jueves, marzo 11, 2010

La Oficina - Capítulo 5: Forzando la marcha

           
Había ochenta y tres respiraderos, veintinueve tornillos, cinco láminas, cuatro lamparitas y una buena cantidad de polvo en el ventilador de techo sobre mi cama. Genial. Rodé sobre mi lado, ciertos músculos me molestaban y proporcionaban la prueba innegable de porqué no podía dormir. Un escalofrío corrió hacia abajo de mi columna vertebral y mis pezones se endurecieron cuando recordé de nuevo sus palabras de ayer a la tarde.
“No, yo quiero que usted mire directo allí. Quiero que usted me mire cogerla. Y mañana cuando este dolorida, quiero que recuerde quién le hizo esto.”
Él realmente no estaba bromeando. Mis caderas y mis muslos nunca habían dolido tan maravillosamente como lo hacían esta noche cada vez que me movía. Mufando un suspiro, me estire debajo de las mantas, y gemí de frustración dándome por vencida y me saqué la bombacha empapada, lanzándola al piso. Esto se estaba volviendo costumbre. Nunca había tenido que cambiar tan seguido de ropa interior en mi vida… y ésta fue sin su ayuda. Con su ayuda… bueno, eso era absolutamente otra cuestión. Mis pobres,  pobres bombachas. Ese hombre había destruido casi u$s 500 en ropa interior. Ropa interior buena. Mis bombachas poderosas.
Bueno, supongo que ya dieron una muestra de hasta dónde me podían llevar.
La situación era tan insana que no pude evitar largar la carcajada en mi habitación silenciosa. Me habían cogido en un probador hacia apenas siete horas. Y me habían cogido bien. Con el Sr. Cullen fuera de la oficina ayer por la mañana, yo había acabado mi trabajo y me había ido temprano, esperando escapar de mis pensamientos constantes sobre él. ¿Qué mejor manera de distraerme que haciendo algunas compras? E incluso entonces, a pesar de todos mis esfuerzos para evitarlo, allí estaba él, husmeando la ropa interior en La Perla.
El hombre puede que sea un completo bastardo, pero no podía negar que él sabía lo que hacía. Y a pesar de que yo no lo soportaba, amaba cada minuto con él. Dios, mi cuerpo era un grandísimo traidor.
Sin darme cuenta, mi mano había viajado a mi pecho; y pellizcaba ausentemente mi pezón sobre la remera ribeteada de mi pijama. Cerrando los ojos, dejé escapar un suspiro cuando el tacto de mis propias manos me recordó las suyas. Sus largos y sedosos dedos rozaron la piel debajo de mis pechos, sus pulgares acariciaron mis pezones, sosteniéndome en sus grandes manos… maldita sea. Dejé escapar un ruidoso suspiro y pateé una almohada con mi pie tirándola de la cama. Sabía exactamente hacia dónde se dirigía este tren de pensamiento. Había hecho exactamente esto mismo durante tres noches seguidas y esto tenía que detenerse ahora. Mierda. Con un gruñido rodé sobre mi estómago, y cerré fuerte los ojos, esperando que el sueño me sacara de mi miseria.
Pero veinte minutos después, todavía seguía despierta. Maldición.
¿Cómo se había convertido mi vida en esto? Todavía recordaba, con perfecta claridad, el día hace un año y medio cuando Carlisle me llamó a su oficina para charlar. Aunque yo tenía mucha confianza con los Cullen, él había sonado muy formal al telefonear a la oficina donde yo trabajaba en ese momento como asistente junior, y francamente me había hecho cagar del susto. Al entrar, su secretaria me sonrió y me llevó directamente adentro de la oficina.
                                                       ~*~*~*~*~*~*~

Dieciséis meses antes

“Bella.” Me había saludado Carlisle con una sonrisa cálida y me había indicado que me sentara en la silla enfrente de él. “Por favor, toma asiento. Tengo algo que quisiera discutir contigo.”
“Por supuesto, Sr. Cullen,” sonreí nerviosa, tomando asiento.
“Bella, te he llamado hoy porque tengo una buena noticia para compartir, y una oferta que quisiera que consideres; Estoy seguro de que estas al tanto que mi hijo Edward ha estado viviendo y trabajando en París por los últimos seis años. El se ha hecho una excelente reputación trabajando en Louis Vuitton, pero le hice una oferta para trabajar aquí estoy muy feliz de decir que él ha aceptado. El estará asumiendo el control como CFO, y a mí me daría mucho gusto si tú aceptaras ser su ayudante ejecutiva. Tu trabajo ha sido excepcional en la compañía durante algún tiempo ya, y yo pienso que tu y Edward harían a un gran equipo. El va a necesitar tu guía con la política y costumbres de la compañía al principio, pero yo estoy seguro de que en muy poco tiempo ambos mantendrán una buena relación laboral. ¿Qué dices, Bella?”.
Me quede sentada allí por algunos momentos, totalmente atontada. Él quería promoverme a ayudante ejecutiva del CFO. Jugué de nuevo con las palabras en mi mente, intentando convencerme de que no era una broma. Esto era más que sorprendente. Esto significaría una nueva oficina, una paga más alta y… Casi jadeé, más dinero para gastar en La Perla.

