miércoles, marzo 03, 2010

La Oficina - By Tby789 - Capitulo 1: Hermoso Bastardo

La Oficina   by tby789 
Capítulo 1: Hermoso Bastardo
“Mierda,” mascullé. Sabía desde el momento en que desperté esta mañana que mi día iba a ser terrible. Sentada en mi coche, intenté ver delante de la enorme camioneta delante de mí.
¿Cuál mierda es el problema? Llevaba 10 minutos parada en el mismo punto en esta autopista sin peaje abandonada por dios. Y eran 10 minutos más de los que tenía. Mire el reloj otra vez. Mierda.

Suspiré y eché un vistazo hacia fuera de la ventanilla, y mis ojos se cruzaron con los del conductor a mi lado. Los ojos  del hombre de 40 y tantos, destellaron en una sonrisa espeluznante mientras el articulaba un `linda', Eww.
¿Por qué los hombres tienen que ser tan cerdos? Apoye mi cabeza en el respaldo del asiento y dejé escapar un largo suspiro, pensando en lo desastroso que había comenzado mi día.
Me había despertado con el sonido de My Chemical Romance, resonando través de los altavoces de mi despertador. Gemí, enterrando mi cabeza en la almohada, y estire el brazo tanteando para alcanzar los controles. Pero el sonido no se calló, por el contrario, se hizo mas ruidoso. ¿Qué carajo…? Me incliné más para desenchufar el jodido cable de la pared, y me caí de la cama. Desafortunadamente, el reloj y todo lo que había en mi mesa de luz se cayó conmigo.
¡Oh dios! ¡Mi Blackberry! Mi ahora vacío vaso de agua yacía al lado de mi empapado teléfono. El pánico comenzó a fijarse dentro de mí mientras que sostenía el teléfono que goteaba en mi mano. Estaba jodida. Mi vida entera y la agenda completa del  Sr. Cullen estaban en esta cosa. Respire profundamente, intentando calmarme un poco. Quizá cuando se seque todavía funcione, me dije. Si claro. Porque el agua y los dispositivos electrónicos costosos van tan bien juntos.
Rogué silenciosamente que me hubiera acordado de hacer el back up antes de irme anoche. Pero después de recordar el día que tuve ayer, era casi seguro que me había olvidado. Mi jefe, Edward Cullen, había estado de un humor particularmente repugnante, y había pasado la mayoría de su día ladrando órdenes y cerrando a portazos su oficina. El hombre era un imbécil de primera clase. Él había asumido el control remplazando a mi jefe anterior  9 meses antes, y era tan estúpido ahora como el día que comenzó. Usualmente esto no me incomodaba, yo no había llegado donde estaba teniendo la piel fina. Pero ese día había estrenado mi vestido de Michael Kors, el cual me había costado una fortuna,  y me sentía particularmente bien conmigo misma. Alrededor de las 6:00, su rabieta me tenía lista para contratar a un sicario.
Suspiré cuando me di cuenta de que tendría que pasar mi hora de almuerzo comprando un nuevo teléfono. Genial. De alguna manera me las arregle para sacarme de mi mal humor  y alistarme para el día. Por supuesto mi cafetera decidió morir, y mis llaves habían caído en el fondo del sofá, pero de alguna manera, logre llegar a mi coche solo con algunos minutos de atraso. Eso había sido, por supuesto, hasta el accidente.
Me tomo casi una hora finalmente, pasar el auto accidentado que bloqueaba tres carriles de tráfico, atrasando la autopista sin peaje. Y para el momento en que llegue a la oficina, estaba oficialmente atrasada por una hora. Normalmente habría llamado para avisar, pero mi teléfono estaba en casa, empapado y envuelto en un bollo de toallas de papel, en el fondo del tacho de basura de mi cuarto de baño.
