jueves, marzo 11, 2010

La Oficina - Capítulo 6: Evolución de Edward de las Cavernas



El ardor en mi pecho era casi suficiente para distraerme del tormento dentro de mi cabeza. Casi. Estirándome hacia adelante, aumenté la pendiente en la cinta de correr y me empujé con más fuerza. Esto siempre me había funcionado. Así era como yo vivía mi vida. No había nada que no pudiera lograr si me esforzaba lo suficiente; escuela, carrera, familia, mujeres. Mierda. Mujer. Disgustado, sacudí mi cabeza y subí el volumen en mi iPod sujeto con una correa alrededor de mi bíceps, esperando que la música distrajera mi mente el tiempo suficiente como para conseguir un poco de paz.


Debí haber sabido que no funcionaria. No importaba cuanto lo intentara, ella estaba siempre allí. Cerré los ojos y todo volvió; yo acostado sobre ella, sintiéndola envolverse alrededor de mí, sudor, dolor, querer parar pero no poder. El estar adentro de ella era la tortura más perfecta. Saciaba el hambre que sentía en ese momento, pero como un drogadicto me encontraba consumido por la necesidad tan pronto como terminaba. Había estado con muchas mujeres en mi vida, pero nunca había experimentado nada que me consumiera de forma tan absoluta. Cuando estaba con ella en esos momentos, yo haría cualquier cosa que ella me pidiera. Ella me pone de rodillas y me hace débil. Y ése es el motivo por el que esto tiene que parar; la razón por la que tuve que decir esas palabras en voz alta. Para que nos quedara claro a los dos que no podría suceder otra vez. Nunca habíamos hablado realmente de esto que nos estaba sucediendo, y pensé que de esa forma era mejor. Porque una vez que lo pusiéramos en palabras, se volvería real. Y yo sabía que si lograba controlarme el tiempo suficiente y liberarme de este apego; Lo sacaría de mi sistema. Tenía que hacerlo. No había otra opción.
Sentí que el auricular volaba fuera de mi oído cuando repentinamente se interrumpió la música ensordecedora. Intenté mantener el paso en la cinta, pero tuve que frenarla para evitar una caída. Di vuelta mi cabeza hacia la fuente de la molestia en la máquina vecina. “¡Emmett!, ¿qué pasa?”
“Tu sigue así, y vamos a tener que despegarte del piso e invertir en audífonos para ti antes de que cumplas los treinta, hermano,” contestó, sacudiendo su cabeza. “¿Qué hizo Bella esta vez para enojarte tanto?”
Lo miré rodar sus ojos mientras que hablaba y sentí mi estómago contraerse con el sonido de su nombre. Me concentré en enderezar mi espalda, fije mi atención en la cinta y aumenté la velocidad otra vez. “¿Qué te hace pensar que esto tiene algo que ver con la Srta. Swan?”
“Um, quizás porque tus fosas nasales se abrieron dos veces más que de costumbre cuando dijiste eso,” Preciso Emmett y me miro con una molesta mueca de sabelotodo en su cara.
“Para tu información, metido, no hay absolutamente nada que me este molestando. E incluso si lo hubiera, no tendría nada que ver con mi asistente,” dije indiferente, intentando volver a enfocarme en mi entrenamiento.
“Tú sí que estas lleno mierda,” rió mi hermano calurosamente, sacudiendo su cabeza. “No conozco a ninguna persona que logre esta clase de reacción de ti. ¿Y sabes por qué, no es así?” Él había apagado su máquina y ahora centraba toda su atención en mí. Estaría mintiendo si dijera que no me tenía un poco desconcertado. Mi hermano era perspicaz; demasiado perspicaz en ocasiones. Y si había alguna cosa que yo deseara ocultarle, era esto.
Mantuve mi mirada adelante mientras corría, intentando no encontrar sus ojos. “No, pero algo me dice que tu estas a punto de ilustrarme.”
“Porque ustedes dos son demasiado parecidos,” dijo él con aire satisfecho. ¿Acaso se había vuelto loco?
“¡¿Qué?!” Varias personas se dieron vuelta para ver por qué le gritaba a mi hermano en el medio del concurrido gimnasio. Paré la máquina y me di vuelta para enfrentarlo. “¿Cómo puedes siquiera pensar eso? La Srta. Swan y yo no nos parecemos en nada.” Estaba sudoroso, sin aliento, y agotado de correr casi seis millas; pero ahora, la subida de mi presión arterial no tenía nada que ver con mi entrenamiento.
Tomando un largo trago de su botella de agua, Emmett continuó sonriendo. “¿Con quién crees que estás hablando, hermano mayor? Nunca he conocido a dos personas más parecidas. En primer lugar,” él se detuvo brevemente, despejando su garganta y trayendo su mano al frente para dramáticamente contar los parecidos con sus dedos. “Ambos son inteligentes, leales, decididos, duros, y tienen los corazones más grandes que he visto nunca. Y,” él continuó, señalándome con un dedo a mí. “Ella es la primera mujer en tu vida entera que te enfrenta y que no te sigue alrededor como un perrito faldero.”
¿Se habían vuelto todos dementes? Puede que ella fuera algunas de esas cosas, seguramente; incluso no podría negar que ella era increíblemente inteligente. Y trabajaba muy duro; Me sorprendía a veces lo bien que ella llevaba las cosas. Era definitivamente decidida, aunque la describiría mejor en la línea de terca u obstinada. Y no había duda sobre su lealtad. Ella habría podido denunciarme cientos de veces desde que habíamos comenzado este juego enfermizo. ¿Pero ‘gran corazón’? Supongo que yo no sé realmente nada sobre eso.
