lunes, marzo 29, 2010

La Oficina - Capitulo 14: Avec toi, je suis enfin a la maison




Capitulo 14: Avec toi, je suis enfin a la maison

El sonido de los motores del avión giró alrededor  nuestro, la vibración constante junto con la relajante oscuridad de la cabina de primera clase se conjugaban para facilitar que mi cuerpo agotado descansara. No funciono. Quisiera mi cuerpo o no, no había forma de que mi mente pudiera relajarse. Unas tras otras, las imágenes oscilaban en mi cabeza como escenas de una película. Cada momento que pase con ella, no importa cuán inconsecuente me haya parecido en ese entonces, ahora estaba grabado a fuego en mi cerebro y se proyectaba detrás de mis parpados cerrados.

Los vi pasar en una acometida borrosa. Cuando la había visto por primera vez, sonriendo y riéndose, y volví a sentir el enorme impacto de saber que mi vida nunca más volvería a ser igual. Recordé la primera vez que me permití tocarla, mi mano arrastrándose hacia arriba de su muslo en esa sala de conferencias en penumbras, aprendiendo la insondable compleción de estar dentro de su cuerpo. Me reí de todas las veces que me mentí a mí mismo, pensando que si la tenía una vez podría pasar de ella para aprender luego, a partir del momento en que estuvimos juntos, que nunca tendría suficiente de ella. Mi pecho se apretó y me inundo la misma emoción que sentí esa noche en la piscina cuando recordé el momento exacto en que yo supe que ya no podía vivir sin ella.