Sabía que iba a soportar un infierno por esto, aun cuando me enorgullecía en siempre llegar por lo menos quince minutos temprano al trabajo, y que no había llegado tarde siquiera una vez. Hasta hoy. Solo estaba fregada porque él era un total imbécil.
Sr. Edward Cullen. Rodé los ojos cuando el nombre pasó por mis pensamientos; No soportaba al tipo. Él era el más pretencioso y pomposo explotador que había conocido en toda mi vida. Había escuchado los susurros y risitas de todas las mujeres de la oficina sobre él porque, incluso yo, tenía que admitir, él era absolutamente hermoso. Pero cuando tienes sentido común, aprendes temprano en la vida que la belleza es solamente epidérmica, y en cambio la fealdad llega derecho hasta el hueso. Yo había tenido mi buena  ración de hombres desagradables en los últimos años; Me tope con algunos en la secundaria y la universidad. Pero éste les paso el trapo. Un Hermoso Bastardo.
“Bien bien, Srta. Swan, ¿y que hora es en su pequeño mundo hoy?” me pregunto en un tono condescendiente mientras yo entraba en la oficina. Estaba apoyado en el umbral de su propia oficina del otro lado de la mía, luciendo tan magnífico y arrogante como de costumbre. Media cerca de 1' 85”, y su cuerpo parecía una escultura de mármol. Yo había incurrido en el error de visitar el gimnasio del hotel durante una convención, el primer mes que trabajamos juntos, y entre para encontrarlo sudoroso y descamisado al lado de la cinta de caminar. Esa imagen se quemo a fuego vivo para siempre en mi cerebro. Pero por supuesto, él tuvo que arruinarla abriendo su boca, “Es agradable verla interesarse en su salud física, Srta. Swan.” Imbécil. Tenía una cara por la cual cualquier modelo masculino mataría y el pelo más increíble que he visto nunca en un hombre. Pelo sexy. Así es como lo llamaban las muchachas del piso de abajo en la oficina, y según ellas, el le hacía honor.
“Lo siento, Sr. Cullen. Hubo un accidente en la autopista, y llegue aquí tan pronto como pude. No sucederá otra vez, Sr.,” dije en un tono cortés con apenas una pizca de mordacidad, aunque mis dedos estaban prácticamente crispados con el deseo de arrancarle esos lindos ojos verdes suyos.
“Tiene razón, no volverá a suceder,” contestó con una sonrisa engreída que hizo que mi estómago se de vuelta y salte al mismo tiempo. Si solamente él mantuviera su boca maldita cerrada, sería perfecto. Un pedazo de cinta adhesiva en la boca seria suficiente y entonces no me importaría soñar despierta sobre nosotros; en el cuarto de suministros, en su escritorio, en mi escritorio, desparramados en sabanas de satén…
“Y para que usted no permita que este incidente escape a su memoria, quiero esa asignación que puse en su escritorio esta mañana terminada y en mi escritorio cerca de las seis. Entonces usted va a recuperar la hora perdida esta mañana haciendo su presentación en la sala de conferencias conmigo.”
Mis ojos se ensancharon cuando su voz rompió mis pensamientos ahora largamente olvidados, y lo miré dar la vuelta y alejarse sin otra palabra, cerrando de golpe la puerta de su oficina detrás de él. Qué. Pedazo. De. Estúpido.
Él sabía perfectamente que una campaña publicitaria presentable no se podría hacer en… entonces mire mi reloj. Genial, siete horas y media, quizás si me salteo el almuerzo. Revolee mi cartera debajo del escritorio y me senté para encender mi computadora mientras mascullaba entre dientes y abría la carpeta de archivo en mi escritorio. Bueno, al menos era un anuncio simple de zapatillas, no sería muy difícil pensar en una consigna de publicidad. Aun así, él me había dado un límite de tiempo poco realista. ¿He mencionado últimamente que mi jefe es un estúpido?
