martes, marzo 09, 2010

La Oficina - Capitulo 4: La Perla





Pánico. La emoción que me embargaba completamente cuando entre en estampida a mi oficina se podía describir solamente como pánico puro. No puedo creer que me permití caer otra vez. Estando solo con ella en esa minúscula prisión de acero; su aroma, sus sonidos, su tacto; me tenía de nuevo bajo su poder. Seguro, en el exterior puedo parecer calmado y sereno, incluso puedo tener un aire satisfecho y en control, pero cada parte de mí se desmoronaba. Esta mujer tiene un dominio sobre mí como nunca nadie tuvo antes.
Finalmente en la relativa seguridad de mi oficina, me derrumbé sobre el sofá de cuero. Inclinado hacia adelante, con mis codos en mis rodillas, me tire del pelo firmemente, queriendo calmarme y lograr que mi erección se desinflara. “¡Mierda!” Grite dentro de la oficina vacía. Las cosas iban de mal en peor, y lo sabía.
Sabía a partir del minuto en que ella me recordó la reunión de esta mañana que no había una maldita chance de que yo pudiera formar un pensamiento coherente, ni hablar de dar una presentación entera en esa maldita sala de conferencias. Y tampoco volvería a sentarme en esa mesa otra vez. Nunca podría sentarme en esa cosa sin recordar cómo se sintió tenerla desparramada frente a mi mientras me la cogía. Entrar allí para encontrarla inclinada contra el vidrio, perdida en sus pensamientos, fue suficiente para hacer que mi pito tuviera una contracción nerviosa. Pero para el momento en que ella se dio vuelta y vi ese sexy vestido marrón, el mismo marrón chocolate de sus ojos, y ese rubor por haber sido sorprendida soñando despierta, yo ya tenía una erección completa.
Me había inventado la estúpida historia de que la reunión se había movido a otro piso, y por supuesto ella me saco la ficha. ¿Por qué siempre tiene que antagonizar conmigo? Y siendo el nabo que soy, hice un punto en recordarle quién era el jefe. ¿Pero funcionó? Ni mierda. Como en cada discusión que hemos tenido, ella siempre me la manda a guardar y me sale el tiro por la culata. Pero no solo eso, ella insinuó que mi desempeño había sido menos que satisfactorio. Me cago si ella había sonado insatisfecha la otra noche en la mesa, ni contra la ventana, o en la escalera si viene al caso. Mierda. Esto no ayuda.
Y para cuando ella finalmente hizo su aparición en la sala de conferencias de abajo, yo estaba listo. Me maldeciría antes de dejarla tener la ventaja cuando Emmett entro con esos botones, aun sabiendo que realmente no debería haber hecho eso delante de ellos, yo solo podía concentrarme en mi oportunidad de igualar el marcador.
Y ella sin dudas hirvió de rabia durante toda la presentación y después voló fuera de la sala. Había tenido su merecido por pensar que ella podía enfrentarse mano a mano conmigo. Pero por otra parte, ese ascensor de mierda…
Me sobresalté levemente cuando un ruido sordo sonó en la oficina exterior distrayéndome de mis pensamientos. Seguido por otro. Y otro más. ¿Qué sucedía allá fuera? Me levante del sofá y me dirigí a la puerta, para encontrar a la Srta. Swan cerrando de golpe las carpetas y los cajones de su escritorio un poco más fuerte de lo necesario. Doblé mis brazos y me incliné contra el marco de la puerta, mirándola por un momento. Verla tan agitada no ayudaba en lo más mínimo a aflojar las palpitaciones de mi pito. “Srta. Swan, quiero verla en mi oficina. Ahora.”
Ella dio vuelta su cabeza para mirarme y achico sus ojos levemente. “Pero por supuesto, Sr. Cullen,” contesto bruscamente pero arreglándoselas de algún modo para hacerlo con ese tono dulce como la miel que ponía mi sangre en ebullición, mientras camino pavoneándose dentro de mí oficina.
Empujé la puerta cerrándola bruscamente y caminé hacia ella. “¿Le importaría decirme cuál es su problema?”