 
“¿Bella?” Pregunto Carlisle, sonando preocupado. Lo mire, sorprendida, por ver que él había caminado alrededor del escritorio y ahora se encontraba arrodillado enfrente de mí.
Sacudiendo mi cabeza levemente para despejarla le sonreí. “No puedo creer que está sucediendo esto. Estoy más que honrada de que usted siquiera me considerara.” Las lágrimas manaban de mis ojos y yo intentaba enjugarlas frenéticamente.
“Bella,” me dijo tomando mis manos y su voz sonó suavemente. “Además del hecho de que Esme y yo te adoramos, no hay nadie en quien yo confiaría más para trabajar con mi hijo. Tú haces un trabajo fantástico aquí y me ha emocionado observar tu progresión en esta compañía y como persona durante los pasados cinco años.”
“Gracias. Muchas gracias,” le susurre, intentando mantener a raya las lagrimas. “Solo espero estar a la altura de sus expectativas.” Nunca había conocido a Edward, pero con una familia como esta, ¿cómo podría él ser menos que maravilloso?
“Estoy absolutamente seguro de ti.” Dijo Carlisle mientras retrocedía y caminaba alrededor de su escritorio para sentarse cómodamente otra vez. “Le contado a Edward todo sobre ti, y él está muy impaciente por conocerte.”
“Usted y su familia deben estar emocionados de que él este volviendo a casa después de todos estos años,” dije, agradecida por el cambio de tema. Era un poquito abrumador y necesitaba distraerme.
“Oh, lo estamos. El ha estado lejos por tanto tiempo,” dijo un poco apagado, y con una pequeña sonrisa honrando sus labios. “Sabes, esperaba que mis hijos siempre trabajaran aquí, solo que Edward…” agregó sacudiendo la cabeza de buen humor. “Edward ha sido siempre su propio hombre y un poquito obstinado. Él insistió en que debía salir al mundo y hacerse un nombre por sí mismo. El es extremadamente exigente y absolutamente independiente, motivo por el cual sé que ustedes dos serán perfectos juntos.”
Agradecida acepté la posición y salí de la oficina con una sonrisa. Todos mis años de lealtad y de trabajo duro finalmente habían dado fruto. Carlisle me explicó que me trasladaría para el décimo octavo piso inmediatamente y trabajaría junto con el actual CFO y su asistente; ambos se retirarían este año, así que la transición sería tranquila. Me alivio saber que tendría seis meses completos de entrenamiento antes de que llegara Edward. Carlisle también me dio una copia del memo que sería enviado dentro de la compañía para informar de los antecedentes de Edward y de su llegada.
Guau. Ése fue mi pensamiento cuando leí el documento en mi camino de vuelta a mi oficina. Regulador Senior de la marca en París, el candidato más joven de administración superior que se hubiera tenido en cuenta nunca para los cuarenta “debajo de 40”, publicado en Wall Street Journal, y un MBA doble de la escuela de la NYU. Pope de negocios y de HEC París, en donde él se especializó en finanzas corporativas y negocio global, graduándose suma cum laude. Todo a la edad de veintiocho. Cristo. ¿Qué era lo que Carlisle había dicho? ¿Extremadamente exigente? Eso era una subestimación si había oído una alguna vez.
Los seis meses parecieron volar y tuve que admitir, que yo había sido hecha para mi trabajo. Durante ese tiempo, intenté recolectar cada pedacito de información personal sobre él que podía. Sabía absolutamente todo sobre Edward el profesional, pero muy poco de Edward la persona.
Emmett hizo alusión a que su hermano no compartía para nada su personalidad jovial, pero cuando yo me puse nerviosa el puso rápidamente paños fríos sobre mi cabeza.
“Él tiene tendencia a ser un retentivo anal absoluto y un poquito pesado ocasionalmente, pero no te preocupes de él, Bella. Solo dale un tiempo para aflojarse y ustedes chicos van a ser un gran equipo. Quiero decir, vamos,” dijo él, envolviendo su gran brazo alrededor de mí. “¿Cómo podría él no amarte?”
Odiaba admitirlo ahora, pero para el momento en que el estaba por llegar, no sólo estaba yo extremadamente ansiosa, sino que había desarrollado un pequeño enamoramiento de Edward Cullen. No sólo era hermoso, sino que me impresionaron increíblemente todas las cosas asombrosas que él había logrado en su relativamente corta vida. Nos habíamos comunicado a través de mails antes de su llegada y aunque él parecía bastante agradable, nunca fue excesivamente amistoso.
En la mañana del gran día, Edward no debía llegar sino hasta después de la reunión del Consejo y por la tarde lo presentarían oficialmente, así que yo sabía que tenía el día entero para convertirme en una bola de nervios. Siendo la buena amiga que ella es, Ángela subió para distraerme. Ella se sentó en mi silla y pasamos cerca de una hora discutiendo los méritos de la película “Clerks”.
Pronto me reía a los gritos, tenía lágrimas corriendo bajo mi cara. Y no note que Ángela se puso tiesa cuando la puerta externa de la oficina se abrió, ella no me aviso que alguien estaba ahora detrás de mí. Y aunque Ángela intentó advertirme con una mano rápida a través de la garganta, la señal universal para cerrar la boca; No le hice caso, porque al parecer soy una idiota.