Me quede, mirándolo fijamente mientras que intentaba formular mi respuesta. “Sí, bueno, también es una reverenda perra.” Bajándome rápidamente, apague mi máquina y me dirigí a través del gimnasio en un esfuerzo por escaparme.
“Pffft,” él murmuro detrás de mí y se rió. “Sigue diciéndote eso a ti mismo.”
Acostado de espaldas, comencé a contar mi serie de abdominales; casi gimiendo cuando Emmett eligió sentarse en una colchoneta a mi lado. Iba por la número 154 y pensaba ponerme los auriculares cuando él decidió hablar, “me pregunto, ¿en serio no ves la verdad en nada de lo que te digo?”
Me detuve, dejando escapar un suspiro exacerbado, y lo mire. “Mira, eso no es,” me pause brevemente no sabiendo lo que quería decir. “Admito que la Srta. Swan tiene sus puntos fuertes. Pero más allá de eso, no tengo mucho que agregar. No es ningún secreto que nosotros no congeniamos a nivel personal y no veo realmente la necesidad de tener esta discusión. Si no eres tú, son mamá o papá. No interfiere con nuestra relación laboral, asunto cerrado.”
Él se quedo callado por algunos momentos antes de hablar otra vez. “Todo lo que digo es que pienso que ustedes son más parecidos de lo que tú piensas. Y quizá si intentaras respetarla por eso, las cosas serian más fáciles. Papá no le habría ofrecido el trabajo si él no pensara que ustedes dos harían un gran equipo.” No haciendo caso de él, continué con mis sentadillas. Me harte de hablar de esto.
Cinco minutos más tarde, él se incorporó. “Bueno, creo que me voy a ir a casa. ¿Tu vienes a almorzar hoy verdad?” pregunto él, recolectando sus cosas mientras que se levantaba.
“Sí, estaré aquí por lo menos otra hora, así que dile a mi chica que estaré allí para el té,” me reí entre dientes; Carrington había recibido un juego de té para su primer cumpleaños y teníamos una cita formal para las tardes de té, que consistían principalmente en que ella golpeara la tetera de plástico sobre la mesa o que me hiciera comer todas las galletas.
“Lo hare,” Dijo riendo, mientras se volteaba para irse cuando recordó algo. “Rose quiere saber si pudiste convencer a Bella para que vaya a la cena del sábado”
Repentinamente me abstraje viendo si los cordones de mis zapatillas estaban bien atados, y contesté, “Si, ella dijo que estaría allí.” No encontré su mirada esperando que él se daría por vencido y se iría. Desafortunadamente, no soy tan afortunado.
“¿Soy el único aquí que piensa que es ridículo que mamá quiera engancharla con Mike Newton?” Ahí está esa sensación en mi pecho otra vez. ¿Qué mierda era esto? Emmett y yo habíamos ido a la secundaria con Mike, y él era un tipo bastante decente; pero algo sobre la idea de ellos dos juntos me hacía sentir ganas de pegarle a algo. “Me refiero a que, Mike es grandioso, pero Bella esta como un poco fuera de su liga. ¿No lo crees? Él será un hijo de puta muy afortunado si logra algo con ella,” se rió entre dientes dando vuelta para irse otra vez. “¡Te veré luego, nabo!” gritó sobre su hombro.
“Sí, hasta más tarde,” mascullé. Sintiendo repentinamente la necesidad de gastar un poco más de energía, me dirigí hacia las bolsas de arena, seguramente podría liberar cierta tensión allí.
Una hora y media más tarde, estacioné en el garaje de mi condominio. Apagando el motor incliné mi cabeza contra el asiento y cerré los ojos. Estaba agotado. No escapó a mi atención que en el intento de sacar las memorias de la noche de ayer fuera de mi mente, casi había sacado mi cuerpo de combate en el gimnasio.
Sin pensar, mis ojos se abrieron y vagaron inadvertidamente a la guantera de mi auto. Solo pensar en lo que había escondido allí hizo que mi mandíbula se tensara y mi pito se endureciera levemente. Mierda. Disgustado conmigo mismo por siquiera considerar abrir la maldita cosa, tome mi bolso del gimnasio y me moví para abrir la puerta. Mi mano se congelo en la manija. Era como si me estuviera llamando. Con un suspiro dimitido, me di vuelta, abrí de un tirón la guantera y metí la mano, tomando el encaje blanco y empujándolo en mi bolso. “Estoy totalmente jodido,” mascullé, saliendo rápido y cerrando de golpe la puerta detrás de mí.
“Buen día, Sr. Cullen,” me saludó el encargado del edificio, e hice mi mejor esfuerzo para sacar la mueca de mi cara y sonreír. Por la mirada que me dio, yo no creo haberlo logrado. Vivía en el piso 87 en uno de los complejos más lujosos y prestigiosos de todo Chicago, y cuando caminé a la puerta, sentí que mis nervios se calmaban un poquito.
Me dirigí a la cocina y tome una botella de agua del refrigerador y camine hacia mi cuarto. Mi parte preferida de vivir aquí eran las ventanas de piso a techo que honraban cada pared exterior. Mi cuarto no era la excepción, y la vista que tenia era espectacular; especialmente en la noche. Aunque, tenía que admitir que los recuerdos que esas ventanas evocaron durante las dos semanas pasadas habían cambiado dramáticamente. Las malditas ventanas me producían erecciones ahora. Jesús. Suspirando, lancé mi bolso sobre la cama y me saque la remera mientras me dirigía al cuarto de baño.