Mientras que todos los demás comenzaban a salir a almorzar, yo me senté en mi escritorio con mi café y mi caja de Saladix, que había comprado en la máquina expendedora al volver del tocador de señoras. Normalmente, traía mi almuerzo o me iba con los otros ayudantes a comer algo, pero el tiempo no estaba de mi lado hoy. Justo mientras que me quejaba sobre la desnutrición, oí que se abría la puerta externa de la oficina. Mire hacia arriba y me sonreí cuando vi a mi amiga Ángela caminando hacia mí. Ángela había comenzado a trabajar para Cullen Inc. Casi al mismo tiempo que yo. Ella era dulce y buena y una de mis personas preferidas aquí. “¿Preparada para ir a almorzar, Bella?” preguntó, sonriendo dulcemente.
“Dios, Ángela lo siento, sé que prometí ir contigo, pero éste ha sido un día del infierno. No hay ninguna chance de que pueda hacerlo.” La mire pidiendo perdón, mientras su sonrisa se convertía en una mueca de complicidad.
“¿Día del infierno, o jefe del infierno?” ella se inclinó riéndose por lo bajo. Ángela sabía todo sobre Edward “el Imbécil” Cullen. Él era una leyenda viva en este edificio. Nadie que quisiera mantener su trabajo discutía con él. Diablos, si yo no fuera tan buena en mi trabajo, no podría manejar ni la mitad de la mierda que él me sirve como lo hago.
“Tienes razón en lo último,” contesté. Soplando mi flequillo fuera de mis ojos, exhale un gran suspiro. “Mira estoy absolutamente empantanada. Vayan ustedes sin mí.”
“Pero…” Ella intentó discutir.
“Ángela, no hay opción. Incluso si trabajo sin pausa hasta las 7, todavía no estoy segura de que podré acabar a tiempo. Lo siento realmente y prometo acompañarlos la próxima sin falta.”
“Está bien. Pero no dejes que ese tarado te mandonee. Él es afortunado de tenerte y lo sabe. Todos sabemos quién sostiene realmente todas las cartas aquí, Bella.” Ángela sonrió y salió de la oficina.
Dios este iba a ser un día largo. Noté por tercera vez en unas horas que mis piernas habían comenzado a adormecerse. Siempre me pareció importante el vestirme impecable para el trabajo. Usaba mi pelo siempre sujeto en un rodete con estilo, aunque para el final del día, generalmente mis rizos luchaban por liberarse. Y gracias a mi mejor amiga Alice, mi ropa era de moda, aunque con look profesional. Ella insistía en que mi look era el de la perfecta “secretaria sexy”. Mi guardarropa consistía sobre todo en faldas lápiz y blusas y chaquetas femeninas, mi bijouterie simple y por supuesto, otra vez gracias a Alice, los mejores zapatos que el dinero podía comprar. Siempre odie usar tacos altos, pero ella me enseño que los más caros tendían a ser de una mejor calidad y eran más cómodos de usar. Odié admitirlo en su momento, pero ella tenía razón. Y mi armario ahora alojaba varios pares de hermosos zapatos de diseñador. La única cosa que odiaba, eran mis lentes. Siempre me sentía una nerd en ellos. Pero las lentes de contacto nunca me funcionaron, y no podría leer sin ellos. Alice me había ayudado a escoger el par perfecto que en sus palabras “completaban el look”.
Me incline debajo de mi escritorio para intentar enderezar mi portaligas, cuando sentí a alguien acercarse. Sin mirar para arriba, dije, “mira Ángela, te dije…” Me detuve cuando finalmente eché un vistazo para arriba y vi que no era Ángela quien se encontraba allí. Mis mejillas se enrojecieron con un y tiré mi falda hacia abajo sobre mis medias rápidamente. “Lo siento Sr. Cullen yo…” pero él me cortó.
“Srta. Swan, puesto que usted tiene obviamente tiempo de sobra para charlar con las otras muchachas de la oficina así como para realizar el proyecto de Nike,” dijo mientras que me miraba con desdén. “Voy a necesitar también que usted se haga una corrida abajo a contabilidad y me traiga el análisis de beneficios del tercer cuatrimestre. ¿Cree que pueda manejar eso?”