Mire hacia abajo a donde mi mano se envolvía alrededor de la suya, ocultas debajo de la manta azul sobre nuestros regazos. Me había forzado a soltarla cuando caminamos por el vestíbulo del hotel, y a partir del momento en que entramos en el coche no la había soltado otra vez hasta que llegamos al aeropuerto. Cuando nos sentamos en nuestros asientos, note que estaba obviamente agotada, y en los siguientes minutos posteriores al despegue vi como sus ojos comenzaban a cerrarse. Sabiendo que no podría resistir el vuelo entero sin tocarla, había pedido la manta y la había puesto inmediatamente sobre nuestros regazos, tomando de nuevo su mano en las mías.
Era madrugada, y el cielo seguía estando oscuro, la semioscuridad se rompía solamente por algunas luces de lectura que lanzaban pequeñas piscinas de luz a través de la cabina. Me sentí extrañamente en paz. Di vuelta mi cabeza levemente para mirarla y me sentía sonreír. Sus ojos estaban cerrados, su boca levemente abierta mientras su pecho se levantaba y caía con las respiraciones de su sueño. Su cabeza había caído sobre mi hombro, y aunque sabía que debía, yo no pude convencerme de moverla. Un suave mechón de pelo oscuro caía a través de su frente, y no pude evitar que mi mano libre lo tomara y lo acomodara a un costado de su cara. Era muy hermosa.
Sabía que ella había estado despierta toda la noche conmigo, y mientras que yo dormí durante el día ella se había estado ocupando de arreglar nuestro vuelo y de modificar toda mi agenda de reuniones de trabajo. Todavía no podía terminar de creer la forma en que ella había estado allí para mí; la llamada a mi mamá para averiguar mis cosas preferidas, cerciorándose de cada detalle estuviera en orden y sobre todo cuidándome a mí. Aunque me sentía miserable cuando me enfermaba, lo haría una y otra vez solo para pasar otro día entero con ella como hoy.
Habíamos charlado y nos habíamos reído; y si existía un sonido del que nunca me cansaría, era el sonido de su risa. Sabía que yo podía darle placer a su cuerpo pero poder hacerla feliz de otras maneras era algo a lo que todavía me estaba acostumbrando. Habíamos hablado de libros y películas, colores preferidos y amigos de la infancia, los dos nos sorprendimos de lo mucho que realmente teníamos en común. Tenía que admitir que me sorprendí cuando ella me pregunto en qué lugar se encontraba su ropa interior. No pude refrenar la sonrisa que se esparció a través de mi cara cuando el cajón de mi escritorio en la oficina acudió a mi mente, ahora lleno de costoso encaje y satén.
Parecíamos encajar juntos muy fácilmente, y me sorprendió gratamente descubrir que estar juntos de ese modo había sido tan natural y cómodo como lo era estar juntos sexualmente. Sentía como me enganchaba cada vez más con cada momento que pasaba con ella, y comenzaba a comprender que yo no quería evitar esto.
Me había despertado para encontrar a una Bella completamente distante caminando hacia mí. Supe sin necesidad de palabras que ya era tiempo. Ella se había excusado para ir a ducharse, y yo había hecho lo mismo, deteniéndome para apoyar mi mano contra la puerta del cuarto de baño en mi camino de salida. Necesitaba decir algo, pero había perdido completamente las palabras.
Volví a mi cuarto y sentí la diferencia inmediatamente. Mi habitación era silenciosa y fría, no tenía la comodidad y calidez que irradiaba cada pulgada de la de Bella. La atmósfera solitaria que alguna vez había anhelado ahora se sentía como un hueco, la soledad era literalmente palpable en el aire. Me vestí y empaque rápidamente, sabiendo que solo quería volver donde estaba ella. Mis emociones eran un lío, y aunque no tenía ni idea de cómo seguir adelante, sabía que juntos podríamos encontrar una forma.
Mientras caminaba la corta distancia hasta su cuarto, me preocupé un poco al pensar en lo que encontraría cuando entrara allí. La mirada en su cara cuando me había despertado era un contraste tan agudo con su despreocupado humor anterior. Sentía como ella se alejaba más con cada segundo y esperaba que ella nos diera una oportunidad de trabajar en esto.
Mi corazón cayó con la imagen delante de mí cuando ella abrió la puerta. Estaba hermosa como siempre, pero sus facciones se veían entristecidas y ella parecía haber llorado. Su mirada dejó rápidamente la mía, y era obvio que ella se sentía avergonzada e incómoda de que yo la viera así. Apreté fuerte mis dientes para evitar decirle algo, pase a su lado para entrar en el cuarto, y me sorprendí cuando ella me empujó repentinamente contra la pared.
Me quede congelado, shockeado por sus acciones hasta que mi cuerpo comenzó a responder por su cuenta. Sus besos eran frenéticos y desesperados, y me sentí totalmente compelido hacia ella otra vez. Palabras de deseo pasaron entre nosotros y aunque no teníamos tiempo, me dejé contagiar por su urgencia. Nuestros gemidos resonaron en la entrada de mármol, y yo estaba  atento solamente al deseo que nos embargaba. Ella llevó nuestras manos entrelazadas bajo su cuerpo y debajo de su falda. Gemí cuando mis dedos acariciaron las tiras de su portaligas y se movieron más arriba, envolviendo el delicado elástico de su bombacha alrededor de mi puño.
“Cógeme, Edward. Por  favor.”
Sus palabras desencadenaron una corriente eléctrica a través de mí, y la besé y mordí rudamente  arriba y abajo de su cuello.
“Solo una más vez. Por favor.”
Sus palabras la hicieron sonar tan necesitada y ansiosa que me alejé, mirando profundamente en sus ojos. Ésta no era la Bella que yo conocía. Ella parecía asustada y avergonzada, y yo estuve seguro de que nunca querría ver esa mirada en su cara otra vez.
“¿Qué? No te detengas.” Ella se inclinó para besarme otra vez y yo me alejé otra vez.
“Bella, detente,” Dije, deslizando mis manos sobre su cuerpo. “Bebé, ¿qué estás haciendo?”.Mi estómago se apretó cuando ella bajo los ojos, incapaz de hacerle frente a mi mirada. ¿Ella pensaba que esto era todo lo que yo quería de ella?
“Yo…no se de que hablas.”
“Escúchame, Bella,” comencé, tomando su cara entre mis manos y levantando su barbilla para traer su mirada a la mía. “Quiero más de ti que esto. Y cuando nos subamos a ese avión, todo lo que tenemos aquí vendrá con nosotros. Te lo prometo. ¿Me crees? Je suis à Tois. Yo. Soy. Tuyo.” Créeme por favor, Bella.
Ella me miraba atenta, y pude ver que quería creerme. Entonces susurró la única cosa que yo necesitaba oírle decir, “Sí,” y presioné mi frente a la suya, prometiendo silenciosamente que nosotros encontraríamos la forma de hacer que esto funcione. “Y yo soy tuya.”
La mire y no pude refrenar mi sonrisa. No me había dado cuenta de cuánto necesitaba oírla decir esas palabras, y tome una respiración profunda, dejando que ese sentimiento me abarcara.  Ella era mía.
La ayudé a la enderezar su ropa y tomé su mano, entrelazando mis dedos con los suyos. “¿Estas lista?” Pregunte reservado, esperando que ella entendiera todos lo que mi pregunta abarcaba. Ella asintió una vez y encontró mis ojos, sonriendo suavemente mientras que yo le daba un apretón tranquilizante a su mano. Ambos sabíamos lo que significaba salir de este lugar. En el momento en que camináramos fuera de esa puerta, tendríamos que ser de nuevo el Sr. Cullen y la Srta. Swan.
“El botones está viniendo a buscar nuestro equipaje,” dije, indicando detrás de nosotros. Abrí la puerta levemente, y noté de vuelta la mirada de ansiedad en su cara. Levante su mano a mis labios, y la besé suavemente. “Je Suis à Tois,” Susurré contra su piel, intentando comunicar la profundidad de mis sentimientos en esas simples palabras. Cuando crucé el umbral hacia el vestíbulo, dejé ir su mano renuente, sintiendo la pérdida inmediatamente. Asentí cortésmente cuando un grupo de huéspedes pasó y cerré la puerta detrás de nosotros, ya contando los minutos hasta que pudiera tocarla otra vez.
La voz del piloto en el altavoz rompió mis recuerdos, y abrí los ojos otra vez para mirar fijamente a Bella. Ella todavía dormía profundamente y después de echar un vistazo rápidamente a los otros pasajeros, me incliné hacia ella. El olor de naranjas me inundo cuando deposité un beso suave contra su pelo.
“Bella,” susurré, moviéndome levemente para dejar otro beso en su frente. “Bella, bebé. Ya casi estamos allí.” Pase mis dedos ligeramente a través de su pelo cuando ella comenzó a moverse. Abriendo los ojos, ella me sonrió y después se movió para incorporarse, pareciendo sorprendida de encontrarme tan cerca.
“Está bien,” comencé, poniendo mi mano en su cara. “Todavía están todos dormidos. Nadie nos miro siquiera durante todo el vuelo.” Ella asintió y después se inclinó nuevamente cerca de mí, haciendo que su mano libre cubriera las nuestras unidas.
“¿Estamos en casa?” La mire atentamente por un momento, intentando descifrar porqué su pregunta parecía haber detonado algo dentro de mí. Para ser honesto, no se me había ocurrido que no estuviéramos en casa. Bella estaba conmigo, y al parecer, eso era todo lo que yo necesitaba. “¿Edward?” Sacudí mi cabeza levemente y le sonreí.
“Sí, aterrizaremos en cualquier momento.” Ella asintió mientras se volteaba hacia la ventana y comencé a pensar en qué sucedería cuando llegáramos al aeropuerto. Un pensamiento en particular había estado dando vueltas en mi mente desde anoche: Quería que ella viniera a casa conmigo. ¿Sería eso pasar la raya? Dios, no tenía ni idea, yo estaba tan fuera de mi elemento aquí. Solamente sabía que las cosas no podrían volver a la forma en que eran. No había manera de que solamente la viera durante la semana y que me limitara a encuentros esporádicos en lugares aislados. Quería hacerle el amor en mi cama. Quería ver donde ella vivía, llevarla a cenar y no tener miedo de ser vistos. Despeje mi garganta, y decidía que era ahora o nunca.
“Bella, yo…”
Mi pregunta fue interrumpida por un anuncio de la tripulación que nos informaba nuestro inminente descenso. Los otros pasajeros comenzaron a moverse alrededor de nosotros y sabía que el momento se había perdido.
Los diez minutos siguientes los pasamos organizando nuestras cosas e intentando encontrar la forma de preguntarle otra vez. Nuestro aterrizaje fue rápido y antes de que me diera cuenta, estábamos de camino a retirar nuestro equipaje. Nos paramos el uno al lado del otro, nuestros hombros apenas se tocaban, y me encontré estudiando secretamente su perfil. Cómo pude pensar alguna vez que podría resistirme a esta mujer, escapaba de mi comprensión. Ella era suave y hermosa y había sido asombroso descubrir que ella era aún más hermosa en su interior.
Una ola de emoción se levantó dentro de mí, y supe que no quería estar lejos de ella nunca más. Mierda, ¿cuando me volví tan blandito? Me di la vuelta para hacerle frente y puse mi mano en su brazo. “Bella, yo quería…”
“¡Bella!” Ambos nos dimos vuelta hacia una joven rubia casi de la edad de Bella que se acercaba a nosotros. “Bella, eres tu. Oh mi Dios, pensé que te vi en el aeropuerto de Seattle pero no estaba segura.” Deje caer mi mano y me aleje un poco mientras que la muchacha nos alcanzaba.
“¡Sara, hola! ¿Me viste en Seattle?” Ella le sonreía a su amiga, pero echo un vistazo rápidamente hacia mí, con una mirada de pánico leve en su cara.
“Lo hice. Quise acercarme antes a saludarte pero mi teléfono no dejaba de sonar. Hey, ¿quieres compartir un taxi hasta casa?” Sara esperó expectante y mi estómago cayó al piso.
“Oh...um, seguro,” balbuceó ella, echando un vistazo hacia mí. “Sara y yo vivimos en edificios vecinos.” Sonreí y asentí mientras que Sara comenzó a contar detalladamente cada minuto de su visita a su novio a Bella. Ella no necesitaría que la lleve a su casa. Ella no vendría a la mía. Ni tan siquiera podría despedirme realmente. Tragué ruidosamente, mi pecho se apretó con ese pensamiento. Bella obviamente lo había comprendido también porque siguió mirándome furtivamente sobre el hombro de su amiga.
Nuestras maletas aparecieron en la banda transportadora, y los tomé, ofreciendo ayudarles a ambas a conseguir un taxi. Coloqué el equipaje en el baúl, y mire a Bella a través de la tapa del baúl del taxi. Le sonreí suavemente y espere que ella entendiera todo lo que le quería decir. Ella se acercó a guardar su equipaje de mano y mi mano acarició la suya dentro del baúl. “Te llamaré,” dije reservado. Nuestros ojos se encontraron y ella asintió, sus dedos se envolvieron alrededor de los míos momentáneamente antes de caminar hacia el asiento trasero. Sara nos miro desde el asiento.
“¿Lista para irnos?” preguntó, ignorando nuestro intercambio silencioso.
“Seguro,” Bella vaciló levemente antes de mirarme. “Lo veré el lunes, Sr. Cullen.” Dándose vuelta rápidamente, ella subió en el taxi y cerró la puerta. Me quede allí mirando hasta que estuvieron fuera de vista, sintiendo ya el dolor de su ausencia. Un timbre resonó apagado en la distancia y me trajo nuevamente a la realidad, tomé mi equipaje y comencé a dirigirme al estacionamiento de larga distancia.
Una vez que estuve dentro de mi coche, encendí el motor y saqué mi teléfono, enviándole un mensaje de texto con la primera cosa que vino a mi mente.