“Y entonces,” reí nerviosamente, colocando las manos sobre mis lados, “y entonces ella dice, “mierda, yo tuve que tomar la jodida orden de un tipo al que se la chupé después del baile de fin de curso, una vez. “Y entonces él contesta, `sí, yo le serví a tu hermano, también.” Y ahí me dio otro ataque de risa, tanto que me eche hacia atrás y choque con algo duro y caliente.
Con un grito de asombro, gire hacia atrás y me mortifico entender que acababa de apoyar mi trasero contra el muslo de mi nuevo jefe. “¡Sr. Cullen, cuanto lo siento!”
Edward no parecía divertido.
En un intento por aflojar la tensión, Ángela se paro y extendió su mano. “Es un placer finalmente conocerlo. Soy Ángela Weber, la asistente de Emmett.”
Él solo echó un vistazo a su mano sin devolver el gesto y levantó una de sus perfectas cejas. “Perdón, Srta. Weber. ¿No se refiere usted al Sr. Cullen?”
Su mano cayó lentamente mientras ella lo miraba, obviamente perturbada. Algo sobre su presencia física era así como intimidante, y ella se quedo sin palabras por un momento. Cuando se recuperó, tartamudeó, “bueno… nosotros somos bastante informales dentro de la oficina. Nos llamamos todos por el primer nombre. Ésta es su asistente, Bella.”
Sus ojos cayeron sobre los míos severamente mientras que él asentía con la cabeza. “Srta. Swan. Usted me llamara Sr. Cullen. Y la espero en mi oficina en cinco minutos de modo que podamos discutir sobre el decoro apropiado en el lugar de trabajo.” Su voz era seria cuando él habló, y entonces cabeceó conciso hacia Ángela. “Srta. Weber.”
Su mirada encontró la mía por un momento antes de que él girara sobre sus talones y se dirigiera a su oficina, y yo observara con horror mientras que el incurría en el primero de sus portazos infames.
“Qué. Bastardo,” masculló Ángela con los labios apretados.
“Hermoso Bastardo,” contesté, aún inmersa en un trance como consecuencia de sus preciosos ojos.
Nerviosa me dirigí a la puerta de su oficina con una taza de café, hecha de la manera que él me dijo que le gustaba, vía email, la semana anterior. Mi golpe fue seguido por un precipitado “adelante,” y yo rogué a mis manos que pararan de temblar el tiempo suficiente para entrar en la oficina. Curvé mis labios en una sonrisa amistosa, intentando dar una mejor impresión esta vez, y abrí la puerta para oírlo hablar por teléfono y escribir furiosamente en el anotador delante de él. Mi respiración se cortó cuando oí su profunda y suave voz, hablando en perfecto francés.
“Ce sera parfait . Merci, mon ami,” él terminó la llamada, pero nunca levantó los ojos de sus papeles para saludarme. Una vez que me coloque delante de su escritorio, él se dirigió a mí en el mismo tono severo que antes. “En el futuro, Srta. Swan; usted guardará todas las conversaciones no relacionadas con trabajo fuera de la oficina. Le estamos pagando para trabajar, no para chismear. ¿Me exprese claramente?”.
Me quede sin habla por un momento hasta que él levanto sus ojos esmeralda para encontrar los míos, enarcando una ceja. Me sacudí fuera de mi trance, entendiendo de una vez la verdad sobre Edward Cullen. Aunque él era absolutamente fuera de este mundo hermoso personalmente, no era en absoluto como me lo había imaginado. Y no era ni parecido a sus padres y hermano.
“Cristalino…señor,” balbuceé mientras que caminé alrededor de su escritorio para apoyar su café delante de él. Pero cuando estaba a punto de alcanzar su escritorio, mi tacón se engancho en la alfombra y me caí hacia adelante. Escuche un fuerte ¡Mierda! escapar de sus labios; el café ahora no era más que una mancha abrasadora en su costoso traje. “¡Oh mi Dios, Sr. Cullen, lo siento tanto!”
Corrí hacia su cuarto de baño para tomar una toalla, volví hacia el escritorio, y me incline de rodillas delante de él e intente limpiar la mancha. En mi prisa y como última humillación que no pensé que podría ponerse peor; se me ocurrió de repente, que estaba frotando la toalla furiosamente contra su entrepierna. Retire la vista y la mano, sintiendo el ardiente rubor de mi cara expandirse hasta el final de mi cuello cuando capte una ojeada del notorio bulto en el frente de sus pantalones.
“Usted puede retirarse ahora, Srta. Swan,” dijo él en tono tenso, y yo asentí rápidamente, precipitándome fuera de la oficina. Eso definitivamente no había salido como lo había planeado. Y yo no podía creer que había dado una primera impresión tan horrible.
Afortunadamente, pude probar mi idoneidad bastante rápidamente, después eso. Hubo épocas en las que incluso hasta él parecía impresionado conmigo, aunque siempre parecía estar de mal humor y al borde. Termine adjudicándoselo a que era un reverendo idiota, pero siempre me había preguntado si había algo específico en mí que lo sacaba de sus casillas. Además de esa toalla, por supuesto.