Dejando que la ducha se calentara, comencé a vaciar mi bolso del gimnasio, sacando la ropa sucia. Mis manos pararon cuando tocaron el suave encaje. Sabía que no quería hacer esto. No aquí. Mi hogar era el único lugar que ella no había invadido. Bueno, eso no era enteramente verdad. Quiero decir, yo me había masturbado pensando en ella más veces aquí que en cualquier otro lugar; pero nada suyo había estado realmente aquí. Sentándome en la cama, tiré de la tela deshecha sacándola del bolso y la sostuve en mis manos. La Perla. Por supuesto.
Tocando con mis dedos los minúsculos moños blancos,  mi mente se traslado inmediatamente a anoche. No había querido enojarla con la cuenta de crédito. Para ser honesto, no sabía realmente que había intentado. ¿Era para remplazar las cosas que había arruinado o para proporcionar nuevas? Maldición. ¿Si no lo entendía yo, cómo diablos podía contar con que lo hiciera ella? Antes de pensar siquiera en lo que hacía, había hecho una rápida llamada telefónica y todo estaba arreglado. Había estado como loco todo el día yendo hacia adelante y hacia atrás sobre si esto era o no una buena idea. Casi se la había dado dos veces; la primera vez cuando repasábamos el horario y la segunda en la limo. Y cada vez me había distraído o acobardado.
Finalmente cuando salí, había conseguido las bolas para hacerlo, y sacudí los papeles sobre su escritorio mientras pasaba. Para lo que no había estado preparado era para su reacción. Y cuando ella se había ofendido, no supe cómo responder. Me bombardearon tantas y diversas emociones; me encolerizo que ella pensara que esto era un juego para mí, me había shockeado que ella tuviera tan poco respeto por mi carácter, me lastimo que ella estuviera tan trastornada, y había sentido lujuria por su cólera. El pelear con esta mujer me encendía como ninguna otra cosa. Eso era algo por lo que seguramente iba a necesitar terapia algún día.
Cuando ella me había tirado los papeles en la cara y se había ido, yo sabía que lo más inteligente que podía hacer era dejarla ir, pero no pude. Corrí dieciocho malditos pisos hacia abajo para encontrarla; e incluso entonces ella me sorprendió mandándome al infierno. Intenté explicarme, pero ella no se calló un miserable minuto como para que yo siquiera pudiera articular una palabra.
Y entonces la maldita me abofeteo. Nunca antes me había golpeado una mujer. Lo había merecido un montón de veces, pero nadie había tenido nunca el coraje para hacerlo. No sabía si odiarla, respetarla, o solo cogérmela de pies a cabeza. Y antes de que lo supiera nuestras bocas estaban a milímetros de distancia. Podía probar su respiración y quise más que cualquier otra cosa cerrar la distancia y sentir sus labios en los míos. A pesar de todo lo que ella había hecho esta noche, yo todavía la deseaba, y mi cuerpo se movió más cerca de ella como si fuera una fuerza gravitacional. Y entonces ella había susurrado ese “quizá” tan suavemente que yo no sabía si se lo decía a ella misma o a mí. Esa pequeña palabra me pegó tan duro en el pecho que dolió. La desee tan urgentemente. Quise tenerla solo una vez más.
Ella dijo que me odiaba. Yo sabía que ella me odiaba; odiaba la forma en que éramos cuando estábamos juntos. Yo odiaba eso también. Pero incluso por mucho que nos despreciáramos mutuamente, no había forma de negar la manera perfecta en que nuestros cuerpos encajaban juntos. Nunca había estado con una mujer que me hiciera sentir que estaba con mi par. Pero ella me igualaba con cada palabra, cada beso, y cada caricia. Y yo necesitaba sentirme de esa forma una vez más; estar con alguien con quien no tuviera que contenerme. Ella me provocaba y me torturaba y yo sabía que aun así volvería de rodillas por más. Y eso era lo que más odiaba.
Mientras que la cólera y el resentimiento me embargaban, la besé y me presioné duramente contra su cuerpo. Se sentía tan jodidamente bien contra mí y mi miembro casi palpitaba. Cuando me empujo dentro del coche, mis sentidos estaban abrumados. Todo su aroma estaba como concentrado en el pequeño espacio y yo comencé a desnudarla frenéticamente. Casi acabe en el momento que vi el portaligas. Era el mismo que había visto en la tienda; blanco con pequeños moños. ¿Acaso lo usaba a propósito? ¿Esperaba que yo lo viera? Mi mente no podía comprender que ella pensara en mí quizá tanto como yo pensaba en ella.
Mis paredes estaban peligrosamente cerca de caer. “No sabe lo que me está haciendo,” le había dicho. Y ella jugó conmigo; haciéndome decirle. ¿Qué era lo que ella quería oír? ¿Que me masturbaba casi a diario fantaseando sobre ella? ¿Que aunque me opusiera, las imágenes de mi pito moviéndose dentro y fuera de ella llenaban mis sueños en la noche? Así que se lo dije. Que quería que ella me cogiera, y que la odiaba por eso. Nunca había dicho palabras tan ciertas.
Ella me hizo frente de nuevo, desafiándome. Empujándome fuera de ella, se montó sobre mis caderas a horcajadas y abrió mi camisa rasgándola. Nunca había estado tan excitado en mi vida como lo estaba en ese momento. Oí que los botones se dispersaban a lo largo de los asientos de cuero y yo pensaba solamente en que necesitaba estar dentro de ella. Y mierda, cada vez que la sentía era mejor que la anterior. Sus caderas oscilaron hacia adelante y hacia atrás, tomándome más profundo, haciéndome jadear y gemir en su pecho.