              Todavía puedo oler tu pelo.

               

                 ~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Más tarde esa noche, me senté a través de una mesa de directorio frente a mi padre y hermano. Mi padre estaba emocionado de verme otra vez en casa y mas emocionado aún de que Bella y yo hubiéramos logrado llevarnos bien.
“Edward, no puedo decirte lo orgulloso que estoy de que ustedes dos finalmente hayan dejado de lado sus diferencias. Te lo digo, trabajar juntos va a ser una experiencia mucho más agradable para ambos ahora.”
“Coincido totalmente contigo, papa,” Contesté, con los ojos fijos en la carpeta delante de mí. Odiaba mentirle a mi familia pero aún más, no podía contener la sensación de que mi hermano sabía algo. Rosalie me había dado su palabra de que no diría nada, pero Emmett tenía una facilidad para ver las cosas que uno preferiría que no viera. De ser un tremendo tonto durante los años en la universidad, había pasado a ser un hijo de puta muy inteligente, en algún momento a lo largo del tiempo. Yo había ignorado cuatro de sus llamadas y dos mensajes de texto mientras que estuve en Seattle, y la mirada que él me dio cuando entré en la reunión me dijo que no podría evitar esta conversación mucho tiempo más.
“Entonces,” comenzó, golpeando ligeramente sus dedos en la mesa. “¿Nos acompañará Bella?” Lo mire con los ojos entrecerrados. Vete a la mierda, Emmett.
“No,” Indiqué de plano. “La Srta. Swan se encontró con una amiga en el aeropuerto, y creo que iban a salir esta tarde.” Continué mirándolo fijamente, sabiendo que él no se atrevería a decir algo delante de nuestro padre. Nuestra lucha de miradas fue interrumpida por el cliente que entro en la sala, nos dedicamos a la reunión.
Una hora más tarde, me sentaba en el fondo de la sala a oscuras mientras mirábamos una presentación de diapositivas, contento de estar fuera del alcance del idiota de mi hermano. Mi teléfono vibró y mi corazón se acelero, esperando que fuera ella. No había devuelto mi mensaje anterior, y estaría mintiendo si dijera que yo no estaba un poquito preocupado. Intente parecer indiferente, saqué mi teléfono de mi bolsillo y lo mire.


         Todavía puedo sentir tus caricias.

Puse mi teléfono cara abajo en la mesa e intenté no demostrar con mi cara ningún gesto de emoción. Cuando estuve seguro de que nadie me miraba, lo levante y releí el mensaje otra vez. Mierda. Mire la hora y me pregunte cuánto tiempo más estaríamos aquí dentro. Intentando parecer desinteresado, tipie rápidamente un mensaje en respuesta y deslicé el teléfono nuevamente dentro de mi bolsillo.


            Todavía puedo saborear tus labios.

Tres minutos más tarde, sentía mi bolsillo vibrar otra vez.


Extraño tu tatuaje.

Mi cabeza cayó contra la pared mientras que repetía las palabras de nuevo para mí. Ella extrañaba mi tatuaje. Mierda. Dios, yo ni siquiera sabía cómo responder a eso.

                 Yo te extraño a ti. Me preocupé cuando no escuche de ti. ¿Todo está bien?

No podía creer lo nervioso que me sentía. ¿Qué si ella había cambiado de idea?

Perdona. El sonido de mi teléfono estaba apagado y me quede dormida. Alguien me mantuvo despierta toda la semana.

Mierda. No sabía qué emoción era más fuerte, alivio de que ella no hubiera cambiado de idea o lujuria al recordar todas las formas en que nosotros nos habíamos mantenido despiertos el uno al otro. Ahogue un gemido y tuve que reajustar mis pantalones.

                       No puedo decirte que lo siento. Lo haría todo de nuevo si tú me dejaras.

No podía evitar la sonrisa boba que se poso en mis labios y mire hacia arriba para ver a mi hermano inclinado en el respaldo de su silla, mirándome. Mierda, éste iba a ser un problema. Unos segundos más tarde, otro mensaje llegó. Le di una mirada asesina a mi hermano para que se ocupara de sus propios asuntos. Él alejo la mirada, y yo eché un vistazo al mensaje.

         Creo que eso me gustaría.

Casi deje caer el teléfono. Y odie pensar que yo ya tenía planes para la noche, mi padre me había pedido que visite a mi madre. Tomando una respiración profunda, escribí una respuesta.

Tengo que ir a lo de mis padres esta noche. ¿Puedo llamarte cuando me desocupe?

Definitivamente.
          
        Quiero verte mañana.

Mi dedo se apoyo sobre la tecla enviar. Yo estaba listo para esto, pero ¿lo estaría ella? Necesitaba esto, nosotros necesitábamos esto. Cerré los ojos, enviando el mensaje y esperé. Unos segundos después, mi teléfono vibró en mi mano.
        
     Yo quiero verte también.