“Porqué no chequea su bolsillo, señor,” dijo ella con desprecio y después me empujó con sus manos contra mi pecho, haciéndome perder el equilibrio, y aterrizar en el sofá mientras que ella montó rápidamente mis piernas a horcajadas. Sus labios se estrellaron contra los míos en un asalto furioso y yo me sentí endurecer aún más cuando ella se refregó contra mí. “¿Alguna otra pregunta?”
Mi única respuesta fue un gruñido profundo en mi garganta cuando agarre su culo y la presione más firmemente contra mí, refregando mi pito vestido contra su vagina desnuda. Ella comenzó a frotarme con ligeros movimientos de sus caderas y mi cabeza cayó contra el sofá. Esta mujer me va a matar; cualquier resolución que pude haber tenido ahora se había evaporado totalmente.
“Creo que tenemos cierto asunto inconcluso que requiere nuestra atención inmediata, Sr. Cullen,” dijo ella en una voz grave y sensual que yo nunca había escuchado en ninguna otra mujer, y menos en ella. Tomó mi labio inferior con sus dientes antes de levantarse alejándose de mí, y abrí los ojos para mirarla caminar a través del cuarto hacia la puerta. ¿Esa perra va a salir por esa puerta después de esto? El clic de la cerradura me tomó por sorpresa, y cuando ella trabó los ojos conmigo, entre en trance al ver la lujuria y la furia que rabiaban en esas profundidades color chocolate. “Parece que usted tiene un problema allí, señor,” gruñó y su mirada osciló entre mis ojos y la carpa en mis pantalones. Pequeña calienta chorizos de mierda.
Di un gruñido profundo y la así de la cintura, poniéndola bruscamente en el sofá y bajando mis dedos para circundar su entrada; provocándola. “Parece que usted también, Srta. Swan,” contesté ronco mientras empujaba un dedo dentro de ella, arrancándole un gemido. Me incliné para besarla profundamente y mordí su labio entre mis dientes mientras que retraje mi mano. “Solo que yo no cojo en mi oficina.”
“Boludeces,” gruñó ella frustrada, y su voz sonó gruesa con su excitación. “Usted va a hacer algo y a acabar lo que comenzó.”
Sentí que sus manos subían a mi pelo y ella empujó mi cara hacia abajo entre sus piernas. El olor de su despertar era intoxicante y antes de que otro pensamiento pudiera pasar por mi mente, tomé su clítoris inflamado entre mis labios. Miré sus hermosos pechos levantarse y caer agudamente con sus jadeos mientras que yo arrastraba mi lengua en movimientos lentos a lo largo de su piel sensible. Sentí su pantorrilla moviéndose contra mi miembro, haciéndolo palpitar dolorosamente. Sin dejar de lamerla, desabroche rápidamente mi cinturón y mis pantalones. Cuando finalmente quité mi boca de su clítoris, refregué mi miembro ahora liberado contra su tobillo. “Si recuerdo correctamente, Srta. Swan; Yo no comencé realmente esto. Pienso que quizás es usted la que debe acabar lo que comenzó.”
Ella abrió los ojos y me miro con desprecio, y sin una palabra hizo pivotar sus piernas alrededor de modo que su cabeza ahora estuviera en mi regazo. Ella arrastró su lengua provocadoramente a lo largo de mi miembro una vez y sus ojos ardieron sobre los míos. “Ahora, ¿por qué haría yo algo como eso?”
Arqueé una ceja hacia ella y lleve mi mano entre sus piernas pellizcando su clítoris rápidamente una vez, haciéndola gañir levemente. “Si yo no acabo, Usted tampoco.”
“Porque usted es un egoísta…” gruñó otra vez y yo la interrumpí bajándome sobre mi lado y mordiendo su clítoris una vez con mis labios. “Váyase a la mierda.”
Por medio segundo, pensé de nuevo que ella iba a levantarse y a irse, y una parte de mí deseaba que ella lo hiciera. Pero un momento más tarde, cuando sus labios se cerraron alrededor de mi pija, cada rastro de ese pensamiento desapareció. Maldición, ¿por qué esto tenía que sentirse tan bien maldita sea? Su mano vino a mi miembro debajo de sus labios y se movió en el mismo ritmo frenético que su boca. “Ah Mierda,” silbé y cerré mis labios alrededor de su vagina, sosteniendo sus muslos a los lados de mi cara.
Nuestras caderas comenzaron a moverse contra nuestras caras, ansiosas por acabar. Sus piernas se separaron levemente y deslicé mi mano alrededor de su muslo para empujar mi dedo dentro de ella otra vez. Su quejido vibró en mi pene y casi acabo allí mismo. Y por el temblor en sus piernas, era obvio que ella estaba cerca también. Agregué otro dedo y comencé rápidamente a cogerla con mi mano mientras que mi lengua y labios proporcionaron la succión y la presión necesaria para hacerla acelerar sus movimientos en mi miembro. Sus piernas se separaron lentamente un poco más, y se presiono más firmemente contra mi cara; hasta que finalmente oí su quejido sordo cuando ella acabo. Sus caderas se crisparon contra mí cuando aumenté mis movimientos, enloqueciendo sus terminaciones nerviosas, y sabiendo que mi clímax estaba a solo segundos.
“¿Bella?” Oí la voz de mi padre fuera de mi puerta, y justo cuando yo estaba por acabar, ella se incorporo encima del sofá. Un golpe sonó en mi puerta mientras que ella acomodaba su vestido y yo me ajustaba nuevamente dentro de mis pantalones. “¿Edward?”

Sincronización perfecta, papá, me quejé internamente mientras que me levantaba y me dirigía hacia mi escritorio y para sentarme. Mi pito ahora me dolía seriamente, aunque uno pensaría que la voz de mi padre causaría una muerte súbita, pero había estado duro desde que la vi en la ventana esta mañana. Esto se estaba volviendo ridículo.
Ella me dio una sonrisa triunfante la cual devolví con una mirada enfurecida mientras se dirigía a la puerta y cuando la abrió. “Sr. Cullen, quiero decir, Carlisle. Justo me estaba yendo.”
Miré la cara de mi padre que cambiaba a una de preocupación mientras la miraba. “Bella, querida. ¿Te sientes bien? Te ves un poco ruborizada.”
Vi como ella llevaba la mano hacia su cabeza y despejaba su garganta. “Sabes que, no me estoy sintiendo realmente bien. Ha sido una mañana larga,” ella me miro sobre el hombro con una mirada dañina que sería pasada por alto por el observador ocasional. “Creo que voy a tomarme el resto del día libre, Sr. Cullen. Para recuperar fuerzas.”
Maldita perra del infierno, quise gritarle, pero tuve que sofrenarme puesto que mi padre estaba en el cuarto. Apreté mis puños debajo de mi escritorio; No estaba seguro quién la odiaba mas, yo o mis bolas. “Usted tiene pendiente ese proyecto grande, recuerda,” le gruñí.
“Puede esperar por un día,” ella se encogió de hombros casualmente.
“Contaba con resultados hoy, Srta. Swan,” la amenace a través de dientes apretados.
Mi padre volteo su mirada hacia mí. “Estoy seguro que tu puedes manejar lo que sea que haya que hacer, Edward.” No estás ayudando, papá. Realmente no estás ayudando. Él se dio vuelta de nuevo hacia ella con esa suave sonrisa paternal. “Tu vete tranquila, querida.”
“Gracias, Carlisle,” contestó ella con una sonrisa dulce y después se dio la vuelta de nuevo hacia mí con un cabeceo conciso. “Sr. Cullen.”