El tiempo perdió todo significado cuando la lancé sobre el asiento, decidido a enseñarle una lección. Necesité más y puse sus piernas en mis hombros, conduciéndome más profundo en su interior. Pero en algún momento dentro de este oscuro y silencioso lugar, con solo los sonidos de nuestro placer, algo, definitivamente, cambió. La cólera fue substituida por… ¿desesperación? Desesperación porque esto terminaría pronto y yo nunca volvería a tener a esta hermosa mujer debajo de mí otra vez. Y yo no quería eso, porque tanto como odiaba lo que ella me hacía sentir, yo quería sentirla repetidas veces. Quería sentirla a diario y cada noche. Quería ver su pelo sobre mis almohadas y oírla gritar mi nombre. “Oh… Dios,” jadeé. “Mierda… No puedo parar.” Una pared más cayó. Cuando estábamos juntos de esta manera, mi máscara desaparecía. Y justo cuando comencé a aterrarme, ella me salvo.
“Yo tampoco.” Nunca antes me había sentido tan calmado con solo dos simples palabras. Ella lo sentía también. No teníamos que explicar; entendíamos. De esta manera, éramos iguales. Dos personas egoístas que tomaban de la otra, y por un momento me pregunte si podríamos continuar. ¿Había una manera de hacer esto, de tener nuestros cuerpos y nada más? Ella comenzó a apretarse alrededor de mí, arqueándose hacia atrás y acercando sus magníficos pechos cerca de mi cara. Intenté contenerme, para hacer que esto durara mas pero su orgasmo estimuló el mío propio y pronto era yo el que gruñía y empujaba y acababa profundamente en el interior de ella.
Agotado totalmente, quité sus piernas y me derrumbé sobre ella. Quise tener cuidado, pero no podía encontrar la fuerza. Esto era tan diferente, yacer juntos de esta forma. Ella arrastro sus dedos a través de mi pelo y mis ojos se cerraron. Mi mente me decía que era hora de irse; de levantar nuevamente mis muros, pero mi cuerpo me pidió permanecer. El aire era fresco contra mi piel húmeda, su respiración agitada empujó sus pechos contra mi pecho y yo intenté hacer que este momento durara el mayor  tiempo posible. Eventualmente, cuando la realidad se volvió a enfocar, mi cerebro me ganó y yo me aleje de ella. Aunque la situación estaba lejos de ser divertida, casi sonreí mientras que me ponía la camisa rasgada. ¿Realmente hacia solo dos semanas que ella había corrido de mí usando una camisa rasgada también? Ella había dado vuelta los tantos nuevamente.
Apretando mi mandíbula firmemente, todo volvió. Esto no podía continuar. Yo era su jefe, ella era mi empleada. Habíamos roto ya cientos de reglas corporativas sin mencionar las morales. Y tanto como me atraía la idea de usarnos mutuamente para el sexo, sabía que eso nunca funcionaría. Aunque no fuéramos amigos, o siquiera nos cayéramos bien; Nunca podría ponerla en ésa posición. Nos habíamos puesto ya en una situación peligrosa; si alguna persona nos viera… bueno, no podía siquiera pensar en eso. Y sabía, de hecho, que ni siquiera quería saber lo que significaría estar con ella. No quería ningún tipo de relación real con ella.
“Esto no puede suceder otra vez.” Dije, sin siquiera mirarla. Y entonces supe que tenía que hacerla odiarme más, eché un vistazo hacia ella y agregué. “¿Nos entendemos, Srta. Swan?”
La mirada en su cara era de confusión. Yo podía entender su confusión. Mis palabras y acciones no habían sido exactamente coherentes. Pero entonces su expresión cambió, y supe que estaba en problemas. Bueno. “Dígale a Esme que estaré allí, Sr. Cullen. Y salga de mi coche.”
Mierda. Lo sabía. Repentinamente no quise irme. Sabía lo que significaba que ella accediera a ir. Ella quería conocer a Mike. Maldición.
El sonido de mi teléfono celular me trajo de nuevo a la realidad. Saltando levemente, busqué a través de mi bolso para encontrarlo. Mi madre. No ahora, la llamaría más tarde. Mirando hacia mi regazo, note otro problema; Estaba duro como roca. Éste es exactamente el por qué había intentado evitar pensar en anoche. Tire mi teléfono sobre la cama, y me quede mirando el encaje blanco en mis manos. Éste sería el último. Esa parte de nuestra relación se había terminado y nosotros tendríamos que continuar viéndonos cada día y guardando nuestra distancia. Ningún problema, yo podía hacer eso. Caminando hacia mi aparador, abrí mi maletín y metí la bombacha adentro. La juntaría con las otras y me libraría de ellas de una vez. Lo cual, tenía que admitir, era una cagada, porque realmente me gustaba tenerlas. Cerrando la tapa, me quite el resto de la ropa y me dirigí a la ducha. Tenía que encargarme de un problema antes de encontrarme con mi familia para el almuerzo.
                                                        ~*~*~*~*~*~*~*~*~*~
  Estaba decidido a pasar una tarde relajada, sin pensamientos intrusivos sobre la Srta. Swan en absoluto, cuando entré en la casa de mi hermano. “¿Hola? ¿Hay alguien aquí?” Dije en voz alta cuando cerré la puerta detrás de mí. Una pequeña risita me saludó desde la sala de estar lindera y vi como Carrington se ponía de pie en un salto y comenzaba a caminar hacia mí. “Ah, ma petite chérie,” sentí como la sonrisa se extendía a través de mi cara mientras que los bucles de sus colitas rubias rebotaban. Ella se movió rápidamente y la levante para arriba en mis brazos.
 “Mo ankle bow,” chilló ella envolviendo sus brazos minúsculos alrededor de mi cuello y yo solté una risita, besándole el pelo. “¡Mama!”