                                                               
                                                                    ~*~*~*~*~*~*~

Para el momento en que volví de mi viaje por el infierno de los recuerdos, eran las 5:45. Maravilloso, justo a tiempo para levantarme e ir a trabajar. Pero incluso mientras me duchaba y dejaba que el agua caliente aflojara mis músculos adoloridos, mis pensamientos seguían pegados al porqué estaban en este estado.
Esto realmente debía parar. En serio este vez.
Cuando llegué el trabajo, me topé con Ángela en mi camino al ascensor. Hicimos planes para almorzar la semana próxima y nos despedimos cuando ella alcanzó su piso. Llegando el décimo octavo piso, noté que la puerta de la oficina del Sr. Cullen estaba cerrada como de costumbre, así que estaba insegura de si él estaba aquí ya. Prendí la computadora, e intenté prepararme mentalmente para el día. ¿Por qué sentía últimamente como que cada vez que me sentaba en esta silla me llenaba de ansiedad? Sabía que lo vería esta mañana; cada viernes repasábamos la agenda de la semana siguiente. Pero estaba insegura en qué tipo de humor estaría él hoy. Aunque había notado recientemente que sus rabietas se habían puesto incluso peores. Mocoso inmaduro.
Sus últimas palabras de ayer hacia mí habían sido, `Compre el portaligas también'. Y yo lo había hecho. De hecho, lo estaba usando ahora. ¿Por qué? No tenía idea. ¿Qué diablos había querido decir el con eso? ¿Él pensaría que iba a tener ocasión de verlo? No había una maldita chance. ¿Entonces por qué lo estaba usando? Juro por Dios que si él lo rompe… me detuve antes de acabar. Ésa era la cosa más jodida que había pensado. Por supuesto que él no lo rompería. Nunca iba a darle la oportunidad de romperlo. Sigue diciéndote eso Swan.
Contestar algunos emails y hacer una pequeña investigación del hotel, apartaron mi mente de la situación por un ratito, y alrededor de una hora más tarde su puerta se abrió. Mirando hacia arriba, me encontré con un serio y muy tranquilo Sr. Cullen. No quedaba ningún rastro del hombre imprudente y salvaje que me había tomado en el probador de La Perla catorce horas antes.
“Srta. Swan, ¿está lista para comenzar?” Pregunto con frialdad.
“Sí señor,” contesté con voz serena y tranquila. Okay, de modo que así es cómo se iba a manejar esto. Por mi estaba bien. No sabía lo que había estado esperando, pero me aliviaba que las cosas no fueran diferentes. Tome mi Blackberry, calendario, y anotador; Caminé a su oficina y tomé asiento frente de su escritorio. Comencé inmediatamente a pasar la lista de las tareas y citas que necesitaban su atención. Él escuchó reservado, escribiendo cosas rápidamente o incorporándolas en su computadora cuando era necesario.
“Hay una reunión con E.C. Publicaciones programada para las 3:00 esta tarde. Su padre y hermano también están planeando acudir. Tomará probablemente el resto de la tarde, así que el resto del calendario de hoy se ha despejado.” Eventualmente, llegamos a la parte que yo había estado temiendo. “También tenemos los talleres de IABC Comunicaciones Financieras en Seattle el próximo mes,” dije rápidamente; repentinamente interesada en lo que escribía en mi calendario. La pausa que siguió pareció durar una eternidad, y yo eche un vistazo para ver que le estaba tomando tanto tiempo. Él me miraba fijamente, golpeando su pluma ligeramente en el escritorio y con su cara totalmente vacía de cualquier expresión.
“¿Eso es algo a lo que usted me acompañará?” pregunto él en tono directo.
“Sí.” El silencio en el cuarto era ensordecedor. No tenía idea de qué estaría pensando él, no había un solo rastro de emoción en su voz o sus gestos.
“Haga todos los arreglos necesarios,” dijo con aire de determinación mientras escribía algo en su computadora. Crabrón. Asumiendo que me podía retirar, me levante de mi silla y comencé a caminar hacia la puerta.
“Srta. Swan,” me di vuelta para mirarlo, aunque él no encontró mi mirada, y casi parecía nervioso. Bueno, esto era diferente. “Mi madre me ha pedido que le extienda una invitación para cenar la semana próxima.”
“Bien por favor dígale que miraré mi agenda,” dije, dándome vuelta para irme otra vez.
“También me pidió que la aliente a concurrir.” Cesé todo movimiento.
Dándome vuelta lentamente, vi que él ahora me miraba fijamente, y parecía definitivamente incómodo. “¿Y porqué exactamente ella hizo eso?”
“Bueno,” dijo el antes de despejar su garganta. “Aparentemente ella tiene a alguien a quien quisiera presentarle.” Esto era nuevo. Había conocido a los Cullen por años, pero aunque ella había mencionado un nombre al pasar, nunca había intentado activamente engancharme con alguien.
“¿Porqué su madre está intentando empatarme?” Pregunte caminando hacia su escritorio y cruzando los brazos sobre mi pecho.
“No tengo ni idea,” dijo encogiendo sus hombros casualmente, pero algo en su cara no se correspondía  totalmente con la indiferencia de su respuesta.
“¿Porqué no le creo?” Pregunté con una ceja levantada. Ahora estaba más que curiosa. Él nunca parecía incómodo. Algo sucedía. Repentinamente, su frente se frunció en obvio malestar.
 “¿Cómo diablos voy a saber yo? No es como que nos sentamos a hablar sobre usted,” escupió hacia fuera venenosamente. Si no fuera por el hecho de que obviamente planeaban algo, realmente podría haber encontrado su reacción chistosa. “Quizás ella está preocupada que con esa personalidad chispeante suya usted terminará como una vieja solterona con una casa llena de gatos.” Oh no, no no, él no dijo eso.
Inclinándome hacia adelante con mis palmas en su escritorio lo mire furiosa. “Bueno quizá ella debería preocuparse más de que su hijo se convierta en un sucio viejo verde que pasa su tiempo husmeando bombachas y acechando a muchachas en ropa interior en tiendas.” Jaque y mate, imbécil.
Saltando de su silla, él se inclinó hacia mí, con la cara furiosa. “Sabe que, usted es la más…” lo interrumpió el sonido del teléfono. Nos miramos ferozmente uno frente al otro, ambos respirando agitadamente y por un segundo pensé que él me lanzaría sobre el escritorio… y por otro segundo yo quise que lo haga. Dios soy repugnante. Todavía fulminándome con la mirada, él tomo bruscamente el teléfono.
“Sí,” gruñó agudamente en el receptor, sus ojos nunca dejaron los míos, y entonces él presionó el teléfono contra su pecho. “Eso es todo, Srta. Swan.” Tomando mis cosas, me di vuelta rápidamente y cerré la puerta detrás de mi más duro de lo necesario.
Por el resto de la mañana y hasta la primera hora de la tarde, el Sr. Cullen entro y salió de su oficina pisando fuerte, cerrando de golpe puertas y siendo el mismo ser encantador de siempre. Cerca de las 2:00, yo estaba sopesando internamente los riesgos de un juicio por daños corporales si era sorprendida poniendo RapiLax en su precioso latte de mocha light sin azúcar y con una pizca de menta.