La miré salir y mi padre cerró la puerta detrás de ella y después me hecho una mirada casi de reproche. “¿Qué?” Pregunte frustrado mientras que discretamente me acomode en mis pantalones después de mirar su trasero saliendo de la oficina.
“No te mataría ser un poco más agradable con ella, Edward,” él se movió hacia adelante y se sentó en la esquina de mi escritorio. “Eres afortunado de tenerla, y lo sabes.”
Rodé mis ojos y sacudí mi cabeza. “Si su personalidad fuera tan atractiva como su cerebro, no tendríamos problemas.”
Él me cortó con su mirada fulminante y me incliné hacia atrás en mi silla derrotado. “Te criaron mejor que esto, Edward,” dijo severo y después se levanto otra vez. “De todos modos, tu madre llamó y me dijo que te haga recordar sobre la cena de esta noche en la casa. Emmett y Rose están viniendo de visita con la bebé esta noche.”
Sentí la comisura de mis labios subir a la mención de mi sobrina, y simplemente asentí con la cabeza a mi padre. “Sí, allí estaré.”
Él se dirigió hacia la puerta y me miro antes de cerrarla detrás de él. “No te atrases; sabes que tu madre odia eso.”
“¡No, lo prometo!” Contesté, un poco molesto porque él se reía entre dientes. Él sabía perfectamente bien que yo no me permitía llegar tarde a ningún lado, incluso a algo tan simple como una cena familiar. Emmett por otra parte llegaría tarde a su propio entierro. Pero ahora con todo este trabajo delante de mí, dejado atrás por ella, no tenía idea cómo iba a salir de aquí a tiempo; sin mencionar la tarea adicional que ella dejó detrás que de seguro consumiría mi hora de almuerzo. Necesitaba sacarla de mi mente de cualquier manera posible. Revisé mi bolsillo y saqué lo que quedaba de su ropa interior; e iba a desecharlos en mi cajón con los otros, cuando noté la etiqueta. Agente Provocador. Claramente, no parecían bombachas económicas, y éstas no eran exactamente calidad Wal-Mart. Ella gasto unos buenos morlacos en éstas. Y chispeó mi curiosidad. Abrí mi cajón para examinar los otros dos pares. Etiquetas de La Perla en ambas. Maldición, esta mujer era seria sobre su ropa interior. Debería pasar por la tienda de La Perla en el centro de la ciudad alguna vez y por lo menos ver cuánto le costó mi pequeña colección a ella. Pase mi mano a través de mi pelo y los revolee dentro del cajón cerrándolo de golpe. Ésa era la última cosa en que yo debería estar pensando.
Por mucho que intenté, no pude concentrarme en una maldita cosa en todo el día. Incluso después mi ritual de la hora del almuerzo, todavía no podía conseguir sacar mi mente de los eventos de esta mañana; Cerca de las tres, era una ruina y sabía que tenía que salir de allí. Me pare frente al elevador y gemí levemente, optando por las escaleras en lugar de eso. Aunque no fue mucho mejor; al menos no estaba tan fresco en mi memoria.
Arranque hacia el hogar de mis padres más tarde, y sentí inmediatamente que algo de mi tensión se deslizaba lejos. Caminando dentro de la cocina, me atrajeron los olores de la comida de mi mamá y me acerqué a ver qué cocinaban, y encontré la charla y la risa felices de mis padres que venían del comedor.
“Edward,” mi mamá cantó mientras entre en el cuarto. Me agache y besé su mejilla permitiéndole que intentara acomodar mi pelo ingobernable. “Ese pelo tuyo,” me embromó ella cariñosamente. “Todavía se ve tan salvaje como cuando eras pequeño.”
“Lo sé, mamá,” dije haciéndole una mueca; ésta era la misma conversación que teníamos siempre. “Ya deje de intentar.” Tome una fuente grande de sus manos para colocar en la mesa, robándome una zanahoria antes de apoyarla y me reí entre dientes cuando ella me pesco. “¿Dónde está mi nena?” Pregunte buscando con la mirada en la sala de estar.
“No están aquí todavía,” contestó mi papá cuando entro caminando. “Conoces a tu hermano, él está siempre atrasado.” Por supuesto que lo sabía. Emmett era bastante malo; pero sumándole a su esposa e hija y él era afortunado de incluso salir de su casa, ni hablar de llegar a tiempo.
“Bueno, mejor que se den prisa,” agregue, robando otra zanahoria y esquivando la palmada de mi madre en mi mano, “no he conseguido pasar bastante tiempo con ella todavía y esta noche me estoy codicioso.”
“Oh, Edward, eres tan lindo con ella,” comenzó mi mamá y yo sabía lo que se venía. “Y sé que tú no quieres oírlo, pero si tan solo sentaras cabeza, podrías tener niñitos propios corriendo a tu alrededor.” Mi mirada fulmino ese tren de pensamiento en sus orígenes, y ella continuó poniendo la mesa.