 Caminé hacia la cocina y Rose nos alcanzo justo en la entrada, e inclinándose puso un beso en la mejilla de Carrington y luego uno en la mía. “¿Tú nunca golpeas, Edward?” pregunto ella en tono pícaro y me golpeó con fuerza con la espátula que traía en su mano. “¿Y se puede saber que corno le estas enseñando a mi hija? Ella ni siquiera habla bien el español todavía.”
 “¿Vous aimeriez savoir, oui?,” contesté golpeando ligeramente la punta de su nariz con mi dedo, causando que ella presionara sus labios firmemente. Podía ver que ella estaba refrenando una sarta de palabrotas dirigidas sin duda a mí y me sonreí sabiendo que ella no las diría delante de Carrington. “Si tienes que saber, estoy enseñándole cómo decir mon ancle est beau, que significa `mi tío es muy buen mozo'.”
 “Te tienes muy alta estima, ¿no es cierto, Cullen?” replicó ella con una mirada de reprobación, pero podía ver una sonrisita comenzando a escaparse de sus labios; la cuál pronto se convirtió en una carcajada. “Ve con ella, ya la has hecho esperar para su cita del té bastante tiempo.”
 Reí mientras que llevaba a Carrington nuevamente hacia la sala de estar donde estaba su juego de té ya en el centro de la mesa. Me senté en el sofá y la acomode en el piso entre mis piernas, y comencé a señalar a los diversos objetos en la mesa. “Dime Osito, ¿Qué es esto?”
 Ella envolvió su mano alrededor de mi dedo como señalando a la tetera. “Tera,” dijo lentamente y después continuo señalando con nuestras manos juntas hacia el siguiente objeto, llamándolo con su voz suave, “Taza.” Tuve que refrenar una risa cuando su pequeña lengua asomaba entre sus labios al pronunciar la Z. Luego se movió hacia el plato, “Galletitas.”
 “No,” contesté suavemente, sacudiendo mi cabeza y miré el surco de su frente aparecer súbitamente en señal de concentración, mientras que ella miraba el plato. “Re...” La incité.
 Su cara se ilumino repentinamente y sus brazos volaron para arriba en el aire. “¡Gex!” farfulló emocionada con su intento fallido de decir Rex y entonces subió sobre mi pierna y plantó un beso mojado en mi mejilla.
 “¿Mama te esta escatimando las galletitas otra vez?” Susurré y la hice reír nerviosamente, haciendo una pantomima, mire sobre mi hombro y saqué un pequeño paquete de galletitas de chocolate del bolsillo de mi chaqueta. Abriendo el paquete ella tomo una, y la llevo hasta mi boca. Le sostuve la mirada por un momento abriendo muy grandes mis ojos y después tome rápidamente la galletita con mis labios, haciéndola chillar de risa.
 “Ooh, ¿tío Eddie te trajo galletitas otra vez?” Pregunto Emmett desde el sofá a nuestro lado, tomando una del paquete antes de que pudiera detenerlo. Lo mire fijo puesto que él sabía que yo detestaba ser llamado de ese modo por cualquiera, con excepción de Carrington, y la mueca de satisfacción en su cara la probó.
 “¡Mi galletita, papá!” Lo reto Carrington haciendo un puchero.
 Escuchamos un ruido en la cocina, seguido por un grito aun más ruidoso, que rivalizaría incluso con los de mi madre. ¨¡Edward Anthony Cullen!¨. Mire a Carrington y coloqué un dedo en mis labios y ella rió nerviosamente, y luego escondí el paquete entre Emmett y yo. Levanté la mirada para encontrar a Rose caminando embalada fuera de la cocina con la espátula en la mano. “¿Donde están las galletitas?”
 “¿Qué galletitas?” Pregunte inocente, echando un vistazo encima de Emmett. “No he visto ninguna galletita. ¿Tu Tienes?”
 Emmett sacudió la cabeza. “No hay ninguna bebé, no sé de lo que estás hablando.”
 Rose frunció sus labios, doblando sus brazos para observarnos, y después señaló hacia mi regazo. “Entonces ¿Qué tiene tu hija en la mano, Emmett?”
 “¡Galletita!” La pequeña voz desde mi regazo clamó con convicción. Ambos miramos la mano de Carrington, y por supuesto allí había una galletita de chocolate. Eche una mirada hacia Rose y ella sacudió la cabeza. “¡Te advertí sobre esto!”
 “Nos delataste,” le susurre en el oído a Carrington mientras la pasaba por arriba del sillón hacia el regazo de Emmett, y me levante del sofá muerto de risa. “Rose, cálmate. Ella no ha comido ninguna todavía.”
 “¡Y no va a hacerlo!”Gruñó ella mientras que sacudía el utensilio en su mano hacia mí. “¡La próxima vez que le des azúcar, te la llevaras a dormir tu casa!”
 Carrington rió y aplaudió desde el regazo de Emmett mientras que Rose y yo continuamos nuestra persecución alrededor de la sala de estar. Emmett me miro cuando pasé por detrás suyo en el sofá. “Edward, yo no me metería con ella. No es el mejor momento.”
 Rose se paró detrás del sofá y le pellizcó el cuello. “Calladito, querido,” dijo ella en un tono demasiado dulce cuando Emmett hizo una mueca de dolor, y después miro a Carrington con una sonrisa cariñosa. “¿Bebé, puedes darle a mama la galletita? Te la daré después de almorzar.”
 Vi como la galletita pasaba de su pequeña mano a la de Rose, y entonces Emmett olió el aire. “Um, bebé. Hablando del almuerzo…”
 “Mierrrr…. miércoles,” Rose se corrigió a último minuto, y después salió corriendo hacia la cocina. Oímos otro ruido y unos minutos después, Rose reapareció en el umbral. “Genial. Las quesadillas se quemaron.  Y a menos que todos se quieran dar un festín comiendo cereales, tendremos que salir a comer. ¡Y esto es enteramente tu culpa, Edward Cullen!”