¿Él acaba de decir muchachas de oficina? Suspiré pesadamente y mire la pila amontonada de trabajo que todavía tenía que hacer, intentando sofrenar mi mal genio, y después pose la mirada en sus brillantes ojos verdes. “Con todo el debido respeto, Sr. Cullen. Soy solamente una persona y…”
“No era una petición. Eso será todo, Srta. Swan,” me cortó, mirándome por un momento con la mandíbula apretada, y después giró sobre sus talones y volvió furioso a su oficina cerrando de golpe la puerta nuevamente.
¿Cuál carajo será su problema? ¿Realmente era necesario cerrar de golpe las puertas detrás de él? Rodé mis ojos y tome mi chaqueta de la parte posterior de la silla, y comencé mi camino hacia contabilidad. Al volver, golpeé en la puerta de su oficina pero no hubo respuesta. Hmm. Me incline y gire el picaporte levemente, trabado. El imbécil probablemente salió a almorzar,  mientras que yo me quedo aquí para hacer su trabajo. Empujé la carpeta de contaduría a través de la ranura de correo en su puerta bruscamente, esperando que los papeles se dispersaran por todas partes y los tuviera que levantar y ordenar el mismo. Le vendría bien. Entonces otra vez, pensándolo bien, desee que no. Conociéndolo, él me llamaría a ese agujero del infierno para que yo lo hiciera mientras que él me miraba; perdiendo más tiempo de mi proyecto ya imposible.
                                                    ~*~*~*~*~*~*~*~
¡Mierda! Pensé para mis adentros por centésima vez en la pasada hora. Arremetí por el pasillo oscuro  del ahora vacío edificio; los materiales de la presentación tomados casualmente en mis brazos, y eche un vistazo a mi reloj. 7:20. ¿Jesús, nada me saldría bien hoy? El Sr. Cullen me iba a tener por culo. Eran veinte minutos más tarde. Él odiaba los retrasos. La palabra ‘tarde’ no se encontraba en el diccionario ¨Edward Imbécil Cullen ilustrado¨. Como tampoco ‘corazón’, ‘amabilidad’, ‘compasión’ o ‘gracias’.
Me encontré imaginando de nuevo el asesinato de ese infeliz que trabaja en Prisma. Un trabajo simple, es todo lo que le pedí. Hacer algunas copias, y abrochar algunos documentos. Debería haber sido pan comido. Entrar y salir. Pero, No. Dos horas. Tardó dos horas.
Y ahora, estaba allí, corriendo a través de los pasillos vacíos de mi edificio en mis zapatos italianos de U$S350, corriendo hacia el verdugo. Respira Bella. Él puede oler el miedo.
Pues acerqué a la sala de conferencias, intenté intente inútilmente calmar mi respiración agitada. Quizás el se hubiera retrasado, y todavía estaba en su oficina. See, seguro. Pasé por su oficina y mis miedos se confirmaron. La puerta estaba abierta, la lámpara del escritorio era la única iluminación en el cuarto, y allí estaba su gran silla de cuero. Vacía. Mierda.
Mientras me acercaba a la sala de conferencias, retrase el paso, una luz débil se escapaba debajo de la puerta cerrada. Él definitivamente estaba allí adentro, esperándome. Cuidadosamente, intenté alisar mi pelo y mi ropa mientras que sostenía paquete de documentos en mis brazos. Tomando una respiración profunda, golpeé a la puerta.
“Pase.” Mi respiración se detuvo y un pequeño grito de asombro se escapo de mis labios al escuchar el tono de su voz. Él no sonaba enojado, era peor. Él sonaba aburrido. Aburrido de esperar. Pienso que esto es a lo que se refieren con lo del instinto animal de ‘luchar o huir’.