Veinte minutos más tarde, los sonidos de caos vinieron del salón, y yo entré precipitadamente para recibirlos. Mis rodillas chocaron inmediatamente con un cuerpo pequeño, inestable y con una pequeña sonrisa dentada. “Tido Deddie!” Chillo la pequeña boquita.
“Osito Cariñosito” Chillé directamente hacia ella, levantando a la niña y sofocando sus mejillas con besos.
“Dios, eres repugnante,” Gimió Emmett alejándose de mí.
“Oh mira quién habla, papito,” dije golpeándolo en el brazo.
“Mejor se callan los dos, si quieren mi opinión,” Agrego Rosalie con una mueca casual, siguiendo a su marido hacia el comedor. Rose y Emmett se habían casado hacia dos años y Carrington había nacido un año más tarde. Ella era la primera nieta y era la princesa de la familia. Era la viva imagen de su madre, con el pelo rubio casi plateado y los mismos rasgos delicados y suaves. El único rasgo Cullen en ella eran los ojos. Ella tenía los mismos ojos verdes que, también yo había heredado de mi padre. Fuera de eso, era enteramente Hale.
Cuando todos estuvimos sentados en la mesa grande, la cena comenzó. Como de costumbre, Carrington prefirió sentarse en mi regazo antes que en su silla y yo intente comer alrededor de ella, haciendo mi mejor esfuerzo para evitar su “ayuda”.
“Edward, he querido pedirte. ¿Podrías invitar a Bella a cenar la semana próxima,? y haz tu mejor esfuerzo para convencerla de venir.” Rodé mis ojos antes de mirar a mi mamá y recibí una patada en la canilla de mi padre.
“¿Porqué es que todos insisten tanto en traerla aquí?” Sabía que mi voz era posiblemente un poquito alta y ruidosa para la mesa pero estaba tan cansado de tener esta conversación con mi familia.
“Edward tu sabes que ella no tiene ninguna familia aquí. Ella está en una ciudad extraña totalmente sola, y…”
“Mamá,” interrumpí. “Ella ha vivido aquí desde la universidad. No es más una ciudad extraña para ella.”
“Como estaba diciendo,” contestó ella con una clara indirecta de advertencia en su voz. “Ella vive sola y es una muchacha tan bonita y además tengo a alguien que quiero presentarle.” Mi cubierto se congeló en medio del aire cuando esas palabras me golpearon. Ella quería empatarla con alguien. Bueno esto era extraño. Sentí algo, como un estrechamiento en mi pecho, pero no estaba muy seguro de que era. Si tuviera que ponerle un nombre a la sensación, lo llamaría… ¿cólera?
¿Por qué tendría que enojarme que mi mamá quisiera empatar a la Srta. Swan? Bueno, probablemente porque te la estas cogiendo nabo de mierda. Bueno habérmela cogido… dos veces, realmente no significaba que me la estaba cogiendo. Decir que me la estaba cogiendo constituiría, en realidad, mi intento de continuar. Oh, y la manosee en un ascensor y le di sexo oral en mi oficina. Guau, puesto de esa manera suena realmente mal.
Despejando mi garganta, e intentando librar el veneno de mi voz, respondí. “Seguro, mamá. Hablaré con ella. Pero no mantengas tus esperanzas muy altas. Ella es absolutamente carente de encanto, y eso es probablemente un obstáculo difícil para cualquier candidato.” Empujé otro bocado en mi boca.
“Sabes, Eddie,” mi hermano decidió intervenir, “pienso que todos aquí estaríamos de acuerdo en que tu eres el único al que ella le parece desagradable.” Mire alrededor de la mesa, frunciendo el ceño a las cabezas que asentían y que convenían con mi hermano el idiota. Volviendo la vista a Emmett, note que él tenía una mirada asombrosamente satisfecha en su cara. Genial, ella me jodía aquí también.
El resto de la noche consistió en más charla sobre cómo necesitaba yo intentar y ser más agradable con la Srta. Swan, y sobre cuán genial todos pensaban que ella era, y sobre cuánto le gustaría a ella el hijo de la mejor amiga de mi mamá, Mike. Si, seguro.
También hablamos de las reuniones que habíamos programado para esta semana. Una grande se había planeado para la tarde del jueves, y yo estaría acompañando a mi padre y hermano allí. Sabía que ella tendría ya todo previsto y arreglado. Yo sabía de seguro que ella estaba siempre dos pasos más delante de lo que yo necesitara. Un pensamiento que por alguna razón me dejó una repentina sensación de calidez.
Me fui con la promesa de que haría mi mejor esfuerzo para convencerla de venir, aunque para ser honesto, yo ni siquiera sabía cuándo la vería otra vez. Tenía reuniones y citas por todas partes de la ciudad para los próximos días, e incluso si la viera por un breve momento mientras corría dentro y fuera de la oficina, no tenía absolutamente ningún deseo de hablar con ella después del pequeño incidente de hoy.

