Every Breath You Take
Bella POV
‘¡Guau! Esto definitivamente no me lo esperaba’, pensé, al ver el nombre de la persona que solicitaba mi amistad en la red social que uso habitualmente. Una de las cosas que definen mi oscilante relación de amor-odio con dicha red es, justamente, esa cualidad de exponerlo a uno al mundo que lo rodea. Ese mundo virtual, repleto de personas conocidas y no tan conocidas, algunas de ellas olvidadas o relegadas a los confines de nuestra memoria, que encuentran allí, una ventana emergente al cotidiano discurrir de la vida de cada ingenuo que se abre una cuenta y la vuelca en ese lugar, y casi sin darnos cuenta, contamos nuestros humores, compartimos nuestras imágenes, preferencias e ideas para quien quiera verlas.
Yo la estoy usando asiduamente por estos días, porque lo que encuentro delicioso de esta práctica, es la capacidad de acercarme a gente que está lejos geográficamente, y también a aquellos con quienes comparto el recuerdo de épocas pasadas, y me alegro de saber que fue de sus vidas desde el lejano secundario, o amigas de mi madre de quienes no sabía nada desde mi infancia.
Definitivamente, como mínimo, me tomo por sorpresa esta petición de amistad inesperada. Mis dedos se movieron casi por voluntad propia y luego con un inocente murmullo, mi PC me anunciaba los albores de una nueva vida en este mundo.
No había ningún mensaje acompañando la solicitud, simplemente el pedido, desprovisto de cualquier indicación de motivación. Y dados a elucubrar, mi mente encontró una respuesta inmediatamente. Esto era una simbólica paloma de la paz. Era la manifiesta voluntad de quien me había hecho la invitación, de compartir las buenas nuevas conmigo y que yo supiera de su felicidad y, acaso, me alegrara de ella.
Por supuesto que me alegre. Me alegró hasta las lágrimas el saber que esta persona, alguna vez tan importante en mi vida, el personaje principal de varios capítulos de mi historia personal, había logrado formar la familia que siempre anhelo y, además, había sido bendecido con un hijo.
De más esta decir que me sentí compelida a dejarle saber que compartía su felicidad…, aunque lo haría con cautela. ‘Nada demasiado exagerado, ni que muestre deseos de cercanía’ pensé en ese momento.
Finalmente me decidi por un comentario poco arriesgado y bastante medido:
“Felicitaciones por el milagrito.” Anunciaban las letras debajo de una foto de la criatura. La simple felicitación me pareció acorde, y la mande en respuesta con un simple click del mouse de mi PC.
Que increíblemente poderosa es esta herramienta cibernética, uno no se detiene a pensar en el poder de la comunicación, pero vaya que es poderosa…
No pude evitar sentir una oleada de vértigo, al pensar lo que este intercambio podría generar, pero me convenci de que todo habia quedado mas que claro años atrás cuando dejamos de hablarnos. Y este gesto de su parte, no era más que una guiñada de ojos, era la comunicación silente de quien sigue adelante con su vida, pero no por eso olvida a los que lo acompañaron en algún tramo del viaje.
Con eso en mente, pulse la tecla COMPARTIR, y plasme mi respuesta. Luego de enviarla, me sentí vulnerable y algo expuesta, no porque el acto en si conllevara más significado que el que reflejaban mis palabras, sino más bien, porque me sentí protectora de esta su nueva felicidad, y no quise someterla a ningún escrutinio. El tendría sus razones para hacerme este anuncio y yo sinceramente creí que con esta vuelta de correo de mi parte seria suficiente.
En ese momento me desconecte, mi vida cotidiana gira alrededor de mi, y no se detiene porque yo haya recibido correspondencia virtual.
Horas más tarde, deambulaba por mi casa, haciendo las tareas habituales, aunque por estos días, y en ausencia de mi familia, la casa se había vuelto sospechosamente silente. Ellos habían partido el día anterior, en plan de vacaciones, y yo me les uniría en un par de días. Mi intención al quedarme había sido ponerme al día con la almohada y con mi adicción, siempre creciente, a la lectura.
La noche me encontró muy relajada, en cama muy temprano, y embarcada de lleno en la lectura de una novela atrapante. En unos días me reuniría con mi amiga Alice y tendríamos unas cuantas horas de charla sin interrupciones, y la perspectiva de ese tiempo sin apuros para conectar con mi amiga, me pareció inmejorable. Sopese la posibilidad de contarle lo sucedido, ya que siempre nos contamos todo, pero por un momento me pareció innecesario contarle de mi intercambio con esta persona del pasado. Y me encontré dudando de mis actos. No porque lo ocurrido tuviera mayor importancia, pero podría adquirirla si yo ponía el tema bajo debate. Si le contaba a Alice, tendría que analizar motivos e intenciones y sin duda surgirían preguntas para las que no tenia respuesta, simplemente, porque me había negado a buscarlas.