 Me agache para alzar a Carrington y la apoyé en mi cadera. “Vengan, vámonos. Yo invito.”
 Terminamos en el viejo restaurant donde solíamos comer cuando estábamos en la secundaria, y como de costumbre, Carrington rechazó sentarse en su sillita alta. Y aunque Rosalie odiaba eso, permití que ella se sentara de nuevo en mi regazo para comer su almuerzo.
 La miraba comer sus papas fritas cuando una voz extraña sonó al lado de nosotros.
 “¿Rosalie Hale?”
 Rose miro hacia el extraño y una sonrisa de oreja a oreja apareció en su cara. “¿Jasper Whitlock? Oh mi Dios,” rió ella emocionada y se levanto para abrazarlo. Eché un vistazo hacia Emmett que daba al hombre una mirada de ceja levantada, y después me di la vuelta para mirar al recién llegado. Él era un hombre alto y rubio, cerca de unos treinta años; nadie que yo hubiera visto nunca antes. Emmett despejó su garganta y ella se alejo de él y nos miro a nosotros. “Oh, lo siento. Éste es Jasper, nosotros éramos consejeros del campamento de verano en secundaria. Jasper, éste es mi marido, Emmett Cullen y nuestra hija, Carrington. Y éste es su hermano, Edward.”
 Jasper todavía sacudía la mano de Emmett cuando Rose dijo mi nombre y sus ojos se abrieron de par en par. “¿Edward Cullen? ¿De Cullen Inc.?” Pregunto él en un tono casi asombrado y yo asentí cautelosamente. “Tu eres el bas… Quiero decir, tu eres el jefe de Bella, ¿no es cierto?”
 ¿El jefe… de Bella? ¿Qué quería decir con eso?
 “¡Bedda!” Anuncio Carrington feliz en mi regazo, haciendo reír a todos menos a mí. Volví a encontrar la mirada del amigo de Rose.
 Asentí otra vez. “Sí, la Srta. Swan trabaja para mí,” contesté cuidadoso, estirándome para apretar lentamente su mano extendida. Y hasta ahí llego el intento de una tarde pacífica sin pensar en ella.
 Sentí que mi quijada se apretaba levemente mientras lo observaba. “¿Y cómo es que tú conoces a la Srta. Swan?”
 Una sonrisa ilumino su cara y yo quise inmediatamente golpear sus dientes enviándolos hacia abajo de su garganta. “Oh, ella es muy amiga de mi prometida, Alice,” contestó él y después miro su reloj. “Y hablando de ella, mejor le llevo el almuerzo pronto. Es agradable verte otra vez, Rosalie.”
 Rose sonrió levemente estirando sus brazos hacia Jasper. “Ven, te acompañare a la puerta,” contestó ella, en tono casi divertido. Mientras se dirigían hacia la puerta, vi como ella se acerco a su oído y le susurro algo. Deje escapar el aire que estaba conteniendo hacia afuera aliviado. Bueno, al menos se está acostando con su amiga y no con ella; Pensé y después sacudí la cabeza. ¿De dónde vino eso?
 Mire a mi hermano que estaba sonriendo exactamente como lo había hecho su esposa. “¿Qué es tan divertido, Emmett?”
 “Nada. Nada,” se rió él entre dientes mientras ponía mas papas fritas en su boca y después evitó mi mirada.
 Rose volvió un momento más tarde, riendo mientras que se sentaba al lado de Emmett. “Bueno, eso fue interesante. ¿Qué pequeño es el mundo no, Edward?” dijo ella con voz casi burlona, y un destello en sus ojos.
 Fruncí la frente mirándolos a ambos, como si ellos compartieran cierta clase de broma privada. Comenzaba a irritarme realmente, hasta que unas papas fritas se estrellaron en mi mejilla, reenfocando mi atención. Mire a mi sobrina y le hice cosquillas en la panza, y después me voltee hacia mi hermano y su esposa. “Oh sí, verdaderamente fascinante.”

                                       ~*~*~*~*~*~*~*~*~*~
El domingo a la noche mientras estaba en la cama, repase de nuevo el plan en mi cabeza. Solo tenía que resistir, y lograr hacerlo una semana. Siete días. Yo podría hacer eso. Siete días de no tocarla y esta cosa estaría fuera de mi sistema y podría seguir adelante con mi vida. Había apenas algunas precauciones que tenía que tomar.
En primer lugar, no debía estar solo con ella más que por algunos minutos, por ninguna razón. En segundo lugar, no debía enredarme en ninguna discusión con ella. Por alguna enfermiza razón, para nosotros dos discutir era una forma, retorcida, de juego previo. Y tercero, basta de fantasear sobre ella. Eso significaba que no debía recrear ninguno de nuestros encuentros sexuales previos, ni  fantasear sobre nuevos, y tampoco imaginarla desnuda o con cualesquiera de las partes de su cuerpo entrando en contacto con cualquiera de las mías.
Los días se desarrollaron en calma. Y en general, las cosas parecían ir según el plan. Yo estaba en un estado de constante malestar y la semana parecía arrastrarse lentamente, pero aparte de muchas fantasías sucias, había permanecido en control. Hice mi mejor esfuerzo para permanecer ocupado fuera de la oficina, pero durante los momentos en que estábamos forzosamente juntos, yo guardé una distancia constante, y en general nos tratamos con el mismo desdén cortes con que lo hacíamos antes.