Jueves
Observe el tráfico mientras nos arrastrábamos por la avenida South Michigan, preguntándome si mi día mejoraría. Odiaba quedarme embotellado en el tráfico. La oficina estaba solamente a unas pocas cuadras de distancia, y considere seriamente decirle al chofer que se llevara el coche y seguir a pie. Mire mi reloj, y vi que eran ya más de las 6, y que habíamos adelantado solo 3 cuadras en 20 minutos. Perfecto. Cerré los ojos y recline mi cabeza en el asiento, y pensé de nuevo en la reunión que acababa de dejar.
Nada había salido mal particularmente; de hecho era absolutamente todo lo contrario. Los clientes se habían entusiasmado con nuestras propuestas, y todo se había cerrado sin inconvenientes. Sin embargo yo estaba con un humor de mierda.
Emmett se había dedicado a decirme cada quince minutos durante las tres horas pasadas que yo me comportaba como un adolescente ciclotímico, y para el momento en que los contratos estaban firmados, yo ya quería golpearlo. En cada ocasión que él tenía me preguntaba cuál era mi problema, y francamente, no podría decir que lo culpaba. Incluso debo admitir que me comporte como un tarado el último par de días. Y que yo lo admita, dice algo. Por supuesto Emmett pensaba que él tenía todas las respuestas y decidió que mi problema era que yo necesitaba ponerla. Dios, si él supiera.
Habían pasado dos días. Apenas dos días de mierda desde que la perra caminó fuera de mi oficina dejándome duro como una roca y con un estado terminal de dolor de bolas, y yo estaba hecho un desastre total. Por la manera en que estaba actuando cualquiera pensaría que yo no había tenido sexo en 6 meses. Pero no, dos días y medio sin tocarla y me sentía como un león enjaulado. El coche se detuvo otra vez y yo pensé que gritaría. Eche un vistazo hacia fuera de las ventanillas polarizadas, y noté donde nos habíamos detenido; justo delante de la boutique de ropa interior La Perla. Estuve fuera del coche con la velocidad del rayo.
Me pare en la esquina esperando a que cambie el semáforo para cruzar, cuando se me ocurrió que no tenía idea de lo que estaba haciendo. ¿Cuál era el punto de entrar? ¿Qué planeaba hacer allí? ¿Compraría algo o solo seguiría torturándome? Cuando llegue a las puertas de cristal, me consolé con un pensamiento; por lo menos tendría un poco de material nuevo para pajearme. Dios, esto era jodidamente enfermizo.