En mi defensa debería decir que en verdad no sentí curiosidad por bucear entre sus datos y mucho menos me intereso mirar sus fotos. Con la información que tenia me era más que suficiente, ¿para qué llevar las cosas hacia otro lugar?, ¿con que fin querría yo saber los pormenores de su vida actual? Yo había hecho lo correcto, había recibido su sutil mensaje y lo había contestado de forma igualmente sutil…y punto.
Dormí hasta tarde, y al levantarme dude nuevamente, mi acto de buena disposición, y mi genuina y desinteresada alegría iniciales, al saber de su vida, se vieron algo empañadas cuando me entro una insana curiosidad. Ahora me veía tentada a definir la forma y los colores de su desbordante felicidad. Inicie, entonces, un debate interno que me persiguió por horas.
¿Qué tiene de malo mirar un poquito?
No es necesario.
Ver alguna foto de su esposa…quizás.
No me interesa.
Al menos ver si a él se le vinieron los años encima…
¡Ja!. Esa es buena. Pero no es importante.
Y bla, bla, bla…Todo el mundo estuvo ahí alguna vez. El agudo aguijón de la morbosa curiosidad te pincha y ya no hay retorno. Pero yo sabía bien lo peligroso que podría ser ceder a este impulso. Yo ya había lidiado con esto antes, con él, justamente, y no estaba dispuesta a emboscarme a mí misma, para caer en esta trampa que, finalmente, se terminaría cobrando un alto interés en la cuenta corriente de mi psiquis. Tenía que apartar esa idea de mi cabeza, PRONTO.
Ya estoy acostumbrada a estos movimientos sísmicos en mi interior, pero, por más asiduos que sean no dejan de hacer estragos. Finalmente, no pude manejar mi ansiedad y elegí entre dos opciones igualmente peligrosas, la más segura. En lugar de merodear en su perfil como era mi inclinación en ese momento, opte por compartir la novedad con la testigo principal de mi vida, mi mejor amiga y confidente, Alice. Que loca y sin sentido es la vida a veces.
La llame sin apuro y di vueltas sobre temas inofensivos por unos minutos. Para cuando logre acomodar mis pensamientos y forme las palabras que le informaron a ella la novedad, descubrí que ya no tenía deseos de hablar de ello, la ansiedad había descendido mágicamente y ahora comenzaba a sentirme muy tonta por haberle dado tanta trascendencia.
Ella lo noto, obviamente, y me dejo pastorear por terrenos más seguros…, pero solo por un tiempo prudencial. Con ella es siempre lo mismo, y yo caigo cada vez. Su estrategia conmigo es muy simple, pero por alguna razón no termino de descubrirla nunca a tiempo.
“¡No me digas! ¿De verdad?”Su pregunta quedo pendiendo en el aire a través de la línea telefónica.
“Si. Me llego hace unas noches.”Le conteste precavida, y casi podría jurar que el aire de desinterés que teñía mi voz sonó convincente.
“¿Y qué hiciste?”Pregunto quedamente, como si realmente se hubiera creído mi actuación.
“Nada, lo acepte.”Le dije sin titubeos. “Supongo que es su forma de hacerme saber que está bien y que finalmente es feliz…, y me alegre mucho de saberlo. El se lo merece. Es lo que siempre deseo.”
El silencio no me auguro buenas noticias del otro lado de la línea por lo que decidí continuar hablando, como una medida cautelar que me protegería de cualquier pregunta que ella estuviera sopesando hacerme.
“Le deje un comentario debajo de una foto preciosa en la que está con su bebe.”Continué impasible, “solo lo felicite por el nacimiento de su hijo, fíjate después en mi perfil, lo encontraras entre mis amigos recientes…”
“¿Y eso es todo? Así de sencillo.” Pregunto incrédula.
“Si. La verdad es que me hace bien saber que está bien, pero no me interesa saber nada más. Para mi es suficiente con eso…además no creo que haya tenido otra intención más que la de hacérmelo saber. Y está bien. Ya fue suficiente.”Afirme quedamente. Y allí fue cuando me lleve la mayor sorpresa de ese día, ella me dio una respuesta algo apresurada para mi gusto. “Bella, después me meto a Facebook y te llamo, ahora tengo que llevar unos papeles de Jasper al escribano y vuelvo en unas horas, hablamos más tarde ¿sí?, besos.” Y me quede con el teléfono en la mano tratando de entender que acababa de suceder allí.
Debo de estar mejorando en mi actuación o quizás ella estaba distraída…, lo que haya sido me proporciono una salida elegante al tema… y no se hable más.
2 comentarios:
Mejor imposible!!!! Dios me mata tu capacidad de hacerme sentir cada cosa que escribis!!!!Please quiero masss!!!!
UHHH, JONES!!! EN QUE QUILOMBO TE METISTE??? ESTOS EX QUE ANDAN POLULANDO POR LA VIDA, SON DE TRANSFORMARLA EN LO MAS COMPLICADA...A LA ESPERA DE MAS. BESOS. LG.
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