Oh Mierda. Gracias a Dios. Mi cabeza cayó hacia adelante y exhalé profundamente. Ella también quería esto. Un plan comenzó a formarse en mi cabeza.
                                                             

                                                  ¿Mi casa? Yo hare la cena.
                                        
                                Me encantaría. ¿Puedo hacerte un pedido?

¿Un pedido? Me reí mientras que pensaba que yo probablemente le daría cualquier cosa que ella quisiera. Contesté rápidamente.

Lo que quieras.

Que uses jeans.

¿Qué? ¿Ella quería que usara jeans? Sacudí mi cabeza y me reí entre dientes mientras que le contestaba.


              ¿Jeans, eh? Hecho. ¿Puedo hacerte un pedido?

Lo que quieras.

Sonreí, pensando en sus piernas largas y la sensación de mis manos resbalando sobre ellas.

Usa un vestido.

      ¿Un vestido, eh? Hmmm… hecho. Oh, y no te afeites.

Miré fijamente el teléfono en mi mano, recordando los sonidos que ella hizo cuando rose con mi cara el interior de sus muslos y sentí que me endurecía otra vez. Ésta iba a ser una noche larga.

                Todavía estoy en mi reunión; Hablaré contigo en un par de horas, ¿trato?

   Trato.

Vacilé por un momento antes de tipiar mi respuesta, frotando mi pulgar hacia adelante y hacia atrás a través del botón de enviar y preguntándome si hacía lo correcto.

    Te extraño, Bella.
          
               Yo también te extraño.

Ella me extraña… Pase mi dedo sobre la pantalla, releyendo sus palabras, anticipando ya el momento en que la vería otra vez.



     ~*~*~*~*~*~*~*~


Desperté la mañana siguiente rebosante de energía nerviosa. Ella estaría aquí esta noche, en mi hogar y posiblemente en mi cama. Me había imaginado eso centenares de veces, pensando que nunca se convertiría en realidad. Saber que en menos de diez horas ella estaría en mi apartamento me llenó de un entusiasmo que nunca había sentido antes. Levantándome me vestí rápidamente con shorts, una remera, y zapatillas. Sabía que salir a correr sería la única cosa que despejaría mi cabeza y me calmaría lo suficiente como para pasar el día. Ir al gimnasio era inadmisible. Había una chance de que me encontrara con Emmett, y hasta que Bella y yo decidiéramos algunas cosas, yo no quería verme forzado a hablar con él.
Tome una botella de agua y mi iPod, dejé mi apartamento y tome el elevador hasta la pista en la azotea del edificio. Encendiendo la música comencé a estirar, ya sintiendo que la tensión deja mi cuerpo. Corrí hasta que mis músculos quemaban y me dolía el pecho, dejando mi mente dichosamente despejada.
Siete millas después baje a ritmo de caminata, deteniéndome en el pasamano de cristal que rodeaba la pista. Era en momentos como este en que vivir aquí valía cada penique. Desde esta altura, la vista era extraordinaria. Me encontré mirando hacia fuera a la ciudad, más allá de los edificios altos y hacia la dirección donde sabía que estaba el apartamento de Bella. Cinco minutos. A veces encontraba difícil de creer que todo este tiempo habíamos vivido solamente a cinco minutos de distancia el uno del otro.
Sabía que en cierto momento deberíamos hablar esta noche. Quería seguir viéndola,  no había dudas sobre eso, ¿pero qué haríamos con los demás? Sabía que realmente no deberíamos vernos mientras siguiera siendo su jefe, pero el lado egoísta de mí no quería sacrificar nada. Sacudí la cabeza, sabiendo que era un bastardo por esto. Una parte de mí sabía que sin importar qué tipo de relación tuviéramos, siempre estaría manchada a la vista de otros. Bella sería siempre la secretaria que se cogió a su jefe y yo sería siempre el pajero que se aprovechó de ella.
Fregando mis manos fuertemente sobre mi cara, dejé escapar una respiración profunda. Hablaría con ella y la dejaría tomar la decisión. Todo se resolvería. Tenía que hacerlo.
Esa noche recorrí otra vez supervisando mi hogar. Todo estaba perfecto. Había salido a hacer compras; reuniendo todo lo necesario para hacer la única cosa que le había visto ordenar en los incontables almuerzos de negocios, pollo Piccata. Había salido y alquilado todas sus películas preferidas, las que no tenía en realidad. Le había comprado flores e incluso me había vestido como ella me había pedido, en pantalones de jean y una remera negra. Mi cara estaba sin afeitar también. Todo estaba listo, y estaba cortando vegetales en la cocina cuando el timbre sonó. Mi mano se congeló, y mi ritmo cardíaco se aceleró inmediatamente. Ella estaba finalmente aquí.
Abrí la puerta, y el aire salió de mis pulmones cuando la vi parada en el vestíbulo. Ella se dio vuelta hacia el sonido y nuestros ojos se encontraron, una sonrisa leve apareció en la esquina de sus labios. Su pelo estaba suelto alrededor de sus hombros, y mis dedos añoraron enredarse en el inmediatamente. Ella usaba un sencillo vestido negro con cuello alto y mangas largas que habría sido considerado conservador de no ser por el largo. Terminaba a mitad de sus muslos, acentuando cada pulgada de sus largas y sensuales piernas. Entre eso, sus zapatos, y el pensar en lo que ella podría estar usando debajo, todos mis planes para tomar las cosas lentamente salieron por la ventana.
“Hola,” dije con una sonrisa. Ella levantó una ceja, obviamente apreciando mi atuendo y sonrió ampliamente.
“Hola,” contestó.
“Bella, te ves hermosa,” susurre, incapaz de esperar un segundo más para tocarla. Caminé en el vestíbulo y me estire para alcanzarla, mis dedos se envolvieron alrededor de su cuello. Ninguno de nosotros se movió, nuestros ojos quemaban los del otro y el ligero aroma de su perfume me sometió por completo. Mis dedos la tomaron más firmemente y tiré de ella hacia mí una fracción de una pulgada, su respiración se cortó con el movimiento. Mis ojos cayeron a su boca, y gemí internamente cuando la vi morder su labio inferior entre sus dientes, cautivado por la acción. Con lentitud agonizante, tiré de ella hacia mí, cerrando los ojos cuando finalmente nos besamos.
Tocando sus labios suavemente, gemí ante la dulce familiaridad de su beso. Me alejé lentamente y la mire una vez a los ojos antes de inclinarme hacia ella otra vez, tomando su labio inferior entre los míos. Ella suspiró contra mí y su respiración paso a través de mi cara, trayendo con ella el aroma y el sabor del chocolate. Sonreí contra sus labios recordando su hábito de comer chocolates Hershey de su bolso cuando ella estaba nerviosa.
Sus labios se abrieron y ella gimió reservada cuando mi lengua entró en su boca, deslizándose lánguidamente contra la suya. Mis manos tomaron su cuello y su pelo, e incliné su cabeza, acomodándola para mi beso. Lo que comenzó como un momento suave y sin apuro escalo rápidamente en intensidad. Mis labios se volvieron codiciosos, probándola y tentándola, la sensación de sus labios contra los míos me consumía.
Una puerta se cerró en el pasillo y comprendí  que todavía nos encontrábamos fuera de mi apartamento. Me alejé renuente, mi nariz todavía tocaba la suya.
“Necesitamos ir adentro o te tomaré aquí mismo en el vestíbulo.” Sus labios rosaron los míos y ella sonrió.
“No creo que eso me molestaría demasiado.”
Gemí y me forcé a poner cierta distancia entre nosotros, mis dedos resbalaron suavemente bajo su brazo y capturaron su mano en la mía.
“Pasa, provocadora, déjame  alimentarte.” Le guiñé un ojo, y su sonrisa se ensancho mientras que tiré de ella dentro de mi apartamento. Cerrando la puerta detrás de nosotros, miré expectante mientras que sus ojos vagaron en el espacio. Ella se quedo en silencio por un largo momento, y desee saber lo que estaba pensando.
“Esto es hermoso, Edward.” La miré caminar dentro de mi casa y me sorprendio lo bien que eso me hizo sentir. Su mirada cayó sobre las ventanas de piso a techo y ella caminó hacia allí, sus dedos se posaron en el respaldo de las sillas del comedor a medida que pasaba. 