Pero una parte de mí juraría que ella estaba intentando hacerme caer. Cada día, la Srta. Swan lucia más sensual que el día anterior.  Cada día había algo sobre lo que ella usaba o hacia que llevaba mi mente de nuevo a la tentación. Había hecho un trato conmigo mismo, no habría más  sesiones durante la hora del almuerzo. Tenía que parar esto e imagine que masturbarme en mi oficina no iba a ayudar.
El lunes ella usó su pelo suelto. Todo lo que yo podía pensar mientras que ella se sentaba frente a mí durante una reunión era envolverlo en mis manos mientras que ella bajaba hacia mi entrepierna. El martes ella se puso una falda ajustada a la altura de la rodilla, y medias con la costura dibujada detrás de sus piernas.
Ella parecía la típica secretaria sexy. El miércoles usó un traje de pantalón. Eso fue inesperadamente peor, porque no podía conseguir sacar de mi mente la idea de cómo se sentiría deslizar esos pantalones bajo sus largas piernas. El jueves ella se puso una hermosa blusa color chocolate con cuello V, y dos veces cuando ella se dobló encima del escritorio para tomar mi pluma yo conseguí una buena visual bajo su camisa. Solamente una de esas veces fue a propósito. Para el viernes yo pensé que estallaría. No había sucumbido a la tentación de pajearme ni una vez en toda la semana y me encontraba con el peor caso de dolor de bolas que había tenido nunca.
Mientras caminaba hacia la oficina la mañana del viernes, rogué que ella llamara diciendo que estaba enferma. Pero sabía que yo no sería tan afortunado. Estaba caliente y de un humor particularmente malo, y cuando abrí la puerta de la oficina casi tuve un ataque cardiaco. Ella estaba inclinada hacia adelante regando una planta, vestida con un vestido gris, corto, tipo suéter con mangas cortas y cuello Mao. Cada curva de su cuerpo perfecto se percibía a la perfección. Alguien allá arriba realmente me odiaba.
“Buenos días, Sr. Cullen.” Dijo ella dulcemente, mientras pasé a su lado. Algo raro estaba pasando. Ella nunca me hablaba con su voz dulce. Dándome vuelta lentamente, la mire sospechoso.
“Buenos días, Srta. Swan.” Contesté fresco. “Usted parece estar en un humor excepcionalmente cordial hoy. ¿Acaso murió alguien?” Pregunte, sin siquiera intentar ocultar mi molestia.
Su sonrisa cayó por una fracción de segundo antes de que la esquina de su boca se levantara en una sonrisa diabólica. “Oh No. Solo estoy muy entusiasmada por conocer a su amigo Mike en la cena de mañana. Emmett me dijo todo sobre él. Creo que puede ser que tengamos realmente mucho en común.”
Puta madre. Mi boca se cayó y mis cejas se fruncieron. “Oh sí, la cena de mañana. Lo había olvidado totalmente. Sí, usted y Mike… bien, dado que él es un nene de mama y que usted es una perra autoritaria, creo que los dos congeniaran bastante bien.” Buena, Cullen. “Ahora tomaré un poco de café, Srta. Swan,” dije con aire satisfecho mientras que me daba vuelta y me dirigía a mi oficina. Hasta allí llego la regla sobre no discutir con ella. Acomodaba mis cosas, cuando se me cruzo el pensamiento de que podía no ser muy saludable para mí que ella hiciera mi café. Uno de estos días podría verse tentada a poner algo en él.
Sentándome en mi escritorio, intenté ponerme a trabajar. Dios, ¿por qué esta cosa con Mike me incomoda tanto? Había considerado el hecho de que podría ser que estuviera celoso. Pero eso era ridículo; Yo no quería ningún tipo de relación con ella. Solo quería poder cogérmela siempre que pudiera y quisiera sin ningún tipo de ataduras. ¿Es eso tan malo? Jesús. Eso era malo incluso para mí.
Además, ella no se interesaría en él, ¿cierto? Ya lo había dicho Emmett, ella está muy fuera de su liga. ¿Lo está? Demonios, sí que lo está.
Y sabía que algún día, ahora o más adelante, alguien iba a robármela. Alto, ¿acabo de decir robármela? Tenía que acomodar mis ideas. Sabía que ella salía en citas a veces. Incluso habían entregado flores en la oficina una vez o dos. Pero nunca habían despertado estos… sentimientos posesivos en mí. Sí, ésa era la palabra. Posesivo. No eran celos, porque eso significaría que tenía cierta clase de sentimientos románticos hacia ella. Posesivo implicaba que… nosotros, bueno… Cogíamos.
Frustrado, me levante y pase mis manos fuertemente a través de mi pelo mientras que caminaba hacia los grandes ventanales de cristal. Ni siquiera yo podía lograr que esto no sonara loco. ¿Cómo había llegado a este extremo? Hace nueve meses vivía mi vida feliz, alejado del mundo en París. Tenía todo lo que un hombre podría querer. Era rico y exitoso. Tenía a mi disposición cualquier mujer que deseara, ¿y ahora? Aquí estaba, hecho un maldito lío total por una agria mujer que yo ni siquiera deseaba. Bueno definitivamente, la deseaba, Dios…, ya no puedo pensar más en esto…
Un golpe en la puerta interrumpió mis desvaríos.
“Entre,” me quejé irritado. Era obvio que ella todavía estaba enojada cuando entro y se dirigió derecho hacia mi escritorio. Colocando mi café en el escritorio, ella se dio vuelta para mirarme.
“¿Haremos la reunión de organización de agenda esta mañana, Sr. Cullen?” Se quedo parada cerca de mi escritorio, con su figurada bañada por la luz del sol. Las sombras se estiraban a través de su vestido, acentuando la curva de sus pechos. ¿Hace frío aquí dentro? ¿Cómo puede ella tener frío cuando yo estoy sudando balas? Si tan solo pensar en cómo se ven esos pechos desnudos, me tiene al palo. ¡Mierda! Tengo que salir de aquí.