Enderezando mis hombros, caminé dentro del cuarto débilmente iluminado. El salón era grande, un lado de la sala con ventanas de piso a techo que daban a una vista hermosa del paisaje urbano de Chicago 18 pisos hacia abajo. En el centro se encontraba la gran mesa de conferencias, de madera pesada, y sentado en la cabecera, mirándome de frente estaba el Sr. Cullen.
Estaba sentado allí, su chaqueta colgaba en la silla detrás de él, su corbata estaba floja, las mangas de la camisa dobladas hasta los codos y sus dedos entrelazados delante de él. Una mirada de total aburrimiento fija en su cara perfecta. Sus ojos agujerearon los míos, pero él no dijo nada.
“Me disculpo, Sr. Cullen,” dije, mi voz tembló por mi respiración todavía agitada, “había un gentío en la grafica de…” me detuve. Las excusas no ayudarían en nada a mi situación. Y además, no iba a dejarlo culparme por algo de lo que yo no tenía ninguna responsabilidad. Que me besara el culo. Con mi nuevo coraje encontrado, levanté mi mentón y caminé hacia la punta de la mesa.
Sin encontrar su mirada, organice mis papeles y puse la presentación en la mesa delante de nosotros. “¿Esta usted listo para que comience, Sr. Cullen?” Pregunte, no intentando ocultar el veneno en mi voz.
Él miraba hacia arriba, y no respondió, sus ojos verdes perforaban mi frente. Esto sería mucho más fácil si él no fuera tan buenmozo. ¿Cuál es el punto de tener una cara tan hermosa cuando hay tal imbécil atado a ella? Me odié por encontrarlo atractivo. Por supuesto él era magnífico, así es como él se salía con la suya aun siendo un bastardo de tal envergadura con todo el mundo. Cada mujer en este edificio se moría por él, y él era demasiado arrogante y vanidoso como para siquiera notarlo. Todas menos yo. Me enorgullecía en ser la única persona que nunca intentó llamar su atención. Él podía ser diabólicamente sexy, pero una palabra fuera de esa boca generalmente resolvía el problema.
Aun sin decir palabra, gesticuló con su mano hacia los documentos delante de él, impulsándome a continuar. Aclare mi garganta y comencé mi presentación. Mientras me movía por las diversas fases de la campaña, él seguía en silencio. Con la mirada fija hacia adelante, y sin ver nada en especial.
Me incline sobre la mesa, gesticulando hacia un grupo de fotografías cuando lo sentí. Su mano se levantó lentamente de su regazo y se presionó suavemente en mi espalda antes de resbalar hacia abajo, acomodándose en mi trasero. “La compañía de impresión puede tener esto hecho…” me detuve a media oración, mi respiración suspendida en mi garganta, y me congelé. Millones de pensamientos corrieron por mi mente en ese instante. En los nueve meses que llevaba trabajando para él, jamás me había tocado intencionalmente. Esto definitivamente era intencional.
El calor de su mano, quemo a través de mi falda y sobre mi piel. Cada músculo en mi cuerpo se tensó, cuando un estremecimiento corrió a través de mí. ¿Qué diablos estaba haciendo él? Mi cerebro me gritó para que empujara su mano, para que le dijera que nunca volviera a tocarme, pero mi cuerpo tenía otras ideas. Mis pezones se endurecieron, y apreté mi mentón en respuesta. Pezones traidores.
Dejé salir el aire que había estado conteniendo, y sentí mis palpitaciones del corazón en mi pecho. Por lo menos un minuto tuvo que haber pasado, y ninguno de nosotros dijo nada, nuestra respiración y el ruido silenciado de la ciudad debajo eran los únicos sonidos que se repetían en el aire inmóvil de la sala de conferencias.