Se paró delante del ventanal y suspiró. “Guau. Esto es asombroso.” El sol se estaba poniendo y las luces de la ciudad se envolvían alrededor del cuarto, centelleando a través del vidrio que atravesaba ambas paredes exteriores. Caminé lentamente hacia ella y un flash de culpabilidad me pegó cuando recordé nuestra primera vez juntos.
Me coloque a su lado e incapaz de resistirme, ahuequé mi mano en su barbilla y di vuelta su cara hacia mí, inclinándome para depositar otro beso suave contra su boca. Separándome, sentí la pérdida inmediatamente mientras que nuestras miradas se encontraron. “¿Te he dicho ya que te ves hermosa?” Ella sonrió y besó la palma de mi mano antes de contestar.
“Lo hiciste, y te lo agradezco. Tú te ves,” ella se detuvo brevemente y sus ojos vagaron elogiosos arriba y abajo de mi cuerpo. “Bueno endemoniadamente bien.” Reí en voz alta y tomé su mano en las mías, amando la forma en que ella podía dar vuelta tan fácilmente las tablas contra mí.
“Gracias,” contesté, tirando de ella conmigo. “ven te daré el recorrido.”

Le mostré alrededor, disfrutando de su reacción a cada espacio. Cuando nos paramos en el umbral del dormitorio le indiqué. “Éste es mi cuarto,” dije reservado, ya imaginándola en mi cama. Nuestros ojos se encontraron, y la anticipación mutua de lo que podría traer la noche chispeo entre nosotros. Suprimí el impulso de tomarla y en lugar de eso apreté su mano, indicando detrás hacia la cocina. “Vayamos a vigilar la cena.”
La conduje allí y sus ojos se ensancharon, examinando el cuarto. Amaba cocinar y no había escatimado ningún costo al diseñar el espacio. 

La gran cocina se alineaba con ricas alacenas en madera de cerezo y en un cálido tono marrón. Los pisos eran de anchos listones de madera y suave iluminación empotrada se reflejaba en las aplicaciones de acero inoxidable. Me quede observándola obnubilado mientras ella acariciaba con la mano todo el largo de la mesada de granito color chocolate.
“Es perfecto,” suspiró, y sus ojos se posaron en los míos a través de la isla del centro. “Exactamente como me imagine que sería.” Yo había vuelto a picar los vegetales que había abandonado antes, pero me detuve brevemente al oír sus palabras.
“¿Tu te habías imaginado como luciría mi apartamento?” Pregunte, incapaz de ocultar la sorpresa en mi voz. Ella asintió, y su mirada nunca dejo la mía.
“Repetidamente.” Su declaración colgó en el aire y mi ritmo cardíaco se acelero.
“¿Por cuánto tiempo?”
“Meses.”
No podía creer lo que oía. Colocando el cuchillo en mi mano sobre la tabla de cortar, caminé alrededor de la isla y me coloque delante de ella. Me estire hacia ella y alisé un mechón de pelo antes de hundir mis dedos en los mechones sedosos y la tiré hacia mí.
La cruda necesidad que sentía siempre que la tocaba me invadió mientras que nuestras bocas se juntaron. Tirando levemente, mi lengua se deslizó entre sus labios abiertos, y gemí cuando una ola de lujuria comenzó a formarse en mi estómago dirigiéndose directamente hacia mi miembro. Presionándola nuevamente contra la mesada, agarré su pelo firmemente en una mano y fui recompensado con un quejido gutural.
“Bella, yo quería que fuéramos mas lento hoy,” murmuré contra sus labios.
“Más tarde.” Sus palabras sin aliento encendieron la lujuria que yo había estado intentando contener dentro de mí y mi pito se endureció aún más. Sin refrenarme mas, mis dedos se deslizaron bajo su cuerpo y jugaron con el dobladillo de su vestido, comenzando lentamente a moverlo hacia arriba de su muslo. Mis labios sellaron los suyos, y cerré los ojos cuando sentí que sus manos bajaban por mi cuerpo, y sus dedos se enroscaban alrededor de la cintura de mis pantalones.
“Me gusta tu vestido,” dije contra su cuello. Mis manos resbalaron sobre su cuerpo, acariciando ligeramente su estómago debajo de la tela. Mi cabeza cayó a su hombro cuando encontré otra capa de tela de gasa. “Oh maldición, bebé. ¿Qué tienes debajo?” Mis manos tocaron sus costillas, y gemí al sentir el material sedoso debajo de las yemas de mis dedos. Su suave risa llenó mis oídos, y agradecí a Dios que ella tuviera esta fijación con la ropa interior.
Volteo su cabeza levemente, sus labios se arrastraron a lo largo de mi cuello hasta mi oído. “Me gustan tus jeans,” me susurro, y su aliento cálido provocó escalofríos a través de mi piel. Se aferro más fuerte a mis pantalones y sentí el reverso de su mano acariciando mi estómago, mis músculos se tensaron en respuesta.
Mi boca encontró la suya en otro beso frenético y con un movimiento rápido, tiré hacia arriba su vestido sacándoselo y lo revolee a través del cuarto. Maldije cuando mis ojos pasearon a través de sus curvas, apenas cubiertas  por minúsculos trozos de encaje. Ella tomo con sus manos el borde de mi remera y me la sacó, arrojándola al piso. Tome su cara, y presione su boca contra la mía, nuestras lenguas resbalaban una contra la otra. Me apreté contra ella, sintiendo como mi adolorido miembro se ajustaba contra mis jeans. Acaricie con mis dedos hacia debajo de su cuello y hombros, y dejé que mis manos viajaran más abajo de su suave piel, deteniéndome en el borde de la delicada tela.
“Te necesito, Edward,” suspiro ella contra mi boca. En un movimiento frenético arranqué su  camisola, gimiendo al sentir sus pechos desnudos contra mi pecho. Sus dedos comenzaron a trabajar en los botones de mis pantalones, mi pito se crispaba cada vez que ella lo acariciaba. Sentí como el denim de mi pantalón era empujado hacia debajo de mis caderas y mi erección se arrastro contra su estómago. Con mis manos en sus caderas, la voltee, pasando las yemas de mis dedos sobre su cuerpo y apoyando sus palmas sobre el frio mármol.
                                               