Mirando la hora, decidí no hacerlo. También noté que tenía un mensaje de texto del Sr. Amoroso mismo, informándome que me encontraría abajo en el estacionamiento para dirigirnos hacia el centro de la ciudad. Agradecí a Dios que los otros ejecutivos y sus asistentes iban también. Si tenía que sentarme en una limo con ese hombre por solo veinte minutos, había solamente dos resultados posibles. Y solamente uno de ellos lo dejaba con sus bolas intactas.
La limo esperaba justo afuera, y cuando me acerque a ella, nuestro conductor me sonrió ampliamente y abrió la puerta. “Buenas tardes, Srta. Swan. ¿Cómo está usted en esta hermosa tarde primaveral?”
“Maravillosamente, Jeffrey. ¿Cómo va la escuela?” Sonreí hacia él. Jeffrey era mi chofer preferido, y aunque tenía la tendencia a ser un poquito flirtero, él siempre me hacía reír.
“Oh va muy bien. Me está costando un poquito la clase de física, pero con excepción de eso está yendo muy bien. Que mal que usted no sea científica, sino podría ser mi tutora,” dijo jocosamente, meneando sus cejas.
“Si los dos terminaron, tenemos un lugar realmente importante al que ir. Quizá usted puede flirtear con la Srta. Swan en su propio tiempo, Sr. Davis.” El Sr. Cullen al parecer estaba ya esperándome en el  interior, y nos fulmino con la mirada a los dos mientras se acomodo dentro del coche nuevamente. Genial. Hice una mueca y rodé mis ojos a Jeffrey antes de subir.
Aparte del Sr. Cullen, la limo estaba vacía, y cuando oí el motor arrancar y comenzamos a andar me  preocupe. “¿Donde están los otros?” Pregunte confusa.
“Tenían una reunión para cenar después y nos encontrarán allí,” respondió mientras que se mostraba ocupado con su Laptop. Mirando abajo, noté que él golpeaba ligeramente nervioso su pie. Okay, podría ser que me equivocara pero algo definitivamente estaba ocurriendo.
Sentada en el asiento enfrente de él, lo mire sospechosamente. Él no lucía diferente. De hecho, él se veía más jodidamente sexy. Estaba usando un traje de diseñador con corte perfecto en un chocolate profundo, una costosa camisa de vestir en el mismo color y una corbata de seda rayada hermosa. Su pelo era el mismo sexy lío de siempre y entonces él levantó distraídamente su mano izquierda hasta su boca y puso su pluma dorada entre sus labios haciendo un puchero. Tuve que acomodarme en el asiento para aliviar un poquito el malestar que comenzaba a sentir en mi interior.
Cuando él levanto la vista repentinamente, con una sonrisa boba en su cara y me dejó saber que me había pescado ojeándolo. “¿Ve algo que le guste, Srta. Swan?” pregunto burlonamente.
“No realmente,” contesté con una sonrisa boba. Y solo porque sabía que el caería, yo cruce adrede mis piernas, cerciorándome de que mi falda se levantara un poco más de lo apropiado. Su ceño estaba fruncido en un instante. Misión cumplida.
Los dieciocho minutos y medio restantes, de nuestro viaje de veinte minutos, transcurrieron intercambiando miradas sucias a través del coche mientras que yo intentaba fingir que no fantaseaba sobre tener su bonita cabeza entre mis piernas. Innecesario seria decir que, para el momento en que llegamos allí, yo estaba de muy mal humor. Ninguno de nosotros dijo una palabra durante el viaje en ascensor, y la tensión no paso inadvertida por ninguno de nosotros tampoco. Dios, yo nunca pensé que estaría excitada tan constantemente. Me preguntaba si así era como se sentían los tipos. Si era así… bueno, maldición.
Las siguientes tres horas transcurrieron a paso de tortuga. Los otros Cullen llegaron y las presentaciones fueron hechas. Una mujer particularmente atractiva llamada Moira pareció tomar un interés inmediato en el Sr. Cullen. Ella estaba cerca de sus 30 años y tenía a melena oscura y corta, luminosos ojos oscuros, y un cuerpo para morirse. Y por supuesto la sonrisa volteadora de bombachas apareció con toda su fuerza hoy mientras él la cautivaba casi inconscientemente.
Todos nos acomodamos en una gran mesa para comenzar la reunión, e intenté realmente prestar atención; pero los recuerdos de otra mesa de conferencias acudieron a mi mente. En un punto, el Sr. Cullen se coloco en la punta de la mesa y repaso algunos números en una hoja de balance, y me hizo una pregunta cuando obviamente yo no estaba prestando atención. Juro que habría podido matarlo allí mismo. La mirada en su cara me dejó saber que él sabía exactamente lo que yo pensaba. Él era la maldad personificada. Una parte de mí quería preguntarle a Esme si había dibujos satánicos en la pared y la gente cantaba en el cuarto cuando él nació. Pasé el resto de la reunión tirándole dagas mentales en las bolas y gimiendo internamente cuando me acorde que todavía teníamos el viaje de veinte minutos en el coche por delante.
Cuando caminamos nuevamente dentro de la oficina al final del día, después de un viaje de vuelta aun más tenso, todavía parecía como que el Sr. Cullen tenía algo para decir. Y si él no lo hacía pronto, yo iba a estallar. Juro por Dios, cuando yo queria que él se quedara callado, su maldita boca no se  cerraba. Pero cuando yo necesitaba que dijera algo, él se quedaba mudo. Un sentido de déjà vu y de pavor me llenó cuando entramos al edificio semi-vacio y hacia el elevador. Al segundo que esas puertas doradas se cerraron yo deseaba estar en cualquier lugar menos al lado de él. ¿Había repentinamente menos oxígeno aquí dentro? Echando un vistazo a su reflejo en las puertas pulidas, era difícil decir cómo se sentía él. Con excepción del apretón constante de su mandíbula y de sus ojos alicaídos, él parecía totalmente tranquilo. Bastardo.
Cuando alcanzamos el décimo octavo piso, dejé escapar una profunda respiración que no había notado  que contenía. Ésos tuvieron que haber sido los cuarenta y dos segundos más largos de mi vida. Lo seguí a través de la puerta, intentando mantener mis ojos apartados de él mientras que se dirigió rápidamente a su oficina. Pero para mi sorpresa, no cerró la puerta detrás de él. Él cerraba siempre su puerta. Rápidamente controle los mensajes y termine de cerrar algunos detalles de última hora antes de irme por el fin de semana. No recuerdo haber tenido nunca más prisa en salir de aquí. Bueno, eso no era exactamente verdad. La vez última que estuvimos solos en este piso yo había hecho una partida bastante rápida. Mierda, si hubiera un momento para no pensar en eso, seria justamente ahora, en la oficina vacía. Solos yo y él.
Él dejó su oficina mientras que yo recolectaba mis cosas, dejando un sobre de color marfil en mi escritorio y continúo a la puerta sin detenerse. ¿Qué diablos era esto? Abriendo el sobre rápidamente vi mi nombre en varios papeles de un elegante color marfil. Era papeleo para una cuenta de crédito privada en La Perla, con el Sr. Edward Cullen como el sostenedor de cuenta. Jesucristo. ¿Él me abrió una cuenta de crédito?