“Dese vuelta Srta. Swan,” dijo tranquilamente. El sonido de su voz rompió el silencio; Jadeé silenciosamente y cerré los ojos. Enderecé mi espalda, ojos mirando al frente. Me di vuelta lentamente, su mano se movió conmigo, resbalando hacia mi cadera. Mire hacia abajo para encontrar sus ojos, y él me sostuvo la mirada directamente. Más silencio.
Podía ver su pecho levantarse y caer; cada respiración más profunda que la anterior. Su pulgar comenzó a moverse, lentamente hacia adelante y hacia atrás; sus ojos nunca se alejaron de los míos. Él  esperaba que yo lo detuviera; había tenido suficiente tiempo para decir algo. Pero tanto como lo odiaba, yo sabía que no podría decir esas palabras. Nunca me había sentido de esta manera. Cada uno de mis músculos estaba tenso en la anticipación. Podía sentir el calor que emanaba de su mano, cursando a través de mi cuerpo, y el principio de humedad que se filtraba en mi ropa interior.
Con sus ojos trabados en los míos, él comenzó a deslizar lentamente su mano más bajo. Sus dedos corrieron abajo de mi muslo, hacia el dobladillo de mi falda. Él la movió a un lado y su mano se apoyo sobre mis medias de liga, curvando su mano alrededor de mi muslo. Cuando su mano ascendió por mi pierna, mi cuerpo tembló con la energía de la rabia y de la lujuria que luchaba dentro de mí.
¿Cómo se atreve él a pensar que puede tocarme? Lo odié más de lo que pensé que fuera posible, pero ahora, me odiaba más a mí misma. ¿Cómo podía yo dejar que mi cuerpo reaccionara de esta forma? Quise abofetear su cara y decirle que se vaya a la mierda; pero más que eso, quería que él siguiera haciendo lo que hacía. Un dolor lento comenzó a construirse entre mis piernas, y podía sentir la humedad acumularse mientras que sus dedos se acercaban. Él llego al borde de mi bombacha de encaje y deslizó los dedos debajo del dobladillo. Lo sentí resbalar contra los labios de mi vagina depilada, y acariciar mi clítoris antes de hundir su dedo dentro de mí. Cerré los ojos, y mordí mi labio intentando sofocar un gemido. Cuando mire hacia abajo, encontré sus ojos salvajes de lujuria, y gotas de sudor se formaban en su frente.
“Mierda,” gruñó suavemente. Sus ojos se cerraron y él parecía emprender la misma batalla interna que yo. Eché un vistazo hacia su regazo y pude ver su duro miembro restringido contra la tela de sus pantalones. Con los ojos todavía cerrados él retiró sus dedos y cerro su puño alrededor del fino encaje de mi bombacha. Él temblaba y me miro, con furia y lujuria en sus ojos. Con un movimiento rápido rasgó la tela de mi cuerpo, el sonido hizo eco en el silencio de la sala.
Tiró de mis caderas bruscamente, levantándome sobre la mesa fría y separo mis piernas delante de él. Sentí el calor dispersarse rápidamente a través de mi centro, y di un gemido involuntario mientras que sus dedos volvieron a frotar mi clítoris. Despreciaba a este hombre y todo lo que él representaba, pero mi cuerpo me traicionaba; anhelaba el tacto que él me daba con sus manos. No eran los mismos tactos de amor apacible a los que estaba acostumbrada, pero el trabajo mi cuerpo hacia un frenesí animal. Mi cabeza cayó hacia atrás cuando me incliné detrás sobre mis codos, sintiendo el orgasmo inminente acercarse rápidamente.
Pero entonces él se detuvo, quitando su mano de dentro de mí y yo realmente vibre ante la pérdida. Gemí en alta voz mientras que mi cabeza voló hasta encontrar su mirada. Me enderece rápidamente tomando el frente de su camisa en mis puños y atraje sus labios bruscamente contra los míos. Él incluso sabia asombroso, y lo odié por eso. Mordí su labio inferior mientras mis manos bajaron rápido hacia el frente de sus pantalones, desabrochando su cinturón precipitadamente.