Mi miembro se presionó contra ella cuando corrí su pelo sobre su hombro, dejando besos húmedos a lo largo de su espalda. “¿Sabes cuánto te deseo ahora, Bella? ¿Todas las cosas que quiero hacerte?” Mis manos viajaron a su cintura y bajo las minúsculas cintas que sujetaban su bombacha. “¿Qué quieres? ¿Quieres que te tome?” Ella se empujó nuevamente contra mí más fuertemente, y gemí ante la fricción de la piel cálida de su espalda baja contra mi miembro. “Dime, Bella. Dime que te tome.”
Ella gimió en voz alta y su cabeza bajó, su pelo se derramo a través de sus hombros y sobre mi pecho. Gemí al sentirla y apreté más fuerte mi puño alrededor de su bombacha, usándola para atraerla rudamente hacia mí. “Esto se tiene que ir Bella,” susurre en su oído. “Esta impidiéndome tomar algo que quiero.” Acaricie el satén entre mis dedos y tiré levemente. “Es muy bonita,” me detuve brevemente, acariciando la piel suave debajo de la tirita. “Pero lo que está debajo es mucho más bonito.” Tiré fuerte una última vez y la fina tela se rompió fácilmente, cayendo al piso de forma poco ceremoniosa.
“Te ves tan sexy desnuda aquí en mi cocina usando solamente esos zapatos,” murmuré contra su hombro. Pateé lejos mis jeans con el pie y pase mi mano hacia debajo de su suave muslo, pidiéndole silenciosamente que ella los abriera para mí. “¿Estas lista para mí?” Mi mano resbaló entre sus muslos, su nombre se escapo de mis labios cuando sentí la humedad allí. Circundé su clítoris lentamente, cerrando los ojos cuando su respiración se detuvo y ella se inclino hacia mi tacto. Mi mano se deslizó más abajo y mi pito se crispo de anticipación con el calor que envolvió mis dedos.
Un quejido salió de sus labios y ella arqueó su cuerpo hacia adelante, haciendo que su culo se presionara más contra mí. Retire mis dedos, puse mi mano entre sus hombros y la empujé suavemente hacia la mesada, la punta de mi miembro se presionaba ahora contra su entrada. Tomando sus caderas, la empuje sobre mí, y los dos gemimos en voz alta ante la sensación cuando me deslicé dentro de ella.
Sin advertirme, ella movió sus caderas hacia adelante y luego hacia atrás, tomándome nuevamente dentro suyo. La sensación era indescriptible. Ella me rodeaba totalmente. Gimió mi nombre y puso su cabeza contra el mármol mientras que yo salía y entraba profundamente dentro de ella otra vez.
Nuestros cuerpos se movían como uno solo, empujando y tirando uno contra el otro, y yo me incline hacia adelante para besar el valle entre sus hombros. Ella empujó sus caderas fuertemente contra mí y yo levanté mi cabeza para verla con la vista fija en nuestro reflejo que se reproducía en el acero inoxidable de la puerta del refrigerador. Nuestros ojos se encontraron, y maldije en voz alta ante la imagen. Sus pechos se presionaban contra el frío mármol y yo podía verme empujando dentro y fuera de ella, y la fuerza hacía que su cuerpo oscilara hacia adelante con cada movimiento.
“¿Te gusta esto, Bella?” Le pregunte a su reflejo. Ella gimió fuerte y el sonido fue derecho a mi miembro. Dios, amo sus reacciones cuando le hablo así.
“Oh, sí”  contestó, y nuestras miradas nunca vacilaron mientras que yo continuaba empujando dentro de ella.
“Oh mierda, Bella,” maldije, y mi voz sonó ronca y desesperada. “Tú no sabes cuántas veces me he imaginado esto… imagine cogerte en cada superficie de mi apartamento. Cuando te haga acabar, voy a llevarte a mi cama y lo hare todo de nuevo.” La creciente fuerza dentro de mí se iba edificando y yo sabía que no podría contenerme mucho más.
“Tócame, Edward. Estoy muy cerca.” Gimiendo en voz alta, apreté mi quijada, sus palabras hicieron casi imposible que yo postergara más mi inminente orgasmo. Mi mano se deslizó bajo su cuerpo hacia su clítoris y cerré los ojos fuertemente mientras que mis dedos se deslizaban fácilmente a través de su vagina depilada. Comencé a frotarla y luego de unos segundos sentí como ella comenzaba a contraerse alrededor de mí, yo podía sentir como me deslizaba dentro y fuera de ella y el saber que cabíamos perfectamente uno en el otro me puso al límite.
“Dios, Bella,” gemí mientras que ella se presionó nuevamente contra mí. Ella se arqueó hacia atrás y con un fuerte grito, acabo fuertemente alrededor de mí. No teniendo que contenerme más me agarré de sus caderas firmemente y la tiré hacia mí, su nombre salió de mis labios repetidamente mientras que acabe dentro de ella.
Bella se derrumbó contra la mesada y yo me incliné adelante, dejando que mis labios pasaran arriba y abajo de su espalda, susurrando su nombre. “Nunca fue así para mí antes,” murmure colocando mi frente contra su piel húmeda. No estaba seguro si esas palabras eran para ella o para mí pero se sentía muy correcto decirlo en voz alta. Una vez que mi respiración se hubo calmado Salí de ella y la di vuelta para hacerme frente. Mire profundamente en sus ojos marrones, y el pensar que ella se iría me hizo daño.
“Quédate esta noche, Bella.” Poniendo sus manos en mi cara, ella se paro en puntas de pie y coloco sus cálidos labios contra los míos.
“No me voy a ir a ningún sitio.” Ella me besó una vez más antes fijar la vista en mi nuevamente. “Dímelo otra vez, Edward.” Sabía exactamente lo que ella quería decir. Inclinando levemente mis rodillas, levanté su cuerpo, sonriendo mientras que ella envolvía sus piernas alrededor de mí. Se abrazo a mi cuello con sus brazos y yo di la vuelta, llevándola hacia mi dormitorio con todos los pensamientos sobre la cena absolutamente olvidados.
“Je Suis à Tois,” le dije reservado mientras que la bajaba en mi cama. La vi acostada sobre mis sabanas; con su pelo desparramado alrededor de ella y sentí como mi pecho se agrandaba. “Tú no sabes cuántas veces he soñado con verte aquí.”
Nos acostamos uno frente al otro en la oscuridad de mi cuarto, el resplandor de las luces de la ciudad que entraba por mis ventanas me permitía ver su cara. Mis manos jugaron con su pelo mientras que ella pasaba las yemas de sus dedos sobre mi mandíbula áspera. El momento era perfecto y yo me sentía listo finalmente para hablar con ella.
“Bella,” susurré, temblando mientras que ella pasaba su pulgar a lo largo de mi labio inferior.
“Hmm?”
Quité una mano de su pelo y la apoye en su cintura, mis dedos que acariciaron suavemente su piel. “¿Qué quieres hacer?” Me detuve brevemente, sintiendo la necesidad de aclarar mis palabras. “Sobre esto, sobre nosotros” Su mano se detuvo momentáneamente antes de que ella la pusiera en mi cadera.
“No sé.” Su voz era un mero susurro y yo la tiré más cerca de mí.
“Quiero estar contigo, Bella. Todo lo que dije en Seattle todavía es verdad. Yo…” La emoción comenzó a burbujear hacia arriba dentro de mí y la atraje aun más cerca, intentando de alguna manera tenerla más cerca. Sabía que me estaba enamorando de ella, pero ¿estaba listo para ponerlo en palabras? Más importante aún, ¿estaría ella lista para oírlas? “Me importas mucho, Bella. Quiero ir a tu casa y dormir en tus almohadas. Quiero saber de qué color son sus toallas y si guardas tu tostadora después de usarla. Todo lo que pienso tiene que ver contigo.” Mire sus ojos y vi lagrimas en ellos. “Hey, no llores.”
“No estoy llorando,” mintió ella, sonriendo cuando las yemas de mis dedos enjugaron sus lagrimas. “Quiero que tú sepas esas cosas sobre mí. Amo que hayas pedido que venga aquí, y quisiera que tú vinieras a mi casa. Pero…” ella se quedo en silencio y miro hacia otro lado. ¿Pero? Mi respiración se acelero y una sensación de pánico se arraigo rápidamente en mi interior. “¿Pero podemos mantenerlo entre nosotros por un tiempo? ¿Solo entre nosotros dos?” El alivio me inundó mientras que asimilaba lo que ella me había dicho. Ella me quería; solo deseaba mantenerlo entre nosotros durante algún tiempo. Podía manejar eso. Quiero decir, las cosas van genial entre nosotros. Podríamos mantenerlo en privado y continuar viéndonos, y ella aun podría trabajar para mí. Ambos éramos adultos. Funcionaría. No había razón para que no lo hiciera.