Caminé dentro de la exclusiva tienda y me abrumo inmediatamente una sensación de familiaridad. Los pisos eran de madera color miel, los techos iluminados con lámparas cilíndricas, que caían en racimos agrupados a través del gran espacio. La débil iluminación le proporcionaba al espacio un suave e intimo resplandor, iluminando las mesas y los estantes que exhibían la costosa ropa interior. Pero la familiaridad, siendo honesto, venia de la ropa interior en sí misma. Algo sobre el satén y los encajes delicados me evocaban ese deseo demasiado familiar por ella.
Recorrí con mis dedos el largo de una mesa cerca del frente de la boutique, y me di cuenta que ya había captado la atención de las vendedoras. Una rubia alta y hermosa, aunque totalmente artificial, caminó hacia mí.
“Bienvenido a La Perla,” dijo ella chispeante. “¿Hay algo en que pueda ayudarlo hoy? ¿Quizá un regalo para su esposa? ¿Su novia tal vez?” agregó ella, con una nota de flirteo en su voz.
“No. Um…, gracias,” contesté, sintiéndome repentinamente ridículo tan solo de estar aquí. “Solo estoy mirando.” Eché un vistazo lejos rápidamente, pero no antes de notar la forma en que sus ojos me valoraron de arriba a abajo.
“Bien si usted cambia de idea me lo hace saber,” dijo con un guiño, antes de darse la vuelta y dirigirse de nuevo detrás de un mostrador. La observe alejarse apreciativamente e inmediatamente disgustado de que ni siquiera había considerado pedirle su número. Mierda. Yo no era un mujeriego consumado, pero una mujer hermosa en una tienda de ropa interior, de todos los lugares, acababa de flirtear conmigo y a mí ni se me había cruzado el pensamiento de tirarme un lance. Jesús. ¿Qué es lo que anda mal conmigo?
Me pase la mano por el pelo, y decidí que era hora de examinar la situación. Necesitaba hacerle frente al hecho de que estaba totalmente fuera de control. Una mirada alrededor de mi actual posición geográfica era prueba suficiente de eso. Todo lo que podía pensar era en tener sexo pero no con cualquier mujer, con una en particular, y eso me sacaba de quicio.
Estaba a punto de darme la vuelta para irme cuando algo me llamo la atención. Me acerque, y dejé que mis dedos tocaran un atractivo portaligas negro de encaje que colgaba en un estante. No había notado que las mujeres realmente usaban éstos fuera de las fotos de playboy hasta que comencé a trabajar con ella. Recordaba haberme sentado a su lado durante una reunión en nuestro primer mes de trabajo juntos. Ella había cruzado sus piernas de la manera justa para que su falda se subiera apenas un poco hacia arriba, revelando el delicado portaligas blanco abrochado a sus medias. Yo había tenido que pasar el almuerzo haciéndome la paja en mi oficina.
“¿Vio algo que le guste?” Me di vuelta, asustado de oír una voz familiar parada detrás de mí. Mierda. La Srta. Swan. Pero yo realmente nunca la había visto así antes. Ella se veía elegante como siempre, pero totalmente informal. Usaba un par de jeans seguramente muy costosos, y un top rojo. Su pelo estaba sujeto en una atractiva cola de caballo, y no llevaba casi maquillaje ni sus lentes, ella no parecía tener más de 20 anos. “¿Qué es lo que hace usted aquí?”
“¿Qué carajo le importa a usted lo que hago yo aquí?” Le gruñí.
“¿Qué sucede? No tiene ya bastante de mi ropa interior que necesita comenzar una colección propia?” ella me miraba fijo, todavía indicando el portaligas en mis manos.
“Srta. Swan, yo…”
“¿Y qué hace usted exactamente con ellas después de todo? ¿Las tiene guardadas como pequeños recuerdos de sus conquistas? Pervertido de mierda.” Ella doblo los brazos a través de su pecho, haciendo que sus pechos se empujaran juntos y asomaran por su musculosa roja. Mis ojos cayeron directo sobre sus tetas y me sentí endurecer instantáneamente.
“Jesús,” dije sacudiendo la cabeza. Casi me reí del hecho de que ya estábamos de nuevo atacándonos.   “¿Porqué usted tiene que ser una maldita perra todo el tiempo?” Le dije casi a los gritos. Podía sentirme literalmente temblando de rabia. Nunca había conocido a nadie que tuviera este efecto sobre mí.
“Supongo que usted simplemente saca lo mejor de mí,” dijo ella airadamente. Se inclino hacia adelante, y su pecho casi me rozo. Mirando alrededor noté que estábamos llamando la atención de las otras personas en la tienda.
“Mire,” dije intentando componerme. “Porque no se calma y baja un poco la voz.” Sabía que tenía que irme a la mierda de aquí pronto, antes de que sucediera algo otra vez. Pero por alguna razón enfermiza, discutir con esta mujer terminaba siempre poniendo mi pito duro y sus bombachas en mi bolsillo.