“Sera mejor que esté listo para acabar lo que usted comenzó, Sr. Cullen.”
Él gruñó y tomó mi blusa en sus manos y rasgándola completamente, los botones volaron a través de la alfombra. Entonces tomo mis pechos duramente, infligiendo un agradable dolor a través de mi cuerpo, y haciendo a mis manos acelerar sus movimientos para desatar sus pantalones y empujarlos, junto con sus boxers al piso. Tome su dura y gruesa longitud en mi mano y la apreté, sintiéndola pulsar contra mi palma. “Oh, me prepongo hacer más que eso, Srta. Swan.”
La rabia con la que él dijo mi nombre debería haber enviado una acometida de furia a través de mí, pero yo sentía solamente una cosa ahora. Lujuria pura, no adulterada. Sentí repentinamente como mi falda era empujada hacia arriba de mis muslos, y él empujó mi espalda sobre la mesa de conferencias. Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, lo sentía tomar mis tobillos y empujar su largo y duro miembro profundamente dentro de mí. “¡Coger!” Grité en alta voz.
“Eso es,” lo oí decir entre dientes apretados, cuando sus caderas se cerraron de golpe contra mí, conduciendo su miembro profundamente dentro. Yo no podía refrenar los quejidos y los gritos. “¿Nunca la cogieron de esto modo, verdad? Usted no sería tan jodidamente calienta- pijas si la cogieran correctamente.”
¿Quién se creía el que era? ¿Y por qué diablos me calentaba tanto que él tuviera razón? Nunca había tenido sexo fuera de una cama, y nunca se sintió de esta forma. Su pija se sentía tan jodidamente bien dentro mío, que despertó cosas que ni yo sabía que existían. Nunca había podido conseguir acabar durante el sexo. Siempre tenía que resolverlo escapando furtivamente al cuarto de baño y encargarme del asunto con mis propias manos. Pero él me había tenido ya al borde dos veces.
“He tenido mejores,” me mofe sin aliento, mirándolo a través de mis ojos entrecerrados.
Sus ojos flamearon y él se aparto justo cuando yo estaba a punto de acabar. Le gruñí mientras que él soltó mis tobillos. Al principio pensé que él realmente iba a dejarme esta manera, hasta que él asió mis brazos y me bajo de un tirón de encima de la mesa estrellando los labios contra los míos otra vez. La siguiente que sentí fue la ventana fría contra mi trasero, y gemí por los contrastes intensos en temperatura entre ella y mi piel. Sentía que ardía, cada parte de mí quiso sentir su brusco tacto.
“Usted realmente no debería haber dicho eso, Srta. Swan,” gruñó airadamente mientras me volteaba rápidamente presionando mi frente contra la ventana y tocando mis pies con el suyo.
“Separe las piernas. ¡Ahora!”
Obedecí y separe mis piernas para él, entonces asió mis caderas, tirando de mí rudamente y empalándome en su miembro otra vez. “¡Mierda!”
“Le gusta esto, ¿no es cierto?,” dijo con desprecio, tomando el lóbulo de mi oreja entre sus dientes y arrastrándolos a través de mi piel. “Ahora todo Chicago puede mirar para arriba y ver su mojada y caliente conchita siendo cogida, y usted ama cada minuto de esto.
¿Quiere que la vean acabar?”
Gemí la respuesta, incapaz de formar palabras con cada estocada en mí, repetidamente, presionándome más contra el vidrio.
“Dígalo. ¿Quiere acabar, Srta. Swan? Conteste o me detendré y hare que usted me chupe a cambio,” silbó, conduciéndose más y más profundo dentro de mí con cada empuje.
“Sí… mierda sí… oh mi Dios…!” Exclamé mientras mis manos se golpeaban contra el vidrio, mi cuerpo entero temblaba por la fuerza del orgasmo que acometía sobre mí, dejándome sin aire. Cuando finalmente amaino, él salió de mí y me hizo girar para hacerle frente, entonces sus labios acometieron otra vez sobre los míos agresivamente.