No podía dejar de sonreír mientras cerraba la distancia entre nosotros y le besaba los labios. “Sí. Puede ser solo nuestro, por el tiempo que tú quieras.” La besé otra vez y me alejé. “Oui. Tu es mon confort.”
El momento en que nuestros labios se tocaron, mi cuerpo comenzó a temblar. “Te deseo otra vez,” susurré en su boca. Ella gimió suavemente, profundizando nuestro beso mientras que mi mano se movía desde su cintura hasta su muslo. Dibuje pequeños círculos a lo largo de su piel antes de levantar su pierna y para engancharla arriba de mi cadera, alineando nuestros cuerpos perfectamente. Oscilé contra ella, mi miembro se movía fácilmente entre sus piernas. Inclinando sus caderas levemente, oscilé una vez más y me deslice dentro de ella.
Nunca había hecho el amor a una mujer de esta manera antes, cada pulgada de nuestros cuerpos se encontraba envuelta o pegada en el del otro. Nuestras manos estaban libres para explorar, nuestras bocas libres para besarse. Me sentía conectado a ella de cada forma posible. El estar con ella de esta forma era mejor que cualquier fantasía que hubiera tenido.
Cada día sentía como si experimentara algo nuevo con Bella. Había creído estar enamorado antes, pero nunca había sentido esta fuerza consumidora, como que si ella se fuera ya nunca estaría entero otra vez. Le sostuve la cara en mis manos y la besé reverente, intentando decirle con mi cuerpo todas las palabras que no podía pronunciar.
Ella cerró los ojos y mi nombre dejo sus labios, su voz se volvía más urgente con cada caricia de mi boca y cada tacto de mi mano. El placer de estar dentro de ella se había estado construyendo lentamente; cada movimiento rítmico nos empujó más lejos y nos trajo más cerca.
“Edward.” Ella dijo mi nombre tranquilamente, pero tan llena de emoción que hizo que me doliera el pecho.
“Estoy aquí, bebé. No voy a soltarte.” Apreté mis manos sobre ella, sin saber quién de los dos necesitaba más ese  reaseguro. Ella resbaló su mano libre hacia abajo donde yacía la mía sobre su cadera y yo la acerque más a mí, la energía de estar unidos de esta manera parecía lista para consumirnos a ambos. Nuestras bocas abiertas se juntaron, cerca pero sin tocarse. Nuestros músculos temblaron, nuestros cuerpos oscilaron, pero no dijimos ni una palabra mientras que acabábamos juntos en un silencio ensordecedor.
Cerré la ínfima distancia entre nuestros labios y la besé profundamente, cada uno de nosotros se aferraba al otro mientras nos calmábamos. No podía creer cuánto había llegado a significar ella para mí. Ella tenía mi corazón en su mano, y desee tanto decírselo. Me deslice fuera de su cuerpo incorporándome levemente y tiré las mantas sobre nosotros antes de volver a su lado. Bella sonrió y suspiró profundamente, sus ojos se cerraban. Pase mi nariz contra la suave piel debajo de su oído, intentando memorizar el aroma y la sensación de ella. Sus respiraciones se volvieron profundas y parejas y supe que ella estaba dormida. Pase mis labios una vez más a través de su piel, y la atraje firmemente hacia mí.
El saber que ella no podía oírme me permitió que le dijera lo que quería decirle desesperadamente.
“Creo que estoy enamorado de ti.”
~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Desperté la mañana siguiente con la sensación de dedos que pasaban suavemente a través de mi pelo. Suspiré con alegría y la tiré más cerca mientras las imágenes de la noche de ayer inundaban mi mente. La amaba.
Mis ojos se abrieron repentinamente y mire para arriba, shockeado de encontrarla  mirándome.
“Buen día,” dijo ella suavemente mientras continuaba jugando con mi pelo.
“Buen día,” contesté con una amplia sonrisa. Se quedo. Tirándome sobre su cuerpo puse un beso en sus labios. “Gracias, Bella,” susurre, antes de reclamar mi lugar en sus pechos desnudos.
Ella exhaló suavemente antes de contestar, “No hay de qué.” Cerré los ojos y dejé que todo se asentara dentro de mí. Ella no se había ido esta mañana, ella todavía estaba aquí. Nos quedamos allí en silencio por algunos minutos antes de que hablara.
“¿Te gustaría ducharte conmigo?”
“En realidad, me gustaría hacerte el desayuno. ¿Te parece bien?”
Mire hacia arriba y apoyé mi barbilla en su pecho.
“Me encantaría desayunar, Bella.” Ella sonrió ampliamente y me levanté otra vez para besarla. Quisiera comenzar cada día de esta forma.
Nos levantamos eventualmente, y me dirigí hacia la ducha mientras que ella fue a la cocina. Quince minutos más tarde, duchado y cambiado, salí. Mi corazón casi se detuvo cuando vi a Bella parada en mi cocina, derritiendo mantequilla sobre una plancha caliente… usando mi camisa. El lío de anoche había sido limpiado, y caminé detrás de ella, colocando mis brazos alrededor de su cintura.
“No tenias que limpiar.” Le moví el pelo y besé su cuello suavemente, sonriendo contra su piel al oír el sonido de su suave gemido.
“Quise hacerlo,” me contestó. “Ahora ve a sentarte, y te serviré esto.” Me reí entre dientes y la besé una vez más antes de ir a tomar asiento en la mesa del comedor. Leía  el diario cuando ella se acerco con un plato de pancakes, una taza de café, y una botella de syrup en sus manos. Colocó todo cuidadosamente en la mesa y después me sorprendió sentándose en mi regazo a horcajadas.
“Bueno, esto es lo que yo llamo desayuno,” reí, poniendo mis manos en sus caderas. Ella sonrió y se inclinó hacia adelante, sus labios se pegaron a los míos.
“Coincido.” Sus labios eran suaves, y ella sabía a pasta dental.
“¿Te cepillaste los dientes?” Pregunte curiosamente.
“Mmhmm, tengo siempre un cepillo dental en mi bolso,” me contestó, vertiendo el syrup sobre la gran pila de pancakes.
“Oh Dios. En verdad somos el uno para el otro.”
“¿De qué estás hablando?”
“Solo algo que Emmett dijo sobre que tu y yo éramos más parecidos de lo que yo quería admitir y que por esa razón no nos llevábamos bien,” dije distraídamente, incapaz de sacarme sus palabras de la cabeza. “Sabías que yo…”
 “¿Tienes un cepillo de dientes en tu cajón del escritorio, dos en tu cuarto de baño de la oficina, y uno en la guantera del auto? Sip,” contestó, acercando un tenedor cargado de pancakes a mi boca. “Sé casi todos tus pequeños hábitos anales.” Reí y sacudí mi cabeza. Ella continuó alimentándome mientras yo le robaba besos entre cada bocado, gimiendo por el sabor a syrup en sus labios. Mis manos se movieron a sus muslos y se deslizaron debajo de mi camisa, y me detuve brevemente cuando encontré solo su suave piel debajo. Le sonreí alusivamente y ella sacudió la cabeza.
“Alguien rompió mi bombacha anoche.” Ella me guiñó un ojo y yo la tiré contra mí, olvidando por completo el desayuno.
“Quisiera ponerte sobre mi mesa y verter ese syrup por todo tu cuerpo,” susurré contra sus labios.
“Hmm, no sé. Te pondrías todo pegajoso y recién sales de la ducha,” me embromó.
“Oh, yo creo que valdría la pena.” Ella se rió contra mi boca y sentí como crecía mi amor por ella. Nunca pensé que sería tan fácil estar con ella.
Mi teléfono celular comenzó a sonar pero no hice caso de él, no queriendo dejar que el mundo exterior se interpusiera. La única persona con la que quería hablar se encontraba sentada justo aquí conmigo.
“Edward, ¿me enseñarías a decir algo en francés?” Me aleje un poco y la mire con sorpresa.
“Por supuesto,” contesté, emocionado de que ella me lo pidiera. “¿Qué quieres saber?” Ella se estiro detrás de mí y saco un trozo de papel de su bolso.
“Esto,” me dijo tranquilamente. La mire por un momento, antes de tomar el pequeño trozo de papel de su mano.