“Venga conmigo,” chillo ella, y me tomo del brazo, tirando de mí hacia la parte posterior de la tienda. Mis ojos cayeron inmediatamente a su culo mientras que ella caminaba delante de mí, y tuve que suprimir un gemido. Ella me llevo hacia una esquina y a través de una puerta y me di cuenta que estábamos en un probador. Ella obviamente había estado aquí un rato antes porque había diversos tipos de ropa interior colgando en los ganchos de las paredes y una pila de bombachas en una caja de terciopelo contra la pared. La música salía a través de altavoces en el techo, y yo me alegre pensando que no tendría que preocuparme de bajar la voz demasiado cuando la estrangulara.
Cerrando la puerta espejada frente a un gran sofá, ella se paro con los ojos cerrados, cada músculo en su cuerpo parecía estar tenso y al borde. “¿Usted me siguió aquí?” pregunto mirándome airadamente.
“¿Qué?” Casi grité. “¿Porqué mierda haría yo eso?”
“Oh… pues entonces resulta que usted de casualidad estaba rondando por una tienda de ropa interior femenina. ¿Solo una actividad perversita que usted practica en su tiempo libre, Sr. Cullen?” dijo ella venenosamente con una ceja torcida.
“Dios, usted sí que es una maldita perra,” le dije con desprecio. Pero incluso mientras le decía esas palabras, nuestros cuerpos se movían más cerca y nuestra respiración se agitaba.
“Sabe que, es una suerte que usted tenga un pito tan grande para compensar esa boca de mierda suya,” me retruco, y sus ojos recorrieron el largo de mi cuerpo antes de enfocarse en mi cara otra vez.
“¿Oh si?” Dije, moviéndome más cerca de ella, y subiéndola contra la pared trasera del vestuario. “No la oí quejarse de mi boca el otro día en mi oficina, Srta. Swan. De hecho, creo que es usted quien está en deuda ahora, conmigo.”
Su pecho se agitaba, y vi sus ojos trasladarse a mi boca mientras que ella mordía su labio inferior.
Lentamente envolvió mi corbata alrededor de su puño, y tiro de mí acercándome a ella, y no pude refrenarme más. Mi boca se abrió cuando su suave lengua entro y se junto con la mía.
Gimiendo en su boca, lleve una mano hacia su barbilla y la otra hasta su pelo, soltando su colita. Las suaves ondas cayeron alrededor de mi mano y las sujete firmemente, moviendo de un tirón su cabeza para acomodar mejor mi boca. Ella gimió y la apreté más contra mí. “¿A usted le gusta esto verdad?” mi voz retumbó en su boca. “¿a usted le gusta duro, no es verdad?”
“Dios, sí,” gimió ella sensualmente en respuesta. En ese momento, oyendo esas palabras, yo me olvide de todo; donde estábamos, que éramos, o cómo nos sentíamos el uno sobre el otro. Nunca en mi vida había sentido tal química sexual con nadie. Cuando estábamos juntos de esta forma, nada importaba, yo me inundaba de esta lujuria animal y ella era la única que podía dominarla.
Mis manos recorrieron hacia abajo los lados de su cuerpo y agarré el dobladillo de su remera, subiéndolo por encima y sobre su cabeza, rompiendo nuestro beso solamente por un segundo. Sin quedarse atrás, ella tiro mi chaqueta de mis hombros, dejándola caer al piso.
Mis pulgares dibujaron círculos sobre su piel mientras que moví mis manos a la cintura de sus jeans. Abiertos rápidamente, cayeron al piso, y ella los pateo junto con sus sandalias. Alejándome de su boca, comencé a dejar besos húmedos en su cuello y sus hombros.
“Mierda,” gruñí. Mirando hacia arriba podía ver su cuerpo perfecto reflejado detrás en mí en el espejo de la puerta. Ella usaba una bombacha negra transparente que cubría solamente la mitad de su culo y un soutien que hacia juego, su pelo sedoso se derramaba a través de su espalda. Los músculos en sus largas piernas torneadas, resaltaban cuando ella se paraba en puntas de pie para alcanzar mi cuello, y la imagen visual junto con la sensación de sus labios hacían que mi pito se estrujara dolorosamente contra mis pantalones.
Ella mordió mi oído bruscamente mientras que sus manos fueron a los botones de mi camisa. Nuestras respiraciones se tornaron rápidamente en jadeos cuando nuestros movimientos se volvieron más frenéticos. Mis propias manos soltaron mis pantalones y cinturón, empujándolos junto a mis bóxers al piso. Trayéndola conmigo, me moví al sofá.
Un estremecimiento de emoción corrió a través de mí cuando mis manos se movieron alrededor de sus costillas hacia el broche de su sujetador. Sus pechos se presionaban contra mí impulsándome, y bese a lo largo de su cuello mientras mis dedos desabrochaban y bajaban los breteles por sus hombros. Me separe levemente para permitir que la ropa cayera, y por primera vez, tuve una visión completa de sus tetas totalmente descubiertas para mí. 

