamente cuando mis piernas chocaron contra el camastro detrás de mí. Me hundí en el suave colchón, gimiendo cuando ella montó mi regazo a horcajadas.

La parte posterior de la silla estaba levemente inclinada, dándome la perfecta posición para mirarla, y luché para evitar que mis ojos se cerraran cuando sus húmedos besos se arrastraron a través de mi mandíbula y mi cuello. Miré como sus manos se movían al unísono a través de mi pecho y bajaban, deteniéndose para soltar mi cinturón. Sus dedos acariciaron mi miembro que se filtraba a través de la tela de mis pantalones, y jadeé en voz alta; mis caderas se levantaron involuntariamente para encontrarla. Sentí su risa contra mi pecho y levanté la cabeza para verla. Su lengua se lanzó hacia fuera para rodear mi tetilla, y jadeé con la imagen y las sensaciones que se sacudieron a través de mí.
Mi cabeza cayó contra el colchón, y mis manos se enredaron en su pelo. Cerré los ojos, entregándome a las sensaciones intensas que cursaban a través de mi cuerpo. Reaccioné inmediatamente a cada una de sus caricias, mis músculos se apretaban y mi respiración se detuvo mientras que ella exploraba. Sentí su tirón en mis pantalones y levante mis caderas levemente, dejándola  sacarlos de un tirón junto con mis bóxers fuera de mi cuerpo. Los empujé con el pie, dejándolos caer al piso y gimiendo cuando el aire fresco corrió a través de mi miembro palpitante.
Recorrió mi cuerpo con sus besos, su pelo frio se arrastraba contra mi piel caliente. Mi respiración se agito cuando ella me miro y lentamente paso su lengua alrededor de mi tatuaje.                     
“Oh mierda, bebé.” Mi voz era tensa y ronca y requirió de toda mi fuerza de voluntad no conducir su boca caliente hacia mi miembro dolorido.