                                                  Contigo me siento finalmente en casa.
Mis ojos volaron a los suyos mientras que el significado de esas palabras me golpeaba. ¿Dijo ella?¿Estaba diciendo ella lo que yo pensaba que estaba diciendo? Considere las palabras escritas en su hermosa letra cursiva.
“Oh, Bella,” susurré, sabiendo yo nunca olvidaría este momento. Mirando hacia arriba deslicé mi mano dentro de su pelo, mi pulgar acaricio suavemente su mejilla.           Avec toi… je suis enfin... à la maisonDije las palabras lentamente, sin que mi mirada dejara nunca la suya.
“¿Avec toi… je suis enfin... à la maison?pregunto ella nerviosa.
“Perfecto.” Acuné su cara en mis manos y la besé suavemente, esperando transmitir cada onza del amor que sentía por ella. Nuestras bocas se plegaron perfectamente. Nunca querría dejarla ir. Rompimos el beso momentos más tarde, su mano se levanto para acariciar mi mandíbula.
“Edward,” comenzó ella, sólo para ser interrumpida por un fuerte golpe en mi puerta. Nuestros ojos se encontraron, pánico evidente en nuestras facciones.
“¡Edward!” La resonante voz de Emmett llego a nosotros desde el vestíbulo, seguido por otro redoble de golpes.
“Edward, sé que estás allí adentro, pajero, oí como sonaba tu celular. No me iré hasta que abras esta puerta.”

5 comentarios:

Heidi dijo...

Guau!!!! Morí una y mil veces! Mori de amor, de ratones...de todo!

Anónimo dijo...

NAAAAAAAA!!!QUE EMMETT CORTAPOLVO!!!! JAJAJA...ME ENCANTO ESTE CAPITULO!!! Y AHORA??? JONES, QUIERO MAS!!!! BESOTESSS. LG.

CarisWestenra dijo...

Emmett y la madre que le trajo!!!¬¬ tiene el maravilloso don de la oprtunidad. Ahora que se llevan bien y admiten que estan enamorados me gusta más la historia...n.n

Anónimo dijo...

JONES: PARA CUANDO TE PARECE QUE TENDRAS LISTO EL CAPITULO 15??? SI NO ESTUVIERA TAN A MIL, TE AYUDARIA A TRADUCIR. MORI DE AMOR CON ESTA HISTORIA. BESOSSS. LG.

paty dijo...

Omg acaso no se pudo esperar Emmett un dia mas para aparecerse por la casa de Edward espero que no heche a perder las cosas ahora que todo va muy bien entre Edward y Bella

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