Jodidamente perfectas. En mis fantasías les había hecho de todo a ellas; las había tocado, besado, chupado, cogido, pero nada se comparaba a la realidad. Mi pito ahora palpitaba mientras me sentaba en el sofá y enterré mi cara entre ellas. Sus manos acariciaron mi pelo, tirando de mí más cerca, y tomé un perfecto pezón rosado en mi boca, haciéndola gemir y empujar más fuerte. Maldición, eso se sentía bien. Supongo que ella no es la única a la que le gustan las cosas bruscas.
Tantas emociones corrían por mi mente. En este momento, no había nada en este mundo que quisiera más que perderme en ella. Pero sabía que cuando hubiéramos terminado, nos odiaría a ambos. A ella por hacerme débil, por provocarme y atormentarme, por ponerme de rodillas; y a mí mismo por perder el control otra vez, por permitir que mi lujuria elimine mi cólera. A pesar de todo este odio, sabía que no podría parar. Me había transformado en un adicto, viviendo por mi siguiente dosis. Mi vida perfectamente construida se estrellaba alrededor de mí y todo lo que había logrado se hundía alrededor de este demonio delante de mí.
Deslizando mis manos por sus lados, dejé que mis dedos recorrieran a lo largo de la cintura de su bombacha. Un temblor pasó a través de ella, y cerré mis ojos firmemente mientras que apreté la tela en mi mano; urgiéndome a parar.
“Rómpala, usted sabe que eso es lo que quiere,” gimió ella en mi oído y después me mordisqueó duramente. En un movimiento rápido, sus bragas no eran nada sino una pila de encaje rasgado en la esquina del cuarto. Asiendo sus caderas la levanté violentamente, colocándola a horcajadas en mi regazo y finalmente me hundí dentro de ella.
La sensación era tan intensa que tuve que apretar todavía más fuerte sus caderas para evitar acabar en ese instante. “Maldición,” gemí, y apreté la mandíbula; cada uno de mis pensamientos se centró en no acabar. Si ahora perdía el control, sabía que ella me lo echaría en cara más adelante. Y no le daría esa satisfacción.
Una vez que me sentí en control, comencé a mover mis caderas. No habíamos cogido en esta posición todavía, y aunque odié admitirlo, nuestros cuerpos encajaban juntos perfectamente. Trayendo mis manos abajo de sus caderas a sus piernas, agarré una en cada mano y las envolví alrededor de mis caderas. El cambio de posición me introdujo aun más profundo en ella, y enterré mi cara en su cuello para evitar gemir ruidosamente.
Era consciente de los sonidos de voces alrededor de nosotros pues la gente entraba y salía de los otros probadores. La idea de que podrían pescarnos juntos en todo momento solamente lo hacía más excitante.
Ella se arqueó hacia atrás con un quejido sofocado, y su cabeza bajó. Sus tetas ahora estaban seductoramente cerca de mi cara, y la manera casi inocente en que ella mordía su labio me volvía loco. Me encontré de nuevo mirando sobre su hombro, viendo nuestra imagen en el espejo. Nunca había visto algo tan erótico en toda mi vida.
Ella tiró de mi pelo de nuevo, atrayendo mi boca a la suya, nuestras lenguas se deslizaron una contra otra, emparejando el movimiento de nuestras caderas. “Mierda. Usted esta tan buena,” susurré en su boca. “Dese vuelta; usted tiene que ver algo.” La arranqué de mí y la voltee para quedara frente al espejo. Con ella apoyada contra mi pecho la acomode en mi regazo otra vez y dirigí mi pito nuevamente dentro de ella.
“Oh Dios,” ella exclamo pesadamente mientras su cabeza bajó contra mi hombro, y no supe si era por la sensación de mi pija dentro de ella o por la imagen reflejada en el espejo.
Agarré su pelo y la forcé a levantar la cabeza, “No, yo quiero que usted mire directo allí,” gruñí en su oído, encontrando su mirada en el espejo. “Quiero que usted me mire cogerla. Y mañana cuando este dolorida, quiero que recuerde quién le hizo esto.”
“Ya cállese y cójame,” contestó ella, y sus manos acariciaron su cuerpo hacia arriba hasta que ella se tomo de mi pelo.
“¿Oh, usted quiere jugar rudo, provocadora?” La embrome, asiendo sus caderas y tirando de ella más fuerte sobre mí. “Mejor mantenga esa boca suya cerrada. Usted no quiere que todas esas mujeres sepan que a usted se la están cogiendo justo aquí al lado de ellas, o si?”
Un quejido bajo fue su única respuesta, y me encontré sonriendo satisfecho por el hecho de que finalmente le había cerrado la boca. Su cuerpo continuó rebotando hacia arriba y abajo en mi pija, haciendo que sus perfectas tetas rebotaran junto con él. Mis manos vagaron por cada pulgada de su cuerpo mientras yo llenaba de besos y mordiscos húmedos todo el largo de su espalda y sus hombros. En el espejo podía ver como mi pija resbalaba dentro y fuera de ella; y a pesar de que no quería este recuerdo en mi cabeza, sabía que era una imagen que nunca olvidaría. Cuando sentí las paredes de su vagina comenzar a contraerse, yo baje una mano a su clítoris.
Nuestros cuerpos ahora estaban cubiertos con un fino brillo de sudor, haciendo que su pelo se pegara levemente en su frente. Su mirada nunca dejó la mía a medida que nuestras caderas comenzaron a girar poniéndonos frente a frente, y yo sabía que ambos estábamos cerca. Las voces alrededor nuestro continuaron, totalmente inconscientes de lo que estaba sucediendo en este cuarto minúsculo. Sabía por experiencia previa que nuestro pequeño secreto no seguiría siéndolo cuando ella acabara a menos que yo hiciera algo. Para cuando sus movimientos se volvieron más frenéticos y sus manos tiraron de mi pelo más fuerte yo subí mi mano sobre su boca para sofocar su grito.
“¡Mierda!” Sofoqué mis propios quejidos contra su hombro y con algunos empujes más me sentí estallar en el interior de ella. Su cuerpo cayó contra mí mientras que me incliné detrás contra la pared, su cuerpo se levantaba y caía con la fuerza de mi respiración agitada.
Sabía que yo necesitaba levantarme y vestirme, pero no pensé que mis piernas tambaleantes podrían soportarme. Cualquier esperanza que tuviera de que el sexo llegara a ser menos intenso, y que yo conseguiría sobreponerme a esta obsesión fue rápidamente eliminada. La razón comenzaba lentamente a filtrar dentro de mi conciencia, junto con la decepción de haberme permitido sucumbir de nuevo a esta debilidad.
Encontrando sus ojos en el espejo, juraría que algo paso entre nosotros. ¿Sentía ella lo mismo que yo? ¿Era esto tan desastroso para ella como lo era para mí? ¿Y qué íbamos a hacer con esto? La levanté alejándola de mí y conseguí vestirme rápidamente, intentando no encontrar su mirada otra vez. El espacio del probador parecía repentinamente demasiado silencioso y pequeño y yo estaba excesivamente consciente de cada respiración que ella tomaba.
Enderezando mi corbata, me agache para tomar la bombacha rasgada del piso, depositándola en mi bolsillo. Fui a asir la manija de la puerta y me detuve. Estirándome, recorrí con mis manos lentamente a lo largo de la tela de encaje que colgaba de una de las perchas en la pared.
Encontré su mirada finalmente y dije. “Compre el portaligas también.” Y sin mirar atrás, salí fuera del probador.

7 comentarios:

Judit de Cullen dijo...

me encanto el blog...como puedo ver el 1er capi de La oficina???? no lo encuentro..que boba que soy, jajjaaj
sos una geniaaaaaaa

Cyn dijo...

Jud, anda a la etiqueta de traducciones y baja hasta el final y luego hace ckick en entradas antiguas.
Tengo que ordenarlo mejor, pero no se como...(papelon!)

Heidi dijo...

Muyyyyy buen capitulo!!!!!!

CarisWestenra dijo...

Dentro de poco, tendran qyue darle un plus a Bella por gastos de ropa interior...XD
Asi da gusto trabajar, creo que jamas me cogería una baja por depresión...XD
Y Esme tiene razón, Edward sienta la cabeza y tendras muchos niños correteando. Si total, ya estas a un paso de conseguirlo.
^^

nelarivera dijo...

"compre el portaligas tambien " ja el muy pervertido!

Berny! =) dijo...

que capitulo por diosss!!!! lo que me venia perdiendooo!!

paty dijo...

Omg que suerte que se encontraran en la tienda y sobre todo que aprovecharan la oportunidad me encanta la historia

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