Trayéndola sobre mi cuerpo, acerque sus labios a los míos, mis manos recorrían con impaciencia arriba y abajo sus costados. Con el reverso de mis dedos acaricie la superficie inferior de sus pechos y sonreí contra sus labios cuando sentí que un temblor corrió a través de ella.
Mis manos continuaron su trayectoria bajo su cuerpo, parando en sus caderas. Mis dedos acariciaron la piel suave antes de tirar de los breteles de la parte inferior de su bikini. Sentí que la tela cedía y la arroje poco ceremoniosamente al piso.
Nuestros ojos se encontraron y ese momento fue casi surrealista, quise guardarlo en lo profundo de mi mente por siempre. Mis manos se apoyaron sobre sus muslos, mis pulgares dibujaban  pequeños círculos en su piel. Me incorporé lentamente, nuestras caras separadas solo por centímetros. Ella me miró cuando cerré la distancia entre nosotros y coloqué suavemente mis labios contra los suyos. Inclinándose sobre mí ella profundizó el beso y llevo las manos hasta mi cuello.
Su cuerpo se meció contra el mío por instinto y no pude suprimir el gemido cuando su resbaladizo y cálido centro de deslizo a través de mi miembro. Estirando su mano entre nosotros, ella envolvió su mano caliente alrededor de mí y un gemido bajo se escapó de mis labios.
“Oh, Bella.” Mi cabeza cayó sobre su hombro y deje que mis manos se reclinaran sobre sus caderas. Sabiendo lo que yo quería, ella levantó su cuerpo y permitió que la acomodara sobre mí. Con una lentitud agonizante, ella bajó sobre mí. Sus manos se enredaron en mi pelo y ella suspiró profundamente mientras que comenzó a mecer sus caderas. Gemí desesperadamente cuando ella cambió de posición y yo me deslice más profundo dentro de ella.
“Acuéstate, Edward,” dijo ella sin aliento contra mi pelo, y la sentí empujar contra mi pecho. Inclinándome detrás contra los almohadones, gemí por la vista delante de mí.
“Mierda, Bella. Te ves tan hermosa.” Ella arrastro sus uñas bajo mi pecho y a lo largo de mis abdominales, y silbé con la mezcla deliciosa de placer y dolor. Ella levantó lentamente una de sus largas piernas y puso su pie contra mi hombro.
“Dios, bebé. ¿Qué estás haciendo?” Gemí, sintiendo que sus músculos se movían alrededor de mí. Arqueando su otra pierna ella la subió colocándola de la misma manera, dejando que su pie se apoyara  al lado de mi cabeza. El movimiento cambió el peso de cuerpo hacia donde nos ensamblábamos y mi cuerpo entero se estremeció con la mera intensidad de estar tan profundamente dentro de ella.
Ella comenzó a mecer sus caderas, empujándose con mi cuerpo. Sus movimientos eran lentos y medidos siguiendo perfectamente el ritmo que flotaba de los altavoces. Ella colocó sus palmas detrás, reclinándose en mis muslos y dejó que su cabeza bajara, las puntas húmedas de su pelo cosquilleaban a lo largo de mis piernas agregando sensaciones. Nunca había sentido nada como esto, cada movimiento giratorio de sus caderas enviaba otra oleada de placer a través de mí y yo luchaba para mantener el control.
Miré asombrado como ella se movía sobre mí, la forma en que sus caderas oscilaban y giraban guiadas por la música, la manera en que sus pechos saltaban ligeramente con cada movimiento.
Mis manos se movieron arriba y abajo de sus piernas mientras que mis ojos vagaban por su cuerpo, deteniéndose donde estábamos conectados. Era demasiado, verla, sentirla, las emociones se arremolinaban adentro de mí.
Dejé que mi cabeza cayera; mis ojos se cerraron fuertemente e intente concentrarme en algo que no fuera la fricción de mi miembro dentro de ella. Sentía que la brisa refrescaba mi piel húmeda, el sonido del chisporroteo del fuego apenas fuera de la cabaña, el ronquido distante del tráfico abajo, la forma en que mi nombre salía suavemente de sus labios.
Un momento de claridad comenzó a aparecer, esta mujer había logrado de alguna manera convertirse en el foco de mi universo entero. Sin ella no sabía de podría existir. Ella rompió las paredes que yo había construido, y no las quería de vuelta. Quise dejarla entrar, tenerla conmigo, amarla. Una emoción tan grande embargo mi pecho que me quito la respiración. Me estaba enamorando de ella.
Repentinamente necesité detenerla, envolverme alrededor de ella y probarme que esto era verdadero. Bese sus piernas suavemente antes de moverlas, la senté y la tiré hacia mí. Envolví mis brazos alrededor de su cintura y la detuve, enterrando mi cara contra sus pechos. Ella estaba aquí.
“Edward,” ella dijo suavemente, trayendo sus brazos y piernas alrededor de mí.
“Oh Dios, Bella,” susurré, y mi voz sonó desesperada contra su piel. “Te necesito.”
Tiré de ella trayéndola más firmemente contra mí y levanté mis caderas para encontrarla. Apoye mi mano en su cara, y la besé profundamente, amando la manera en que ella gimió en mi boca. Sus movimientos se volvían más frenéticos y puse mi mano entre nosotros, frotándola ligeramente, sintiendo como entraba en ella.
Ella se arqueó contra mí y jadeó cuando la froté suavemente. “Di algo, Edward.” Trayendo mi boca a su oído, aparte su pelo húmedo y susurré.
“Je suis à toi.” Su cabeza cayó de lado y ella gimió, sus músculos comenzaban a apretarse alrededor de mí.
“Dilo otra vez.”
“Je suis à toi, Bella.” Repetí las palabras una y otra vez, comprendiendo cada vez más cuan ciertas eran. El sonido de mi propia voz sonaba extraño para mí, desesperado y necesitado. La tensión construida dentro de mí, vacilaba, lista para estallar. Ella gritó, su cuerpo se deshacía en mis brazos y sentí mi clímax rasgarse a través de mí. Me vacié dentro de ella, mi cuerpo se sacudía y se aferraba a ella como un ancla.
Con los ojos cerrados, y mi mejilla contra su pecho, sentí los latidos de su corazón contra mi oído. Me centré en él, dejándolo traerme de vuelta de la experiencia más intensa de mi vida. Los minutos pasaron y un sollozo suave me saco de mis pensamientos. Mire para arriba, y vi sus ojos cerrados, mientras que silenciosas lagrimas caían bajo sus mejillas.
“¿Bella, bebé, que te sucede? ¿Te lastimé?” El temor estranguló mi voz mientras limpiaba las lágrimas y le besaba los ojos. Sacudiendo su cabeza ella me miro, con una sonrisa suave en la cara. Sin necesidad de palabras la comprendí y la tiré hacia mí, acomodándonos a ambos sobre el largo camastro. Tome una gruesa bata de algodón de la mesa que estaba a un lado de mí y lo coloqué sobre nosotros. La noche había refrescado y temblábamos levemente, pero no nos movimos para irnos.
Cerrando los ojos, me concentré en su respiración suave, y la forma en que su cuerpo se sentía contra el mío. El dolor en mi pecho volvió cuando comprendí  cuanto habíamos avanzado. Apenas podía recordar que hasta hacia poco yo pensaba que podía vivir sin ella, que podía negar de alguna manera la poderosa atracción que sentía por ella. Pero nuestros cuerpos sabían lo que nuestras cabezas habían estado intentando negar. Comprendí que no había retorno para mí. Me estaba enamorando y no podía detenerlo.
Corrí un mechón de pelo de su mejilla, ella miro hacia mí y me pregunte si ella lo sentía también. La incliné para besarla suavemente, disfrutando del suspiro suave que se escapó de sus labios entreabiertos. Mañana estaríamos en un avión y volviendo de nuevo a la realidad. Me aterrorizo pensar en lo que significaría eso pero cuando ella tomó mi mano en las suyas, besándola suavemente antes de entrelazar nuestros dedos, comprendí que no importaba. Había pasado el punto de no retorno y me quisiera ella o no, yo era suyo.
“Je suis à toi.” “Soy tuyo, Bella”.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

MRS. JONES: GRANDIOSO LO SUYO, UNA VEZ MAS. ESPERO QUE ESTA HISTORIA NO SE TERMINE PRONTO!!!OBVIAMENTE....QUIERO QUE SUBA MAS CAPITULOS!!!!BESOS.LG.

paty dijo...

Omg quien no se derretiria con esa declaracion espero que ahora que regresen no se alejen y no dejen que nadie se interponga entre ellos

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