“¿Qué carajo es esto?” Gruñí, saltando de mi silla y dándome vuelta para hacerle frente. “¿Usted me abrió una línea de crédito?” Yo estaba absolutamente lívida. ¿Cómo se atrevía él?
Deteniéndose a medio paso y vacilando levemente, él se dio la vuelta para enfrentarme. “Hice una llamada de teléfono hoy, y arreglé para que usted compre lo que usted… necesite. No hay límite en la cuenta,” indicó el de plano, limpiando todo rastro de malestar de su cara. Esta es la razón por la cual él era tan capo en lo que hacía. Tenía una capacidad misteriosa de recuperar el control en cualquier situación. ¿Pero él realmente pensó que podría controlarme?
“Así que usted arregló,” dije, sacudiendo mi cabeza e intentando guardar una cierta apariencia de calma, “comprarme ropa interior.”
“Bueno, solo para substituir las cosas que yo…” él se detuvo, posiblemente repensando su respuesta. “Las cosas que se han dañado. Si usted no la quiere, no la use una mierda,” dijo él airadamente volteándose para irse otra vez.
“Usted es un jodido hijo de puta.” Ahora me trasladé delante de él, la quebradiza papelería era ahora una bola destrozada en mi puño apretado. “¿Usted piensa que esto es divertido? ¿Usted me piensa que yo soy un juguete que usted puede vestir para su diversión?” No sabía con quién estaba más enojada: con él por pensar en mí de esa manera, o conmigo por permitir que esta cosa comenzara en primer lugar.
Él se mofo, “Oh sí, Srta. Swan. Encuentro esto absolutamente graciosísimo.”
Sabía que esto se estaba dirigiendo hacia un lugar peligroso y que tenía que salir de allí antes de que hiciera algo que lamentaría. “Tome esto y métaselo en el culo”; Empujé los papeles contra su pecho y tome mi cartera. Mirándolo ferozmente, le dije con desprecio, “No soy su puta, Sr. Cullen.” Apartándolo, salte literalmente al elevador. Imbécil mujeriego egoísta de mierda. Sabía lógicamente que él no había intentado insultarme, por lo menos esperaba que no. ¿Pero esto? Éste era exactamente el motivo por el que una no debe cogerse a su jefe. Dios, supongo que falté a esa clase durante la orientación.
“Srta. Swan!” gritó, pero no hice caso de él y caminé dentro del ascensor. Vamos, dije mientras que apretaba varias veces el botón para bajar al estacionamiento. Su cara apareció justo mientras que las puertas se cerraban y me sonreí cuando le mostré el dedo en el segundo en que se cerró la puerta. Verdaderamente maduro, Bella.
“Mierda. Mierda. ¡Mierda!” Grité en el elevador vacío, prácticamente pateando el piso. Eso había sido todo. No más. Él puede ser más sexy que la mierda y puede tener un pito que hace que mi cuerpo cante, pero yo estaba definitivamente fuera de esta situación enfermiza de mierda. Ese bastardo había roto su última bombacha.
El elevador chillo, señalando que había alcanzado el garaje, y murmurando para mí misma me dirigí a mi coche. El garaje estaba iluminado débilmente y el mío era uno de los únicos coches dejados en este nivel, pero estaba demasiado furiosa incluso para dudar. Odiaría ver al desafortunado idiota que se atreviera a molestarme ahora. Con ese pensamiento en mente, oí la puerta de las escaleras abrirse de un golpe y al Sr. Cullen llamarme desde atrás. Perfecto.
“¡Jesucristo! ¿Puede esperar carajo?” me gritó. No escapó a mi atención que él estaba sin aire. Supongo  que correr dieciocho pisos por escalera le hace eso a una persona.
Destrabando mi coche, abrí de un tirón la puerta, y lance mi cartera sobre el asiento del acompañante. “¿Qué mierda quiere, Cullen?”
 “¿Me puede dar un minuto? Dios, ¿puede salir de su modalidad de perra por dos malditos segundos y escucharme?” jadeó.
Gire alrededor para enfrentarlo. “¿Usted piensa que yo soy un maldito juguete de mierda?” Millones de diversas emociones destellaban a través de su cara; cólera, shock, confusión, odio; y maldición si él no lucia comestible. Su corbata estaba floja, su pelo un lío y la gota de sudor que corría hacia abajo a un lado de su mentón no ayudaba a mi situación. ¡Estaba enojada maldición! ¿Por qué es que incluso con todo lo que ocurría, yo no podía parar de imaginarlo doblándome sobre su escritorio?
Guardando una distancia prudencial con una pasada de su mano por su pelo él se sonrió y sacudió su cabeza. “Jesús,” silbó, mirando alrededor del garaje. “¿Usted piensa que es mi juguete? Mierda, eso solo seria en el caso…” Él paró, intentando organizar sus pensamientos.
“¿Qué? ¿Usted cree realmente que va a suceder otra vez?” Dije, incapaz de ocultar la repugnancia en mi voz.
“¡No. Dios…!” gritó, el sonido hizo eco en las paredes de cemento. “Quizás yo solo estoy cansado de que usted me provoque y después me de recibos,” agregó, mirándome fulminante y esperando cierta clase de respuesta. La rabia me atravesaba tan fuertemente que antes de que pudiera detenerme, caminé adelante y le di una fuerte bofetada que le cruzo la cara. Con una mirada shockeada y furiosa, él levanto su mano y tocó el punto donde le había pegado.
“Bueno no tiene que preocuparse más por eso. Usted no se acercara a mi ropa interior. Nunca. Otra vez. Jamás..” Era enfermo, pero incluso mientras decía esas palabras, podía sentir mis pezones endurecerse.
El silencio se estiró ante nosotros; los sonidos del tráfico y del mundo exterior se colaban apenas en mi consciencia. “Sabe que,” él comenzó a decir con una mirada oscura, dando un solo paso hacia mí. “Lo he dicho antes pero… no escuche que usted se quejara...”
Oh ese maldito bastardo. “En ese probador.” Otro paso. “Cuando usted me miró cogerla.” Y otro. “No oí una sola cosa que saliera de esa boca de mierda suya que me convenciera de que usted no estaba disfrutando de cada minuto.”
Mi pecho se levantaba, y podía sentir el metal fresco de mi coche a través del material fino de mi vestido. Incluso con mis zapatos de taco alto, él todavía me llevaba una cabeza completa, y con su cabeza inclinada, yo podía sentir su respiración caliente, y húmeda contra mi pelo. Todo lo que tenía que hacer era mirar para arriba, y nuestras bocas se encontrarían. “Bueno, no sucederá otra vez,” silbé a través de los dientes apretados, pero cada respiración trabajada les dio a mis pezones adoloridos un breve momento de placer mientras que rozaban su pecho.
“No. por supuesto que no,” contestó él, sacudiendo su cabeza suavemente y moviéndose incluso más cerca de mí, su erección dura ahora acariciaba mi estómago. Poniendo una mano a los lados de mí, él presionó su cuerpo magro y duro más cerca del mío, y tuve que sofocar un gemido.
“Quizá…,” gruñí, insegura de si quería decirlo en voz alta o no.
“Solo una,” dijo él, y su boca se movió dolorosamente más cerca de la mía.