Mis manos encontraron su pelo y enrede los dedos en él, mientras nuestras lenguas resbalaban una contra otra. Solté una mano y la coloque sobre su erección que palpitaba entre nosotros y comencé a frotarlo ligera y enérgicamente, haciendo que sus gemidos retumbaran en mi boca. Me empuje lejos de sus labios, y lo mire fijamente.
“Ahora yo quiero que todo Chicago vea su cara cuando yo lo haga acabar tan fuerte que usted va a olvidar su propio nombre,” gruñí, resbalando abajo del vidrio y tomando su miembro entero en mi boca. Su cuerpo se tenso y él dejo escapar un quejido tan profundo, como mi gemido de placer al sentir la mezcla de mi sabor con el suyo, haciendo vibrar cada deliciosa pulgada de él. Mire hacia arriba, y vi sus palmas y su frente contra el vidrio, y sus ojos cerrados fuertemente.
“¡Oh mierda…, mierda, CARAJO!” gritó, mientras yo sentía pulsar su miembro contra mis labios. Él comenzó a acabar en mi boca y yo tragué cada gota. Una mujer verdadera no tiene miedo de tragar, ese había sido siempre mi lema, y todavía no había decepcionado a ningún hombre que haya estado conmigo. Y por su respuesta, pude ver que era altamente probable que ninguna de esas groupies de oficina suyas hayan hecho nunca tal cosa.
Perras quisquillosas. ¿Dios de dónde habrá salido eso?
Lo saque de mi boca y él cayo detrás, sobre la silla, intentando calmar su respiración. Me levante, tirando mi falda hacia abajo, y encontrando sus ojos. Los segundos pasaron, ninguno de nosotros retiro la vista. Sin decir una palabra cerré el frente de mi camisa rasgada y salí, rogando a mis piernas tambaleantes que no me traicionaran.
Tome mi cartera de mi escritorio apague mi computadora y me puse la chaqueta, intentando desesperadamente sujetar el botón con mis dedos temblorosos. El Sr. Cullen todavía no había salido, y yo casi corrí al elevador rogándole a dios llegar allí antes de que tuviera que enfrentarlo otra vez.
No podía siquiera pensar en qué sucedió hasta que estuviera fuera de aquí. Las puertas se abrieron y me lance dentro, mirando mientras cada piso pasaba frente a mí. Las puertas doradas se abrieron y me avente hacia afuera y por el pasillo. Oí brevemente al guardia de seguridad decir algo sobre el trabajar tarde, pero agité mi mano y me apresure pasando junto a él.
Con cada paso mi cuerpo me recordó los acontecimientos de la hora pasada. Entonces llegue a mi coche, presioné el botón de la alarma, abrí la puerta y me derrumbe en la seguridad del asiento de cuero. Mire para arriba y encontré mis ojos en el espejo retrovisor.
¿Qué. Carajo. Fue. Eso?


4 comentarios:

Heidi dijo...

El mas lindo bastardo!!!! Sin dudas!!!! Asi da gusto!
XOXO

nelarivera dijo...

quien no ha soñado que el hombre que una desea sea rudo ?
yo quisuera ser bella pero talvez no me hubiese ido tan rapido , me hubiese acercado a el y le pego aquel bofeton!!!!!!!!!!!!!!!!!
digo una tiene sus sueños pero siempre hay que salir airiosa y salvaguardar la dignidad . seguro a el le hubiese encantado (digo-le gusta rudo)y despues resaria para iniciar una nueva sesion al dia siguiente

karla dijo...

dios, eso si k fue caliente, y con ese bastardo del demonio aun fue mejor... esta genial

paty dijo...

Omg me encanta que Bella por dentro le diga hasta de lo que no y por fuera este flojita y coperando espero que despues no se arrepientan

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