“No. Olvidé una reunión que tengo en el centro de la ciudad esta tarde. Así que, me iré por lo que queda del día dentro de 10 minutos. Envíeme por correo electrónico todos los detalles,” contesté dirigiéndome rápidamente hacia la seguridad y la cobertura de mi escritorio.
“No estaba al tanto de que usted tuviera ninguna reunión hoy,” pregunto escéptica, su frente se arrugo y sus labios se fruncieron haciendo un pequeño puchero.
“No, usted no podría saberlo,” dije, repentinamente interesado en los papeles de mi escritorio. “Es personal.” Cuando ella no respondió eche un vistazo hacia arriba, ella tenía una expresión extraña en su cara. ¿Qué significaría esa mirada? Ella obviamente parecía enojada, pero había algo más. ¿Estaría ella… estaba ella celosa? Dios, ojala que sí. ¿Qué mierda te pasa, Cullen?
“Oh,” ella contestó suavemente, mordiendo su labio inferior. “¿Es con alguien que yo conozca?” Ella nunca me preguntaba adónde iba ni con quien. “Quiero decir…, en caso de que su padre o hermano necesiten contactarlo,” agrego rápidamente.
“Bueno,” dije haciendo una breve pausa, intentando torturarla un poquito, “si alguien necesita contactarme, ellos pueden llamarme al celular.” Si ésta no fuera mi vida, casi sería divertido. Con excepción de nuestra primera reunión, en todo el tiempo que la conozco nunca la vi actuar menos controlada delante de mí. “¿Hay algo más, Srta. Swan?” Pregunte mirando hacia ella.
Se quedo allí parada un momento sin hablar, parecía estar librando una batalla interna. Entonces levantó repentinamente su barbilla y enderezó sus hombros, “dado que usted no estará aquí, yo quisiera comenzar el fin de semana temprano. Quizá haga ciertas compras para mañana por la noche.”
Me senté en mi silla, intentando descifrar la mirada en su cara. ¿Qué juego jugaba ella? Seguí diciéndome a mí mismo que el que ella se involucrara con alguien sería algo bueno. Si ella estuviera con alguien, dejaría de ser una tentación y la vida podría volver a la normalidad.
“Ningún problema,” contesté fresco, endureciendo mi expresión. “La veré mañana, entonces.” Nuestras miradas se trabaron a través del escritorio, y la electricidad en el aire era casi palpable, podía sentir el aumento de mi ritmo cardíaco. Ella esperó un minuto más, y yo intenté con todas mis fuerzas no notar sus perfectos pezones, todavía evidentes  a través del vestido.
“Que tenga una agradable reunión, señor,” dijo ella a través de dientes apretados, saliendo rápidamente y cerrando la puerta ruidosamente detrás suyo. Me senté allí totalmente atontado. ¿Qué acababa de suceder? ¿Acaso ella pensó que yo tenía una cita? ¿Y por qué diablos le importaría?
Me alivie cuando la oí irse quince minutos más tarde. Decidí que ahora era seguro salir de mi oficina. Recolecté mis cosas y me dirigí hacia fuera. Me detuve justo cuando llegaba a la puerta externa de la oficina por un hombre que llevaba un gran arreglo floral.
“¿Puedo ayudarlo con algo?” Pregunté al hombre, escéptico. Seguramente él estaba en la oficina incorrecta.
Mirando por arriba de su carpeta él observo alrededor de la oficina antes de contestar, “tengo una entrega para una Srta. Bella Swan” ¿Qué? ¿Quién le enviaría las flores? ¿Ella veía a alguien mientras que estábamos…? No podría siquiera acabar ese pensamiento.
“La Srta. Swan ha salido a almorzar. Ella estará aquí dentro de una hora aproximadamente,” mentí en un tono un poco más áspero del habitual. Tenía que echarle una mirada a esa tarjeta. “Yo firmaré por ésas y me cercioraré de que ella las reciba.” Él me dio las flores y las apoye en su escritorio. Firmando el comprobante rápidamente le di una propina y lo miré agradecido mientras se iba.
Por tres largos minutos me quede mirando esas flores, convenciéndome de no ser tan mariquita y mirar de una puta vez la tarjeta. Rosas. Ella odia las rosas. Sonreí, porque quienquiera las haya enviado no sabía nada sobre ella. Si hasta yo sabía que a ella no le gustaban las rosas. La había oído por casualidad hablando con Ángela un día sobre cómo una de sus citas le envió rosas a la oficina. Ella las regalo a alguien de la oficina inmediatamente, pues sentía aversión por el olor. Finalmente mi curiosidad saco lo mejor de mí y arranque la tarjeta del arreglo. Que listo ese hijo de perra.
Contando los días hasta que nos conozcamos.
Sinceramente,                                                                             
Mike Newton
Una sensación extraña se esparció lentamente a través de mi pecho mientras que arrugué la tarjeta en mi puño. Recuperando las flores de su escritorio salí por la puerta, trabándola detrás de mí, y me dirigí por el pasillo hacia el elevador. Apenas pasando la puerta encontré un ancho basurero cromado y sin un segundo vistazo las tire dentro.
 No sabía que mierda pasaba conmigo. Pero sabía que no había una maldita posibilidad de que ella saliera con Mike Newton.






2 comentarios:

nelarivera dijo...

ay que lindo mike. sin conocerla ya le manda flores y que raro el bastardo hace su bastardada y las bota

paty dijo...

omg quien los entiende ojalá que Bella no le de alas a Mike

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