Levantando mi cara hacia arriba, dije con desprecio dentro su boca entreabierta. “Te odio maldito.”
“Yo odio esto también.” Entonces nuestras bocas se acercaron tentadoramente una contra la otra, nuestros labios apenas se rosaban, cada uno compartiendo la respiración del otro. Miré sus fosas nasales abrirse levemente y en el momento en que pensé que enloquecería, él tomó mi labio inferior bruscamente entre los suyos y tiró de mí hacia a él. Gruñendo en mi boca, él profundizó el beso y me empujó fuertemente contra el coche. Como la vez última, él subió su mano a mi cabeza y quitó el broche de mi pelo, dejándolo caer bajo mis hombros.
Nuestros besos eran sensuales y bruscos; nuestras bocas se juntaban y separaban, nuestras manos enredadas en los cabellos y las lenguas se exploraban mutuamente. Jadeé cuando él dobló sus rodillas levemente, apoyando su miembro duro contra mí. “Dios,” gemí con voz áspera, envolviendo mi pierna alrededor de él, mientras el taco de mi zapato se clavaba en su pierna.
“Maldición, lo sé,” Dijo él respirando pesadamente en mi boca. Mirando mi pierna y palpando mi culo con su mano, él le dio un apretón fuerte y me incito, “¿Le dije cómo me calientan esos zapatos? Una niña tan traviesa, con un pequeño moño en sus jodidos zapatos. Tan sexy.” Sentí otra ola de excitación pasar inmediatamente a través de mí, y mi bombacha se humedeció aun mas. Debería darle otra bofetada por decirme cosas como esa; pero cuando él usaba esa voz, como un susurro profundo, solo lograba desearlo más.
“¿Oh si?, Idiota. Bueno tengo un moño por alguna otra parte pero usted necesitará mucha suerte para encontrarlo,” le gruñí, con la boca contra su oído.
Él se separó de mí, con los ojos llenos de lujuria clavados en los míos. “Entre en el maldito coche,” su voz retumbo profundamente en su garganta cuando él abrió la puerta de un tirón.
Me quede mirándolo, deseando que algún pensamiento racional entrara en mi cerebro nublado. ¿Qué debía hacer? ¿Qué quería hacer? ¿Podía dejarlo poseer mi cuerpo de esta forma otra vez? Mierda. Me encontraba tan abrumada por las emociones que luchaban dentro de mí que temblaba. Todos los pensamientos racionales me abandonaban rápidamente mientras que sentía su mano acariciar mi cuello y mi pelo. Agarrando un manojo de mi pelo él giró de un tirón mi cabeza hacia él y miró fijamente en mis ojos. “Ahora.” Supe en ese momento, que yo luchaba una batalla perdida. Por mucho que intentara negarlo, mi cuerpo era suyo.
La decisión estaba tomada, y envolví de nuevo su corbata de seda alrededor de mi muñeca, tirando de él en el asiento trasero. La puerta se cerró detrás suyo y él no perdió tiempo, se saco la chaqueta y fue derecho a las cintas en el frente de mi vestido. Gemí cuando lo sentí apartar la tela y acariciar con sus manos mi piel desnuda. Me empujo hasta que yací sobre el cuero frio del asiento trasero y arrodillándose entre mis piernas, colocó su palma entre mis pechos, moviéndose lentamente abajo de mi abdomen hacia la cintura de mi portaligas de encaje blanco. Sus dedos acariciaron las delicadas cintas al borde de mis medias hacia arriba y abajo, moviéndose al acariciar el borde de mi bombacha. Los músculos de mi abdomen se apretaban mas con cada movimiento y yo intentaba controlar mi respiración. Tocando los minúsculos nudos blancos en el portaligas me miro profundamente, “La suerte no tiene nada que ver con esto.” Maldita. Sea.


Lo acerque a mi tirando de su camisa y resbalé mi lengua dentro de su boca, gimiendo cuando su palma se presiono contra mi vulva, haciendo que el encaje frotara mi clítoris. Nuestros labios se  buscaron; nuestros besos se hicieron largos y profundos, ganando urgencia con cada pulgada de piel descubierta. Mis manos sacaron su camisa de dentro de sus pantalones y exploraron sus brazos musculosos, y tallaron su pecho, dejando un rastro de piel de gallina a su paso. Lo necesitaba desnudo, mi único pensamiento era que lo quería desnudo y sobre mí.
Queriendo provocarlo de la forma en que él me provocaba, yo arrastre mis uñas bajo su abdomen, a través de su cinturón y sobre su erección dura como una roca que ahora se filtraba contra sus pantalones.
“Uy, mierda,” gimió él en mi boca. “Usted no sabe lo que me está haciendo.”
“Dígame,” susurré. “Dígame y le daré lo que usted quiere.” Utilice sus propias palabras contra él, y saber que por el momento se habían dado vuelta los tantos de alguna manera, me excito mas. “Dígame que es lo que usted quiere, provocador.”
“¡Mierda!” gimió él y mordió su labio, su frente se presiono contra la mía mientras que él intentaba controlarse. “Quiero que me coja,” me gruño. Entonces aplasto de nuevo su mirada contra mí, repugnancia pura torciendo sus rasgos, él agregó, “Y la odio por eso, maldita sea.” Sus manos temblaban cuando él agarró mi bombacha nueva en su puño; y tan enfermizo como era esto, yo quería que él la arrancara. La pasión cruda entre nosotros era distinta a cualquier cosa que hubiera experimentado nunca, y si ésta era la vez última que yo sentiría esto, no quería que él se refrenara. Sin otra palabra, él la arrancó de mí, el dolor de la tela que tiraba a través de mi piel solamente agregaba al placer.
“¿Usted quiere que yo lo coja, no?” Dije con desprecio, tirando mi pierna hacia adelante y empujándolo fuera de mí. Incorporándome lo empujé contra el respaldo del asiento y monté su regazo a horcajadas. Agarrando su camisa en mis manos, tiré de ella abriéndola bruscamente, haciendo que los botones volaran a lo largo del asiento.
“Usted… maldita perra,” me grito. Quité rápidamente mi vestido de mis hombros y lo hice callar estrellando mi boca contra la suya. Sus manos agarraron mis caderas violentamente y las empujaron contra las suyas.
Mis sentidos estaban abrumados, y sabía que no podría durar mucho más. Lo necesitaba dentro de mí tan urgentemente, que palpitaba para él. Me olvide de todo menos de él y de esto. La sensación del aire contra mi piel, de los sonidos desiguales de nuestra respiración, del calor de sus besos, y del pensamiento de lo que vendría a continuación. Con las manos frenéticas desabroche su cinturón y pantalones, y con su ayuda conseguí bajarlos por sus piernas. Sentada sobre él me empuje encima suyo; la punta de su miembro se apoyo en mi entrada. Tiré de su pelo forzando a sus ojos para que se pegaran a los míos y resbalé sobre él.
“¡Oh, Dios!” Gemí. La sensación de él dentro de mi cuerpo hacía que el dolor solamente se volviera más  intenso. Levantando mis caderas, comencé a montarlo, cada sensación de nuestros movimientos más intensa que la anterior. El dolor de las yemas de sus dedos ásperas en mis caderas solo le agrego combustible a mi lujuria. Sus ojos estaban cerrados y sus quejidos se amortiguaban contra mi pecho. Moviendo los labios a través de mi soutien de encaje él tiró hacia abajo una taza, y tomó mi pezón endurecido entre sus dientes. Tire fuerte de su pelo y saqué un quejido de él, su boca se abrió y tomo uno de mis pechos dentro.
Con cada embestida perdía más de mi resolución. Mi cuerpo estaba tan en armonía con él; reaccionaba a cada mirada y tacto y sonido. Yo odiaba y amaba cómo él me hacía sentir. Nunca había sido propensa a perder el control, pero las respuestas que él sacaba de mi cuerpo no podían ya ser negadas.
“¿Le gusta verdad?” Lo provoque. “¿Cómo se siente que se lo cojan? Cogedor”, presione.
Él sujeto más fuerte mis caderas deteniendo mis movimientos y me miró fijamente. “¿Usted realmente no sabe cuándo cerrar esa linda boquita suya, verdad?” gruñó con fulgor. Y cuando levanté la mano para abofetearlo otra vez, él me tomó por la muñeca y sacudió su cabeza. “¿Usted quiere ver lo que es que se la cojan?” Antes de que pudiera contestar él me levantó y me lanzó duramente sobre el asiento. Empujando mis piernas aparte él se hundió en mí. Gemí en voz alta mientras que él comenzó a moverse en mí. Mi coche era demasiado pequeño para esto, pero no había nada que hubiera podido detenernos ahora. Incluso con sus piernas dobladas torpemente debajo de él y con mis brazos apoyados detrás de mi cabeza para protegerme de la puerta, el placer era aplastante.
Tirándose sobre sus rodillas, y en una posición más cómoda, él tomó una de mis piernas y la colocó sobre su hombro, forzando su miembro más profundamente en mi interior. “Oh Dios, sí,” jadeé.
“¿Sí?” gimió él, levantando mi otra pierna para reclinarla sobre su otro hombro. Estirándose hacia afuera se agarró del marco de la puerta y lo utilizó para hacer palanca y profundizar sus embistes. “¿Es así como le gusta?” El cambio de ángulo me hizo jadear, pues las sensaciones más deliciosas se esparcieron a través de mi cuerpo.
Con mis manos empujando la puerta, levanté mis caderas del asiento para acompañar cada movimiento de sus caderas. “Oh Mierda, sí. Más fuerte,” gemí en voz alta.
“Mierda,” murmuró mientras giraba su cabeza levemente; para depositar besos mojados arriba y abajo de mi pierna con su boca semi abierta. Ahora nuestros cuerpos relucían con sudor, las ventanas estaban totalmente empañadas y nuestros gemidos llenaban el espacio silencioso del coche. El resplandor débil de las luces del garaje acentuaban cada muesca y músculo tallado de la obra maestra sobre mí. Lo miré asombrada; su cuerpo se tensaba con el esfuerzo, su pelo aplastado y pegándose a su frente húmeda, los tendones en su cuello estirados firmemente, y él era la cosa más hermosa que yo había visto jamás.
Metiendo su cabeza entre sus brazos estirados, él encontró mis ojos por un breve momento. Nuestras miradas se trabaron y nuestras respiraciones salieron en gritos de asombro; estábamos ambos muy cerca. Cerrando los ojos él sacudió firmemente su cabeza. “Oh Dios,” jadeó. “Maldición… No puedo parar.”
“Yo tampoco,” jadeé, reflejando su mirada de desesperación. Levantando mi cabeza por arriba del asiento, puse una mano en cada lado de su cara y tiré sus labios contra los míos en un beso abrasador. Cada nervio en mi cuerpo me pedía que acabara y cada zambullida áspera de su miembro rígido dentro de mí me empujó más cerca del borde. Por un breve momento me permití imaginar cómo sería tener su cuerpo siempre que quisiera, tenerlo en mi cama y que me cogiera con abandono salvaje. El solo pensamiento fue suficiente para enviar una explosión que reboto a través de mí y me agarré de su pelo firmemente.
“¡Aaghh …… Mierda!” Grité, mi espalda se arqueo contra el asiento y mi vagina se apretó duramente alrededor de él.
“¡Dios….Mierda!....¡Mierda!” Su voz era profunda y rasposa y con un último embiste él se tensó sobre mí, su pito pulsaba mientras que él se vino. Agotado y temblando, bajo mis piernas de sus hombros, colocándolas suavemente en el asiento al lado de sus caderas y derrumbándose con su cara contra mi cuello. No podía resistirme al impulso de acariciar su pelo húmedo con mis manos temblorosas una vez mas mientras yacíamos allí jadeantes, su corazón que golpeaba contra mi pecho. Millones de pensamientos corrieron por mi mente mientras que los minutos pasaban. Nuestra respiración se calmó lentamente y casi pensé que él se había dormido cuando separó su cabeza de mi pecho.
Mi cuerpo sudoroso se enfrió inmediatamente mientras que él se alejo de mí y comenzó a vestirse. Lo miré por un momento antes de incorporarme y de ponerme mi vestido. Ésta era la cosa más apasionada que había experimentado nunca. El sexo entre nosotros era más intenso de lo que sabía posible. Me sentía totalmente atraída por él físicamente, pero eso era todo. ¿Cómo podía yo desear a alguien tanto sexualmente y no querer tener nada que ver con el de otra manera?
“Esto no puede suceder otra vez.” Él dijo, arrancándome de mis propios pensamientos. Me di vuelta para mirarlo; él acomodaba su camisa rasgada, y sus ojos estaban fijos al frente, su mandíbula apretada firmemente. Pasaron minutos antes de que él se diera vuelta para mirarme. “¿Nos entendemos, Srta. Swan?” Sabía lo que tenía que hacer.
“Dígale a Esme que estaré allí, Sr. Cullen. Y salga de una maldita vez de mi coche.”

2 comentarios:

nelarivera dijo...

que le pasa al idiota ? despues de cogersela como lo hizo le dice que no va a volver a pasar! es un malparido!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

paty dijo...

Creo que por mas que quieran negar lo que sienten ya no pueden y el miedo es lo que los hace decirse todas esas mentiras y la prueba es la atracción tan fuerte que sienten y por mas que quieran no pueden resistirse

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